Sus labios chocan contra los míos al tiempo que una descarga eléctrica recorre todo mi cuerpo. Su lengua juega con la mía y sus manos se deslizan a un costado para aferrarse a mi cintura. Nuestras respiraciones chocan entre sí provocando que una cortina cálida de aliento se filtre entre nuestras bocas. Edwin se separa para que mi cuello sea ahora el protagonista, me besa con desenfrenada pasión, gruñe cuando se enciende y sus caricias aumentan a cada segundo.
—Eres tan dulce Candice... —susurra en mi oído.
—Edwin... para...
Pero no me presta atención. Sigue con su recorrido por mi piel, un reguero de besos me envuelven en un manto delicioso de placer. Tomo una enorme bocanada de aire al sentir como desabrocha con destreza mi blusa, los botones salen casi disparados al último momento.
Su mano llena uno de mis senos y comienza a bajar la tela blanca de mi sostén, dejando al descubierto mi pecho, un gruñido masculino brota de su garganta mientras sus pupilas dilatadas con destellos verdosos y motas oscuras me admiran.
—Eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida, Candice —se remoja los labios y traga duro.
—Y tú eres el chico más mentiroso del mundo —suelto una risita.
—¿Acaso dudas de mí? —entrecierra los ojos y me parece que es el gesto más tierno y sexy que he visto jamás.
—No —niego con la cabeza pero no puedo evitar esbozar una sonrisa.
—Más vale que digas la verdad Candice, porque hablo muy en serio cuando te digo que te amo con toda mi alma, y que eres la mujer indicada para mí —me acomoda un mechón castaño de mi cabello y lo coloca detrás de mí oreja—. ¿Qué hiciste conmigo Candice?
—Amarte, eso es lo que he hecho, conocerte realmente como eres —respondo anhelando sus caricias de nuevo, por lo que armándome de valor, enrrosco mis brazos alrededor de su cuello y lo atraigo hacia mí, dejando una basta y corta distancia entre nuestros labios—. Te amo como nunca amaré a nadie, eres el único.
—¿Lo prometes? —sus ojos brillan.
—Lo prometo —le aseguro.
—¿Siempre?
Recorro con la mirada su perfecto perfil, su mandíbula cincelada, su barbilla partida, sus labios... y sé que él es el indicado. Lo cierto es que no podía imaginarme una vida sin él, sin sus sonrisas, sus chistes malos, su carácter explosivo, ese que nadie podía manejar, solo yo.
—Siempre —afirmo.
Sonríe y el mundo se colorea mejor con la luz que desprende, me besa, esta vez su beso es más efusivo, más ardiente, penetra mi boca con su lengua, abre mis piernas y deja caer su cuerpo sobre mí. Comienzo a temblar de placer, de deseo, él parece percatarse porque detiene el beso y se separa, su pecho sube y baja consecuencia de su respiración agitada.
—Tranquila Candice, nada va a pasar, hasta la graduación, te lo prometí —dice Edwin regalándome un casto beso en la punta de la nariz—. Pero tienes que estar preparada, porque esa noche serás mía y nadie lo podrá impedir.
—Y tú serás completamente mío.
—Nena, desde aquella parada de taxi en el aeropuerto, estabas destinada a ser para mi —coloca la palma de su mano sobre una de mis mejillas—. Mía por siempre.
Suelto una sonora carcajada.
—Nunca imaginé que ese chico tan tosco, huraño, arrogante y mujeriego iba a enamorarse de mí.
—Totalmente loco por ti.
—Y yo de ti, pero creo que es mejor que lo dejemos para la noche de graduación —le guiño un ojo—. Será nuestra noche.
—Eso es seguro, a más de que te tengo una sorpresa.
Abro los ojos como platos.
—¿Y de qué trata? —le preguntó llena de ansiedad y curiosidad.
—Ya lo verás.
—Bien, tú ganas.
Esa tarde Edwin y yo pasamos un día completo abrazados, en su habitación, discutiendo sobre los protagonistas de la serie con la que ambos teníamos una ligera obsesión.
—Damon es lo más cool que he visto en la vida —espeta—. Es mucho mejor que Stephan, él es un cobarde ¡no hace nada para salvar a Elena!
—¡Claro que sí! —Salgo en defensa del hermano menor de los Salvatore—. Stephan siempre cuida de ella.
—Pero al final siempre es Damon quien hace todo el trabajo sucio y la salva, él se lleva todo el crédito —resopla.
—Pero es malo —niego con la cabeza.
—Es bueno, es el mejor vampiro, Elena debería dejar de jugar al tonto y quedarse con él —sonríe porque sabe que ya ha ganado.
—Sabes, tienes razón, es sexy —me cruzo de brazos.
Edwin guarda silencio unos segundos, analizando una posible respuesta pero al final sonríe.
—¿Te digo un secreto?
—Vale.
—Si yo no estuviera a tu lado, me gustaría que salieras con alguien que se llamara Damon —encoje los hombros—. Como Damon Salvatore, creo que los que se llaman así son de buenos sentimientos.
—No digas tonterías, tú siempre estarás a mi lado —le doy un pequeño golpe a puño cerrado en el brazo—. Edwin es un nombre que me gusta.
—Lo sé.
Sonrió pero noté en su mirada algo, una tristeza que aunque pareció efímera, se ancló unos segundos en sus ojos para después desaparecer, dándole cabida a la misma felicidad que ya conocía.
—Te amo Candice.
—Y yo a ti, Edwin.
Las luces de color neón inundaban todo a mi alrededor, la música reventaba mis oídos de tan alto que tenía su volumen, mis amigas y yo no habíamos parado ni un solo minuto en bailar, desde que llegamos a la fiesta de graduación logramos acaparar todas las miradas, los chicos nos devoraban con ojos llenos de lujuria y las chicas nos lanzaban miradas llenas de envidia, era la noche perfecta para que nuestros sueños flotaran en el aire dejándose llevar, eso era lo que creía. Observo de reojo a Edwin, mi novio, no éramos muy populares; en un rango estudiantil del número uno al diez, nosotros nos posicionábamos en el número ocho, ¡y era genial!Rodeado de todos sus amigos se veía muy apuesto, y lo era, me sonrojo como una estúpida al ver cómo me agarra en curva y enseguida me guiña un ojo, Edwin hacía mi mundo mucho mejor de lo que ya era, tení
Ha pasado una semana desde que la vida decidió regalarme el dolor más insoportable que pudiera sentir. La alarma de mi despertador no ha dejado de sonar y yo me quedo inmóvil, esperando a que su espantoso ruido inunde toda mi habitación, la chica que era antes se había muerto esa noche junto con él, esa era la realidad. Mi realidad.—¡Candice!Escucho que mi madre me grita pero decido ignorarla, sigo quieta, despierta pero con los ojos cerrados al tiempo que con mis dedos acaricio el anillo que Edwin me iba a dar, abrazo mis rodillas y me hago un ovillo, era nuestro anillo de compromiso, la ansiedad me domina y aquel maldito nudo en mi garganta crece pero abro los ojos y me levanto antes de romperme en llanto, apartando todo de mi mente, odiaba tener que llorar, hace tiempo que no lo hacía porque en mi vida había puras cosas buenas, ahora sin él, me doy cuenta de que todo se trató de un e
No dejaba de asomarme por la ventanilla del avión, estaba a pocos minutos para llegar con Jenny, la mejor amiga de la infancia de mi madre, cuando era niña solía decirle tía porque se comportaba con amabilidad y me regalaba caramelos a escondidas de mis padres, así que siempre sería mi tía aunque solo fuera de palabra. Me quito los audífonos que estaban conectados a mi celular, y los guardo mientras escucho como una de las azafatas nos da las indicaciones, ya que estábamos por aterrizar. Este era un viaje que hacía por él, a Edwin le hubiera gustado la idea de que viajara a Arizona, observo el anillo en mi mano y sonrío, «esta va por ti, mi amor» suspiro decidida a dejarme llevar, me había prometido que este sería el mejor verano de mi vida, una oportunidad para sanar.Cuando aterrizamos, me dirijo al área de paquetería y después de unos
Nunca en mi vida había visto a un chico desnudo, ni siquiera tuve la dicha de ver a Edwin sin ropa. Le muerdo la mano provocando que aquel individuo soltara un grito de dolor y me dejara en libertad, pego carrera y bajo las escaleras pero al llegar a los últimos escalones termino chocando con la tía Jenny.—¡Santo dios, Candice! —Abre los ojos como platos mientras me regala una pequeña carcajada—. Me he levantado como alma que lleva el diablo en cuanto te he escuchado gritar.—¡Tía, arriba hay un ladrón con un enorme...! —me muerdo la lengua al darme cuenta de lo absurdo que sonaría contar los detalles y enseguida me sonrojo.—¿Un ladrón? —la tía Jenny enarca ambas cejas y se dirige a uno de los muebles en donde se veía con claridad que le gustaba coleccionar figurillas de porcelana, saca algo y cuando se gira me sorprende saber que
El chico que nos había interrumpido evitando que alguna otra catástrofe ocurriera, me daba un poco de miedo, su cuerpo estaba completamente lleno de tatuajes, incluso tenía algunos que le llegaban del cuello hasta una parte del rostro, debo admitir que a pesar de la tinta ocultando partes de su piel, era muy bien parecido. Las trillizas no dijeron nada más, solo guardaron silencio y comenzaron a ponerse nerviosas.—Será mejor que se vayan —les dice aquel chico con voz ronca, apretando los puños y mirándolas como si ellas fueran un asqueroso bicho que debía aplastar.—¿Quién se va a marchar? —Arturo llega acompañado de otros dos chicos que tenían pinta de ser unos niños mimados y ricos, en cuanto vieron al chico de los tatuajes se pusieron nerviosos—. No voy a permitir que le hables así a mi chica.—¿Ella es tú chica?
Cuando despierto me encuentro en una habitación que no reconozco, al principio mi visión es borrosa pero con el paso de los segundos se va aclarando y todo comienza a tomar forma, mi mente intenta unir las piezas sueltas del rompecabezas de lo sucedido, pero solo recuerdo la sonrisa de Edwin y la sensación del agua entrando a mis pulmones.—Por fin despiertas.Una voz que me parece melódica hace que gire, Damon está sentado en una silla mecedora observando cada uno de mis movimientos.—¿Qué ha pasado? —pregunto mientras respiro profundamente.—Lo que ha pasado es que nos has metido un susto de mierda —se pone de pie y se acerca a mí, lo observo mejor; sin camisa, con el pelo húmedo y las pupilas dilatadas, los nudillos de la mano rojos y una mejilla ligeramente moreteada—. Si no sabes nadar no es bueno que te metas a una piscina en medio de una pelea.
Después de que me hicieran miles de preguntas y de negar que lo que había en la sudadera no me pertenecía, me metieron a una especie de celda fría para que esperara a que alguien acudiera a mi ayuda. Estaba muy confundida con lo ocurrido, escuché de los policías que había explotado el tanque de gas de uno de los puestos que estaban en aquel festival, murieron tres personas incluyendo un niño y estaba en investigación la zona completa. No dejo de juguetear con el anillo de compromiso que nunca me quito y mentalmente hablo con Edwin. Cuando de pronto llegan dos oficiales acompañando a Damon y al entrar le quitan las esposas.—Lo siento mucho Candice —se disculpa con voz ronca mientras se sienta a mi lado.—Tal vez deberías explicarme qué es lo que pasó —lo miro fijamente a los ojos y veo la culpa en ellos.—Es complicado —se pasa una mano
Damon estaba tan tranquilo que me costó trabajo asimilar lo que me dijo, de hecho parecía como si el tiempo hubiera tomado un descanso colocándonos en las profundidades de un sueño eterno. En ese momento no supe cómo actuar, solo terminé por abrazarlo fuertemente mientras sentía que las palabras llenas de sentimientos se acumulaban en mi garganta pidiendo a gritos salir, y comencé a llorar. Damon me abrazó y poco a poco sentí el calor de su cuerpo recorrer el mío, apenas lo conocía pero no quería que muriera, no quería que se fuera con Edwin. —Candice —me dice con voz ronca—. No llores, no tienes por qué hacerlo, todo estará bien..., quiero decir..., todos moriremos algún día, solo que yo me adelantaré primero. —¡¿Cómo puedes decirlo así?! —Me aparto de él y lo miro fijamente a los ojos—. Como si fuera tan fácil. <