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Capítulo 5

El chico que nos había interrumpido evitando que alguna otra catástrofe ocurriera, me daba un poco de miedo, su cuerpo estaba completamente lleno de tatuajes, incluso tenía algunos que le llegaban del cuello hasta una parte del rostro, debo admitir que a pesar de la tinta ocultando partes de su piel, era muy bien parecido. Las trillizas no dijeron nada más, solo guardaron silencio y comenzaron a ponerse nerviosas.

—Será mejor que se vayan —les dice aquel chico con voz ronca, apretando los puños y mirándolas como si ellas fueran un asqueroso bicho que debía aplastar.

—¿Quién se va a marchar? —Arturo llega acompañado de otros dos chicos que tenían pinta de ser unos niños mimados y ricos, en cuanto vieron al chico de los tatuajes se pusieron nerviosos—. No voy a permitir que le hables así a mi chica.

—¿Ella es tú chica? —me señala aquel chico al tiempo que enarca ambas cejas, para después soltar una carcajada que me provocó una vergüenza total.

—No, ella es mi prima —responde Arturo.

—Vaya, ¿qué sucede aquí? —sale Damon con un par de servilletas y con otra copa de helado, al ver al chico de los tatuajes se pone serio y me pareció ver que de sus ojos salían chispas.

—¡No lo puedo creer! —grita una de las trillizas y se da la media vuelta furiosa, aún podía sentir su mala vibra y el deseo de querer asesinarme.

—Sucede que tu amigo Zac está molestando a mi chica —menciona Arturo acercándose a una de las dos chicas morenas que quedaban, le rodea la cintura con el brazo y mira al chico de los tatuajes del que ahora ya sabía su nombre.

Damon le lanza una nueva mirada que me es difícil de interpretar, pero que en lo personal me parece intimidante, Zac hace una mueca y se marcha sin decir nada más.

—Lamento los inconvenientes —se disculpa Damon con ambas chicas al tiempo que una de ellas me fulmina con la mirada.

—¡Vaya, Candice! —Arturo se fija en mi abriendo los ojos como platos, pero es evidente el recorrido visual que aplica sobre mi cuerpo—. Creo que has tenido un accidente, y se te están...

Arturo se sonroja y aparta la mirada de mí, su novia le da un codazo y yo no reparo en lo que quiere decir de no ser por Damon, quien sutilmente se me acerca y me susurra al oído que se me ha transparentado la blusa haciendo que se noten mis pezones endurecidos.

—¡No puede ser cierto! —gruño mientras intento cubrir con mis brazos mi pecho, ignorando las risitas tontas de las dos chicas.

Damon se quita su playera y me la ofrece, pienso en rechazarla pero al estudiar detenidamente la situación en la que me encontraba, negar ayuda significaría un grave error. Termino por aceptar su camisa y me la pongo encima, al deslizarla sobre mi cabeza, el indudable olor a colonia hace que sea un delirio para mis fosas nasales y trato de guardar ese recuerdo.

—Gracias —le agradezco mostrando una de las sonrisas que tenía bajo la manga.

—Eres muy despistada, Candice —Damon encoge los hombros, no puedo apartar la mirada de su cuerpo bien formado y reparo en un pequeño tatuaje en su hombro, era una mariposa negra.

Trago saliva al recordar que Edwin me decía lo mismo.

—Bueno, pues te presento a las trillizas más sexys de este lugar, sé que es difícil saber quién es quién, ¡yo aún no logro saber cuál de ella es mi novia! —Bromea Arturo—. Ellas son; Alondra, Martha, y Daniela.

—¿Entonces cómo sabes...? —pregunto con voz anodina.

—Eso es lo divertido, tonta —habla entre dientes la chica morena a la que Arturo tenía entre sus brazos—. Todas somos sus novias.

—Creo que lo mejor es que nos vayamos —masculla Damon tomándome del brazo para alejarme de esas arpías—. Pienso que ya han hecho suficiente.

—¿Qué quieres decir? —salta una de las chicas.

—Qué imagino lo que ocurrió aquí.

—¡Hey, los veré esta noche en el festival! —exclama Arturo en tono burlón alejándose con aquellas chicas.

—Sabes, tienes muy buena suerte, acabas de llegar y esas tres ya te adoran, supongo que en estos días te pedirán que seas su amiga —me comenta con sorna Damon dándole una probada a la copa de helado con la que ya había salido.

—¿Estás de broma? —Ruedo los ojos—. Ya me odian y no sé por qué.

—De eso tengo la culpa yo, te explico; Arturo es un mujeriego y por ende yo puedo serlo, pero no me interesa eso en estos momentos de mi vida, y esas tres son las mortales y peligrosas trillizas del mal —me explica con un tono de voz muy dramático dándole una pizca de misterio a su descripción, lo cual me causa risa—. Como sea. Están enamoradas de mí y piensan que yo soy de su propiedad, al igual que lo es Arturo en cierta forma.

—Así que debo sentirme halagada por ser amiga del chico más popular y guapo...

—¡Alto, niña! —Damon me pone un dedo sobre los labios para que guarde silencio—. Tienes que decir; ¡el chico más guapo, más sexy, más popular y con más trasero de todo este pueblo!

Yo sonrío y me giro para ver su trasero lastimoso.

—Me temo que lo último no es cierto, yo tengo más que tú —me encojo de hombros mientras seguimos caminando hacia el carro.

Un brillo malicioso se aloja en sus ojos y puedo jurar que mientras caminaba, de reojo observaba mi trasero.

—¿Y ahora tendremos una pelea para ver quien tiene de los dos, el trasero más grande? —se burla mostrando sus dientes perfectos.

—¡Olvídalo, estás loco!

De regreso a la casa de la tía Jenny, Damon no paró de hablarme sobre los sitios más populares y más concurridos de la cuidad, y por supuesto no dejó de alardear sobre su enorme popularidad y de lo bien parecido que era.

—Te esperaré abajo en diez minutos —me anuncia mientras observa la hora en su reloj de mano.

—¿No piensas ir a tu casa y arreglarte? —abro los ojos como platos sin quitar la mirada de su pecho desnudo, era extraño ver a alguien de ese modo que no fuera Edwin.

—Me pondré una camisa de Arturo, andando.

Cuando entramos me sorprendió ver a la tía Jenny haciendo yoga en medio de la sala principal.

—¡Qué bueno que han llegado! —La tía se pone de pie y me da un enorme abrazo—. Cariño, me temo que tendrás que ir en compañía de Arturo y de este Romeo traicionero, tengo unas cosas que hacer pero cuando lleguen les tendré una cena especial...

—¿Y quién dijo que llegaríamos temprano a casa, mujer? —Damon la abraza y en ese momento se escucha que alguien entra; se trata de Arturo, quien a toda prisa pasa y saluda a la tía.

—Después del festival hay una pequeña fiesta en la casa de Gabriel Stander —argumenta Arturo con una media sonrisa, toma una manzana del canasto colocado sobre la mesa del comedor y cuando regresa me la da—. Será divertido Candice, espero que aceptes venir, los he alcanzado en cuanto pude.

—Yo me hago responsable de su seguridad —habla Damon mientras suelta una pequeña risilla al ver el rostro de espanto de la tía Jenny pero rápidamente cambió su expresión al escuchar su voz.

—Par de ladronzuelos, si no tengo más opción que aceptar me parece bien, en todo caso que Candice decida ir la quiero a las doce de la noche, ni un minuto más —declara la tía quitándome la manzana de las manos— vamos cariño, no necesitas de esto con lo delgaducha que estás, ve y come una buena hamburguesa o algo que te pueda aportar unas cuantas calorías.

Mi tía vuelve a su meditación y Arturo me guiña un ojo.

—Es increíble que no te hubiera dicho nada por estar semidesnudo —le comenta Arturo a Damon mientras subimos por las escaleras.

—Ya sabes como es.

—Bueno Candice, en diez minutos salimos, ponte... —Arturo me ve de arriba abajo con un brillo en los ojos—. Algo cómodo pero...

Damon lo analiza con ojos asesinos y no sé por qué, pero parece molesto, así que solo sonrío.

—Creo que entiendo, veré que puedo hacer —respondo con voz monótona.

Damon me observa por el rabillo del ojo de un modo extraño pero no dice nada, se da la media vuelta y se mete a una habitación que estaba exactamente al lado de la que había escogido. Arturo se despide de mí con la misma sonrisa con la que lo conocí y yo me adentro a mi habitación. Lo primero que hago es saludar a Edwin y contarle a su retrato todo lo que había sucedido. Después opto por una buena ducha y al terminar enrollo mi cuerpo desnudo con una toalla, cuando salgo me sorprendo al ver a Damon sentado en mi cama, sus ojos me recorren de la cabeza a los pies. Y lo único que se me ocurre es aferrarme a la toalla, estaba apenada.

—Esto... —bajo la mirada, nunca en mi vida me había sentido tan expuesta.

—Siento haber entrado sin avisar, bueno de hecho sí lo hice pero estabas en la ducha, así que pensé en echarte una mano —dirige su mirada esta vez a un atuendo colocado en orden sobre la cama—. No te enfades, me he tomado la molestia de ver que tenías en el ropero y me temo que esto es lo único que pude salvar, tu estilo es algo...

—Desenfadado —contesto recordando que eso era lo que solía decir Edwin.

Observo con detenimiento mientras permanezco en la entrada del baño, era un jumper short azul cielo, converse negros y un top oscuro que me había comprado Edwin en una salida hace meses pero que nunca usé, seguramente se revolvió en la ropa cuando empaqué en casa, no recordaba haberlo doblado y guardado.

—Exacto, ¿sucede algo malo? —Damon enarca una ceja poniéndose de pie y dirigiéndose a la puerta.

—No —niego con la cabeza.

—Tranquila —suelta una pequeña risilla—, No haría nada malo frente a tu novio. —Esta vez señala con la mirada el retrato—. ¡Date prisa!

Cuando sale camino hacia mi tocador y tomo el retrato.

—Parece buen chico, pero no te pongas muy celoso, solo somos amigos —dejo el retrato en su lugar y pienso dos veces en ponerme el top, no era de las chicas que mostraba mucha piel.

Al cabo de diez minutos termino por ponerme lo que Damon había escogido y dejo mi cabello suelto, al bajar veo que la tía Jenny está riendo a carcajadas con un chiste de Damon mientras Arturo no dejaba de m****r mensajes de texto. Levanta la mirada y al verme deja su celular de lado.

—Ya era hora —Arturo se pone de pie y le da un beso en la mejilla a la tía Jenny.

—A media noche, ni un minuto más par de Romeos del infierno.

Mi tía Jenny se acerca, me da un abrazo y sube las escaleras sin añadir nada más, yo me quedo extrañada pero salir no me haría mal alguno. Nos ponemos en marcha, Damon se había adelantado solo en su carro, mientras que Arturo y yo andábamos con calma.

—¿Qué tal te ha caído Damon? —me pregunta mi primo sin quitar la mirada al frente.

—Es interesante —respondo a secas.

—Escucha, nos desviaremos ¿te parece bien?

—¿Qué quieres decir? —comenzaba a ponerme nerviosa.

—No iremos al festival, dejemos que Damon se divierta solo, a él le gustan esa clase de cosas y a mí me aburren —se encoge de hombros.

Con la mano comienzo a acariciar mi anillo, y soltando un largo suspiro decido dejarme llevar por esta vez.

—¿Entonces me puedes explicar a dónde nos dirigimos?

—A la fiesta de la que te hablamos hace un momento, ya ha empezado, tranquila, todos te caerán bien.

Eso no me dejó tranquila pero lo disimulé bajo mi falsa sonrisa. Cuando llegamos la música estaba a todo volumen, en el patio hay muchos chicos fumando marihuana y quitándose la ropa dejando sus cuerpos semidesnudos, se avientan a la alberca y gritan como locos. No me doy cuenta de que mi primo no está a mi lado hasta que me giro para preguntarle algo, estaba sola en medio de un ambiente que no era el mío.

Me quedo sentada en un tronco que estaba al fondo de la casa en donde nadie me puede ver y saco mi celular, busco en mi agenda el primer número que aparece y marco.

—Hola, sabes, tengo un secreto que contarte —suelto una pequeña pero muy notoria risa tonta—. Estoy en una fiesta rodeada de un montón de extraños, ¡no te molestes! Todo va bien aunque me siento un poco aburrida, me haces mucha falta, después de dos días pensé en acompañarte en tu largo viaje pero no pude hacerlo porque no tuve el valor suficiente, y porque sabía que eso te cabrearía bastante, como sea, solo quería recordarte nuestra charla personal esta noche, cuando llegue nos pondremos al día ambos, te amo.

Cuelgo y comienzo a cantar para no llorar, nadie sabía que desde la muerte de Edwin había cogido la costumbre de marcar su número, al principio tenía la absurda esperanza de que iba a contestar, y me despertaría de aquella pesadilla pero conforme fui aceptando su muerte me di por vencida. Inicié las llamadas para sentirlo cerca de mí, si mis padres se enteraran me matarían y se sentirían culpables.

—¿Hablando con tu novio, preciosa?

Una voz ronca y hostil me toma por sorpresa y dejo de cantar, me giro para ver al chico que se había tomado la molestia de sentarse a mi lado. Era el tipo de chico ebrio y lleno de tatuajes como Zac, el amigo de Damon.

—Sí —respondo alejándome un poco de él, su aliento alcohólico me causaba nauseas.

—Pues yo no lo veo aquí, ¿cómo es posible que teniendo una novia tan sexy como tú, te dejara sola? —me mira con sus pupilas dilatadas y ojos inyectados en sangre.

Yo me pongo en alerta, así que me levanto y sin decirle nada más comienzo a caminar para buscar a mi primo, a quien localizo cerca de la piscina, me cruzo de brazos y comienzo a caminar entre toda esa gente joven malgastando su tiempo, cuando de pronto siento que alguien me jala del brazo.

—¡Te estoy hablando perra! —me grita el mismo chico de hace un momento, su agarre me duele e imagino que por la mañana tendré moretones en ese lugar en donde sus dedos invaden mi piel.

Yo me quedo paralizada del miedo, nunca aprendí a defenderme bien, Edwin quiso enseñarme unas cuantas veces defensa personal pero no logramos llegar a ese día.

—¡¿Acaso eres muda?! —Se acerca a mí y me estrecha con fuerza contra su cuerpo, olía a alcohol y cigarrillo—. ¡Vamos a coger, perra!

Aquel chico ebrio comienza a besarme el cuello y reacciono dándole una patada en los bajos, lo que produce que suelte un grito de dolor, yo aprovecho eso para huir pero él me toma del cabello y comienza a tirar de él cuando en ese momento alguien llega y le da un puñetazo certero en el rostro, levanto la vista y me doy cuenta de que se trata de Damon.

—¿Estás bien? —me pregunta jadeante y lleno de preocupación.

Antes de que hablara y de que yo contestara, aquel chico le da un empujón, Damon voltea y comienzan a pelear mientras todos hacen un circulo para ser espectadores, dos chicos se meten para golpear a Damon y enseguida Zac y Arturo saltan en su ayuda, yo comienzo a dar pasos hacia atrás y termino chocando con una de las chicas trillizas.

—¡Fíjate zorra! —me fulmina con la mirada, se da la media vuelta y se marcha.

Entonces y sin darme cuenta de donde estaba pisando, doy un paso atrás y caigo en la enorme alberca, tal vez pudiera parecer no ser nada del otro mundo, pero el problema radicaba en que no sabía nadar y aquella alberca parecía ser algo profunda, por mi mente se cruza la idea de tratar de subir a la superficie pero me siento tan cansada, que me quedo quieta por unos segundos que en mi mente transcurrieron como una eternidad, quería reunirme con Edwin, estar a su lado, sonrío y cierro los ojos mientras me hundo en las profundidades de mis sueños más suicidas.

Entonces siento como alguien rodea mi cuerpo y decido perderme, me he rendido, al salir solo puedo escuchar lejanamente a alguien gritar mi nombre.

—¡Candice!

Pero en mi mente solo está la sonrisa de él.

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