Hola! Fines de semana dejamos un capitulo, Lunes volvemos con mas... Soy Ara Yi escritora, conoce mas de mis historias... Lazos del destino, Amarte de nuevo entre muchas otras... Buena lectura
El chico y Rosalía empezaron a discutir hasta que Arquímedes los corrió a ambos, Rosalía fue a su habitación llamándole a Pablo, contándole lo que había pasado. “¡Estoy harta Pablo! Ese niño me saca de quicio”. Pablo la escuchaba mientras fumaba en la ventana, Rosalía le había comprado un departamento muy lujoso, dejaron atrás las rentas y las necesidades, ahora no se morían de hambre. “Tranquila, ese niño no puede hacerte nada”. Rosalía se limpiaba las lágrimas, ella comentó. “Sería mejor, si no existiera…” El teléfono se quedó en silencio, Pablo miró a la calle pensando en las palabras de Rosalía. “Descansa, te veré en dos días”. Rosalía cortó la llamada y se quedó mirando la pantalla, se escuchó la puerta, Arquímedes entró quitándose la camisa, Rosalía se levantó para ayudarlo con una sonrisa. “Estás cansado”. El hombre asintió. “Me daré un baño y quiero que estés lista para mí”. Ella se estremeció. “Ok”. Camino a la mesita de noche. “No olvides tu medicamento”. Rosalía
Al día siguiente estaban todos en el funeral, el cuerpo del chico sería sepultado, Rosalía estaba de pie abrazando a su esposo quien estaba destrozado, ella lo consolaba, aunque la diferencia de edades era notoria, la gente pensaba que eran una pareja muy enamorada y feliz. Arquímedes se tensó y su quejido se escuchó, él se apretó el pecho, no podía hablar. Rosalía estaba asustada. “¿Pasa algo cariño?”. El hombre jadeaba sin poder respirar, Rosalía solo lo vio retorcerse. La gente empezó a asustarse mirando al señor, un hombre se acercó a auxiliarlo mientras Rosalía lloraba frente a la gente por su esposo. El hombre revisó sus signos vitales. “Llamen a una ambulancia rápido”. Todos se quedaron estupefactos, Rosalía lloraba a mares, Jaime la ayudó a caminar al auto mientras la ambulancia llevaba al hombre, Pablo desde lejos observaba todo en silencio. Al subir al auto, Jaime condujo al hospital, ya lejos de ahí, Rosalía se limpió la cara y sacó su pequeño espejo del bolsill
Pasaron algunas semanas, Rosalía seguía trabajando en la empresa, había muchos pendientes ahora que se estaban acostumbrando a la carga de pedidos, Pablo también hacía lo que le tocaba, pero en ocasiones desaparecía, Rosalía estaba furiosa. “Melina ¿Dónde está Pablo?”. Melina trago grueso. “No lo sé señorita Rinaldi… él solo dijo que volvía por la tarde”. Rosalía resopló y siguió revisando las costuras de las telas en las mesas de las trabajadoras, Estaba molesta, Abel le llamaba en ocasiones, pero seguía en el extranjero, su plan no podía seguir si él estaba lejos, ya había pasado mucho tiempo. Y Pablo viajaba mucho y se desaparecía, no podían tener una conversación tranquila sin que empezaran a pelear. La siguiente semana había un evento muy importante, Abel regresaba, la llamó para invitarla como acompañante ella tenia que estar vestida como una reina, diseño un vestido muy sensual en color negro y sus costureras lo crearon para esa noche especial estaba decidida a ganarse a
Después de unos minutos empezó a reírse la gente que pasaba por ahí la miraba de forma extraña, cuando se cansó de reír, se limpió las lágrimas que cayeron sin sentirlas, estaba en trance, todo volvió a quedarse en silencio. “Regresemos a la gran fiesta de Pablo”. La fiesta terminó y Rosalía salió con Abel después de despedirlos, Pablo solo se quedó de pie mirando cómo se iba mientras Dora no lo dejaba de abrazar mientras hablaba con unas amigas de su luna de miel, esa misma noche partirían. Abel llevó a Rosalía a un hotel, Rosalía sabía lo que pasaría y no se negó. Al entrar ella misma se desvistió y aventó a Abel en la cama subiendo en él besándolo agresivamente, estaba furiosa quería sacar todo ese enojo y sufrimiento acostándose con el hombre. El hombre tembló por la efusividad de la mujer, era hermosa y no se negaría a una noche con ella, la deseaba desde que la conoció. Más tarde Abel estaba dormido en la cama desnudo y ella sentada en el alféizar de la ventana con una pequ
En el Hotel… El hombre que había estado con Rosalía por la noche terminaba de darse un baño, al salir, notó a un chico en el sillón jugando con su teléfono, al ver al hombre salir de la ducha se quejó. “Tardaste mucho”. Dejó el teléfono de lado mirando al hombre que caminó por la habitación con solo una toalla cubriendo su parte baja. El chico le dio las últimas noticias. “Mamá está molesta porque no llegaste a quedarte en casa, lloraba desconsolada porque su hijo Leonel no la quería y siguió llorando por sus otros hijos…” El hombre llamado Leonel sonrió mientras se secaba el cabello. “¿Cómo sigue su enfermedad?”. El chico negó. “El Alzheimer se agrava poco a poco, papá no quiere enviarla al sanatorio, le duele alejarse de ella y sigue cuidándola, aunque a veces no lo reconozca”. “¿Cuánto tiempo piensas quedarte?”. Preguntó el chico mirando la maleta sin desempacar. Leonel le dijo. “Un par de semanas, necesito revisar algunas cosas aquí”. El chico se levantó al ver que s
Rosalía le comentó con mucha tranquilidad. “Sabes… Si mueres nadie llorará por ti… hablarán de la chica que se lanzó de la azotea de un edificio por algunas semanas, después nadie recordará el incidente, ese hombre que te lastimó se saldrá con la suya y tu madre estará feliz de deshacerse de ti… ¿Eso quieres?”. La chica se quedó callada y pensativa. “No tengo nada ni a nadie”. Rosalía la contradijo. “Me tienes a mi…” La chica giro su rostro analizando a la mujer. Rosalía le explicó. “Me gusta la gente que toca fondo, esas personas son las más leales si los ayudas…” Rosalía se levantó y se bajó de la orilla recogiendo sus tacones. “Habitación 201, si cambias de opinión, estoy dispuesta a ayudarte, la única condición es que seas fiel a mí el resto de tu vida”. Ella caminó a la puerta saliendo de la azotea contoneando su trasero. La chica pensativa miraba a Rosalía salir del lugar después giró y miraba el vacío, era muy alto, trago grueso y se agacho aferrándose al suelo, llor
Miriam negaba con la cabeza y gritó. “¡Tú la enviaste a ese curso! ¡Tú debes pagarlo!”. Rosalía la contradijo. “Pero ella pudo negarse y no lo hizo… No le importó de donde vendría el dinero para pagar, solo quería irse… es igual que tú, solo piensan en sí mismas”. Rosalía se alejó, los empleados veían todo el show, Nidia les dio algunas órdenes y todos se fueron a sus lugares. Al estar solas Rosalía le advirtió a Miriam. “Ni una palabra de esto a tu hija… o dejare de pagar su viajecito y estancia, no tendrá ni un solo centavo para pagar su estadía y comida o volver aquí, no sabe hacer nada y se morirá de hambre allá o podría pasarle algo peor…” Miriam trago, era cierto, su hija no sabía mantenerse sola a sí misma, la educó consintiéndola y dándole lo mejor sin que ella moviera un dedo. Se quedó en silencio y no podía refutar las palabras de la mujer. Rosalía giro a ver la puerta, los cargadores entraron con los nuevos muebles y pertenencias de su madre, las había perdido aquel año,
Recuerdo de Leonel… Sus pasos eran pesados mientras caminaba en la vereda, llevaba un ramo de flores en sus manos que apretaba fuerte, no podía creerlo todavía, convivió con su hermano hace apenas algunas semanas cuando vino a visitarlos a la ciudad, le contó sobre su novia, estaba muy feliz, al parecer la chica era de una buena familia y era muy bonita, prometió que la próxima visita la presentaría. Se detuvo y entró por un sendero entre las tumbas, leyendo los nombres de cada una de estas, llegó hasta el lugar donde reposaban los restos de su hermano pequeño, todavía tenía algunas flores del día del entierro, estaban marchitándose lentamente, había muerto apenas unos días antes, el ánimo de Leonel estaba por los suelos, se regañaba a sí mismo por no estar presente aquí para cuidar de su familia, no creía capaz a su hermano de estar metido en las drogas, era un chico sano que practicaba deporte, aunque respetaba mucho a la policía no estaba muy seguro de sus investigaciones. ¿Qué p