Marino cuando su pequeña se calmó, se limpió sus lágrimas y las de la bebé, la acercó a su pecho y besó su pequeña cabecita, salió de su despacho al de la secretaria, cuando la señora Thais lo sintió abrir la puerta, fingió estar transcribiendo un documento, pero la realidad es que estaba impresionada por todo lo que acababa de suceder, aunque en el pasado, ese hombre no fue de su agrado, pues su preferido siempre había sido Martín y aún no le había perdonado la traición que cometió aquel contra este de acostarse con su novia, hoy tuvo una perspectiva distinta.
Pestañó varias veces, se negaba a dejar salir las lágrimas que habían surgido como resultado de la conmovedora escena que había presenciado hacía unos minutos, sintió cuando Marino se acercó a su mesa con la chiquilla en brazos, pero se mantuvo en silencio, por lo cual ella fue la primera en hablar.
—Señor Russo, ¿Necesita algo? —Interrogó Thais.
Marino se quedó dubitativo, intentando hablar, pero las palabras no surgían de su boca, cerró sus ojos con fuerza por un momento, segundos después más calmado le respondió —¡La necesito! Yo debo comprar comida para mi niña, ropa, pañales, todo lo que pueda necesitar, no tengo idea de cómo hacerlo ¿Me puede ayudar? Por favor—expresó en un tono de voz quebrado, casi suplicante.
—Por supuesto que lo ayudaré. Vayamos primero a un supermercado a comprarle cosas de comida, pañales, toallitas húmedas y todos los productos para su aseo. Si quiere voy sola y usted me espera aquí—ofreció la señora Thais.
—No, quiero aprender, porque voy a ser yo quien la atienda y encargarme de comprar todas sus cosas. Por favor, avise en guardería de la empresa que a partir de mañana mi hija va a asistir allí mientras trabajo—expresó el hombre con firmeza.
—Está bien, déjeme cumplir con esa instrucción y luego nos vamos —señaló la mujer.
Después de un momento salieron al supermercado, la señora Thais lo llevó a la sección de artículos de bebé, le preguntó— ¿Qué va a llevarle?
—Todo, jabón, perfume, aceite, champú y lo que usted me indique que es necesario—respondió con ansiedad el hombre.
Recorrieron el supermercado, compraron los enseres personales de la beba, la leche de fórmula, cebada, alimentos, luego fueron a comprarle ropas, coche, cuna, juego de cuarto, silla para comer y todo lo necesario. Las compras relacionadas con los muebles, las llevarían dentro de varios días al departamento.
Después de las compras, llevó a la señora Thais hasta su casa, la niña iba sentada en el asiento trasero en el porta bebé, cuando llegó a su apartamento, la sacó junto con parte de las compras que había hecho, la acostó en la cama, mientras no dejaba de observarla y la niña balbuceaba, pero minutos después empezó a llorar. De inmediato la cargó, tratando de calmarla, sin embargo, la niña no cesaba de gimotear, le olió el pañal como le había indicado la secretaria y evidentemente la niña había defecado.
— ¡Por Dios! ¿Cómo una cosa tan chiquita y bonita como tú, puede botar eso tan podrido? —Expresó con una mueca de asco.
Levantó a la niña, buscó un paquete de pañales y las toallitas húmedas, la acostó nuevamente y le abrió el pañal, estaba toda sucia, sus eses eran blandas, su rostro era de total consternación con lo que observaba, sin embargo, esa circunstancia no lo mentalizó para el desastre mayor que ocurrió segundos después, cuando la beba empezó a orinar, la sustancia amarilla se regó en el pañal y de allí se corrió por la cama, eso lo puso nervioso, intentó volvérselo a colocar, pero sus intentos fueron infructuosos. Aparte de que la niña prácticamente se bañó de su excremento, a él se le llenaron las manos, la camisa, el pantalón, tenía ganas de llorar de la impotencia que sentía, nunca nada lo había preparado para ese momento y a pesar de que anteriormente había pasado tiempo con su hija, no le había cambiado antes el pañal, porque siempre alguien había estado con él para atender esas necesidades de la pequeña.
—¡Qué desagradable! ¿Cómo hacen la mayoría de ellas para poder lidiar con esta situación? ¡Es horrible! ¿No le consigo ningún placer? —Su voz se apagó, pero segundos después se convirtió en una sonrisa, cuando escuchó las carcajadas de su hija, eso lo conmovió y le llegó al corazón—. Retiro lo dicho mi burusa, no hay mayor placer que escucharte sonreír. Vamos a ver como resuelvo toda esta situación.
La llevó al baño, tiró el pañal en la papelera abrió la ducha y se metió a lavarla, se le había olvidado el jabón de baño de la niña. Demás está decir que su ropa quedó totalmente mojada, se quitó la camisa, el pantalón y se quedó en shores. Así, mientras goteaba el agua bañando el piso y la alfombra, buscó el jabón, tomó la toalla y la terminó de bañar.
Rato después, su gran preocupación, ordenar el gran desastre del baño, de la habitación con agua por donde quiera, la ropa mojada. No encontraba donde acostar a Tara porque la cama estaba sucia, no quería dejarla en la alfombra porque temía que el polvo la enfermara. Tomó el pañal y la crema anti pañalítica y la llevó hasta el sofá, luego de aplicarle el ungüento le colocó el pañal, la metió en el porta bebé. Luego se la llevó a la habitación y comenzó a quitar las sábanas y cambiarlas, limpiar el baño y la habitación, sacó una ropa para lavársela a mano, porque no quería colocarle ropa que no estuviese lavada, nunca en su vida había hecho nada de eso, pero igual sonrió siempre había una primera vez para todo, pensó mientras se dedicaba a asearse él.
Justo al terminar estaba agotado, iba a acostarse, cuando la pequeña comenzó a llorar, empezó a calmarla, le cantaba, pero ella seguía llorando, no sabía qué hacer, no se callaba, llamó a la señora Thais, pero ella no le respondió. Sin mucho entusiasmo, terminó llamando a su madre.
—Aló madre, ¿Cómo estás? —La interrogó, mientras se seguía escuchando el lloriqueó de su niña.
—Todo muy bien, pero ¿A qué debo tu llamada? —Preguntó cortante.
—Madre, Amarantha se fue y me dejó a la niña…—Su madre de una vez lo interrumpió.
—Ni se te ocurra traérmela para que yo la atienda. Solamente con pensar que es nieta de la zorra que se revolcó con tu padre siendo los dos casados y sobrina de la maldita bastarda—pronunció con odio.
—Madre, también es mi hija, tu nieta, eso no te inspira ni un poco de sentimiento hacia ella—dijo revelando en su voz una profunda tristeza—, está llorando y necesito que me digas que puedo hacer, porque juro que no lo sé—expresó impotente.
—Tienes bien merecido todo lo que te pasa, por revocarte con esa mujerzuela, ¿Cómo vas a cuidar tú de esa niña? Si su madre no la quiere, entrégala en adopción, lamentablemente para ella, por tener sangre de esas sinvergüenzas no me inspira ningún amor. Lo siento, pero no te ayudaré—concluyó cortándole la llamada.
Marino cortó el teléfono, se acercó al porta bebé — ¿Qué tienes pequeña? ¿Sed, hambre? —y de repente frunció el ceño, claro, hambre, leyó las instrucciones y puso a calentar agua, en ese momento tocaron el timbre y era su papá, cuando lo vio no pudo contener su emoción y lo abrazó.
—Padre, ¡Qué alegría verte!
— ¿Qué sucede Marino? —Enseguida le contó todo, que de ahora en adelante su pequeña viviría con él y que había llamado a pedirle ayuda a su madre y esta se había negado a hacerlo.
—¡Wow! No es fácil atender a un bebé, si es difícil en pareja, ayudando los dos, imagínate un hombre soltero. Llamemos a Tabata, ella nos puedes ayudar—propuso el hombre emocionado.
—Por favor papá. Ella está en Paraguay, ¿Cómo puede ayudarnos? ¿No será que quieres una excusa para hablar con ella? —Lo increpó Marino.
—Claro que no, no hay absolutamente nada entre ella y yo, solo es la mamá de mi hija. Además sigo con tu madre —se justificó el hombre.
—Pero el amor por ella se te ha enfriado, no sientes lo mismo—refutó Marino.
—Aunque no lo creas, Catalina es importante para mí, es la mujer a la cual amo—marcó a Tabata, pero no logró comunicarse.
Marino comenzó a leer las instrucciones del reverso de la leche y del alimento y de inmediato se fue guiando por ellas. Cuando finalizó, estaba emocionado porque el alimento tenía consistencia. Lo iba a colocar en el biberón, cuando su padre lo detuvo.
—Espera lava el biberón con agua caliente—indicó su padre, de inmediato lo hizo y después agregó el alimento.
—Aquí en las instrucciones dice que debe enfriarse el alimento—afirmó Marino—. ¿Y cómo hago eso? ¿Lo meto en el refrigerador? —Preguntó con el ceño fruncido.
—Yo creo que sí—respondió el papá.
—Y si mejor consulto en internet. Papá cárgala, para qué deje de llorar mientras busco—tecleó en su teléfono ¿Cómo enfriar un biberón? —. Listo, dice que la temperatura de la leche debe oscilar entre treinta y cinco a treinta y siete grado. ¿Debo meter un termómetro para verificar eso?
—No creo que sea así Marino, recuerdo que debe ser probado en el brazo. Sigue leyendo—lo insto Donatto.
—Así, dice que se pruebe en la muñeca—de inmediato lo hizo y dijo una palabrota.
—Marino no maldigas delante de Tara—lo reprendió su papá.
—Es que está caliente, dice que lo enfríe colocándolo en el grifo de agua o sumergiéndolo en un recipiente de agua fría o de hielo, Entonces voy a buscar un envase y le echo agua fría y también hielo y se enfriará más rápido—dijo con decisión. Así lo hizo, pero se enfrió mucho—. Papá ahora está muy frío.
—Caliéntalo nuevamente sumergiéndolo en agua caliente, hasta que esté a una temperatura agradable y pronto, que esta princesa ya no quiere dejar de llorar—. La niña estaba privada llorando, cuando revisó y estaba a temperatura normal, se la quitó a su padre, y le dio el biberón, la pequeña comió desesperada, casi atragantándose haciendo pequeños ruiditos con su legua, levantó su piecito derecho, tocándose sus pequeños dedos de los pies con sus manos.
Los dos hombres estaban hipnotizados viéndola, era enternecedora la escena, tan así que a ambos se le salieron las lágrimas.
—Ella siempre tendrá a su abuelo—dijo Donatto con lágrimas en sus ojos.
—Y a su padre también. ¿Verdad que mi bebé es adorable como su padre? —Interrogó Marino a su papá.
—Es adorable como su tía Dara—dijo orgulloso Donatto.
—Claro que no, ella antes era adorable, ahora es una demonia, pregúntale a Martín—expresó Marino riendo.
— ¿Ya no quieres a tu hermana? —Interrogó su padre.
—La adoro, es el amor de mi vida, pero me cambió por Martín—pronunció con un dejo de molestia.
—Si mal no recuerdo, querías hacer de Cupido con ellos—afirmó su padre.
—Cierto, pero jamás imaginé que se la llevaría a otro continente, muy lejos.
Justo en ese momento, Tara se había tomado todo el biberón y comenzó a llorar queriendo más.
—Ese biberón tenía ocho onzas, y ella quiere más ¡Qué bárbara mi pequeña! Es una tragona. ¿Dónde le cabe tanta comida?
Volvió a prepararle un tetero completo, pero esta vez lo hizo con mayor rapidez, porque sabía cómo tenía que hacer todo. La niña comenzó a tomárselo, pero esta vez se fue quedando dormida.
— ¿Por qué no te vas un tiempo con ellos para Paraguay? —Interrogó su padre.
—Cuando mi hermana vaya a dar a luz voy, mientras tengo unos proyectos en los cuales estoy trabajando.
— ¡Quién iba a pensar que te volverías tan juicioso luego de la partida de Martín! —Exclamó su padre con satisfacción.
—Fue la única forma que encontré de apaciguar mi culpa, te juro que no quise hacerle daño, por eso quería que mi Dara y él se conocieran, te juro que si no hubiese sido así, Martín se hubiese encontrado con el hermano más celópata del mundo—fingió enfado—. Y ahora es mi hija quien paga por no tener cuidado y no haber escogido a una buena mujer.
—No es así, si nada hubiese pasado entre Amarantha y tú, no tuvieras a esa belleza en tus brazos.
—Es verdad. Ella es mi tesoro más preciado—pronunció besando su frente.
— ¿No le vas a poner ropa? ¿La dejarás solo en pañal? Se puede resfriar— indicó su padre.
—Le compré ropa, pero se la lavé, no tengo que ponerle, voy a envolverla en una franela mía, para que la resguarde del frío.
—Le quedará gigante—opinó su padre.
—Es mejor que nada—respondió Marino.
—Bueno hijo, me retiro. Cualquier cosa me llamas, dejaré mi celular encendido por si me necesitas—expresó aunque en el fondo, no quería irse.
—Gracias papá por estar, en estos momentos—le dio un abrazo a su padre, se despidieron, llevó su beba a la habitación y la cubrió con su franela—. Descansa mi pequeña, te prometo que lo peor ya ha pasado. Te amo—dijo besando su cabeza.
Así pasaron un par de semanas, se estaba adaptando al cuidado de su hija, había cambiado completamente su forma de vida, dejó de salir con mujeres y frecuentar sitios nocturnos, se dedicaba solo a trabajar y cuidar de Tara.
Llegó a su departamento con su pequeña en brazos, ya estaba familiarizado con todo lo que comía su pequeña, leche, frutas, papillas, compotas, ya no se enredaba para cambiarla, ni para bañarla, aprovechaba a dormir cuando ella lo hacía.
Preparó la comida de la niña y la suya mientras ella estaba en el coche, se sentó a darle de comer, pero la pequeña no quería hacerlo, desde que la buscó a la guardería no dejaba de llorar y estaba muy babosa.
— ¿Qué te pasa pequeña? ¿Por qué no quieres comer? —Se pasó la mano por la cabeza angustiado, sentía una presión en el estómago que lo atenazaba, produciéndole una desagradable sensación, tenía miedo que su pequeña se enfermara.
La tomó en brazos y comenzó a cantarle, hasta que Tara se quedó dormida, al ver que su bebé no quiso comer, tampoco lo hizo él, la acostó en su cama, quedándose también dormido, pero un par de horas después, lo despertaron unos quejidos, se despertó, observó a su pequeña y al tocarla tenía fiebre, de inmediato se levantó y buscó un termómetro, le tomó la temperatura, su niña tenía 38,5º de temperatura, inmediatamente buscó en internet, lo que podía hacer.
Atendiendo los consejos de Google el mejor amigo de todos, la metió en agua templada en la bañera, pero la temperatura no cedía, se la volvió a tomar y al ver que había aumentado, buscó una manta, una chaqueta de la bebé y salió de su departamento, la colocó en la silla de bebé y partió con urgencia a un centro médico, era necesario que su hija fuese atendida por un médico, saltándose varios semáforos, recorrió la distancia que los separaba del hospital mientras sentía en su pecho el miedo más grande que había percibido en su vida. Rogando en su interior para que no le pasara nada a su pequeña.
"El miedo es la emoción más difícil de manejar. El dolor lloras, la rabia la gritas, pero el miedo te atrapa silenciosamente en tú corazón". David Fischman.
Marino se estacionó y caminó al Centro Médico, pero mientras llegaba al área de emergencia la niña comenzó a convulsionar, cuando vio a su pequeña así, sintió el cruel abrazo del miedo, que con su desagradable aliento lo dejaba sin aire, corrió como nunca antes lo había hecho, como si la vida se le fuera en ello, entró a emergencias mientras pedía con desesperación que atendieran a Tara.Una doctora lo vio, se le acercó mientras veía a la niña convulsionar y él le decía suplicante — ¡Ayude a mi hija! No sé que tiene, su piel está demasiado caliente, al medir su temperatura estaba en 39º, pero creo que ha aumentado.De inmediato la doctora tomó a la niña, la colocó en una camilla, recibiendo ayuda de una enfermera, de inmediato procedieron a exami
Marino sentía que su corazón palpitaba aceleradamente, estaba a la expectativa, ansioso de que la doctora le diera los resultados, sin embargo, ella permanecía en silencio y él no aguantaba esa terrible angustia que lo consumía.—Doctora, dígame—repitió— ¿Qué arrojaron los resultados? ¡Por favor!—Indagó angustiado, no obstante, segundos después pudo visualizar la espectacular sonrisa que se dibujó en el rostro de la doctora y las esperanzas volvieron a su cuerpo.—El tratamiento está dando buenos resultados, las bacterias están siendo combatidas y Tara, está mejorando satisfactoriamente—pronunció la galena.Sin siquiera pensar lo que estaba haciendo, cargó a la doctora y le dio varias vueltas, ella se sonrío y él se sintió apenado por lo que
Karina sentía como si alguien hubiese tomado su corazón y lo hubiese estrujado hasta machacarlo con sus manos, intentó tomarle el pulso a su madre, pero no había nada, colocó su oído en su pecho, tratando de encontrar indicios de vida, pero solo había un ruidoso silencio que casi la dejaba sin sentido, su garganta la sentía cerrada y por un momento tuvo la impresión de que su corazón se paralizaría del dolor que fue abriéndose paso en su interior, movió en forma negativa la cabeza, se negaba a aceptar esa realidad, le daba terror pensar que pudiera perder a su mamá. —¡Mamá! ¡Mamita! ¡Madre amada! Por favor, abre los ojos—exclamaba llorando, moviendo a su madre de los hombros, al ver que no reaccionaba la posó en el suelo y comenzó a abrirle los ojos con sus dedos — ¡No te duermas! Abre los ojos, tienes que terminar de sembrar las semillas en el huerto mamita… ya casi estamos terminando, ya sembré los tomatitos que tú me dijiste ¡Mamá! —Gritó totalmente fuera d
Marino estaba demasiado furioso, sentía en su interior una especie de olla de agua puesta sobre la estufa en estado de ebullición, Martina observó su rostro y colocó una pierna en su rodilla buscando una forma de hacerlo calmar, pero sus esfuerzos fueron infructuosos, cuando siguió belicosamente enfrentándose a Karina.—¡¿Cuál es tu problema?! ¿Te sacó de contexto encontrarte con personas y no con animales, donde encuentras tu hábitat natural? — Le dijo en tono burlón pero a la vez con enojo contenido.—Pues cuando encuentro personas como tú, tan pagadas de sí mismos y creyéndose la última gota de agua en el desierto, me doy cuenta de porque prefiero a los animales, por lo menos ellos no abren la boca para decir sandeces—Y aunque ya había arrancado la Vans, volvió a rodar elasiento&
Marino bajó sus labios y rozó los de Karina, apenas fue un toque como el aleteo de una mariposa, pero ambos sintieron una especie de corriente recorrer sus cuerpos, dejándolos sorprendidos de esa sensación, pero cuando él quiso profundizar el beso, ella lo empujó con sus dos manos.—Creo que fue suficiente para cerrar un trato…Ni siquiera me gustas, menos que me estés besando—mintió porque en realidad sintió un cosquilleo en su estómago y en su piel, pero nunca lo reconocería, él no podía gustarle y procuraría día a día demostrárselo.— ¡Eres una mentirosa! Te gustó, nunca habías sentido los labios de un hombre—dijo con burla—, sé que soy irresistible—afirmó con una seductora sonrisa.— ¡Si serás idiota!&mdash
Marino salió enojado, ¿Por qué le causaba tanta molestia a Karina? Se preguntaba. Al parecer sentía un odio no justificable contra él, pero ella no sabía lo que le esperaba, ellos habían creado un reto, pues estaba dispuesto a cumplirlo, le demostraría a la potra Guaraní, que no era ningún hombre frágil y que ese trabajo de campesino, era pan comido para él. Y sobre todo estaba dispuesto a enamorarla, iba a hacer que lo deseara con tanta intensidad que estaba dispuesto a convertirla de una tigresa a una cariñosa gatita que ronronearía bajo su cuerpo deseosa de sus caricias.—Marino—se dijo—. L
Karina lo observó con burla, ante la respuesta de Marino por sus palabras.—¿Quieres aprender las labores del campo o ya renunciaste al reto sin empezarlo? Si es así, para mi mejor porque no me haces perder el tiempo, por lo cual solo te quedaría irte de La Italianera, porque aquí no tendrías nada que hacer —sondeó con una sonrisa de suficiencia, la cual molestó a Marino y lo llevó a tomar una decisión, si tenía que recoger excremento para ganar su reto ¡Lo haría!—No estoy diciendo que voy a renunciar, soy un hombre que nunca se da por vencido y no será por esto que lo vaya a hacer. ¿Qué hago?—Recoger la bosta, ya te lo dije —expresó riéndose del hombre.—¿Pero no hay una pala, un rastrillo metálico para utilizarlos en esa tar
Marino se indignó ante el papel de víctima que ella quería representar y no pudo evitar reclamarle.—¿Te parece que el maldito soy yo? ¿Cómo te puedo llamar a ti que a sabiendas de que había herramientas para recoger la boñiga, permitiste que lo hiciera con la mano? Claro porque buscabas que la tarea me resultara más desagradable de lo que es, para que renunciara a hacerlo. Pues recuerda esto india, cada vez que me hagas una, te la voy a devolver con creces, así que ve bien la barrabasada que quieras hacerme, porque siempre buscaré la manera de cobrártela doble.Marino, de inmediato escaló por la pared del hueco hasta salir de allí, Karina aún permanecía dentro molesta; se sintió tentado en dejarla en ese lugar y que ella resolviera, pero de inmediato se arrepintió, pues una imagen de un par de pequeñas l