Cierro la puerta del auto de un solo golpe cuando bajo de él. Siento la furia recorrer todo mi cuerpo, la adrenalina sigue en mí haciendo estragos. Siento mis manos temblar y mi corazón va demasiado rápido en mi pecho. Mi cerebro solo repite una sola cosa: ha llegado el momento de pelear.
Escapamos del ataque en carretera gracias a que logramos desviar a las camionetas de nuestros enemigos con disparos. Pero eso no significa que la guerra no haya comenzado y que este no sea el primer intento de ataque. Ellos dieron el primer paso, es hora de combatir. El próximo en morir será Lavrov por traidor a su Organización.
—¡Vamos, prepárense! —grito a los guardias que custodian las puertas de la casona—. ¡Los sicilianos vienen en camino!
Veo cómo James trota hacia el jefe de vigilancia y le da algunas órdenes. Sé lo que le pide, yo misma le h
¿Quién puede dormir con una amenaza clara sobre sus hombros? Nadie, por supuesto.No he podido pegar un solo ojo y ya es media mañana. De lo único que estoy pendiente es de un ataque sorpresa y de mi teléfono; esperando noticias de mi familia. Sé que no han llegado aún, el viaje es largo. Veintitrés horas, más o menos, pero ha sido una de mis mejores decisiones.—Lana, tenemos un problema. —Levanto la mirada hacia James. Lo miro de forma inquisitiva—. Nuestro asentamiento en Italia ha sido desmantelado.—Era de esperase —suspiro. Me acerco a la ventana de la sala de estar. Desde aquí puedo ver las puertas de la casa, todo extrañamente tranquilo—. ¿Sobrevivió alguien?—Muchos huyeron, pero Petrov y su familia fueron asesinados.Aprieto mis labios. Todo esto es mi culpa.—Mantenme informada de
Una mujer de largo cabello castaño y con un embarazo muy avanzado, observa a la distancia el funeral que se está llevando a cabo en el cementerio en honor a las grandes cabezas de la Bratva que han muerto en el enfrentamiento de hace una semana. Ruslan Lavrov habla con honradez y respeto sobre Taras Dobrovolski, Konstantin Kórsacov y la gran Svetlana Záitseva. Las tres personas en los féretros. Hay poca gente en el funeral, muchos de ellos familiares de Lavrov y la familia Popov. Toda Rusia se ha enterado de la fulminante derrota de la Bratva ante la Casa Nostra y de la caída de la arrogante rubia apodada Lana. Por eso muchas personas ajenas se han acercado al cementerio para ver el entierro de esta. Sin embargo, no hay un solo doliente directo de los tres fallecidos, una extrañeza. La mujer da media vuelta. Con pasos lentos y cuidadosos se aleja hasta llegar a una camioneta roja, donde un hombre de mucha muscul
—¿A dónde vamos, papi? —preguntó el pequeño de ojos tormenta.Rondaba los seis años, quizá, pero tenía una mirada muy juiciosa para su edad. Además de todo, era respetuoso y un niño muy tranquilo: el orgullo de su padre. Era el primer hijo de la Bratva y prometía ser un gran líder.—A conocer a la hija del jefe. Ha nacido hoy. —El señor Dobrovolski acarició el pelo de un inocente Taras y acomodó su diminuta corbata.—¿Es un bebé? —Hizo una mueca de desagrado.—Así es, Taras. Una preciosa niña que podría ser tu esposa en un futuro.—Puaj. ¡No me voy a casar con un bebé, padre!El señor solo rio y caminó hasta la salida de sus aposentos con su hijo siguiéndole los pasos sin dudar. Taras no podía parar de pensar
Mi padre cometió un error muy grande, demasiado, diría yo, pero tengo que reconocer que él me enseñó todo lo que sé, pese a que decía que no era digna de heredar el ser nombrada jefa de la mafia rusa, que era mujer y que las mujeres de la bratva eran para ser mostradas como trofeos ante los demás socios.Él lamentaba que no hubiese sido varón y cuando intentó embarazar a mi madre de nuevo, nunca sucedió. Mamá no podía embarazarse más. ¡Ese viejo de mierda! Juré que me las pagaría algún día, todas y cada una de sus ofensas que me hizo. Era
Años antes—Es irónico, ¿no? La mayoría de los hombres, por no decir todos, odian ir de compras con sus chicas. A ti, por el contrario, te gusta —digo sin despegar la vista del paseo de tiendas por el que conducimos.—No me gusta, es mi obligación por ser tu guardaespaldas —contesta él y sin premeditarlo, mi mano viaja a su vientre y lo golpea. Se ríe, obviamente. Mi golpe debe parecerle una caricia.Lo miro. Una sonrisa burlona adorna su pálida cara.—Eres un imbécil, Aleksei —le recrimino y él vuelve a reír. —Es broma, princesa. Sabes que me encanta pasar el tiempo contigo, así sea eligiendo ropa.
Entro a la casa lo más rápido que puedo para poner distancia entre Aleksei y yo. Mi idea es, como todos los días, pasar directo a las escaleras y subir a la única parte de la casa que no está vigilada por mi padre: mi habitación. O bueno, las habitaciones principales. Sin embargo, mi misión es completamente frustrada por el hombre que me ha dado la vida.—Lana, hija mía, que bueno que llegas. —Freno en seco ante su voz y maldigo el tener que pasar frente a la sala de estar para ir al segundo piso—. ¿No saludas, cariño?Fuerzo una falsa sonrisa antes de darme la vuelta y ser consciente de todos los pares de ojos que me observan. Mierda. ¿Acaso hoy hay reunión de la Organización?&nbs
—¡Oh! Mierda —exclamo al levantarme de un salto.Me he quedado dormida de un segundo a otro sin darme cuenta. Miro el reloj en mi mesilla de noche y suspiro aliviada cuando noto que solo he dormido media hora. Tengo sesenta minutos para preparar todo.Me paro de la cama para quitarme la ropa del colegio y buscar unos leggins de deporte. Tengo planes con Aleksei, sí, pero antes voy a entrenar como cada tarde. Acompaño la parte inferior de mi vestimenta con un top también de hacer ejercicio. Amarro mi pelo en una coleta y me pongo mis deportivas.Me acomodo en mi escritorio e inicio sesión en mi computador. Allí tengo un clon del sistema de seguridad de toda la casa. ¿Cómo lo obt
—Sí, no me gusta para nada tu mirada —vuelve a decir Aleksei antes de levantarse del piso y tenderme una mano—. Ven, vamos a ver cómo están tus movimientos.Acepto su ayuda y me paro de un salto. Nos acercamos a la lona de combate cuerpo a cuerpo y nos ponemos cada uno a un extremo. —Sabes que no hay cámaras que den a la entrada de los vestidores —comienzo a explicar mi plan mientras nos estiramos un poco. Él me mira con ojos entrecerrados—. No me mires como si estuviera loca, simplemente vamos a entrenar como cada tarde para darle un espectáculo a los espectadores de la sala de seguridad, luego fingiremos ir a las duchas por separado, nos encontramos en la de mujeres y nos divertimos un rato. Es simple y fácil, pero a mi escolta no le hace gracia debido a