Capítulo 2: Ecos de la Oscuridad

Aldara

El fuego chisporroteaba suavemente en la chimenea mientras abría los ojos. Por un segundo, me sentí desorientada, sin recordar cómo había llegado a este lugar. La cabaña de Ragnar seguía tan silenciosa como la recordaba, pero algo había cambiado. La noche se había hecho profunda y pesada, el bosque afuera estaba envuelto en un silencio absoluto, como si el mundo se hubiera detenido.

Me incorporé lentamente en la silla, mirando a mi alrededor. Ragnar no estaba a la vista, pero la puerta de la cabaña seguía entreabierta, dejando entrar un rastro de luz lunar que se filtraba entre los árboles.

Un escalofrío me recorrió la espalda. Había algo extraño en esta calma, una sensación de que algo me acechaba desde las sombras. Apreté los dedos contra los brazos de la silla, mi respiración acelerándose ligeramente mientras intentaba controlar el miedo que comenzaba a surgir.

Decidí salir. Quizás estaba afuera, patrullando, o simplemente observando el bosque como lo haría un cazador. Sin pensarlo mucho, me acerqué a la puerta y la empujé un poco más, hasta que el aire frío de la noche me envolvió.

El paisaje frente a mí parecía irreal bajo la luz de la luna. Todo estaba bañado en un resplandor plateado, y las sombras parecían moverse ligeramente, como si el bosque estuviera respirando con vida propia. No sabía si era el cansancio o algo más, pero sentía que el lugar estaba lleno de energía, una energía que vibraba en el aire, palpable pero inalcanzable.

Caminé unos pasos fuera de la cabaña, y fue entonces cuando lo vi. Ragnar estaba de pie, de espaldas a mí, en el borde de un claro no muy lejos de donde me encontraba. Su postura era tensa, y por un momento dudé si acercarme o no. Algo en su figura parecía diferente, más oscuro, más peligroso. Pero me obligué a dar un paso más.

—¿Ragnar? —mi voz sonó suave, casi temerosa.

Él se giró lentamente, sus ojos capturando la luz de la luna de una manera que me resultó extraña. Era como si hubiera un destello dorado en ellos, algo que no había visto antes. Por un segundo, pareció sorprendido de verme allí, pero la expresión de su rostro cambió rápidamente a algo más neutral.

—Deberías estar descansando —dijo, aunque su tono no era de reproche.

—No podía dormir —admití, acercándome más—. Este lugar... es extraño.

Ragnar mantuvo la mirada fija en mí por un largo momento, como si estuviera evaluando mis palabras. Finalmente, asintió lentamente, su expresión volviéndose más sombría.

—Este bosque tiene su propia magia —dijo, volviendo la vista al claro—. A veces puede ser... inquietante para quienes no lo conocen.

Lo observé en silencio. Había una tensión en sus hombros, una especie de energía contenida que me hacía sentir que algo estaba a punto de suceder. No sabía qué, pero la sensación era abrumadora.

De repente, un sonido rompió el silencio. Un crujido, apenas audible, pero lo suficientemente fuerte como para hacerme girar la cabeza hacia la oscuridad del bosque. El miedo se apoderó de mí de inmediato, y mis pies se clavaron en el suelo. Algo estaba allí, algo que no podía ver, pero que sentía acechando en las sombras.

—¿Lo oíste? —susurré, sin atreverme a moverme.

Ragnar no respondió de inmediato, pero sus ojos se oscurecieron. Su cuerpo se tensó aún más, como el de un animal en alerta, y su mirada se dirigió a las sombras de donde provenía el sonido.

—Vuelve a la cabaña —ordenó, con un tono más duro que antes.

El miedo me atravesó, pero algo en mí se resistió a obedecer. Había algo en el bosque, algo que parecía estar llamándome, y aunque sabía que era una locura, no podía simplemente apartarme.

—¿Qué es eso? —pregunté, mi voz apenas un susurro.

Ragnar se movió rápidamente hacia mí, poniéndose entre el bosque y yo, su cuerpo formando una barrera protectora.

—No es nada que debas ver —gruñó—. Vuelve ahora.

Antes de que pudiera protestar, un destello de luz cruzó el claro. No supe de dónde venía ni qué lo causaba, pero de repente me sentí extraña, como si algo dentro de mí se hubiera agitado. El aire parecía vibrar a mi alrededor, y un temblor recorrió mis manos. Miré hacia mis dedos, sintiendo una energía familiar pero al mismo tiempo aterradora. Algo estaba saliendo de mí, algo que no entendía.

—¿Qué está pasando? —mi voz salió temblorosa.

Pero Ragnar no me miraba a mí, sino a la fuente del destello. Su rostro había adoptado una expresión que nunca antes había visto, una mezcla de furia y... miedo.

El aire a nuestro alrededor pareció arremolinarse de repente, y el suelo tembló bajo mis pies. Sentí un tirón en mi pecho, como si algo en mi interior hubiera sido liberado, algo que había estado dormido durante mucho tiempo.

De repente, el bosque que me rodeaba ya no se sentía oscuro y opresivo. Se sentía... vivo. Conectado conmigo de una manera que no podía explicar. Mi respiración se aceleró, y miré a Ragnar, pero él ya no me observaba. Estaba mirando hacia el bosque, como si esperara que algo más apareciera.

Sin embargo, la energía en mí seguía creciendo, y antes de que pudiera detenerlo, una explosión de luz surgió de mis manos. El claro se iluminó como si fuera de día, y por un instante, vi lo que Ragnar había estado mirando.

En la penumbra del bosque, había ojos. Ojos rojos, brillando desde las sombras.

La luz que había generado se desvaneció tan rápido como había aparecido, dejándome jadeando por el esfuerzo. Sentí un vacío inmediato, como si algo me hubiera drenado de toda mi energía, y caí de rodillas, temblando.

—¿Qué... fue eso? —pregunté, aunque no sabía si le estaba hablando a Ragnar o a mí misma.

Ragnar se agachó a mi lado, pero su expresión ya no era de preocupación. Era de algo más... algo más profundo, más oscuro.

—No lo sabes... ¿verdad? —murmuró, como si hablara para sí mismo.

Lo miré, completamente desorientada. ¿No sabía qué? ¿Qué era lo que estaba sucediendo? Pero antes de que pudiera formular más preguntas, Ragnar me levantó en brazos con facilidad.

—Vamos —dijo, su tono volviendo a la firmeza habitual—. No es seguro aquí.

Y aunque no entendía nada de lo que había pasado, sabía una cosa con certeza: lo que había dentro de mí, lo que se había liberado... ya no podía volver atrás. Algo había cambiado. Y yo estaba asustada de lo que eso significaba.

 

 

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