AldaraEl aire se sentía denso, casi como si pudiera tocarse, cargado de una energía que no comprendía. Las pequeñas motas de luz bailaban alrededor de mí, formando círculos, flotando como si tuvieran vida propia. Quería moverme, quería hacer algo, pero no podía. Estaba atrapada en medio de ese resplandor, y mi cuerpo no respondía a nada más que al miedo.Miré mis manos. Estaban temblando, y por un instante creí que había perdido el control de mi cuerpo, que quizás aún estaba dormida. Pero sabía que no era así. Esta vez, no. Esta vez estaba completamente despierta.—¿Qué... qué está pasando? —pregunté, mi voz se quebraba en el silencio de la cabaña, y aunque quería parecer tranquila, no lo estaba.Ragnar se acercó lentamente, sus ojos fijos en mí, estudiando cada movimiento como si intentara descifrar un rompecabezas. Su rostro estaba tenso, y aunque intentaba ocultarlo, vi algo en sus ojos que no había visto antes: miedo.—Aldara, quédate quieta —dijo suavemente, casi como si estuvie
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