Rosalía caminó por el pasillo hasta perderse en el elevador. Al llegar a la planta baja, Pablo la esperaba, él estaba al teléfono haciendo una llamada. “Si, llegaré tarde… si, duerme temprano”.
Rosalía hizo un mohín al escuchar a Pablo, su esposa era muy empalagosa y siempre lo estaba llamando. “¿Nos vamos?”. Le dijo molesta.
Pablo guardó su teléfono y giró para verla, era un hombre muy guapo, le sonrió diciéndole a su jefa. “Vamos”.
Rosalía y Pablo subieron a los asientos traseros, el chofer los llevó al hospital, ella observaba por la ventana, su semblante era serio, pero no te podías imaginar que es lo que ella estaba pensando o tramando esa mujer tan bella.
Pablo la observó diciéndole sobre la llamada. “Era Dora”.
Rosalía giro para ver a Pablo y algo interesada pregunto. “¿Cómo está Artur?”.
Pablo sonrió recordando a su hijo. “Creciendo cada día mas, ya tiene casi dos años”.
Rosalía se asombró. “Tanto tiempo ha pasado”.
Pablo la observó de una manera provocativa. Recordando el embarazo de su esposa, fue algo difícil y ella tenía que estar en cama la mayor parte del tiempo, Pablo y Rosalía salieron a un viaje de negocios y se dio la oportunidad de que Pablo y ella tuvieran relaciones y disfrutaron de los siguientes meses juntos, los viajes y encuentros en el departamento de Rosalía eran constantes, hasta que el pequeño Artur cumplió sus primeros meses, fue cuando Rosalía puso un alto de nuevo entre ellos.
A Rosalía no le importaba, ella no creía en el amor, los hombres solo pensaban con su extremidad inferior y Pablo no era la excepción.
Pablo afirmó. “Si pasa el tiempo muy rápido… Dora quiere tener otro bebe”.
Rosalía se rio agachando la cabeza para burlarse. “Y… ¿Aceptaste?”. Le preguntó suspicaz.
Pablo se río de forma coqueta rozando la pierna de Rosalía. “Si, será unos meses largos…”
Ella solo negó riendo, dejando que Pablo tocará sus piernas, siguió observando por la ventana la gran ciudad ignorando al hombre. No tenía ninguna intención de volver a enredarse con él.
Al llegar ambos entraron al hospital, subieron al tercer piso en silencio y llegaron juntos a la habitación, Pablo se quedó de pie afuera cuidando el pasillo mientras ella entró, estaba solo, su informante le habían dicho que Miriam y Linda se habían ido a cenar.
Ella caminó hacia la cama donde su padre estaba acostado, el hombre tenía la piel arrugada por la edad y su cabello plateado, sus rasgos eran parecidos.
Rosalía observaba al hombre en silencio hasta que el despertó, no podía hablar solo la miraba con desconcierto.
“Linda me dijo que estabas mal… vaya que tu nuevo negocio fue todo un fiasco…” Ella se burló recargando su codo en la cama y poniendo su barbilla en su mano.
Ella acomodo la sabana de su padre burlonamente. “Sabes Peter Durand es un gran amigo…” Ella sonrió. “Me debía un gran favor…”
Su padre abrió mucho los ojos y empezó a agitarse. El hombre con el que hizo el trato…
Ella le mostro una sonrisa de oreja a oreja. “Sabes… tu tierna y adorada hijita fue a buscarme hoy…” Ella se mordió el labio. “Me pidió encarecidamente que ayudará a la familia, y yo no pude negarme”. Rosalía hizo un puchero triste.
Ella se alejó un poco sentándose en la silla cerca de la cama, cruzó sus piernas y jugó con su cabello. “Tu princesa estaba dispuesta a todo con tal de que la empresa se salvará… hasta de… entregarme las acciones”.
El hombre seguía agitándose mientras observaba a la mujer. Rosalía se puso seria para darle la noticia. “Ahora soy la accionista mayoritaria, soy la nueva jefa”.
El hombre trató de hablar. “Rosali… Tú…”
Ella se levantó y le palmeó la mejilla toscamente a su padre. “¿Qué dices? ¿No te entiendo papá?”.
El empezó a respirar con dificultad.
Ella lo notó y siguió sonriendo. “Creíste que no me iba a enterar que las empresas, las propiedades, ¡Todo! era de mi madre y mis abuelos, tú solo eras un empleado de una tienda que nunca estudió y tuvo suerte de conocer a una niña rica”.
El hombre la miraba atento y tosiendo.
“Mamá confió en ti, te amaba y ¿Cómo le pagaste?”. Ella molesta le reclamaba.
“Enterarme que tú y Miriam tenían una relación desde antes de casarte con mamá fue duro y me di cuenta que nosotros solo éramos peones en tu juego, solo nos convencías de ser una hermosa familia para que no te faltará dinero para estar con ellas”.
El hombre seguía mirándola y lágrimas empezaron a brotar de sus ojos sin poder hablar sobre murmuraba cosas sin sentido y palabras incompletas.
Ella se quedó en silencio por un momento antes de decirle. “No te imaginas, cuánto van a sufrir ellas por todo lo que tú hiciste, pagarán caro cada lagrima derramada de mi madre y mía, tu estarás de testigo invalido y sin poder defenderlas solo podrás ver como las arruino”.
El hombre empezó a colapsar, Rosalía solo lo observaba en silencio, se estaba quedando sin aire su rostro estaba tornándose azul, las máquinas sonaban como locas, el hombre trataba de manotear, pero era inútil, se estaba muriendo de asfixia.
Ella se acercó observando el rostro de su padre, cuando ya no hubo movimiento, salió de la habitación caminando despacio. Minutos después se escuchó la puerta, el doctor y enfermera entraron a reanimarlo.
Linda y su madre llegaron al enterarse, empezaron a llorar como locas, Rosalía entró al lugar. “¿Qué pasó?”. Parecía como si ella estuviera llegando.
Linda se acercó abrazándose de su hermana. “Papá se puso muy mal, puede morir”.
Rosalía solo palmeó un poco la espalda de Linda mientras miraba atenta a Miriam, la mujer lloraba en silencio, pero no apartaba la vista de Rosalía, sus miradas eran retadoras.
El doctor salió explicándoles que casi no pudo aguantar el paro cardiaco y todas las complicaciones que seguían después de esto. Pablo asintió hacia el doctor y juntos salieron del pasillo.
Linda se sentó en la silla al lado de la cama de su padre tomando su mano, no dejaba de mirarlo. Miriam se acercó a Rosalía y le reclamó en voz baja. “¿Por qué estás aquí?”. Rosalía sonrió burlonamente. “¿Por qué no? Te recuerdo que es mi padre”. Le recriminó al instante. Miriam hizo una mueca girando a ver a su hija que seguía ocupada. “Dejó de ser desde que tu padre desde que te echo de nuestra casa, no tienes nada que hacer aquí”. Rosalía no podía creer lo hipócrita que era la mujer y levantó la mirada advirtiéndole a la mujer mayor. “Sería mejor que guardaras silencio, podrías arrepentirte de hablarme así”. Miriam resopló. “Nunca me arrepentiré, eres una basura que Mauricio desecho hace mucho tiempo”. Rosalía la miró despectivamente. “No me hagas enojar o pediré que te saquen a ti y a tu hija de mi casa”. Miriam se burló. “Ya no es tu casa”. Rosalía sonrió. “¿Estás segura? La mansión es herencia de mis abuelos, por lo tanto, es de mi madre y al morir mis padres automáticam
Se escuchó ruido en las escaleras, la ama de llaves y Rosalía salieron de la cocina y observaron a María con una maleta. “Mamá ¿A dónde vas?”. Rosalía estaba intrigada, su madre se iba de viaje y su padre no estaba. Su madre se acercó y acarició su mejilla. “Tengo que salir de viaje, volveré en unos días”. Se alejó de ella caminando a la puerta. Rosalía la detuvo. “Pero ¿A dónde?”. Su madre la abrazo fuerte y se retiró un poco de ella mirándola a los ojos. “Nunca confíes en nadie, no dejes que se aprovechen de ti, nunca ¿Entendiste?”. Rosalía asintió. María le dio un beso en la mejilla y le sonrió, para después salir de la mansión. Rosalía se quedó en silencio pensando en las palabras de su madre, cuando reaccionó su madre ya no estaba. Días después su padre volvió. Rosalía al escuchar el auto se asomó a la ventana, su madre nunca se ausentaba tanto tiempo y estaba muy preocupada, ninguno le contestaba las llamadas. Al bajar y entrar a la sala, encontró a su padre con una mu
Miriam tomó la mano de Mauricio. “No te preocupes se le va a pasar”. Ella trató de calmarlo regalándole una bonita sonrisa mientras por dentro se burlaba de la niña. Mauricio asintió y entró a la casa, Linda estaba escondida cerca de la puerta llorando, sabían que las rosas eran de la madre de Rosalía, le dolía toda la situación, pero no podía hacer nada. Los sirvientes también agacharon la cabeza y siguieron podando el hermoso jardín, el ama de llaves Laura los ayudaba llorando, sabía que esto que estaban destruyendo era un tesoro de Rosalía y su madre”. Días después… Rosalía estaba en su cuarto terminando algunas tareas cuando Laura entró apurada y nerviosa. “Niña”. Rosalía la observó frunciendo el ceño al ver el semblante asustado de la ama de llaves. “¿Qué pasa?”. Rosalía no había querido bajar en todo el día, se escuchaba ruido en el piso de abajo desde temprano imaginaba que Miriam hacía cambios en la casa. La mujer mayor se acercó tomando la mano de Rosalía. “Necesita b
Estaban juntos en su habitación, Guillermo estaba recostado en la cama de Rosalía leyendo un libro mientras ella terminaba de recoger sus cosas cuando la puerta se escuchó, Rosalía pidió que entraran, era Linda, ella acababa de llegar después de estudiar en el extranjero. “Rosalía”. Guillermo levantó la vista para ver a la chica, le resultó muy parecida a Rosalía, era bonita como su hermana, pero esos ojos cafés claros y su sonrisa tímida lo conmovieron al instante. Guillermo la había visto en otras ocasiones, pero hoy era diferente, estaba más alta y más madura ya no era la niña que conocía. Linda al ver al chico se sonrojo, era alto y de tez clara, su sonrisa al instante la emocionó, su estómago revoloteo. Rosalía observó a ambos y frunció el ceño, molesta preguntó a su hermana. “¿Qué quieres?”. “Mamá pregunta si tu amigo se quedará a cenar”. Miriam a pesar de los años fingía tener una buena relación con Rosalía ante el mundo. “Iremos en un momento”. Rosalía le dijo sacándola
Rosalía garantizó que así sería. La mujer revisó su reloj. “Tengo que volver, solo dije que iría a comprar la despensa”. La chica entendió y volvió a abrazarla antes de que se fuera. “Gracias por venir”. Laura se despidió dejándola ahí en medio de los jardines, Rosalía deambulaba mirando como sus compañeros se tomaban fotos con amigos y familiares, ella estaba sola, se encontró con la mirada de Guillermo que le sonrió, estaba con sus padres, ella solo se abrazó a sí misma, Guillermo nunca la había presentado ni como amiga, todo lo que tenían era un secreto de ellos dos, ella se dio la vuelta caminando hasta las aulas. Fue a recoger sus cosas para irse, su mochila estaba en su silla, pero antes de recogerla camino hasta la ventana donde podías ver todo el panorama, un sentimiento de vacío apareció en su corazón mirando como todos festejaban a los alumnos y pensó en su mamá. La puerta se escuchó, Rosalía giró encontrándose con Guillermo de pie en la puerta. “¿Qué haces aquí?”.
Rosalía reprimió todo su dolor y sonrió de forma amistosa levantándose de la mesa. “Me alegro por ustedes”. Las palabras salían amargas de su boca. Rosalía quería salir de ahí rápidamente. “Tengo que irme”. Linda la detuvo tomándola de la mano. “Comamos los tres juntos, tenemos mucho de qué hablar”. Linda siempre quiso llevarse bien con su hermana, pero las cosas siempre se complicaban por culpa de su madre, ahora quería cambiar eso y tratar de llevar una buena relación. Los ojos de Linda eran suplicantes, Rosalía no estaba segura de aceptar, Guillermo no había dicho nada en todo el tiempo que estuvieron ahí, al final aceptó después de tanta insistencia, la comida fue algo incomoda, Linda no se dio cuenta pero Guillermo estaba en silencio todo el tiempo, mientras ella parloteaba de la forma tan romántica en que Guillermo la persiguió y se le declaró, salieron algunas veces y era muy insistente, lleno su casillero de flores y le pidió frente a todos en el restaurante de su madre
Al terminar, él se recostó a su lado agitado, mientras Rosalía recobraba el sentido, suspiro largo esperando a que su corazón se calmara, palpitaba tan desenfrenadamente, Guillermo la atrajo más a él abrazándola por detrás, ambos se quedaron dormidos. Mas tarde Rosalía despertó al sentir el movimiento y ruido, Guillermo dejó el teléfono en la cama, terminaba una llamada y estaba vistiéndose, al verla despierta él sonrió robándole un beso rápido. “Me tengo que ir, recogeré a Linda en la escuela”. Rosalía preguntó. “¿No puedes quedarte?”. Era más como una súplica. Guillermo se giró y le explicó para que entendiera. “Ella es mi novia, debo estar ahí”. Rosalía se quedó muda con lágrimas amenazando con salir, Guillermo tomó su teléfono y le dijo algo más, pero ella solo asintió en silencio obedeciendo, él salió de la habitación dejando el lugar en un silencio abrumador, Rosalía se aferró a sus piernas abrazándose y lloró incontrolablemente. Fin del Recuerdo de Rosalía… ……………………..
Ella no abrió la puerta esperando a que se fuera. Álvaro dijo desde el otro lado tocando de nuevo. “Sé que estás ahí Rosalía, hablemos”. Ella hizo un mohín y fue a la cocina buscando más vino, relleno otra copa mientras escuchaba a Álvaro murmurar desde afuera, ella se recargo en el respaldo del sillón pensando si abrir o no mientras balanceaba su copa mirando el líquido. El hombre no dejaba de tocar y hablar. “No me iré hasta que abras, tenemos que hablar”. Álvaro le advertía. Al no tener respuesta recargo su frente en la puerta y con voz suplicante empezó a hablar más calmado. “Por favor... Rosalía, te juro que mi esposa no se va a enterar, te deseo tanto… estoy dispuesto a hacer lo que quieras… Me divorciaré si me lo pides… por favor abre…” Rosalía negó con la cabeza ya cansada de la palabrería del hombre, tomo su teléfono e hizo una llamada, unos minutos después unos hombres vestidos de negro llegaron frente a él, Álvaro estaba recargado en la puerta, al verlos se levantó. Lo