CAPÍTULO 5. RETO

Marino estaba demasiado furioso, sentía en su interior una especie de olla de agua puesta sobre la estufa en estado de ebullición, Martina observó su rostro y colocó una pierna en su rodilla buscando una forma de hacerlo calmar, pero sus esfuerzos fueron infructuosos, cuando siguió belicosamente enfrentándose a Karina.

—¡¿Cuál es tu problema?! ¿Te sacó de contexto encontrarte con personas y no con animales, donde encuentras tu hábitat natural? — Le dijo en tono burlón pero a la vez con enojo contenido.

—Pues cuando encuentro personas como tú, tan pagadas de sí mismos y creyéndose la última gota de agua en el desierto, me doy cuenta de porque prefiero a los animales, por lo menos ellos no abren la boca para decir sandeces—Y aunque ya había arrancado la Vans, volvió a rodar el asiento hacia atrás, volviéndole a golpear las piernas y esbozando una risa del placer que le producía hacerle daño.

Al sentir el golpe en sus piernas, Marino se enojó más y exclamó una maldición — ¡Maldita seas! Eres tan irracional como tus animales.

Donatto lo escuchó e intervino — ¿Qué te pasa Marino? ¿Por qué tratas a la chica así? ¡Qué vergüenza me das! ¿Acaso no te he enseñado como debe tratar una dama?

— ¡¿Dama?! —Exclamó furioso—, ella es todo menos una dama, ¿No se dieron cuentan cómo me ha golpeado en dos oportunidades las piernas? La primera vez pensé que fue accidental, pero hace un momento he podido comprobar que lo ha hecho a propósito, claro, le siguen doliendo las palabras que le dije la vez pasada, que jamás me fijaré en una chica como ella —pronunció despectivamente mirando por el retrovisor del auto.

—Por favor, ni en mis peores pesadillas me gustaría que un tipo como tú fijara los ojos en mí, tengo momentos malos, pero no malos gustos, compadezco a tu esposa, que seguramente es la que debe salir corriendo a salvarte cuando vez un insecto—dijo con burla.

Marino se dio cuenta de que ella pensaba que Martina era su esposa, y no pensaba sacarla de su error—Para tu información la mujer que amo y yo no tenemos insectos en nuestra casa, no soporto que ningún bicho o bicha desagradable y repulsivo irrumpa en nuestro nidito de amor—expresó en una media sonrisa, mientras sentía que la rabia se disipaba al hacer referencia a su pequeña.

Observó a Martina guiñándole un ojo sin dejar de sonreír en señal de complicidad, mientras ella soltaba un gran carcajada— ¿Verdad amor? —interrogó mirando a su pequeña quien lo miraba con el ceño fruncido. Al ver a su hija, el enojo cedió completamente.

Karina escuchó sus palabras que estaban llenas de amor, pero lo que la descolocó fue verlo por el retrovisor, la mirada que él le dio a ella, y sintió su sangre hirviendo del enojo y para su mayor malestar, no sabía por qué eso la irritaba, a ella que le importaba si el idiota ese estaba casado o no y que amara a la estúpida que lo veía sonriente embobada.

Debía que reconocer que era hermosa, vestía elegantemente, hermosamente maquillada con su largo cabello negro cayendo sobre sus hombros, claro así es que le gustaban las mujeres, al jejapo ese.

Intentó ignorar al par que estaba sentado en el asiento, pero no podía quitar su mirada de ellos, la irritaba como cuchicheaban, se sonreían y se miraban, en una de esa distracción, se le atravesó un vehículo y debió frenar de repente, la mujer salió disparada hacia adelante, pero tenía tan buenos reflejos que con una mano se sostuvo con una defensa que separaba la parte delantera de la trasera y con la otra mantuvo sostenida a la niña, pero eso no fue todo, al ver la escena él con una de sus manos la sostuvo firme haciéndola caer en su regazo.

El rostro de preocupación que exhibió el hombre, le hizo envidiar la posición de esa mujer y de la niña, quien de inmediato con dulzura, aún con ella sentada en su regazo le preguntó —¿Están bien? —mientras su corazón palpitaba aceleradamente, cuando vio que Martina y Tara salieron disparadas, sus reflejos actuaron rápidamente reteniéndolas, el miedo lo atenazó en su interior. Sentó a Martina del lado de la ventana, le quitó a la niña y la cargó, tomó la mano de su amiga, quien se la estaba sobando.

—No te preocupes, estoy bien, solo fue un tirón en la mano y a esta preciosura no le pasó nada—indicó viendo a la pequeña Tara.

Marino se levantó inclinándose hacia Karina molesto — ¡Claro! Lo hiciste a propósito. Eres una insensata que solo por fastidiar no te importó frenar de repente a ver si causabas un accidente, pero te voy a decir algo…—Karina lo interrumpió bastante fuera de sí.

— ¿De verdad me crees capaz de frenar por fastidiarte? Pues déjame decirte que el universo no gira alrededor tuyo, simplemente…—Marino no permitió que siguiera.

—Ya deja de buscar justificarte, desde que me viste, tu intención ha sido irritarme, parece que eso te da placer, pero esta vez has ido demasiado lejos, ¿Dime que hubieses hecho si por tu inconsciencia, Martina no reacciona a tiempo, no sostiene a mi hija y ambas se hubiesen lastimado? ¿Te parece una buena broma? —pronunció bastante molesto.

Justo en ese momento llegaron a la clínica donde había llegado previamente Martín, Marino no la dejó responder, tomó a Tara y se bajó de la camioneta molesto, todos los pasajeros venían bastante divertidos con el entretenimiento que les estaba proporcionando el par, Karina se bajó molesta a enfrentarlo, mientras Martina, se acercaba a ellos, ambos se observaban retadoramente.

— ¿Les importaría dejar sus disputas para después? Están en un centro médico y creo que ahorita debemos preocuparnos por Dara y su parto, no estar perdiendo tiempo con niñerías, son un par de inmaduros—concluyó molesta mientras entraba por el mismo camino por donde se había ido Martín.

Marino se quedó observando por el camino donde se fue Martina y luego dirigió su mirada a Karina —Por ahora, vamos a dejar las cosas así, pero no estoy contento con lo que hiciste.

—A mí que me importa que estés o no contento conmigo, me tiene sin cuidado lo que pienses, para mí eres absolutamente la nada.

Después de decir eso, se alejó de él, de verdad no lo quería tener cerca, solo le provocaba confrontar con él y eso también le irritaba, no sabía por qué estaba provocando esas contradicciones en ella.

Después que Dara dio a luz, entró a ver al bebé era tan hermoso, estar cerca de él le recordó el momento cuando ella tuvo a Katherine. Cuando salió entró Marino a ver a su hermana y a su sobrino. Ella se quedó con el señor Donatto, quien se encontraba cargando a la pequeña hija de Marino, los demás se habían ido a comer, ella no tenía hambre por eso no quiso acompañarlos.

Estaba sentada en la pequeña sala de espera, cuando el señor Donatto le pidió un favor —Discúlpame Karina, ¿Podrías hacerme un favor? Necesito ir al baño y como mi hijo no ha salido, ¿Podrás quedarte un momento con Tara?

—Claro no hay problema—indicó mientras tomaba a la pequeña en sus brazos.

La niña se quedó observándola intensamente, sus miradas se encontraron y sintió una conexión con ella, era hermosa, sus ojitos ámbar eran atrapantes, sus labios rosaditos hacían un pequeño puchero, hasta que segundos después dio unas pequeñas carcajadas mostrando sus pequeños dientitos.

—Hola, pequeña Tara, mucho gusto, yo soy Karina—pronunció con voz dulce, la niña extendió sus manitas y comenzó a tocarle el rostro.

—Ina, ina, ina—empezó a gritar la niña, ante la sonrisa de Karina.

—Si soy Karina.

Después la niña empezó a llamar al papá, comenzó a lloriquear y ella se levantó del asiento, tratando de calmarla.

—Ya chiquita no llores, ya vendrá tu abuelo, o tal vez tu mamá o tu papá, aunque es mejor que no venga ese odioso, no sé cómo puede tener una princesa tan bonita y dulce como tú, cuando es un grosero y antipático—se giró con la niña y allí detrás de ella estaba Marino.

Marino, al verla se engrinchó de una vez, —¿Qué haces cargando a mi hija? ¿Dónde están todos?

—Todos salieron a comer, incluyendo a la madre de Tara. Y tu padre fue al baño y me la dejó mientras tanto—habló en tono de irritación.

—Martina no es la madre de Tara—confesó.

— ¿Ah no? Claro, me imagino, ya conozco todos lo de tu clase, dejaste a tu esposa en Italia, mientras te viniste a Paraguay con tu amante y tu hija, eres demasiado descarado, sinceramente los hombres como tú no valen la pena y seguro hacen eso para sentirse que valen la pena.

— ¡Ya cállate! ¡Sí! Eres tan irritante. Además piensa lo que te dé la gana, no tengo porque darte ninguna explicación de mi vida, si apenas te conozco y lo que haga o deje de hacer no es tu problema.

Así fueron pasando los días, los cuales se convirtieron en semanas, y le irritaba la mera presencia de Marino, intentó irse mientras duraba su visita, pero Dara no la dejó, se enteró de que Martina era la hermana de Martín, pero no buscaba hablar mucho con ella, sin embargo, dos semanas después de haber llegado y cuando faltaba una para que ella regresara a Italia, la encontró sentada en un tronco seco.

—Hola, Karina. ¿Cómo has estado?—Saludó Marina de manera amable.

— ¡Hola! —saludó Karina a secas.

—Veo que no eres de mucho hablar o  creo que es porque se trata de mi, en verdad quiero entender tu actitud beligerante conmigo y tengo mis sospechas, sin embargo, lo que no entiendo para nada es ¿Por qué te comportas tan belicosa con Marino? Cuando es notorio que te atrae.

— ¿A mí atraerme ese hombre? Creo que tienes una percepción errada, no me gustan los hombres como él y menos cuando son comprometidos.

—Pues el único compromiso que tiene él es con su pequeña, del resto con más nadie—confesó Martina.

—Me imagino con la madre de su hija—expresó arqueando sus cejas.

—Veo que no conoces la historia de Marino—respondió Martina con una sonrisa.

—Realmente no me interesa nada que lo involucre—enfatizó Karina decidida.

—Pues no te creo, pero digamos que tienes razón, igual te la voy a contar. Martín tenía una novia con quien iba a casarse llamada Amarantha, y esta lo traicionó por mucho tiempo acostándose con su mejor amigo Marino—empezó a contarle la mujer.

—¡Ya va!—exclamó Karina—¿Me estás diciendo que Marino es el hombre que se acostó con Amarantha? —Martina respondió afirmativamente la cabeza—es decir, él traicionó a su mejor amigo acostándose con su novia. ¡Vaya joyita! Y así quieres despertar sentimientos en mí, pues creo Martina que estás logrando lo contrario y ¿No me explico por qué tú estás con él después de lo que le hizo a tu hermano?

Martina suspiró —Karina trato de decirte que no tengo absolutamente nada con Marino, es solo mi amigo y el hermano de mi cuñada y Martín lo perdonó, porque no pudo haberse encontrado una mejor mujer que Dara, ellos dos son tal para cual.

—Hay algo que no entiendo ¿Cómo Amarantha y Marino son hermanos de Dara? —preguntó con curiosidad.

—Porque Marino es hijo de su padre y Amarantha y ella son hijas de la misma madre, pero lo que quiero decirte es que la pequeña Tara es hija de Amarantha y ella la abandonó, no quiso tenerla más y se la dejó a Marino cuando tenía siete meses y desde ese momento es él quien ha cuidado de su hija, así que no es tan malo como parece, hay hombres peores, que le dan la espalda a sus propios hijos, pero él no lo hizo.

Karina se quedó en silencio pensando en Ricardo el padre de su hija, quien la mandó a abortar, y aunque era admirable que Marino se hubiese hecho cargo de su hija, no se llevaba con gente traidora.

—Martina, mejor hablemos de otros asuntos, Marino no es un tema de conversación que me agrade, realmente él no me cae bien.

—Pero pensé que había chispas entre ustedes—confesó la chica desconcertada.

—Chispas de odio, realmente no lo soporto me desagrada todo lo que tenga que ver con él, la mera idea de nombrarlo me eriza la piel y te aseguro que no es de excitación sino de desagrado.

Las mujeres cambiaron de conversación y a la final en la última semana de la estadía Martina, estrecharon sus lazos de amistad.

Pasó un mes desde la llegada de los familiares de Dara y Martín, se habían ido Martina, Marcos, la señora María Martha y el señor Martino, sin embargo, a la persona a quien no quería ver más, permanecía allí. En ese momento trataba de calmarse después del altercado que habían tenido, fue inevitable que recordara lo que había pasado.

“—¡Katherine! ¡Katherine! —llamaba angustiada, hasta que vio que su niña veía en los brazos de Marino y se puso histérica.

—Eres un desgraciado, ¿Cómo te atreves a llevarte a mi hija sin decirme? ¿Sabes que puedo denunciarte por secuestro? Eres un desconsiderado, sinvergüenza, fresco, irresponsable.

— ¿Irresponsable yo? La irresponsable eres tú que dejas a tu hija sin supervisión para irte a encontrar con un novio para hablar, quien sabe que más harás y tratas de atacarme a mí.

— ¿Qué yo qué? ¿De verdad que se te fundió ese cerebro? Hay que ver que—y allí comenzó a hablarle en guaraní— Mbo'opio nde jejapo ejuta ejecree k'ape tavy chõ (Donde pio vos te vas a venir a creer aquí tarado) —ante la mirada sorprendida del hombre y la risa de Martín, Dara y los demás que conocían el idioma.

— ¿Qué coño me estás diciendo? No me hables indio háblame en español.

—Yo no soy india, soy indígena tavy (ignorante), y orgullosamente Guaraní, a mucha honra. ¡Imbécil! Y si quieres saber lo que te dije aprende indio—le dijo con sarcasmo, arrancándole a la niña de los brazos”

— ¡¿Qué se habrá creído ese imbécil?! —exclamó con enojo, pensando en cómo fue capaz de atreverse a acusarla de que había dejado a su hija para ir a hablar con un hombre—Es un loco, falto de cerebro—espetó furiosa. Su hija se removió en sus brazos.

—¡Quielo a Malino! —exclamó la niña enfadada.

—¡Ya cálmate! —expresó a la niña—Katherine, no quiero verte cerca de Marino.

—Yo lo quielo y ´Malino me quiele, es mi amigo—dijo entristecida la niña. Karina se sintió un poco mal porque a decir verdad él le prestaba atención a Katherine y la incluía en los juegos con la pequeña Tara.

—Mejor duérmete princesa, mañana veremos que hacemos—indicó mientras la dormía.

Al día siguiente, estaba en la cocina de la antigua casa preparando el desayuno, ya Martín y Dara se habían mudado para la casa que habían construido, pero Marino aún permanecía en esa, anhelaba tanto que se fuera porque no quería seguirlo viendo, estaba preparando el desayuno cuando este apareció, ella volteó a verlo y se notaba que se acababa de bañar y por supuesto como siempre vestido punta en blanco, ¿Será que no tenía idea de la ropa adecuada que debía llevar? Siempre parecía como si iba a asistir a un evento importante.

—No sé si es que te surge solo o le pones empeño, no te cansas de andar siempre con pantalones, camisas y zapatos de vestir ¿Cuándo piensas irte de aquí? Sabes muy bien que no estás hecho para este ambiente de campo, eres un hombre de ciudad jamás te adaptarías aquí —le dijo burlándose— ¡Por Dios! Ve tus manos, las tienes más suaves que las mías, esto te quedó grande, no te empeñes en quedarte porque esto no es tu lugar, a menos que vayas a estar ocioso, esperando que los demás hagan—enfatizó molesta.

— ¿En serio? No me crees capaz de adaptarme a este lugar? —se sonrió burlesco—seguro, me imagino lo complicado que debe ser alimentar gallinas, patos, pavos, cabras y cerdos.

—Arrear ganado, ordeñar vacas, montar a caballo, sembrar y cosechar la tierra—le dijo desafiante.

—Pues te mostraré como sobrevivo aquí, en cambio estoy segura de que tú jamás sobrevivirías en mi mundo—expresó Marino con seguridad.

—Para lo que me importa tu mundo y menos aún tú, para mí ninguno me resulta atractivo—respondió con altivez. Mientras ella expresaba eso, Marino se le acercó quedando muy cerca de ella, casi a punto de rozar sus labios.

— ¿De verdad? Pues ninguna mujer se me resiste, y siempre terminan todas arrastrándose frente a mí—pronunció con un aire de suficiencia.

—Terminarán arrastradas de lo aburrido que eres, porque en mí no despiertas ni los mínimos impulsos de deseo—enfatizó alzando su barbilla.

—Te reto, que antes de tres meses terminaras loca por mí—habló elevando su barbilla y mirándola fijamente.

—Te reto a que no soportaras tres meses en mi mundo—expresó la chica sonriente.

—Acepto tu reto Karina—expresó seguro de sí mismo.

—Yo acepto el tuyo, aunque estoy segura de que vas a perder, no me gustan los hombres frágiles e inútiles como tú.

—Ya te mostraré lo frágil que soy, y para cerrar el trato que tal si…—calló mientras llevaba sus manos a la cintura, acercándola a su cuerpo, bajó un poco su rostro y la besó.

      “Me siento atraída, como Ícaro hacia su sol. Yo ya me he quemado, y sin embargo         aquí estoy otra vez”. E.L. James.

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