Narrado por RagnarEl aire dentro del gran salón de la manada era denso, cargado de ira y desconfianza. Alrededor de mí, los lobos se congregaban en un círculo cerrado, sus rostros marcados por la duda y la frustración. Pocos se atreverían a desafiarme abiertamente, pero sabía que su lealtad pendía de un hilo. No los culpaba. Yo mismo podía sentir la grieta que había abierto entre nosotros.Marcus, mi beta, fue el primero en hablar. Su voz era un rugido contenido, una mezcla de respeto y reproche.—Nos has puesto en peligro, Ragnar. Toda la manada está en riesgo por tus decisiones. ¿Cómo esperas que sigamos ciegamente a un alfa que prioriza a una bruja por sobre su propia gente?Un murmullo de asentimiento recorrió el círculo. Vi cómo algunos desviaban la mirada, pero la mayoría mantenía la vista fija en mí, esperando mi respuesta.Aldara.Era su nombre el que querían condenar. Su presencia, su existencia misma, había puesto en entredicho mi liderazgo. Pero no era solo ella. Era lo qu
Narrado por RagnarLa luna pendía en el cielo como un ojo frío y vigilante cuando regresé al campamento. La tierra húmeda bajo mis botas se sentía inestable, como si se abriera a mis espaldas, como si la manada que había construido con tanto esfuerzo se desmoronara en mis manos. Había pasado demasiado tiempo fuera, perdido en un torbellino de sangre, magia y desesperación, y ahora el precio de mis decisiones se alzaba frente a mí con el peso de una condena ineludible.Las miradas de mi gente me quemaban la piel cuando crucé el claro. Vi la desconfianza en los ojos de Marcus, mi beta, en la mandíbula tensa de Freya, en la postura rígida de cada lobo que alguna vez confió en mí ciegamente. Antes, mi sola presencia bastaba para infundirles seguridad, para recordarles que éramos fuertes, indomables. Ahora, era un líder cuestionado, un alfa que había puesto en peligro a los suyos por seguir un camino incierto, por dejarse arrastrar por sentimientos que no tenía derecho a poseer.—¿Dónde es
Narrado por AldaraEl aire estaba impregnado con el aroma denso de la noche, un velo de oscuridad que no solo cubría el bosque, sino también mi corazón. Caminaba descalza entre las sombras, guiada por una fuerza que no comprendía del todo, pero que me arrastraba hacia un destino incierto.Había escapado.No de Ragnar, no del lobo que me reclamaba con cada latido de su alma, sino de algo mucho más profundo: de la verdad que pesaba sobre mis hombros como una sentencia ineludible. Laziel había regresado, su presencia me perseguía incluso en la vigilia, como un fantasma insaciable que se negaba a desaparecer. Sus palabras aún ardían en mi piel, lacerantes, frías como el filo de una daga.—Eras mía, Aldara. Lo sigues siendo. ¿Por qué permitiste que otro te reclamara?Su voz había sido un eco en mi mente desde aquella noche en que nuestros caminos volvieron a cruzarse. No había respuestas fáciles, ni excusas que pudieran aliviar el peso de mis decisiones. Porque, en el fondo, sabía que el l
Aldara.El agua fría me envolvía, como si las sombras del bosque hubieran cobrado vida y me estuvieran arrastrando a sus profundidades. Mi cuerpo flotaba a la deriva, pero mi mente estaba alerta, con una sensación de irrealidad que no lograba sacudir. No sabía dónde estaba ni cómo había llegado hasta aquí. Todo lo que recordaba era un sueño. Un bosque oscuro. Árboles altos que susurraban secretos en lenguas olvidadas. Y yo, caminando, como si me estuviera buscando a mí misma.Abrí los ojos de golpe, ahogada por el miedo. Mis pulmones se llenaron de aire frío, un aliento agudo que me trajo de vuelta a la realidad. Estaba tumbada sobre algo duro, mojado, con la piel de mis brazos erizada. Me incorporé lentamente, apoyándome sobre los codos, y fue entonces cuando lo vi.Un hombre, de pie, junto a la orilla del lago. Me miraba con una intensidad que hacía que el frío del agua fuera insignificante. Su figura se alzaba imponente entre las sombras, como un lobo solitario que observaba a su p
AldaraEl fuego chisporroteaba suavemente en la chimenea mientras abría los ojos. Por un segundo, me sentí desorientada, sin recordar cómo había llegado a este lugar. La cabaña de Ragnar seguía tan silenciosa como la recordaba, pero algo había cambiado. La noche se había hecho profunda y pesada, el bosque afuera estaba envuelto en un silencio absoluto, como si el mundo se hubiera detenido.Me incorporé lentamente en la silla, mirando a mi alrededor. Ragnar no estaba a la vista, pero la puerta de la cabaña seguía entreabierta, dejando entrar un rastro de luz lunar que se filtraba entre los árboles.Un escalofrío me recorrió la espalda. Había algo extraño en esta calma, una sensación de que algo me acechaba desde las sombras. Apreté los dedos contra los brazos de la silla, mi respiración acelerándose ligeramente mientras intentaba controlar el miedo que comenzaba a surgir.Decidí salir. Quizás estaba afuera, patrullando, o simplemente observando el bosque como lo haría un cazador. Sin p
Aldara El cielo estaba encapotado, amenazando con una tormenta que parecía reflejar el caos que se desataba dentro de mí. Me sentía atrapada, sofocada por un miedo que no podía comprender, y la única cosa en la que podía pensar era en cómo escapar, aunque no supiera exactamente de qué estaba huyendo.Sentada en la pequeña cama de la cabaña, me abrazaba a mí misma, intentando calmar los temblores que recorrían mi cuerpo. Ragnar había salido poco después de traerme de vuelta, y su silencio me preocupaba más de lo que quería admitir. No podía descifrarlo. Su mirada, esos ojos que parecían leer cada parte de mí, me perturbaban más de lo que debía.Me levanté de la cama y me acerqué a la ventana. Afuera, el bosque parecía más oscuro que de costumbre. Todo parecía más denso, más amenazante, como si el propio mundo natural estuviera al tanto de lo que había pasado."¿Qué soy?", pensé. Era una pregunta que nunca antes me había hecho, porque siempre asumí que la respuesta era obvia. Humana. N
RagnarEl viento rugía con furia, como si el bosque estuviera al borde de estallar en un frenesí salvaje. Cada gota de lluvia que caía era un latido en mi pecho, sincronizado con el ritmo incesante de mi propia ansiedad. El olor a tierra mojada y hojas podridas llenaba mis pulmones mientras caminaba a través del denso manto de árboles, pero había algo más. Algo diferente.Una fragancia dulce, embriagadora, que no podía apartar de mi mente. Su fragancia.Había pasado años en este bosque, patrullando los límites del territorio de mi manada, cuidando de mi gente, vigilando los movimientos de los vampiros y las brujas. Sabía exactamente cómo olían cada uno de esos seres. Pero Aldara… ella olía a algo completamente diferente. No como las brujas, no como los humanos.Olía a casa.Cada fibra de mi ser lo sabía desde el momento en que la saqué del agua, desde el instante en que mis manos tocaron su piel fría y húmeda. Mi instinto me gritaba que era ella, mi compañera. La elegida por el destin
AldaraEl aire se sentía denso, casi como si pudiera tocarse, cargado de una energía que no comprendía. Las pequeñas motas de luz bailaban alrededor de mí, formando círculos, flotando como si tuvieran vida propia. Quería moverme, quería hacer algo, pero no podía. Estaba atrapada en medio de ese resplandor, y mi cuerpo no respondía a nada más que al miedo.Miré mis manos. Estaban temblando, y por un instante creí que había perdido el control de mi cuerpo, que quizás aún estaba dormida. Pero sabía que no era así. Esta vez, no. Esta vez estaba completamente despierta.—¿Qué... qué está pasando? —pregunté, mi voz se quebraba en el silencio de la cabaña, y aunque quería parecer tranquila, no lo estaba.Ragnar se acercó lentamente, sus ojos fijos en mí, estudiando cada movimiento como si intentara descifrar un rompecabezas. Su rostro estaba tenso, y aunque intentaba ocultarlo, vi algo en sus ojos que no había visto antes: miedo.—Aldara, quédate quieta —dijo suavemente, casi como si estuvie