Entro a la casa lo más rápido que puedo para poner distancia entre Aleksei y yo. Mi idea es, como todos los días, pasar directo a las escaleras y subir a la única parte de la casa que no está vigilada por mi padre: mi habitación. O bueno, las habitaciones principales. Sin embargo, mi misión es completamente frustrada por el hombre que me ha dado la vida.
—Lana, hija mía, que bueno que llegas. —Freno en seco ante su voz y maldigo el tener que pasar frente a la sala de estar para ir al segundo piso—. ¿No saludas, cariño?
Fuerzo una falsa sonrisa antes de darme la vuelta y ser consciente de todos los pares de ojos que me observan. M****a. ¿Acaso hoy hay reunión de la Organización?
—Hola y adiós. —Me vuelvo sobre mi eje para seguir mi camino, mas no logro dar ni un paso cuando mi padre me habla de nuevo. —No tan rápido, jovencita. Ven aquí. —Ruedo los ojos y blasfemo en español, consciente de que nadie me va a entender. Me acerco a la reunión de personas que se está dando, extrañamente, en la sala de mi casa.
Mientras me acerco distingo bien quiénes perturban el silencio que siempre caracteriza a la casona. Por alguna razón cada uno de los cabezas de las cinco familias que manejan la Organización, están aquí. Mi padre, por supuesto, es el principal. El gran jefe. El segundo a cargo, Artur Kórsacov, en compañía de su insufrible hijo. Y los tres restantes y no tan importantes: Dobrovolski, Lavrov y Popov. Este último me da una asquerosa mirada para nada amigable. Es como si me devorara con el pensamiento. Qué asco.
—Deja de mirarme, cerdo —le recrimino cuando llego al lado de papá y le muestro mi perfecto dedo medio. Todos se ríen, incluido él. —Es tu culpa, querida, te he dicho que esa falda está muy corta. —Miro a mi padre con indignación.
—¿Mi culpa? Yo puedo vestir como me dé la gana, eso no significa que este imbécil tenga el derecho de verme como un trozo de carne fresca. —Le brindo mi mejor expresión de desprecio.
—No seas grosera, Svetlana.
Niego con la cabeza hastiada del machismo que vivo a diario en esta casa.
—Déjala. Slava tiene el temperamento de una tigresa… y eso la hace perfecta —añade Popov con un tono de voz que me causa repelús. —¿Y bien? ¿Para qué soy buena? —Me cruzo de brazos y mantengo distancia de todos los hombres bien acomodados en los sofás frente al sillón señorial de mi padre.
—Estábamos hablando de tu fiesta. Quiero que conozcas a alguien. —Le hace una seña a Lavrov, quien asiente con rapidez. —Alisa, ven aquí —llama en voz alta el aludido.
De la puerta que da a la sala de reuniones de mi padre, ubicada al fondo del salón y con una puerta muy discreta, sale una mujer. Tiene algunos veinticinco años, es de tez pálida, cabello negro y ojos almendrados. Muy linda.
Pero no tengo idea qué tiene que ver su presencia conmigo. Frunzo el ceño.
—Ella es Alisa Lavrova. Hija de mi buen amigo Ruslan. Ella es decoradora de eventos en la Organización y se ha ofrecido a hacerte una fiesta de ensueño —mi padre la presenta con tan extraña admiración que me hace arquear una ceja.
—Te prometo, Lana, que haré de tu cumpleaños una fiesta digna de la realeza —comenta ella con orgullo.
—¿Gracias? —digo algo abrumada por toda la atención que recibo ahora.
Sinceramente me da igual eso de la decoración. Sin embargo, ella demuestra un gran talento en el arte de aburrir, pues comienza a hablar de rosas, globos, luces, comida, pastel; todo bien hasta que llega a los colores. ¿Lila? Ni en broma.
—Con blanco quedaría genial...
—No —espeto fuerte y claro para que todos me escuchen. Alisa levanta la mirada, confundida, y mi padre me observa con interés. —¿Perdón?
La noto… ¿ofendida? Lo lamento, belleza, pero es mi fiesta, no la tuya.
—No quiero colores pasteles, los odio.
—Son los perfectos para la fiesta de una chica —replica ella, pero yo soy testaruda y cuando digo no, es no.
—Azul rey, dorado y blanco. Apáñatelas con esos. —Me cruzo de brazos en una postura de lo más caprichosa.
Sus mejillas se sonrojan. Está enojada y me da igual. Mientras nuestras miradas están en un duelo sin fin, siento otra quemarme. De reojo puedo entrever al hijo de Kórsacov con la vista fija en mí. —Pero...
—Alisa, Svetlana ha hablado, y que no se te olvide quién es ella —le dice su padre con severidad y ella respira hondo.
—Lo que desees, dulzura. —Me da una falsa sonrisa.
—¿Dulzura? —La voz burlona de Konstantin Kórsacov me hace querer bufar—. Si casi te saca los ojos cuando mencionaste la palabra lila. Ambas lo ignoramos.
—¿Me puedo ir? —le pregunto a mi padre que está más pendiente de las piernas desnudas de Alisa, que en mí.
—Sí, retírate.
Al fin.
Sin despedirme salgo de la sala de estar en dirección a las escaleras. Subo estas con rapidez y justo cuando llego a la planta dos, una voz me detiene.
—Estás hecha toda una mujer. ¿Desde cuando no nos vemos? M****a.
Aprieto los ojos antes de continuar mi camino.
—¿Me ignoras? Eso me duele, pequeña Lana.
—¿Qué diablos quieres, Konstantin?
Freno en seco y me doy la vuelta, lo he hecho tan rápido que el alto y ya moldeado cuerpo del idiota colisiona con el mío. Lo empujo. Él da dos pasos atrás y sonríe como el imbécil seductor que cree que es. Mete las manos en sus bolsillos.
—Saludar a mi futura esposa.
Me río. ¿Esposa?
—Ni en tus mejores sueños, Kórsacov.
Doy media vuelta y continúo con mi camino a mi aposento. —Serás mi esposa algún día. Lo verás, pequeña Záitseva. La Bratva necesita un hombre al mando.
Vuelvo a frenar en seco. ¿Qué ha dicho?
—Porque soy mujer creen que no soy capaz. Les daré una sorpresa a todos ustedes —lo enfrento y clavo mi dedo en su pecho. Él vuelve a sonreír.
—Me gusta cuando te enojas.
—Vete al demonio. —Lo miro con todo el odio que puedo reunir. ¿De verdad cree que necesito un hombre para llevar la Organización algún día? ¿Acaso cree que lo necesitaré a él?
Konstantin Kórsacov, más conocido por ser un inútil incapaz protegido por su padre, se inició en la Organización con quince años solo porque es el hijo de la segunda familia al mando. Pero no tiene ni la preparación ni el entrenamiento al que yo soy sometida día a día.
Él no es mi igual, nunca lo será y jamás va a ser mejor opción que yo. —Aunque no lo quieras, vas a ser mía.
—Yo no soy de nadie —gruño entre dientes, mas algo hace clic en mi cerebro. Entrecierro los ojos—. ¿Sabes algo que yo no?
—Sé muchas cosas que tú no, pequeña princesita caprichosa —se burla y alborota mi pelo rubio. Me alejo de él.
—Será mejor que te alejes de mí si no quieres perder una mano. Le doy la espalda y retomo el paso hacia mi cueva.
—¡Me gustan rudas! —grita y niego con la cabeza.
—¡No me gustan idiotas! —digo en respuesta y su risa me hace irritar. Llego a la privacidad y seguridad de mi habitación. Pongo seguro a la puerta y me tiro en la cama para luego soltar un suspiro. Al fin donde quiero estar.
Cierro los ojos por un segundo y pierdo el conocimiento.
—¡Oh! Mierda —exclamo al levantarme de un salto.Me he quedado dormida de un segundo a otro sin darme cuenta. Miro el reloj en mi mesilla de noche y suspiro aliviada cuando noto que solo he dormido media hora. Tengo sesenta minutos para preparar todo.Me paro de la cama para quitarme la ropa del colegio y buscar unos leggins de deporte. Tengo planes con Aleksei, sí, pero antes voy a entrenar como cada tarde. Acompaño la parte inferior de mi vestimenta con un top también de hacer ejercicio. Amarro mi pelo en una coleta y me pongo mis deportivas.Me acomodo en mi escritorio e inicio sesión en mi computador. Allí tengo un clon del sistema de seguridad de toda la casa. ¿Cómo lo obt
—Sí, no me gusta para nada tu mirada —vuelve a decir Aleksei antes de levantarse del piso y tenderme una mano—. Ven, vamos a ver cómo están tus movimientos.Acepto su ayuda y me paro de un salto. Nos acercamos a la lona de combate cuerpo a cuerpo y nos ponemos cada uno a un extremo. —Sabes que no hay cámaras que den a la entrada de los vestidores —comienzo a explicar mi plan mientras nos estiramos un poco. Él me mira con ojos entrecerrados—. No me mires como si estuviera loca, simplemente vamos a entrenar como cada tarde para darle un espectáculo a los espectadores de la sala de seguridad, luego fingiremos ir a las duchas por separado, nos encontramos en la de mujeres y nos divertimos un rato. Es simple y fácil, pero a mi escolta no le hace gracia debido a
Aleksei me deja en el suelo con lentitud. Su semblante está pálido, lleno de terror, y puedo asegurar que el mío está exactamente igual. —Papá —dice él, sale del cubículo y se enfrenta a su padre. Yo solo observo en silencio cómo trata de esconder con su mano una menguante erección.—¿Qué mierda creen que están haciendo? —le espeta Mijaíl mientras Aleksei frunce el ceño como si no entendiera a qué se refiere su progenitor.—¿De qué hablas?—No me quieras ver la cara de estúpido, Aleksei. Svetlana, sal de ahí. Muerdo mi labio inferior. Joder.
Toda la puta noche me la pasé en vela, pues esperaba para ver a Aleksei, pero este nunca llegó a la casona. A eso de las cuatro de la mañana me quedé dormida y no supe más. Ahora tengo la duda en mí. ¿Ya llegó? ¿Podría escaparme un rato a la casa de servicio para verlo?Miro la hora en el móvil. Las nueve de la mañana. Quisiera enviarle un mensaje de texto diciéndole que quiero verlo, pero mi teléfono está intervenido por el equipo de seguridad. Sí, no tengo privacidad por esta parte.Me levanto de la cama con una misión: llegar a hablar con mi guardaespaldas y que las cosas vuelvan a fluir como hace una semana. Odio no verlo, no conversar con él, no besarlo en las
Bajo las escaleras en dirección a la terraza luego de que el rubor por los besos de Aleksei se me ha pasado. Como supuse, hay mucho jaleo en la casa debido al montaje de la fiesta para esta noche. Sigo mi camino hacia la parte trasera de la casona para salir a la zona de recreo que está ubicada en el ala izquierdo de la residencia.Al salir hay un camino de madera que conduce a un enorme gazebo, en donde hay una mesa de metal y cristal de seis sillas. Frente a ella está la piscina que nunca se usa.Me acerco todavía con una media sonrisa que me queda de los minutos anteriores, pero muere en el instante en que veo a las personas que acompañan a mis padres. Los Kórsacov no son mi familia favorita, todo lo contrario, sé que ellos buscan
Me separo de mi tío con una gran sonrisa. Estoy contenta de verlo, ya que hace dos años que no lo veo y me hace ilusión que esté aquí. Es el hermano menor de mi padre, Vladislav Záitsev, un hombre que solo comparte el apellido con mi progenitor. Él y mi padre son completamente diferentes. Es divertido, alegre, leal… y a pesar de ser la cabeza de la Bratva en Nueva York, no deja de ser un gran tipo.—Pero mira que grande está mi niña —dice poniendo sus manos en mis hombros mientras sonríe con añoranza—. Estás hermosa, cariño. Feliz cumpleaños.—Gracias. —Vuelvo a abrazarlo porq
—En el auto hay algunas cositas que nos han dado para ellos —dice Sherlyn y la veo caminar hacia la camioneta.Unos dientes pequeños pero filosos se clavan en mi mano. Miro al cachorro blanco y sonrío al verlo pelear con mi palma. Duele, mas no como para crear un drama.—¿Qué nombres les pondrás? —pregunta mi tío colocándose en cuclillas a mi lado.—No lo sé.Miro extasiada a los cuatro bebés.—Tienen dos meses de edad. Son hijos de una misma loba; a la madre la cazaron unos hombres y un equipo de personas rescataron a las crías. Una de ellas
Me giro como puedo entre sus brazos e ignoro el tirón que dan mis lobos a las correas para que siga avanzando.—Hola. —Muerdo mi labio para reprimir una sonrisa. Fracaso. —Te extrañé —dice él apretándome contra su cuerpo. Me encanta sentir su calor contra el mío, es reconfortante.—Yo también. Siento mucho lo tonta e infantil que fui. —Apoyo mi frente en su pecho. Estoy muy avergonzada de mi actitud. —Soy yo quien debe pedir disculpas por no saber expresarme. —Sus manos viajan a mi cara y me hace alzar la vista para que lo mire—. Estar contigo jamás será una estupidez, ¿queda claro?Asiento y enseguida sus labios se conectan con los