CAPÍTULO 2. NOTICIA DOLOROSA

Marino se estacionó y caminó al Centro Médico, pero mientras llegaba al área de emergencia la niña comenzó a convulsionar, cuando vio a su pequeña así, sintió el cruel abrazo del miedo, que con su desagradable aliento lo dejaba sin aire, corrió como nunca antes lo había hecho, como si la vida se le fuera en ello, entró a emergencias mientras pedía con desesperación que atendieran a Tara.

Una doctora lo vio, se le acercó mientras veía a la niña convulsionar y él le decía suplicante — ¡Ayude a mi hija! No sé que tiene, su piel está demasiado caliente, al medir su temperatura estaba en 39º, pero creo que ha aumentado.

De inmediato la doctora tomó a la niña, la colocó en una camilla, recibiendo ayuda de una enfermera, de inmediato procedieron a examinarla y darle las atenciones requeridas para bajarle la fiebre. A Marino le hicieron llenar una ficha, donde dio todos los datos de su hija y los de él.

Luego lo invitaron a que esperara en una sala contigua, no quiso sentarse sino que empezó a caminar de un lugar a otro, tomó su teléfono, se quedó viéndolo, entretanto pensaba a quien podía llamar para avisarle y que lo acompañara, mientras vivía ese tormento.

Abatido terminó sentándose y se tomó la cabeza entre sus manos, no le importó el lugar y dejó que sus lágrimas brotaran, sus sollozos salieron de su boca como quejidos, tenía pavor de perder a Tara. Se sentía tan solo, no tenía a nadie de quien recibir consuelo, toda la vida había sido tan egoísta, tan mezquino, tan superficial, incluso utilizó a mucha gente a conveniencia, comprando amores y amigos con su dinero, solo Martín había sido su amigo verdadero, y lo había traicionado ¿Y ahora de qué le servía todo? Su pequeña estaba enfrentándose a esos duros momentos y no sabía qué hacer, sentía que su corazón se entumecía del profundo dolor que le quitaba el aliento.

Se volvió a levantar, se paró en la puerta de emergencias, apenas habían pasado como diez minutos, pero a él le parecieron horas, lo volvieron a mandar a salir. Mientras caminaba, sonó su celular.

—Hijo, ¿Dónde estás? Estoy en la puerta de tu departamento, toco y no abres —expresó su padre irritado.

—Padre, estoy en el Hospital de Clínicas Pediátrico Privado de Nápoles—respondió el chico.

— ¿Qué haces allí? ¿Qué ha pasado? —Interrogó su padre con preocupación.

—Tara tiene una fiebre alta y cuando la traía convulsionó. Estoy esperando, mientras la atienden en emergencias.

—¡Voy para allá! —Afirmó Donatto mientras salía corriendo.

Luego de treinta minutos su padre estaba a su lado, justo en ese momento salió la doctora.

—Señor Russo, ya le administramos a Tara un medicamento antitérmico, le practicamos un análisis de sangre y una punción lumbar para obtener un líquido cefalorraquídeo, por ciertos síntomas que presenta como diarrea, vómito en escopetazo, pues así podremos determinar la causa de la fiebre, sin embargo, como medida de prevención iniciamos un tratamiento antibiótico intravenoso. Apenas tengamos los resultados, le daremos un diagnóstico preciso de lo que tiene la pequeña.

— ¿Cuándo tendrán los resultados? —Interrogó Marino con preocupación.

—En media hora más tardar, los tendremos—respondió la doctora.

Marino se quedó junto a su padre, estaba ansioso porque le informaran el estado de Tara, transcurrido el tiempo que le indicó la doctora, salió y le dio la noticia.

—Señor Russo, ya están los resultados de las pruebas practicadas a su hija, ha sido un gran acierto de su parte que haya traído a la niña, apenas presentó los síntomas. Tara tiene meningitis bacteriana.

El rostro de Marino era de absoluto desconcierto, no entendía lo que le estaba diciendo la galena, para él es como si le estuviesen hablando en un idioma desconocido.

—Discúlpeme, pero no entiendo ¿Qué significa eso?

—La meningitis es una enfermedad que consiste en la inflación de las meninges, las cuales son unas membranas que rodean el cerebro y la médula espinal. En el caso que presenta Tara, esta infección es producida por una bacteria, conocida como neumococo, es una enfermedad que si no es tratada a tiempo puede tener graves consecuencias—con cada palabra expresada por la doctora el rostro de Marino se ponía pálido y sentía que el oxígeno no llegaba a sus pulmones— pues si existieran complicaciones pudiera desencadenar en edemas cerebrales, hidrocefalia, trombosis, parálisis de los nervios craneales, crisis epilépticas, insuficiencia renal, incluso puede causar la muerte…

Casi sin aliento Marino interrumpió a la doctora y la interrogó en un tono de voz totalmente quebrado — ¿Me está diciendo que en el mejor de los casos mi bebé va a quedar incapacitada y en el peor va a morir? —No dejó ni siquiera hablar a la doctora cuando pegó un grito de dolor e impotencia.

— ¡Escúcheme! Señor Russo —le dijo tomándolo del brazo —.  ¿Puede permitirme terminar de hablar y escucharme, por favor? — Él movió afirmativamente la cabeza—, como desconocía lo que era la enfermedad, le expliqué lo que era y las posibles consecuencias cuando el paciente no es atendido a tiempo y no le es administrado el tratamiento apropiado, pero como inicié comentándole, usted trajo a su hija a tiempo, apenas iniciando los síntomas.

« Cuando ingresó comenzamos el suministro de antibiótico, todo esto juega a nuestro favor, lo que nos permite tener la esperanza de que se va a recuperar satisfactoriamente sin secuelas. La alimentaremos e hidrataremos por vía intravenosa y por supuesto seguiremos con el tratamiento antibiótico.

— ¿En cuánto tiempo sanará mi hija? —Interrogó ya esperanzado.

—Es necesario ver cómo va respondiendo al antibiótico, pero el período puede ir de siete a veintiún días.

— ¿Dígame? ¿Qué he hecho mal? Mejor no me responda, creo que no he sabido cuidar a mi hija y por eso se enfermó, soy el peor padre del mundo—expresó angustiado.

—No, por favor, no se culpe, a veces esta infección puede desarrollarse por estar en contacto con secreciones que contienen las bacterias que provocan la meningitis, tal vez en la guardería. No se preocupe, haremos todo lo posible porque la pequeña Tara salga bien de toda esta situación. Vamos a pasarla a una habitación, para que usted pueda estar con ella.

Un par de horas después, Marino y su padre se encontraban en la habitación de la niña, había ido a su casa, se había bañado y buscado cosas para la bebé, ella se mantenía en la cuna mientras una aguja yacía en su bracito, a través de la cual le pasaban el tratamiento.

Ellos se mantenían vigilantes, la enfermera había ido un par de veces durante la madrugada, pero su niña se mantenía inerte, no realizaba ningún movimiento, preocupado le preguntó a la enfermera si eso era normal.

—Solo está dormida, no se preocupe estará bien—lo tranquilizó la mujer.

Cuando amaneció, le dijo a su padre que se fuera a descansar, quedándose él con la niña, allí pasó todo el día sin moverse, ni siquiera había querido ir a comer, tanto los doctores y las enfermeras, le decían que fuese a comer, que descansara que ellos se encargarían de la pequeña, pero Marino no escuchaba razones, para él lo primordial era su hija y no estaba dispuesto a dejarla sola ni un solo momento.

En horas de la noche su padre llegó e intentó persuadirlo, sin embargo, Marino no quiso retirarse, por ello le llevó ropa para que se cambiara y comida para que se alimentara, pero se negó a comer, tenía la sensación que su estómago se había reducido y estaba seguro de que no le pasaría bocado.

—Marino, ¿Es que quieres morirte? ¿No sabes que debes alimentarte para que te mantengas sano, para que cuides a tu niña cuando se recupere?

En ese momento, llegó Tabata quien ya había llegado de Paraguay, se había enterado del estado de su nieta y se había venido ese mismo día de Milán.

— ¿Cómo está mi nieta?

—Están dándole el tratamiento, mañana en la tarde le harán otra punción lumbar para verificar que los antibióticos que le están suministrando estén actuando rápido —respondió Marino.

— ¿Ella no ha venido? —Preguntó Tabata con tristeza refiriéndose a su hija.

—Tu hija cuando me la dejó, me dijo que no quería volver a verla y que no la molestara por nada relacionado con Tara—respondió Marino con enfado.

—Yo la he llamado, pero no he podido comunicarme con ella, tal vez si sabe que la niña está enferma, no creo que rechace a su pequeña, quizás en esa oportunidad tenía algún problema. A lo mejor…—En ese momento fui interrumpida por Marino.

—Sé que tu instinto de madre te lleva a querer justificarla y creer en Amarantha, pero no vale la pena que la defiendas, tu hija es una desnaturalizada, insensible, no ama a su hija, métete eso en tu cabeza.

En ese momento entró una llamada al celular de Marino, al atender era Dara, quien llamó desesperada.

— ¿Qué pasó Marino? ¿Qué tiene mi niña? Mamá me dijo que estaba en el hospital de clínica infantil.

—Tiene meningitis bacteriana, lo bueno es que la traje a tiempo y pudieron iniciar el tratamiento de inmediato—respondió su hermano esperanzado.

—Voy a buscar boleto para viajar mañana para Nápoles, ustedes me necesitan, no pueden estar solos en este momento.

—Dara, no voy a permitir que vengas, tienes cuatro meses de embarazo, le tienes miedo a volar. Además tuviste una pérdida, no creo sea conveniente que vengas, debes cuidar ese bebito que está creciendo en ti.

—No quiero dejarte pasando por este momento solo, además yo amo a mi Tara, ella me necesita, por favor—dijo angustiada entretanto Martín la sostenía de espaldas a su pecho abrazándola, mientras las lágrimas corrían por los ojos de su esposa.

—No te angusties mi princesa, no quiero que sufras, te prometo mantenerte informada sobre el estado de la pequeña. Ya verás que todo estará bien—enfatizó su hermano para calmarla.

Se despidieron y enseguida Marino dijo en voz alta — ¿Cómo dos mujeres hijas de una misma madre, pueden ser tan distintas?

—Fácil—respondió su padre—, Dara es mi hija y tiene un gran corazón, en cambio Amarantha tiene el corazón negro porque sacó los genes del maldito de su padre.

Tabata lo miró con enojo — ¡Cállate! No te permito que hables mal de mi hija, ella solo está confundida.

—No serás que quieres defender al mal nacido de tu marido, eres una ilusa Tabata ¿Crees que él cambiará? ¿Tienes veintidós años con él y aún piensas que va a cambiar? —Le dijo Donatto con una mezcla de burla y enojo.

—Yo no vivo con él, yo estaba en Milán. Además que vas a decir tú si crees que la cruel de tu mujer con quien tienes veintiocho años de casado va a cambiar ¿Quién es el más iluso entre tú y yo? —respondió con molestia Tabata, mientras Marino los observaba como si se tratara de un juego de ping pong.

— ¡A mi Catalina no me golpea! —Exclamó molesto Donatto.

—Pues te ha hecho cosas peores que los golpes, eso es lo único que te falta para ponerle la tapa al frasco —respondió ella desafiante.

—Y tú estás esperando que el maldito de Enrico te mate, solo por…—Comenzó a decir Donatto, pero Tabata lo interrumpió.

—No hables de lo que no sabes—expresó molesta Tabata.

— ¿En serio? ¿Crees que no sé qué te ha ido a buscar a Milán y que te has visto con él? —La interrogó furioso.

—¿Acaso me estás vigilando?—Pero sin esperar respuesta continuó—. Por lo menos yo lo hago porque necesito estar con mis hijos, ellos son adolescentes, me necesitan y una madre es capaz de hacer todo por sus hijos—respondió con fiereza.

—Pues eso se lo debiste enseñar a la zorra de tu hija—. Espetó furioso Donatto y ella lo abofeteó.

—¡Ya basta! No te metas con los míos. Deja de hacerte el ofendido simulando que es por la actitud de Amarantha, cuando tu molestia, es porque me querías para amante y no te lo permití. Óyeme bien, nunca en mi vida volveré a enredarme contigo, porque si Enrico me golpea físicamente, tú lo haces psicológicamente.

« Lo siento Marino no puedo quedarme aquí mientras este señor permanezca en este lugar, por favor cuando se vaya me avisas.

Cuando volteó para salir, Donatto la tomó del brazo—. Quédate con tu nieta. Yo me voy para estar con mi esposa—expresó con sorna, mientras salía de la habitación.

Tabata tomó asiento silenciosamente en una de las sillas, porque hasta hacía un momento había estado de pie, pero su semblante era de tristeza, se estrujaba las manos una con otra posándolas en su regazo y sus ojos húmedos, su rostro le recordó a Marino, al de su hermana Dara, la mujer despertó compasión en él.

—No le creas, mamá se fue de esa casa porque él la corrió, y esa señora es una insoportable, con tan poco instinto maternal como tu hija Amarantha—ella lo miró extraña, pero él continuó hablando—, lo siento, pero es la verdad.

—Tienes mal aspecto. ¿Has comido? —Le preguntó Tabata cambiando el tema, él movió negativamente la cabeza—. Ve a hacerlo, te prometo no me moveré de su lado.

Marino dudó, sin embargo, al final le hizo caso y fue a comer, después de hacerlo regresó. Le dejó la cama a Tabata para que descansara, pero ella se negó, le dijo que ella se quedaría en vela, mientras él descansaba, pues necesitaría energía para afrontar el día siguiente.

Durante ese día y el siguiente Tabata no se movió. Llegó la tarde y le practicaron la prueba nuevamente a la niña, pero les informaron que los resultados podrían demorar hasta cuarenta y ocho horas, porque esta vez era necesario detectar si había crecimiento de las bacterias.

Después de Cuarenta y ocho horas, se encontraba Marino solo en la habitación de su pequeña, cuando llegó la doctora con los resultados, apenas la vio, se levantó de su asiento, preguntando mientras su corazón palpitaba descontroladamente, y un sudor frío y desagradable recorría su cuerpo—¿Qué arrojaron los resultados doctora?

                         “A menudo en lo más oscuros cielos es donde vemos las estrellas más                           brillantes”.  Richard Evans.

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