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CAP 3 VISITA

Rosalía caminó por el pasillo hasta perderse en el elevador. Al llegar a la planta baja, Pablo la esperaba, él estaba al teléfono haciendo una llamada. “Si, llegaré tarde… si, duerme temprano”.

Rosalía hizo un mohín al escuchar a Pablo, su esposa era muy empalagosa y siempre lo estaba llamando. “¿Nos vamos?”. Le dijo molesta.

Pablo guardó su teléfono y giró para verla, era un hombre muy guapo, le sonrió diciéndole a su jefa. “Vamos”.

Rosalía y Pablo subieron a los asientos traseros, el chofer  los llevó al hospital, ella observaba por la ventana, su semblante era serio, pero no te podías imaginar que es lo que ella estaba pensando o tramando esa mujer tan bella.

Pablo la observó diciéndole sobre la llamada. “Era Dora”.

Rosalía giro para ver a Pablo y algo interesada pregunto. “¿Cómo está Artur?”.

Pablo sonrió recordando a su hijo. “Creciendo cada día mas, ya tiene casi dos años”.

Rosalía se asombró. “Tanto tiempo ha pasado”.

Pablo la observó de una manera provocativa. Recordando el embarazo de su esposa, fue algo difícil y ella tenía que estar en cama la mayor parte del tiempo, Pablo y Rosalía salieron a un viaje de negocios y se dio la oportunidad de que Pablo y ella tuvieran relaciones y disfrutaron de los siguientes meses juntos, los viajes y encuentros en el departamento de Rosalía eran constantes, hasta que el pequeño Artur cumplió sus primeros meses, fue cuando Rosalía puso un alto de nuevo entre ellos.

A Rosalía no le importaba, ella no creía en el amor, los hombres solo pensaban con su extremidad inferior y Pablo no era la excepción.

Pablo afirmó. “Si pasa el tiempo muy rápido… Dora quiere tener otro bebe”.

Rosalía se rio agachando la cabeza para burlarse. “Y… ¿Aceptaste?”. Le preguntó suspicaz.

Pablo se río de forma coqueta rozando la pierna de Rosalía. “Si, será unos meses largos…”

Ella solo negó riendo, dejando que Pablo tocará sus piernas, siguió observando por la ventana la gran ciudad ignorando al hombre. No tenía ninguna intención de volver a enredarse con él.

Al llegar ambos entraron al hospital, subieron al tercer piso en silencio y llegaron juntos a la habitación, Pablo se quedó de pie afuera cuidando el pasillo mientras ella entró, estaba solo, su informante le habían dicho que Miriam y Linda se habían ido a cenar.

Ella caminó hacia la cama donde su padre estaba acostado, el hombre tenía la piel arrugada por la edad y su cabello plateado, sus rasgos eran parecidos.

Rosalía observaba al hombre en silencio hasta que el despertó, no podía hablar solo la miraba con desconcierto.

“Linda me dijo que estabas mal… vaya que tu nuevo negocio fue todo un fiasco…” Ella se burló recargando su codo en la cama y poniendo su barbilla en su mano.

Ella acomodo la sabana de su padre burlonamente. “Sabes Peter Durand es un gran amigo…” Ella sonrió. “Me debía un gran favor…”

Su padre abrió mucho los ojos y empezó a agitarse. El hombre con el que hizo el trato…

Ella le mostro una sonrisa de oreja a oreja. “Sabes… tu tierna y adorada hijita fue a buscarme hoy…” Ella se mordió el labio. “Me pidió encarecidamente que ayudará a la familia, y yo no pude negarme”. Rosalía hizo un puchero triste.

Ella se alejó un poco sentándose en la silla cerca de la cama, cruzó sus piernas y jugó con su cabello. “Tu princesa estaba dispuesta a todo con tal de que la empresa se salvará… hasta de… entregarme las acciones”.

El hombre seguía agitándose mientras observaba a la mujer. Rosalía se puso seria para darle la noticia. “Ahora soy la accionista mayoritaria, soy la nueva jefa”.

El hombre trató de hablar. “Rosali… Tú…”

Ella se levantó y le palmeó la mejilla toscamente a su padre. “¿Qué dices? ¿No te entiendo papá?”.

El empezó a respirar con dificultad.

Ella lo notó y siguió sonriendo. “Creíste que no me iba a enterar que las empresas, las propiedades, ¡Todo! era de mi madre y mis abuelos, tú solo eras un empleado de una tienda que nunca estudió y tuvo suerte de conocer a una niña rica”.

El hombre la miraba atento y tosiendo.

“Mamá confió en ti, te amaba y ¿Cómo le pagaste?”. Ella molesta le reclamaba.

“Enterarme que tú y Miriam tenían una relación desde antes de casarte con mamá fue duro y me di cuenta que nosotros solo éramos peones en tu juego, solo nos convencías de ser una hermosa familia para que no te faltará dinero para estar con ellas”.

El hombre seguía mirándola y lágrimas empezaron a brotar de sus ojos sin poder hablar sobre murmuraba cosas sin sentido y palabras incompletas.

Ella se quedó en silencio por un momento antes de decirle. “No te imaginas, cuánto van a sufrir ellas por todo lo que tú hiciste, pagarán caro cada lagrima derramada de mi madre y mía, tu estarás de testigo invalido y sin poder defenderlas solo podrás ver como las arruino”.

El hombre empezó a colapsar, Rosalía solo lo observaba en silencio, se estaba quedando sin aire su rostro estaba tornándose azul, las máquinas sonaban como locas, el hombre trataba de manotear, pero era inútil, se estaba muriendo de asfixia.

Ella se acercó observando el rostro de su padre, cuando ya no hubo movimiento, salió de la habitación caminando despacio. Minutos después se escuchó la puerta, el doctor y enfermera entraron a reanimarlo.

Linda y su madre llegaron al enterarse, empezaron a llorar como locas, Rosalía entró al lugar. “¿Qué pasó?”. Parecía como si ella estuviera llegando.

Linda se acercó abrazándose de su hermana. “Papá se puso muy mal, puede morir”.

Rosalía solo palmeó un poco la espalda de Linda mientras miraba atenta a Miriam, la mujer lloraba en silencio, pero no apartaba la vista de Rosalía, sus miradas eran retadoras.

El doctor salió explicándoles que casi no pudo aguantar el paro cardiaco y todas las complicaciones que seguían después de esto. Pablo asintió hacia el doctor y juntos salieron del pasillo.

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