Leonel bajó la cabeza pensando en todo y le dijo. “Si, ¡Estoy loco! ¡Porque no debería amarte!”. Él se recargó en el asiento soltándola, mientras ella se acomodó nerviosa en el lugar. La madre de Leonel ya no lo recordaba ni su promesa de encontrar la verdad, porque debería seguir con esto, Guillermo ya estaba muerto, era el pasado y amaba a Rosalía. “Estoy loco porque eres la asesina de mi hermano, estoy loco porque ocultaste a mi sobrino, le extrajiste médula a mi hermano sin permiso… estoy loco porque eres una…” Respiró profundo antes de seguir. “Pero, aun así, no puedo dejar de pensar en ti, en tu cuerpo, en tu olor, en tu sonrisa, no salen de mi mente y de aquí”. Él golpeó su pecho. “¡Estás bien metida aquí!”. Ella no sabía que decirle, también le traía, pero después de enterarse de todo y que era hermano de Guillermo descartó cualquier relación con él. “¿Me investigaste?”. Leonel asintió. “Claro, necesitaba saber todo de ti, así fue como encontré a Roberto, es un niño increí
Pablo fijó su mirada en ella. “Ross…” Tomó sus mejillas para que lo mirara. Ella atenta observó sus ojos. Su corazón latía a mil por hora mientras sentía el calor de sus palmas. Pablo le declaró. “Te amo… siempre te he amado, desde el primer día que nos conocimos, en aquel mirador, tus ojos perdidos, tu necesidad de amor y después… todo lo que me diste… comida, ropa, un hogar, amor, te entregaste a mi sin condiciones y juntos nos levantamos de la miseria, hoy soy quien soy gracias a ti”. Rosalía frunció el ceño. “¿Por qué dices todo esto? ¿Qué pasa?”. Ella no entendía, pero sentía que algo andaba mal. El policía entró junto con el abogado. Esposó a Pablo mientras él no dejaba de mirar a Rosalía. Rosalía confundida observaba todo. “¡¿Qué hacen?! ¡¿Por qué lo están esposando?!”. El policía le dijo a Rosalía. “El señor Carvajal acaba de realizar su declaración…” El policía se dirigió a Pablo musitando. “Señor Carvajal queda detenido por el asesinato de Guillermo Rangel Padilla”. “¡
Rosalía escuchaba atenta a Pablo, él había cambiado todo para dejarla como una víctima. Mario estaba furioso y Leonel solo miraba atento a Pablo y Rosalía y la forma en que se miraban. “Él no se movió después de que lo acuchille… Revisé sus signos y no respiraba, entré en pánico y lo único que se me ocurrió fue tirarlo por la orilla, la señorita Rinaldi estuvo todo el tiempo debajo de un árbol en shock… ella no hizo nada…” “¡Eso es mentira!”. Mario exaltado gritó. Leonel lo tomó del brazo calmándolo. Fue el turno de Rosalía, ella miró por un momento a Pablo, se veía seguro y decidido, no había vuelta atrás, repitió lo mismo que Pablo había dicho, el jurado y los jueces dieron el veredicto… “Pablo Carvajal es encontrado culpable de la muerte de Guillermo Rangel y queda sentenciado a 30 años de prisión”. Dora que también estaba presente junto a su padre lloraba desconsolada. Pero su padre tenía otro semblante, se estaba dando cuenta de la relación de su yerno y Rosalía, la mujer con
Rosalía y Pablo vivían tranquilos, por las mañanas desayunaban en el pórtico escuchando el canto de los pájaros, por las tardes, reparaban la casa, algunas veces ponían música y bailaban durante horas, por noches ambos se amaban con locura y disfrutaban uno del otro cerca de la chimenea, no necesitaban nada más, ahora era su hogar y se sentían felices lejos de la vida en la ciudad, todo y todos habían quedado atrás, no necesitaban mucho dinero, ni tener bienes mientras estuvieran juntos. La familia Rangel en especial Mario se enteró de que Pablo se había escapado, a su madre no le importaba, había mejorado mucho su ánimo desde que tenía a Roberto con ellos, pero con Mario era distinto, furioso le exigió a Leonel que lo encontrara, por su parte Leonel quería dejar ya el asunto, ellos tenían ahora a Roberto, el hijo de Guillermo, ahora sabía que todo fue un trueque, Rosalía lo planeó todo desde el inicio. Entregaba la custodia completa de Roberto pidiendo que no buscaran más a Pablo ni
Leonel dejó flores también en ese lugar. Juntos salieron del cementerio, Llegaron hasta una florería, ahí encontró a Linda atendiendo a los clientes. “Hola”. Los saludo. “Pasen, es bueno verlo, casi no me visitan”. Leonel sonrió. “Hola”. Linda recogió a una pequeña niña de unos cuatro años, tomó en sus brazos mientras conversaba con Leonel y Roberto. Leonel le comentó. “Es hora de la comida. Quería invitarlas”. Linda sonrió. “Claro”. Los cuatro salieron de la florería hacia un restaurante. Cuando Miriam y Linda se mudaron al departamento no dejaba de pedirle a su hija que abortara al bebe en su vientre, hubo algunos incidentes y Linda decidió irse a vivir sola. Tenía varios empleos para poder mantener a su madre e hija, era difícil pero no imposible, un día Leonel apareció ayudándola a emprender el negocio de las flores, eran socios y amigos. En el extranjero… Abel padre de Dora estaba muy enojado, caminaba por la oficina tratando de calmarse, su hija no entendía las razones. “Pa
Ciudad Valtierra Año 2020… Oficinas Rinaldi. En la oficina principal de la compañía una mujer de tez blanca y ojos claros en azul, sus labios eran carnosos pintados de rojo, trabajaba en su escritorio, mostraba madurez en su rostro, pero al mismo tiempo una gran belleza, sus rasgos eran finos y delicados, su maquillaje ayudaba a verse más jovial, su cabello era largo y negro, lo llevaba en una coleta alta. Su nombre era Rosalía Rinaldi, ella revisaba algunos documentos muy entretenida.. Dejo por un momento los papeles suspirando cansada, se levantó y tomó una botella de agua para refrescarse mientras caminaba hacia la ventana, los ventanales eran muy grandes y se podía ver la mayor parte de la ciudad desde el quinto piso donde ella estaba, los transeúntes caminaban por las calles mientras coches eran conducidos por toda la periferia de la ciudad. Ella llevaba un traje sastre en color negro, la falda era en forma de lápiz, con blusa blanca, tacones altos en color rojo y algunas pul
Rosalía sonrió y se acercó acariciando la mejilla de la chica. “Es una buena decisión, verás que todo mejorará”. Linda asintió sentándose en el sillón. Rosalía camino al escritorio y tomó el teléfono, llamando a su secretaria. “Melina, trae los papeles por favor”. Unos minutos después entró una mujer alta de rasgos juveniles. “Señorita Rinaldi, aquí están los documentos que me pidió”. La puerta estaba abierta, vieron entrar a dos hombres, uno era alto de tez clara, llevaba traje completamente negro y lentes de sol colgando de la bolsa del saco. Se quedó de pie en la puerta mirando en silencio a Rosalía de una forma muy extraña. El otro era moreno, llevaba un traje azul y un maletín negro, al llegar sonrió hacia Rosalía coquetamente. Ella solo rozó los ojos y le hizo un gesto para que el hombre se tranquilizara. El hombre colocó el maletín en el escritorio, la secretaria le entregó los documentos. Los reviso observando de reojo a Rosalía que estaba impaciente de pie en la ofici
Rosalía caminó por el pasillo hasta perderse en el elevador. Al llegar a la planta baja, Pablo la esperaba, él estaba al teléfono haciendo una llamada. “Si, llegaré tarde… si, duerme temprano”.Rosalía hizo un mohín al escuchar a Pablo, su esposa era muy empalagosa y siempre lo estaba llamando. “¿Nos vamos?”. Le dijo molesta.Pablo guardó su teléfono y giró para verla, era un hombre muy guapo, le sonrió diciéndole a su jefa. “Vamos”.Rosalía y Pablo subieron a los asientos traseros, el chofer los llevó al hospital, ella observaba por la ventana, su semblante era serio, pero no te podías imaginar que es lo que ella estaba pensando o tramando esa mujer tan bella.Pablo la observó diciéndole sobre la llamada. “Era Dora”.Rosalía giro para ver a Pablo y algo interesada pregunto. “¿Cómo está Artur?”.Pablo sonrió recordando a su hijo. “Creciendo cada día mas, ya tiene casi dos años”.Rosalía se asombró. “Tanto tiempo ha pasado”.Pablo la observó de una manera provocativa. Recordando el em