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Capítulo 5: Destellos de lo Prohibido

Aldara

El aire se sentía denso, casi como si pudiera tocarse, cargado de una energía que no comprendía. Las pequeñas motas de luz bailaban alrededor de mí, formando círculos, flotando como si tuvieran vida propia. Quería moverme, quería hacer algo, pero no podía. Estaba atrapada en medio de ese resplandor, y mi cuerpo no respondía a nada más que al miedo.

Miré mis manos. Estaban temblando, y por un instante creí que había perdido el control de mi cuerpo, que quizás aún estaba dormida. Pero sabía que no era así. Esta vez, no. Esta vez estaba completamente despierta.

—¿Qué... qué está pasando? —pregunté, mi voz se quebraba en el silencio de la cabaña, y aunque quería parecer tranquila, no lo estaba.

Ragnar se acercó lentamente, sus ojos fijos en mí, estudiando cada movimiento como si intentara descifrar un rompecabezas. Su rostro estaba tenso, y aunque intentaba ocultarlo, vi algo en sus ojos que no había visto antes: miedo.

—Aldara, quédate quieta —dijo suavemente, casi como si estuviera hablando con un animal herido. Pero esa suavidad en su voz no me tranquilizó. Al contrario, me puso más nerviosa.

—¿Qué es esto? —pregunté de nuevo, más desesperada esta vez, las palabras apenas saliendo entre jadeos—. ¿Qué me está pasando?

Ragnar no respondió inmediatamente. En lugar de eso, extendió una mano hacia mí, como si quisiera alcanzarme, pero algo en él lo detuvo. Su brazo tembló en el aire, y retrocedió un paso, dejando caer la mano a su lado.

Los puntos de luz continuaban flotando a mi alrededor, cada vez más rápidos, girando como pequeños cometas. Sentía una presión en mi pecho, como si algo dentro de mí quisiera salir. Era una sensación nueva, inquietante, y sobre todo, aterradora.

—Ragnar… —mi voz sonaba como un lamento, apenas podía controlar el temblor en mis labios.

—No te preocupes, estoy aquí —dijo, y dio otro paso hacia adelante, sus ojos nunca apartándose de mí—. Respira profundo, Aldara. Solo concéntrate en mí.

Lo intenté. Lo intenté con todas mis fuerzas, pero cada vez que cerraba los ojos, esa luz crecía, más fuerte, más brillante. Sentía un calor subiendo por mi columna, como si algo estuviera despertando dentro de mí, algo que no debería estar allí.

Y entonces sucedió.

Un destello más grande que los demás salió disparado de mis manos, chocando contra la pared de la cabaña con un estallido de luz que me cegó por completo. Me cubrí la cara instintivamente, el corazón latiéndome en los oídos. Cuando abrí los ojos, vi el daño. La madera crujió donde el destello había impactado, astillas cayendo al suelo. Pero lo más aterrador fue lo que vi en el rostro de Ragnar: una mezcla de sorpresa y… reconocimiento.

—¿Lo hiciste tú? —susurró, aunque parecía que ya conocía la respuesta.

Negué con la cabeza rápidamente, los ojos llenos de lágrimas. No podía ser verdad. Yo no podía haber hecho eso. No era posible. No era posible.

—Yo… no sé cómo… —Intenté explicarme, pero las palabras se atoraron en mi garganta.

Ragnar seguía mirándome, pero esta vez sus ojos no estaban llenos de miedo. Estaban llenos de algo diferente. Comprensión. Como si acabara de encontrar la pieza que faltaba en un rompecabezas.

—No eres lo que crees —dijo finalmente, su voz profunda y segura.

—¿Qué quieres decir? —Lo miré desconcertada, con la desesperación inundando mi pecho.

Él avanzó hacia mí lentamente, esta vez sin dudar. Su presencia era fuerte, poderosa, y por un segundo me sentí abrumada. Sabía que había algo extraño en él, pero ahora esa sensación era abrumadora. Como si sus pasos resonaran más allá de lo físico. Algo en mi interior se agitó, reconociendo lo que no podía ver.

—Aldara… tú no eres humana —dijo, su voz firme, pero cargada de un peso que parecía aplastarme.

Mis piernas comenzaron a temblar, y de repente me sentí más vulnerable que nunca.

—¿Qué estás diciendo? —pregunté, aunque una parte de mí ya sabía la respuesta. Algo en mí siempre había estado fuera de lugar, siempre había una sombra de duda. Pero escucharlo en voz alta me hacía sentir como si el suelo se estuviera desmoronando bajo mis pies.

Ragnar suspiró, y por un momento vi la duda en sus ojos. Como si no quisiera decir más, pero ya no pudiera detenerse.

—Eres… diferente. Una magia poderosa está en ti, lo he sentido desde el primer momento en que te vi. —Sus ojos se oscurecieron—. Lo que has hecho aquí, eso no es normal. No es humano.

Retrocedí un paso, sacudiendo la cabeza, tratando de despejar la neblina de confusión que se estaba acumulando en mi mente.

—No puede ser… —murmuré—. No soy una… no puedo ser…

—Bruja. —Ragnar terminó la frase por mí, sus ojos clavados en los míos con una intensidad que me quitó el aliento.

Las palabras cayeron entre nosotros como un yunque. Bruja. La palabra resonó en mi mente, y de repente, todo lo que siempre había conocido, todo lo que creía ser, parecía una mentira. ¿Bruja? No, no podía serlo. No sabía nada de hechizos, no tenía el poder que decían que tenían las brujas. Era solo una chica normal.

—No sé de qué hablas… —intenté apartarme de él, pero mis piernas no respondían como quería. El miedo y la confusión se entremezclaban, y un frío se instaló en mi pecho.

Ragnar me observó, en silencio, dejándome procesar lo que acababa de decir. Pero en sus ojos había algo más, algo que no podía ignorar: certeza.

—Lo sé porque… lo he sentido en ti desde el primer momento. —Sus palabras fueron dichas con una firmeza que no dejaba lugar a dudas—. Eres mi compañera. Lo sé, y ahora, más que nunca, no podemos ignorar lo que está sucediendo.

Mi corazón latió con fuerza en mi pecho, mi mente corría en mil direcciones. ¿Su compañera? Las palabras apenas tenían sentido. Pero antes de que pudiera decir algo más, sentí un tirón en mi interior, una conexión extraña y poderosa que parecía entrelazarnos en ese instante.

Y en ese momento, todo cambió.

Las motas de luz desaparecieron, y el silencio cayó sobre nosotros. Pero ahora, no era solo miedo lo que sentía. Era algo mucho más profundo. Algo que no entendía, pero que sabía que cambiaría mi vida para siempre.

Ragnar me miró, sus ojos llenos de una mezcla de preocupación y… esperanza.

—No estás sola, Aldara. No más.

Sentí que mi mundo se rompía y reconstruía en un solo instante, sin poder hacer nada para evitarlo.

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