Aldara
El cielo estaba encapotado, amenazando con una tormenta que parecía reflejar el caos que se desataba dentro de mí. Me sentía atrapada, sofocada por un miedo que no podía comprender, y la única cosa en la que podía pensar era en cómo escapar, aunque no supiera exactamente de qué estaba huyendo.
Sentada en la pequeña cama de la cabaña, me abrazaba a mí misma, intentando calmar los temblores que recorrían mi cuerpo. Ragnar había salido poco después de traerme de vuelta, y su silencio me preocupaba más de lo que quería admitir. No podía descifrarlo. Su mirada, esos ojos que parecían leer cada parte de mí, me perturbaban más de lo que debía.
Me levanté de la cama y me acerqué a la ventana. Afuera, el bosque parecía más oscuro que de costumbre. Todo parecía más denso, más amenazante, como si el propio mundo natural estuviera al tanto de lo que había pasado.
"¿Qué soy?", pensé. Era una pregunta que nunca antes me había hecho, porque siempre asumí que la respuesta era obvia. Humana. Normal. Pero después de lo que había sucedido, esa palabra ya no parecía aplicable.
El sonido de la puerta abriéndose me sacó de mis pensamientos. Me giré y ahí estaba Ragnar, llenando la habitación con su presencia. Tenía algo en la mirada que me hizo estremecer. Había dureza, pero también algo más, algo que parecía estar luchando por salir. Parecía querer decir algo, pero no sabía cómo empezar.
—¿Qué fue lo que pasó allá afuera, Aldara? —Su voz era profunda, grave, pero controlada. Siempre parecía tan seguro de todo, y esa seguridad solo hacía que yo me sintiera más vulnerable.
—No lo sé —murmuré, sintiendo cómo la garganta se me cerraba con la angustia—. No sé qué fue eso. Solo... sucedió.
Ragnar no apartaba los ojos de mí. Estaba evaluándome, tratando de entender algo que yo misma no podía explicar. Dio un paso hacia mí, cruzando la habitación en dos zancadas largas. Estaba tan cerca que casi podía sentir el calor irradiando de su cuerpo.
—¿Sucedió antes? —preguntó, con un tono que sonaba más como una orden que una pregunta.
Negué con la cabeza. Era la verdad, al menos lo que yo recordaba. Nunca antes había experimentado algo como esa explosión de luz. Pero una parte de mí sabía que, aunque no hubiera sido consciente de ello, algo había estado dormido dentro de mí durante mucho tiempo. Algo que ahora comenzaba a despertar.
—¿Y si soy peligrosa? —dije en voz baja, casi como si le estuviera confesando un terrible secreto.
Ragnar frunció el ceño, sus ojos fijos en los míos. Por un segundo, pensé que se apartaría, pero en lugar de eso, se quedó ahí, inmóvil, como si estuviera lidiando con una batalla interna.
—No eres peligrosa —respondió, con una seguridad que me sorprendió.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? —Lo miré, tratando de encontrar alguna pista en su expresión, pero su rostro era como una máscara impenetrable.
Ragnar soltó un suspiro y pasó una mano por su cabello desordenado. Era la primera vez que lo veía dudar de algo.
—No lo sé —admitió—. Pero algo me dice que, sea lo que sea lo que llevas dentro, no está aquí para hacer daño.
Me quedé en silencio, sintiendo que mis pensamientos estaban más confusos que nunca. Había una conexión entre nosotros, algo que no podía explicar, pero que estaba ahí, latente en cada mirada, en cada palabra que intercambiábamos. Y lo sentía aún más fuerte ahora, con él tan cerca.
—¿Por qué me ayudas? —pregunté finalmente, incapaz de ignorar más la pregunta que había estado rondando mi cabeza desde que me encontró en el bosque.
—No lo sé —repitió, y su voz esta vez era más baja, casi un susurro—. Pero no puedo dejarte sola. No ahora.
Ese último "no ahora" resonó en mi mente, como si él supiera algo que yo no. Como si hubiera un peligro acechando que aún no podía ver.
La tormenta que había estado amenazando finalmente se desató. La lluvia comenzó a golpear el techo de la cabaña con fuerza, y los truenos resonaron en la distancia. Me acerqué un poco más a la ventana, observando cómo las gotas caían en cascada sobre los árboles, pero mi mente estaba lejos de ahí, atrapada en la extraña energía que todavía sentía dentro de mí.
—Esto no es normal —susurré para mí misma, pero sabía que Ragnar lo había escuchado.
—Nada en ti es normal —dijo él, casi en un murmullo.
Mis ojos se encontraron con los suyos. Había algo en su voz que hizo que mi corazón latiera más rápido, como si sus palabras hubieran revelado algo más profundo, algo que no estaba listo para admitir. Pero antes de que pudiera preguntarle qué quería decir, un rayo iluminó el cielo, seguido de un trueno ensordecedor que sacudió la cabaña.
De repente, todo pareció hacerse más intenso, más real. El viento soplaba fuerte, haciendo crujir las viejas paredes de madera, y la sensación de que algo estaba a punto de suceder se hizo más palpable.
—Aldara, quiero que te quedes aquí —dijo Ragnar de repente, su voz adquiriendo un tono más serio, casi autoritario.
—¿Qué? —Lo miré, confundida.
—No salgas. Pase lo que pase. No quiero que te acerques al bosque esta noche —añadió, y por primera vez, vi algo de miedo en su expresión.
Mi piel se erizó al ver la seriedad en sus ojos. No era una petición. Era una advertencia.
—¿Por qué? —Mi voz salió más débil de lo que quería.
—Confía en mí. Algo viene... y quiero que estés a salvo.
Antes de que pudiera protestar, Ragnar se giró y salió de la cabaña, cerrando la puerta tras de sí con un estruendo. El eco de sus palabras resonaba en mi mente mientras observaba la tormenta intensificarse fuera. Algo venía. Y, por primera vez, sentí que esa "cosa" también estaba dentro de mí.
RagnarEl viento rugía con furia, como si el bosque estuviera al borde de estallar en un frenesí salvaje. Cada gota de lluvia que caía era un latido en mi pecho, sincronizado con el ritmo incesante de mi propia ansiedad. El olor a tierra mojada y hojas podridas llenaba mis pulmones mientras caminaba a través del denso manto de árboles, pero había algo más. Algo diferente.Una fragancia dulce, embriagadora, que no podía apartar de mi mente. Su fragancia.Había pasado años en este bosque, patrullando los límites del territorio de mi manada, cuidando de mi gente, vigilando los movimientos de los vampiros y las brujas. Sabía exactamente cómo olían cada uno de esos seres. Pero Aldara… ella olía a algo completamente diferente. No como las brujas, no como los humanos.Olía a casa.Cada fibra de mi ser lo sabía desde el momento en que la saqué del agua, desde el instante en que mis manos tocaron su piel fría y húmeda. Mi instinto me gritaba que era ella, mi compañera. La elegida por el destin
AldaraEl aire se sentía denso, casi como si pudiera tocarse, cargado de una energía que no comprendía. Las pequeñas motas de luz bailaban alrededor de mí, formando círculos, flotando como si tuvieran vida propia. Quería moverme, quería hacer algo, pero no podía. Estaba atrapada en medio de ese resplandor, y mi cuerpo no respondía a nada más que al miedo.Miré mis manos. Estaban temblando, y por un instante creí que había perdido el control de mi cuerpo, que quizás aún estaba dormida. Pero sabía que no era así. Esta vez, no. Esta vez estaba completamente despierta.—¿Qué... qué está pasando? —pregunté, mi voz se quebraba en el silencio de la cabaña, y aunque quería parecer tranquila, no lo estaba.Ragnar se acercó lentamente, sus ojos fijos en mí, estudiando cada movimiento como si intentara descifrar un rompecabezas. Su rostro estaba tenso, y aunque intentaba ocultarlo, vi algo en sus ojos que no había visto antes: miedo.—Aldara, quédate quieta —dijo suavemente, casi como si estuvie
Narrador por RagnarEl sol apenas empezaba a salir, lanzando sus primeros rayos a través de las copas de los árboles, pero el día ya había comenzado para mí. Me encontraba en el centro de la gran sala comunal, rodeado por los miembros más antiguos y respetados de mi manada. El aire estaba tenso, cargado de expectativas y desconfianza. Sabía que traer a Aldara al territorio de los lobos no había sido bien recibido por todos, y ahora estaba pagando el precio por mi decisión.Marcus estaba a mi lado, como siempre, con los brazos cruzados sobre el pecho, su expresión estoica pero preocupada. Aunque era mi beta y amigo, podía sentir la duda que también lo consumía. Al frente, varios de los lobos más veteranos me observaban con ojos duros y evaluadores, esperando que hablara.Respiré profundamente y enderecé los hombros. Mi voz sonó firme cuando rompí el silencio.—Sé que algunos de ustedes tienen dudas sobre mi decisión de traer a la mujer al territorio de la manada —empecé, buscando los oj
Narrador: AldaraLa noche había caído como una manta pesada y silenciosa, envolviéndome en un profundo sueño apenas cerré los ojos. Sentía el cansancio en mis huesos después de todo lo que había pasado, pero era un cansancio extraño, uno que iba más allá del cuerpo, como si fuera un peso que llevaba dentro desde hacía años sin saberlo.Me encontraba en un lugar que no reconocía. El paisaje era brumoso, casi irreal. Frente a mí, un río oscuro serpenteaba bajo la luz de una luna llena, que brillaba con una intensidad sobrenatural. A pesar de no haber estado aquí nunca, algo en mí sentía que conocía este sitio, como si fuera un eco lejano de algo que había olvidado.Mis pies descalzos avanzaban por un suelo frío y húmedo, y con cada paso sentía una mezcla de familiaridad y desconcierto. El viento soplaba suavemente, trayendo consigo un aroma a hierbas y flores que me provocaba una extraña calma, a pesar de la inquietud que me llenaba. Pero entonces, a lo lejos, empecé a distinguir figura
Narrado por RagnarLa luna llena se alzaba en lo alto, bañando el bosque en un resplandor pálido que realzaba cada sombra, cada susurro entre los árboles. Había algo en esa luz que siempre había calmado mi espíritu, pero esta noche todo era distinto. No podía ignorar la tensión que sentía en mis músculos, el palpitar de algo oscuro y urgente en el fondo de mi pecho. Y sabía por qué. O, mejor dicho, *por quién*.Aldara.Ella era un enigma, una mezcla de poder y vulnerabilidad que había empezado a despertar algo en mí que hasta ahora había permanecido dormido. Mis sentidos estaban alerta, cada paso hacia ella era un recordatorio de que lo que sentía iba más allá de la simple atracción. Era instinto puro, una urgencia que, por más que intentaba reprimir, no desaparecía. Como si el mismísimo bosque la reclamara, y yo fuera el guardián que debía protegerla, aunque aún no comprendiera del todo por qué.Cuando la encontré, estaba en un claro, con la luna brillando sobre su figura. Aldara lev
Narrado por AldaraEl bosque tenía una quietud extraña esa mañana. Las hojas susurraban apenas en el viento, y el aire estaba cargado de algo que no alcanzaba a comprender, como si el mismo entorno estuviera ocultándome secretos que solo yo podía revelar. Había dormido poco, atormentada por sueños de voces y rostros borrosos que no lograba identificar, pero que, de alguna manera, sentía míos. Cada vez que intentaba recordar algo, las imágenes se disolvían como niebla, dejando solo una vaga sensación de pérdida.Decidí salir a caminar por el bosque, esperando que el aire fresco despejara mi mente. Cuanto más me adentraba entre los árboles, más fuerte era la sensación de estar siendo guiada hacia algún lugar. La idea me resultaba absurda, pero el impulso era demasiado intenso para ignorarlo. Las ramas crujían bajo mis pies, y un murmullo sordo parecía acompañarme, como un eco de algo antiguo.Después de un rato de caminar, llegué a un pequeño claro rodeado de helechos y arbustos espinos
Aldara.El agua fría me envolvía, como si las sombras del bosque hubieran cobrado vida y me estuvieran arrastrando a sus profundidades. Mi cuerpo flotaba a la deriva, pero mi mente estaba alerta, con una sensación de irrealidad que no lograba sacudir. No sabía dónde estaba ni cómo había llegado hasta aquí. Todo lo que recordaba era un sueño. Un bosque oscuro. Árboles altos que susurraban secretos en lenguas olvidadas. Y yo, caminando, como si me estuviera buscando a mí misma.Abrí los ojos de golpe, ahogada por el miedo. Mis pulmones se llenaron de aire frío, un aliento agudo que me trajo de vuelta a la realidad. Estaba tumbada sobre algo duro, mojado, con la piel de mis brazos erizada. Me incorporé lentamente, apoyándome sobre los codos, y fue entonces cuando lo vi.Un hombre, de pie, junto a la orilla del lago. Me miraba con una intensidad que hacía que el frío del agua fuera insignificante. Su figura se alzaba imponente entre las sombras, como un lobo solitario que observaba a su p
AldaraEl fuego chisporroteaba suavemente en la chimenea mientras abría los ojos. Por un segundo, me sentí desorientada, sin recordar cómo había llegado a este lugar. La cabaña de Ragnar seguía tan silenciosa como la recordaba, pero algo había cambiado. La noche se había hecho profunda y pesada, el bosque afuera estaba envuelto en un silencio absoluto, como si el mundo se hubiera detenido.Me incorporé lentamente en la silla, mirando a mi alrededor. Ragnar no estaba a la vista, pero la puerta de la cabaña seguía entreabierta, dejando entrar un rastro de luz lunar que se filtraba entre los árboles.Un escalofrío me recorrió la espalda. Había algo extraño en esta calma, una sensación de que algo me acechaba desde las sombras. Apreté los dedos contra los brazos de la silla, mi respiración acelerándose ligeramente mientras intentaba controlar el miedo que comenzaba a surgir.Decidí salir. Quizás estaba afuera, patrullando, o simplemente observando el bosque como lo haría un cazador. Sin p