La ponzoña

Se quita la corbata y me cubre los ojos. Sus manos pasean por mi silueta y me lleno de gemidos ansioso por él. Me muerdo los labios y saboreo mi propia sangre en medio de la mordida. Soy un propósito que quiero que vea que no puede tener. Me seduce saber que su desesperación le pone a mis pies y ni siquiera tiene valor para hablar...está a mi merced como yo alguna vez estuve a la suya.

Los dedos me recorren el sexo, tocan suavemente mis pliegues y separan sus carnes haciéndome rugir y exigir en un bramido un preservativo cuanto antes. Él gruñe de regreso y me mantiene quieta cuando se pone entre mis muslos, respira mi aroma con una inspiración fuerte y profunda y pasa entonces la lengua por mi volcán caliente y desesperado. Yo grito y me retuerzo colgando del techo. Me vuelve loca y le extrañaba tanto, que todo se siente más intenso y animal. Tan visceral...

Es que es su olor me desquicia, sus manos me poseen y su cuerpo...Dios, lo reconzoco hasta de lejos. Me llora el coño por él y
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