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CAP 2 ACCIONES

Rosalía sonrió y se acercó acariciando la mejilla de la chica. “Es una buena decisión, verás que todo mejorará”.

Linda asintió sentándose en el sillón.

Rosalía camino al escritorio y tomó el teléfono, llamando a su secretaria. “Melina, trae los papeles por favor”.

Unos minutos después entró una mujer alta de rasgos juveniles. “Señorita Rinaldi, aquí están los documentos que me pidió”.

La puerta estaba abierta, vieron entrar a dos hombres, uno era alto de tez clara, llevaba traje completamente negro y lentes de sol colgando de la bolsa del saco. Se quedó de pie en la puerta mirando en silencio a Rosalía de una forma muy extraña.

El otro era moreno, llevaba un traje azul y un maletín negro, al llegar sonrió hacia Rosalía coquetamente.

Ella solo rozó los ojos y le hizo un gesto para que el hombre se tranquilizara.

El hombre colocó el maletín en el escritorio, la secretaria le entregó los documentos.

Los reviso observando de reojo a Rosalía que estaba impaciente de pie en la oficina, giró para ver a Linda explicándole. “Soy Álvaro Ortega, abogado de la señorita Rinaldi, ella ya debe haberle dicho sobre el procedimiento para ayudar a la empresa”.

Linda asintió mirando a su hermana y al hombre.

“Bien, puedes checar los papeles, leerlos para que sepas lo que estás firmando”. El hombre le ofreció los papeles a Linda y ella al ver que eran demasiados hizo una mueca.  Claro que ella no entendía nada sobre cosas legales.

Álvaro la miró hablándole amablemente tranquilizándola. “No hay ningún problema, están redactados de acuerdo a las especificaciones de la señorita Rinaldi”.

Linda sonrió torpemente y le dijo. “Está bien, confió en mi hermana”.

Rosalía sonrió al escuchar a la chica. Hizo una señal con su mano para que la secretaria y el hombre en la puerta entrarán y se acercaran.

Linda conocía al hombre de la puerta, era guardaespaldas y la mano derecha de su hermana. Pablo Carvajal, era la sombra de Rosalía a donde quiera que iba.

Rosalía le explicó. “Ellos serán los testigos, no te asustes, todo esto solo es una formalidad que se necesita para el trámite”.

Linda asintió y se acercó al escritorio, Álvaro ya había colocado los papeles en ese lugar esperándola con un bolígrafo en la mano.

Linda tomó el bolígrafo dudando por unos segundos, observaba la línea que tenía que firmar, Rosalía observaba a la chica, su mirada era penetrante.

Linda se agacho y firmó cada hoja que el abogado le dijo. Al final los testigos y el mismo Álvaro firmaron junto con Rosalía.

Rosalía sonrió feliz, se acercó a la chica tomándola de los hombros. “Bien, todo está hecho, ahora ve a casa y descansa, verás que todo cambiará en unos días”.

Linda se adelantó para abrazar a su hermana con mucho cariño, ya estaba más tranquila. “Gracias Rosalía”.

Rosalía solo palmeó su espalda con disgusto, pero Linda no podía ver su rostro. “Ve y descansa”.

Linda afirmó caminando hacia la puerta y unos segundos antes de salir se dio la vuelta. “¿Irás a ver a papá?”.

Rosalía ya estaba hablando con el abogado cuando Linda le preguntó. Ella levantó la mirada hacia su hermana y sonrió. “Claro, hoy mismo lo haré”.

Linda asintió con gran alegría y salió junto con la secretaria que la acompañaba hasta el elevador, Pablo se quedó en silencio mirando a Rosalía de manera expectante.

Rosalía le hizo una señal para que saliera de la oficina y dejara a el abogado y ella solos, el de mala gana se fue cerrando la puerta.

Al escuchar la puerta cerrarse Álvaro se acercó tomando de la cintura a Rosalía tratando de besarla.

Ella giró su cara para que el beso cayera en su mejilla, Álvaro beso su cuello y ella se negó molesta alejándose. “Detente Álvaro”.

Ellos habían tenido algunos encuentros casuales de besos y caricias en la oficina. Él con voz suplicante le comentó. “He hecho todo lo que has querido hasta ahora y ni así podemos volver a estar juntos”.

Rosalía negó acercándose al escritorio observando los papeles firmados por su hermana. “Olvídalo, no quiero a tu esposa de nuevo haciendo un escándalo aquí”.

“No lo hará, ella no se enterará, seremos discretos”. Trato de acercarse. Su tono era lastimero, deseaba mucho a la mujer.

Ella le advirtió molesta. “Busca a una de tus tantas amantes, olvídate de mí, yo tengo mucho trabajo por hacer ahora”.

Álvaro molesto solo se acomodó en el sillón, su esposa ya sospechaba de la aventura con Rosalía y otras mujeres desde meses antes. Pero no estaba dispuesto a dejarla ir, no habían tenido sexo y Rosalía no podía escaparse de él, tenía que tenerla en su cama.

Rosalía le dijo. “Debes irte, mañana mismo nos veremos en la Corporación, vamos a ver la cara de todos esos accionistas”. Ella sonrió triunfante mordiéndose el labio.

El hombre se levantó recogiendo su maletín resignado, Rosalía no había aceptado salir con él de nuevo. Pero no se daría por vencido.

Pablo entró después de que Álvaro se fuera, observó a la mujer en su escritorio que sonreía de oreja a oreja. “¿Todo bien?”.

Rosalía levantó su rostro mostrándole la más bella sonrisa, sus ojos chispeantes le daban un toque de seducción. “Todo es perfecto”. Ella movió su mano haciendo una señal en el aire

Pablo le regaló una sonrisa coqueta y preguntó pícaro. “¿Celebramos?”.

Rosalía y Pablo eran buenos amigos desde hace algunos años. Compartían todo, estaban unidos por muchos secretos entre ellos. “Hoy no, tengo que visitar a mi padre moribundo”. Lo dijo de forma disgusta perdiendo su sonrisa completamente.

Pablo no refutó y salió para tener el coche listo para llevarla al hospital.

Rosalía recogió sus cosas y salió de la oficina, Melina Diaz su asistente la esperaba para que le diera instrucciones.  

Rosalía se detuvo frente a ella. “Puedes retirarte Melina, nos veremos mañana temprano en CORPORACIÓN OTTO”.

“Sí señorita, descanse”. Melina observó a su jefa caminar hasta el elevador para después recoger sus cosas y también retirarse.

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