Búscame a mi y mis historias soy Ara Yi Escritora... ¡Buena lectura!
Ella no abrió la puerta esperando a que se fuera. Álvaro dijo desde el otro lado tocando de nuevo. “Sé que estás ahí Rosalía, hablemos”. Ella hizo un mohín y fue a la cocina buscando más vino, relleno otra copa mientras escuchaba a Álvaro murmurar desde afuera, ella se recargo en el respaldo del sillón pensando si abrir o no mientras balanceaba su copa mirando el líquido. El hombre no dejaba de tocar y hablar. “No me iré hasta que abras, tenemos que hablar”. Álvaro le advertía. Al no tener respuesta recargo su frente en la puerta y con voz suplicante empezó a hablar más calmado. “Por favor... Rosalía, te juro que mi esposa no se va a enterar, te deseo tanto… estoy dispuesto a hacer lo que quieras… Me divorciaré si me lo pides… por favor abre…” Rosalía negó con la cabeza ya cansada de la palabrería del hombre, tomo su teléfono e hizo una llamada, unos minutos después unos hombres vestidos de negro llegaron frente a él, Álvaro estaba recargado en la puerta, al verlos se levantó. Lo
Rosalía hablaba en voz alta para que todos escucharan, pero se dirigía al señor Arista en particular. “Como sabrá, la empresa... antes Corporación Rinaldi, era propiedad de mis abuelos maternos… de la familia Rinaldi para ser más específica, al morir ellos, mi madre se quedó a cargo de todo, en el testamento se especifica que solo un Rinaldi puede heredar, así que todo es mío”. Lo último lo dijo tajante. El hombre apretó los puños. “Tú le entregaste todo a tu padre cuando eras joven y no podías manejar la empresa”. Rosalía recordó aquel momento, su padre la convenció de que sería lo mejor para todos si él se encargaba de la empresa, le dijo que había problemas que solo podía solucionar dándole el poder, ella confió en su padre y esperaba que esto mejorará su relación, pero estaba equivocada. Rosalía solo imitó lo que su padre hizo al quitarle las acciones a Linda. Se podría decir mejor que ella recuperó sus acciones. Ella sonrió maliciosamente. “Verá señor Arista… Mi padre me hiz
TEXUS llegó a revolucionar miles de cosas, desde el trato de sus empleados, hasta la alta gama y variedad de sus productos. Ahora la corporación Otto y TEXUS se fusionarían para ser una sola. Rosalía cerró su carpeta inclinándose en la mesa. “Si alguien cree que esto no va a funcionar y tiene miedo de perder su dinero o no desea seguir con nosotros, puedo comprar sus acciones a un buen precio, piénsenlo, los estaré esperando”. Ella miró a Pablo y Melina, dándoles la orden de salir, los accionistas se quedaron hablando entre ellos, ahora discutían por toda la nueva situación y que sería lo que más les convenía, algunos accionistas nuevos o muy jóvenes que estaban tomando el lugar de sus padres estaban de acuerdo en seguir, otros que eran los accionistas viejos y machistas que no aceptaban a una mujer como jefa ya estaban planeando vender las acciones y retirarse. Rosalía se levantó de su lugar dándoles una última mirada a todos, los conocía, había estado estudiando a la gente en
Rosalía volvió a sus sentidos alejándose de Pablo, estaba a punto de caminar lejos, cuando él volvió a tomarla de la mano deteniéndola. “Rosalía…” Era una súplica, no quería verla aquí, no quería que otro hombre la tocara”. Ella lo miró detenidamente. “Suéltame Pablo”. “Te quiero tener”. El volvió a susurrarle cerca de sus labios mientras sostenía sus muñecas. Rosalía se burló. “¿Quieres tenerme? ¿Solo quieres sexo? Ve con tu bella esposa, esa que juega a la casita y te espera feliz, ve y métesela cuantas veces quieras a mi déjame en paz”. Ella se zafo alejándose, Pablo desesperado se recargo en la pared cubriéndose la cara, se giró golpeando la pared violentamente. Melina buscaba a su jefa entre la gente, de repente la vio caminar hasta ella y suspiró tranquila. Rosalía llegó tomando ambas bebidas rápidamente, necesitaba algo con que enfriarse. Melina notó la molestia de su jefa. “¿Qué pasó? ¿Le hizo algo el hombre con el que estaba?”. Rosalía negó. “Solo era el estúpido
Antes del amanecer, Rosalía abrió los ojos, mirando algo de oscuridad de la noche todavía, se levantó buscando su ropa, el hombre estaba dormido de lado en la cama, podía ver su espalda baja, se acercó mirando una cicatriz ahí, la acarició con la yema de sus dedos e hizo que él se estremeciera, ella se alejó, antes de que se despertara tenía que salir de ahí, había sido una noche increíble, pero solo era eso, una noche, nunca más se verían y menos si él solo estaba de paso. No encontró por ningún sitio su tanga, la busco por todas partes, estaba agachada debajo de la cama y nada, resopló recordando lo que pasó y en qué momento la perdió, se levantó mirando de reojo al hombre, no podía quedarse más tiempo, tomó su bolso y salió de la habitación con sus tacones en la mano, pidió un taxi en la entrada del hotel y regreso a su departamento. Al día siguiente… Ya instalada en la oficina, revisaba algunos pendientes, esta vez estaba sola, Pablo se quedaría a ayudar a Melinda por unos días
Rosalía apretó su mano. “Mi abogado tiene todas las pruebas, puedes usarlas para demandar y quitarle todo… “Rosalía le echó más leña al fuego. “¿Sabías que tiene tres departamentos de lujo en el centro?”. La mujer negó. Rosalía lo confirmó. “Están a su nombre, en dos viven sus amantes y en el otro se ve con mujeres… si le pides a tu padre o a mi abogado que te defienda puedes dejarlo en la calle…” Rosalía tocó su vientre amablemente. “Lo único que te debe importar ahora es tu pequeño y su futuro… hombres ahí miles y ya encontraras alguno mucho mejor que Álvaro”. La mujer no decía nada, escuchaba con atención, respiro profundo y le dijo a Rosalía. “Está bien, iré a hablar con mi padre sobre esto”. Rosalía sonrió feliz por el cambio de la mujer. “¡Excelente!, tu papá es uno de los mejores en esta ciudad”. Rosalía lo pensó por un momento. “Oye porque tú no te encargas del despacho, eres inteligente y tienes tus estudios, eres perfecta para manejar todo”. La mujer levantó su rost
Al día siguiente Rosalía fue a visitar al señor que salvó, estaba nerviosa, camino detrás del hombre de ayer por el pasillo del hospital. El hombre abrió una puerta para que ella entrara, avanzó lentamente hacia la cama, donde el señor estaba recostado con una mascarilla de oxígeno en la boca, al verla la bajo sonriéndole. “Ven aquí”. El hombre, aunque era viejo intimidaba con su voz, ella obedeció. “¿Cómo está?”. El señor tomó levantó su mano acariciando su mejilla, ella se sintió extraña y quiso alejarse, pero la tomó por la nuca. “No te vayas”. Ella no podía moverse, se quedó muda mirando al hombre, sus lágrimas querían caer, pero aguantó. “Déjeme por favor”. El hombre aflojó el agarre y la tomó de la mano sin soltarla, sus dedos estaban arrugados y llenos de pecas. Ella no hizo ningún movimiento, se quedó ahí de pie por un rato hasta que el hombre se durmió. Rosalía salió de la habitación y el hombre la esperaba. Tome, mi jefe dijo que le entregara esto, si usted necesita m
El chico y Rosalía empezaron a discutir hasta que Arquímedes los corrió a ambos, Rosalía fue a su habitación llamándole a Pablo, contándole lo que había pasado. “¡Estoy harta Pablo! Ese niño me saca de quicio”. Pablo la escuchaba mientras fumaba en la ventana, Rosalía le había comprado un departamento muy lujoso, dejaron atrás las rentas y las necesidades, ahora no se morían de hambre. “Tranquila, ese niño no puede hacerte nada”. Rosalía se limpiaba las lágrimas, ella comentó. “Sería mejor, si no existiera…” El teléfono se quedó en silencio, Pablo miró a la calle pensando en las palabras de Rosalía. “Descansa, te veré en dos días”. Rosalía cortó la llamada y se quedó mirando la pantalla, se escuchó la puerta, Arquímedes entró quitándose la camisa, Rosalía se levantó para ayudarlo con una sonrisa. “Estás cansado”. El hombre asintió. “Me daré un baño y quiero que estés lista para mí”. Ella se estremeció. “Ok”. Camino a la mesita de noche. “No olvides tu medicamento”. Rosalía