Rosalía sonrió y se acercó acariciando la mejilla de la chica. “Es una buena decisión, verás que todo mejorará”.
Linda asintió sentándose en el sillón.
Rosalía camino al escritorio y tomó el teléfono, llamando a su secretaria. “Melina, trae los papeles por favor”.
Unos minutos después entró una mujer alta de rasgos juveniles. “Señorita Rinaldi, aquí están los documentos que me pidió”.
La puerta estaba abierta, vieron entrar a dos hombres, uno era alto de tez clara, llevaba traje completamente negro y lentes de sol colgando de la bolsa del saco. Se quedó de pie en la puerta mirando en silencio a Rosalía de una forma muy extraña.
El otro era moreno, llevaba un traje azul y un maletín negro, al llegar sonrió hacia Rosalía coquetamente.
Ella solo rozó los ojos y le hizo un gesto para que el hombre se tranquilizara.
El hombre colocó el maletín en el escritorio, la secretaria le entregó los documentos.
Los reviso observando de reojo a Rosalía que estaba impaciente de pie en la oficina, giró para ver a Linda explicándole. “Soy Álvaro Ortega, abogado de la señorita Rinaldi, ella ya debe haberle dicho sobre el procedimiento para ayudar a la empresa”.
Linda asintió mirando a su hermana y al hombre.
“Bien, puedes checar los papeles, leerlos para que sepas lo que estás firmando”. El hombre le ofreció los papeles a Linda y ella al ver que eran demasiados hizo una mueca. Claro que ella no entendía nada sobre cosas legales.
Álvaro la miró hablándole amablemente tranquilizándola. “No hay ningún problema, están redactados de acuerdo a las especificaciones de la señorita Rinaldi”.
Linda sonrió torpemente y le dijo. “Está bien, confió en mi hermana”.
Rosalía sonrió al escuchar a la chica. Hizo una señal con su mano para que la secretaria y el hombre en la puerta entrarán y se acercaran.
Linda conocía al hombre de la puerta, era guardaespaldas y la mano derecha de su hermana. Pablo Carvajal, era la sombra de Rosalía a donde quiera que iba.
Rosalía le explicó. “Ellos serán los testigos, no te asustes, todo esto solo es una formalidad que se necesita para el trámite”.
Linda asintió y se acercó al escritorio, Álvaro ya había colocado los papeles en ese lugar esperándola con un bolígrafo en la mano.
Linda tomó el bolígrafo dudando por unos segundos, observaba la línea que tenía que firmar, Rosalía observaba a la chica, su mirada era penetrante.
Linda se agacho y firmó cada hoja que el abogado le dijo. Al final los testigos y el mismo Álvaro firmaron junto con Rosalía.
Rosalía sonrió feliz, se acercó a la chica tomándola de los hombros. “Bien, todo está hecho, ahora ve a casa y descansa, verás que todo cambiará en unos días”.
Linda se adelantó para abrazar a su hermana con mucho cariño, ya estaba más tranquila. “Gracias Rosalía”.
Rosalía solo palmeó su espalda con disgusto, pero Linda no podía ver su rostro. “Ve y descansa”.
Linda afirmó caminando hacia la puerta y unos segundos antes de salir se dio la vuelta. “¿Irás a ver a papá?”.
Rosalía ya estaba hablando con el abogado cuando Linda le preguntó. Ella levantó la mirada hacia su hermana y sonrió. “Claro, hoy mismo lo haré”.
Linda asintió con gran alegría y salió junto con la secretaria que la acompañaba hasta el elevador, Pablo se quedó en silencio mirando a Rosalía de manera expectante.
Rosalía le hizo una señal para que saliera de la oficina y dejara a el abogado y ella solos, el de mala gana se fue cerrando la puerta.
Al escuchar la puerta cerrarse Álvaro se acercó tomando de la cintura a Rosalía tratando de besarla.
Ella giró su cara para que el beso cayera en su mejilla, Álvaro beso su cuello y ella se negó molesta alejándose. “Detente Álvaro”.
Ellos habían tenido algunos encuentros casuales de besos y caricias en la oficina. Él con voz suplicante le comentó. “He hecho todo lo que has querido hasta ahora y ni así podemos volver a estar juntos”.
Rosalía negó acercándose al escritorio observando los papeles firmados por su hermana. “Olvídalo, no quiero a tu esposa de nuevo haciendo un escándalo aquí”.
“No lo hará, ella no se enterará, seremos discretos”. Trato de acercarse. Su tono era lastimero, deseaba mucho a la mujer.
Ella le advirtió molesta. “Busca a una de tus tantas amantes, olvídate de mí, yo tengo mucho trabajo por hacer ahora”.
Álvaro molesto solo se acomodó en el sillón, su esposa ya sospechaba de la aventura con Rosalía y otras mujeres desde meses antes. Pero no estaba dispuesto a dejarla ir, no habían tenido sexo y Rosalía no podía escaparse de él, tenía que tenerla en su cama.
Rosalía le dijo. “Debes irte, mañana mismo nos veremos en la Corporación, vamos a ver la cara de todos esos accionistas”. Ella sonrió triunfante mordiéndose el labio.
El hombre se levantó recogiendo su maletín resignado, Rosalía no había aceptado salir con él de nuevo. Pero no se daría por vencido.
Pablo entró después de que Álvaro se fuera, observó a la mujer en su escritorio que sonreía de oreja a oreja. “¿Todo bien?”.
Rosalía levantó su rostro mostrándole la más bella sonrisa, sus ojos chispeantes le daban un toque de seducción. “Todo es perfecto”. Ella movió su mano haciendo una señal en el aire
Pablo le regaló una sonrisa coqueta y preguntó pícaro. “¿Celebramos?”.
Rosalía y Pablo eran buenos amigos desde hace algunos años. Compartían todo, estaban unidos por muchos secretos entre ellos. “Hoy no, tengo que visitar a mi padre moribundo”. Lo dijo de forma disgusta perdiendo su sonrisa completamente.
Pablo no refutó y salió para tener el coche listo para llevarla al hospital.
Rosalía recogió sus cosas y salió de la oficina, Melina Diaz su asistente la esperaba para que le diera instrucciones.
Rosalía se detuvo frente a ella. “Puedes retirarte Melina, nos veremos mañana temprano en CORPORACIÓN OTTO”.
“Sí señorita, descanse”. Melina observó a su jefa caminar hasta el elevador para después recoger sus cosas y también retirarse.
Rosalía caminó por el pasillo hasta perderse en el elevador. Al llegar a la planta baja, Pablo la esperaba, él estaba al teléfono haciendo una llamada. “Si, llegaré tarde… si, duerme temprano”.Rosalía hizo un mohín al escuchar a Pablo, su esposa era muy empalagosa y siempre lo estaba llamando. “¿Nos vamos?”. Le dijo molesta.Pablo guardó su teléfono y giró para verla, era un hombre muy guapo, le sonrió diciéndole a su jefa. “Vamos”.Rosalía y Pablo subieron a los asientos traseros, el chofer los llevó al hospital, ella observaba por la ventana, su semblante era serio, pero no te podías imaginar que es lo que ella estaba pensando o tramando esa mujer tan bella.Pablo la observó diciéndole sobre la llamada. “Era Dora”.Rosalía giro para ver a Pablo y algo interesada pregunto. “¿Cómo está Artur?”.Pablo sonrió recordando a su hijo. “Creciendo cada día mas, ya tiene casi dos años”.Rosalía se asombró. “Tanto tiempo ha pasado”.Pablo la observó de una manera provocativa. Recordando el em
Linda se sentó en la silla al lado de la cama de su padre tomando su mano, no dejaba de mirarlo. Miriam se acercó a Rosalía y le reclamó en voz baja. “¿Por qué estás aquí?”. Rosalía sonrió burlonamente. “¿Por qué no? Te recuerdo que es mi padre”. Le recriminó al instante. Miriam hizo una mueca girando a ver a su hija que seguía ocupada. “Dejó de ser desde que tu padre desde que te echo de nuestra casa, no tienes nada que hacer aquí”. Rosalía no podía creer lo hipócrita que era la mujer y levantó la mirada advirtiéndole a la mujer mayor. “Sería mejor que guardaras silencio, podrías arrepentirte de hablarme así”. Miriam resopló. “Nunca me arrepentiré, eres una basura que Mauricio desecho hace mucho tiempo”. Rosalía la miró despectivamente. “No me hagas enojar o pediré que te saquen a ti y a tu hija de mi casa”. Miriam se burló. “Ya no es tu casa”. Rosalía sonrió. “¿Estás segura? La mansión es herencia de mis abuelos, por lo tanto, es de mi madre y al morir mis padres automáticam
Se escuchó ruido en las escaleras, la ama de llaves y Rosalía salieron de la cocina y observaron a María con una maleta. “Mamá ¿A dónde vas?”. Rosalía estaba intrigada, su madre se iba de viaje y su padre no estaba. Su madre se acercó y acarició su mejilla. “Tengo que salir de viaje, volveré en unos días”. Se alejó de ella caminando a la puerta. Rosalía la detuvo. “Pero ¿A dónde?”. Su madre la abrazo fuerte y se retiró un poco de ella mirándola a los ojos. “Nunca confíes en nadie, no dejes que se aprovechen de ti, nunca ¿Entendiste?”. Rosalía asintió. María le dio un beso en la mejilla y le sonrió, para después salir de la mansión. Rosalía se quedó en silencio pensando en las palabras de su madre, cuando reaccionó su madre ya no estaba. Días después su padre volvió. Rosalía al escuchar el auto se asomó a la ventana, su madre nunca se ausentaba tanto tiempo y estaba muy preocupada, ninguno le contestaba las llamadas. Al bajar y entrar a la sala, encontró a su padre con una mu
Miriam tomó la mano de Mauricio. “No te preocupes se le va a pasar”. Ella trató de calmarlo regalándole una bonita sonrisa mientras por dentro se burlaba de la niña. Mauricio asintió y entró a la casa, Linda estaba escondida cerca de la puerta llorando, sabían que las rosas eran de la madre de Rosalía, le dolía toda la situación, pero no podía hacer nada. Los sirvientes también agacharon la cabeza y siguieron podando el hermoso jardín, el ama de llaves Laura los ayudaba llorando, sabía que esto que estaban destruyendo era un tesoro de Rosalía y su madre”. Días después… Rosalía estaba en su cuarto terminando algunas tareas cuando Laura entró apurada y nerviosa. “Niña”. Rosalía la observó frunciendo el ceño al ver el semblante asustado de la ama de llaves. “¿Qué pasa?”. Rosalía no había querido bajar en todo el día, se escuchaba ruido en el piso de abajo desde temprano imaginaba que Miriam hacía cambios en la casa. La mujer mayor se acercó tomando la mano de Rosalía. “Necesita b
Estaban juntos en su habitación, Guillermo estaba recostado en la cama de Rosalía leyendo un libro mientras ella terminaba de recoger sus cosas cuando la puerta se escuchó, Rosalía pidió que entraran, era Linda, ella acababa de llegar después de estudiar en el extranjero. “Rosalía”. Guillermo levantó la vista para ver a la chica, le resultó muy parecida a Rosalía, era bonita como su hermana, pero esos ojos cafés claros y su sonrisa tímida lo conmovieron al instante. Guillermo la había visto en otras ocasiones, pero hoy era diferente, estaba más alta y más madura ya no era la niña que conocía. Linda al ver al chico se sonrojo, era alto y de tez clara, su sonrisa al instante la emocionó, su estómago revoloteo. Rosalía observó a ambos y frunció el ceño, molesta preguntó a su hermana. “¿Qué quieres?”. “Mamá pregunta si tu amigo se quedará a cenar”. Miriam a pesar de los años fingía tener una buena relación con Rosalía ante el mundo. “Iremos en un momento”. Rosalía le dijo sacándola
Rosalía garantizó que así sería. La mujer revisó su reloj. “Tengo que volver, solo dije que iría a comprar la despensa”. La chica entendió y volvió a abrazarla antes de que se fuera. “Gracias por venir”. Laura se despidió dejándola ahí en medio de los jardines, Rosalía deambulaba mirando como sus compañeros se tomaban fotos con amigos y familiares, ella estaba sola, se encontró con la mirada de Guillermo que le sonrió, estaba con sus padres, ella solo se abrazó a sí misma, Guillermo nunca la había presentado ni como amiga, todo lo que tenían era un secreto de ellos dos, ella se dio la vuelta caminando hasta las aulas. Fue a recoger sus cosas para irse, su mochila estaba en su silla, pero antes de recogerla camino hasta la ventana donde podías ver todo el panorama, un sentimiento de vacío apareció en su corazón mirando como todos festejaban a los alumnos y pensó en su mamá. La puerta se escuchó, Rosalía giró encontrándose con Guillermo de pie en la puerta. “¿Qué haces aquí?”.
Rosalía reprimió todo su dolor y sonrió de forma amistosa levantándose de la mesa. “Me alegro por ustedes”. Las palabras salían amargas de su boca. Rosalía quería salir de ahí rápidamente. “Tengo que irme”. Linda la detuvo tomándola de la mano. “Comamos los tres juntos, tenemos mucho de qué hablar”. Linda siempre quiso llevarse bien con su hermana, pero las cosas siempre se complicaban por culpa de su madre, ahora quería cambiar eso y tratar de llevar una buena relación. Los ojos de Linda eran suplicantes, Rosalía no estaba segura de aceptar, Guillermo no había dicho nada en todo el tiempo que estuvieron ahí, al final aceptó después de tanta insistencia, la comida fue algo incomoda, Linda no se dio cuenta pero Guillermo estaba en silencio todo el tiempo, mientras ella parloteaba de la forma tan romántica en que Guillermo la persiguió y se le declaró, salieron algunas veces y era muy insistente, lleno su casillero de flores y le pidió frente a todos en el restaurante de su madre
Al terminar, él se recostó a su lado agitado, mientras Rosalía recobraba el sentido, suspiro largo esperando a que su corazón se calmara, palpitaba tan desenfrenadamente, Guillermo la atrajo más a él abrazándola por detrás, ambos se quedaron dormidos. Mas tarde Rosalía despertó al sentir el movimiento y ruido, Guillermo dejó el teléfono en la cama, terminaba una llamada y estaba vistiéndose, al verla despierta él sonrió robándole un beso rápido. “Me tengo que ir, recogeré a Linda en la escuela”. Rosalía preguntó. “¿No puedes quedarte?”. Era más como una súplica. Guillermo se giró y le explicó para que entendiera. “Ella es mi novia, debo estar ahí”. Rosalía se quedó muda con lágrimas amenazando con salir, Guillermo tomó su teléfono y le dijo algo más, pero ella solo asintió en silencio obedeciendo, él salió de la habitación dejando el lugar en un silencio abrumador, Rosalía se aferró a sus piernas abrazándose y lloró incontrolablemente. Fin del Recuerdo de Rosalía… ……………………..