Últimos capítulos... Te invito a conocer mas de mis historias... Mi pequeña Sara... Amarte de nuevo... Lazos del destino entre otras... Próximamente nos adentraremos al mundo de la fantasía, espero y les guste!!! Soy Ara Yi Escritora.
Rosalía escuchaba atenta a Pablo, él había cambiado todo para dejarla como una víctima. Mario estaba furioso y Leonel solo miraba atento a Pablo y Rosalía y la forma en que se miraban. “Él no se movió después de que lo acuchille… Revisé sus signos y no respiraba, entré en pánico y lo único que se me ocurrió fue tirarlo por la orilla, la señorita Rinaldi estuvo todo el tiempo debajo de un árbol en shock… ella no hizo nada…” “¡Eso es mentira!”. Mario exaltado gritó. Leonel lo tomó del brazo calmándolo. Fue el turno de Rosalía, ella miró por un momento a Pablo, se veía seguro y decidido, no había vuelta atrás, repitió lo mismo que Pablo había dicho, el jurado y los jueces dieron el veredicto… “Pablo Carvajal es encontrado culpable de la muerte de Guillermo Rangel y queda sentenciado a 30 años de prisión”. Dora que también estaba presente junto a su padre lloraba desconsolada. Pero su padre tenía otro semblante, se estaba dando cuenta de la relación de su yerno y Rosalía, la mujer con
Rosalía y Pablo vivían tranquilos, por las mañanas desayunaban en el pórtico escuchando el canto de los pájaros, por las tardes, reparaban la casa, algunas veces ponían música y bailaban durante horas, por noches ambos se amaban con locura y disfrutaban uno del otro cerca de la chimenea, no necesitaban nada más, ahora era su hogar y se sentían felices lejos de la vida en la ciudad, todo y todos habían quedado atrás, no necesitaban mucho dinero, ni tener bienes mientras estuvieran juntos. La familia Rangel en especial Mario se enteró de que Pablo se había escapado, a su madre no le importaba, había mejorado mucho su ánimo desde que tenía a Roberto con ellos, pero con Mario era distinto, furioso le exigió a Leonel que lo encontrara, por su parte Leonel quería dejar ya el asunto, ellos tenían ahora a Roberto, el hijo de Guillermo, ahora sabía que todo fue un trueque, Rosalía lo planeó todo desde el inicio. Entregaba la custodia completa de Roberto pidiendo que no buscaran más a Pablo ni
Leonel dejó flores también en ese lugar. Juntos salieron del cementerio, Llegaron hasta una florería, ahí encontró a Linda atendiendo a los clientes. “Hola”. Los saludo. “Pasen, es bueno verlo, casi no me visitan”. Leonel sonrió. “Hola”. Linda recogió a una pequeña niña de unos cuatro años, tomó en sus brazos mientras conversaba con Leonel y Roberto. Leonel le comentó. “Es hora de la comida. Quería invitarlas”. Linda sonrió. “Claro”. Los cuatro salieron de la florería hacia un restaurante. Cuando Miriam y Linda se mudaron al departamento no dejaba de pedirle a su hija que abortara al bebe en su vientre, hubo algunos incidentes y Linda decidió irse a vivir sola. Tenía varios empleos para poder mantener a su madre e hija, era difícil pero no imposible, un día Leonel apareció ayudándola a emprender el negocio de las flores, eran socios y amigos. En el extranjero… Abel padre de Dora estaba muy enojado, caminaba por la oficina tratando de calmarse, su hija no entendía las razones. “Pa
Ciudad Valtierra Año 2020… Oficinas Rinaldi. En la oficina principal de la compañía una mujer de tez blanca y ojos claros en azul, sus labios eran carnosos pintados de rojo, trabajaba en su escritorio, mostraba madurez en su rostro, pero al mismo tiempo una gran belleza, sus rasgos eran finos y delicados, su maquillaje ayudaba a verse más jovial, su cabello era largo y negro, lo llevaba en una coleta alta. Su nombre era Rosalía Rinaldi, ella revisaba algunos documentos muy entretenida.. Dejo por un momento los papeles suspirando cansada, se levantó y tomó una botella de agua para refrescarse mientras caminaba hacia la ventana, los ventanales eran muy grandes y se podía ver la mayor parte de la ciudad desde el quinto piso donde ella estaba, los transeúntes caminaban por las calles mientras coches eran conducidos por toda la periferia de la ciudad. Ella llevaba un traje sastre en color negro, la falda era en forma de lápiz, con blusa blanca, tacones altos en color rojo y algunas pul
Rosalía sonrió y se acercó acariciando la mejilla de la chica. “Es una buena decisión, verás que todo mejorará”. Linda asintió sentándose en el sillón. Rosalía camino al escritorio y tomó el teléfono, llamando a su secretaria. “Melina, trae los papeles por favor”. Unos minutos después entró una mujer alta de rasgos juveniles. “Señorita Rinaldi, aquí están los documentos que me pidió”. La puerta estaba abierta, vieron entrar a dos hombres, uno era alto de tez clara, llevaba traje completamente negro y lentes de sol colgando de la bolsa del saco. Se quedó de pie en la puerta mirando en silencio a Rosalía de una forma muy extraña. El otro era moreno, llevaba un traje azul y un maletín negro, al llegar sonrió hacia Rosalía coquetamente. Ella solo rozó los ojos y le hizo un gesto para que el hombre se tranquilizara. El hombre colocó el maletín en el escritorio, la secretaria le entregó los documentos. Los reviso observando de reojo a Rosalía que estaba impaciente de pie en la ofici
Rosalía caminó por el pasillo hasta perderse en el elevador. Al llegar a la planta baja, Pablo la esperaba, él estaba al teléfono haciendo una llamada. “Si, llegaré tarde… si, duerme temprano”.Rosalía hizo un mohín al escuchar a Pablo, su esposa era muy empalagosa y siempre lo estaba llamando. “¿Nos vamos?”. Le dijo molesta.Pablo guardó su teléfono y giró para verla, era un hombre muy guapo, le sonrió diciéndole a su jefa. “Vamos”.Rosalía y Pablo subieron a los asientos traseros, el chofer los llevó al hospital, ella observaba por la ventana, su semblante era serio, pero no te podías imaginar que es lo que ella estaba pensando o tramando esa mujer tan bella.Pablo la observó diciéndole sobre la llamada. “Era Dora”.Rosalía giro para ver a Pablo y algo interesada pregunto. “¿Cómo está Artur?”.Pablo sonrió recordando a su hijo. “Creciendo cada día mas, ya tiene casi dos años”.Rosalía se asombró. “Tanto tiempo ha pasado”.Pablo la observó de una manera provocativa. Recordando el em
Linda se sentó en la silla al lado de la cama de su padre tomando su mano, no dejaba de mirarlo. Miriam se acercó a Rosalía y le reclamó en voz baja. “¿Por qué estás aquí?”. Rosalía sonrió burlonamente. “¿Por qué no? Te recuerdo que es mi padre”. Le recriminó al instante. Miriam hizo una mueca girando a ver a su hija que seguía ocupada. “Dejó de ser desde que tu padre desde que te echo de nuestra casa, no tienes nada que hacer aquí”. Rosalía no podía creer lo hipócrita que era la mujer y levantó la mirada advirtiéndole a la mujer mayor. “Sería mejor que guardaras silencio, podrías arrepentirte de hablarme así”. Miriam resopló. “Nunca me arrepentiré, eres una basura que Mauricio desecho hace mucho tiempo”. Rosalía la miró despectivamente. “No me hagas enojar o pediré que te saquen a ti y a tu hija de mi casa”. Miriam se burló. “Ya no es tu casa”. Rosalía sonrió. “¿Estás segura? La mansión es herencia de mis abuelos, por lo tanto, es de mi madre y al morir mis padres automáticam
Se escuchó ruido en las escaleras, la ama de llaves y Rosalía salieron de la cocina y observaron a María con una maleta. “Mamá ¿A dónde vas?”. Rosalía estaba intrigada, su madre se iba de viaje y su padre no estaba. Su madre se acercó y acarició su mejilla. “Tengo que salir de viaje, volveré en unos días”. Se alejó de ella caminando a la puerta. Rosalía la detuvo. “Pero ¿A dónde?”. Su madre la abrazo fuerte y se retiró un poco de ella mirándola a los ojos. “Nunca confíes en nadie, no dejes que se aprovechen de ti, nunca ¿Entendiste?”. Rosalía asintió. María le dio un beso en la mejilla y le sonrió, para después salir de la mansión. Rosalía se quedó en silencio pensando en las palabras de su madre, cuando reaccionó su madre ya no estaba. Días después su padre volvió. Rosalía al escuchar el auto se asomó a la ventana, su madre nunca se ausentaba tanto tiempo y estaba muy preocupada, ninguno le contestaba las llamadas. Al bajar y entrar a la sala, encontró a su padre con una mu