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CAP 5 NUNCA CONFIES EN NADIE

Se escuchó ruido en las escaleras, la ama de llaves y Rosalía salieron de la cocina y observaron a María con una maleta.

“Mamá ¿A dónde vas?”. Rosalía estaba intrigada, su madre se iba de viaje y su padre no estaba.

Su madre se acercó y acarició su mejilla. “Tengo que salir de viaje, volveré en unos días”. Se alejó de ella caminando a la puerta.

Rosalía la detuvo. “Pero ¿A dónde?”.

Su madre la abrazo fuerte y se retiró un poco de ella mirándola a los ojos. “Nunca confíes en nadie, no dejes que se aprovechen de ti, nunca ¿Entendiste?”.

Rosalía asintió. María le dio un beso en la mejilla y le sonrió, para después salir de la mansión.

Rosalía se quedó en silencio pensando en las palabras de su madre, cuando reaccionó su madre ya no estaba. 

Días después su padre volvió. Rosalía al escuchar el auto se asomó a la ventana, su madre nunca se ausentaba tanto tiempo y estaba muy preocupada, ninguno le contestaba las llamadas. 

Al bajar y entrar a la sala, encontró a su padre con una mujer y una niña de unos 10 años. Ella se detuvo sin comprender que pasaba. 

Su padre caminó hasta Rosalía abrazándola. “Lo siento Rosalía… tu mamá… murió”. 

Ella se quedó en shock, no podía articular ninguna palabra.  Después de un tiempo notó a la mujer y la niña en la sala. “¿Ellas quiénes son?”. 

Su padre Mauricio se acercó a la pequeña niña abrazándola. “Ella es tu hermana”. 

Rosalía estaba muy confundida. “¿Mi hermana?”. 

El señor le explicó. “Si. Es tu hermana y ella es mi pareja de ahora en adelante”. Su padre tomó la mano de la mujer mayor. 

Rosalía observó a ambas mujeres, la niña tenía un gran parecido a su padre, ella si había sacado los ojos cafés claros de Mauricio mientras Rosalía tenía ojos azules como su madre, pero era parecida a su padre. 

La edad de la chica indicaba que Mauricio tenía una relación con la mujer desde hace años. 

Rosalía levantó su mirada para decirle a su padre. “Quiero que se vayan”. 

Su padre frunció el ceño. “Rosalía ellas no se irán”. 

Rosalía miró a su padre reclamando. “Ellas no vivarán aquí”. 

Su padre tajante empezó a discutir con su hija mayor, Linda solo observaba en silencio sabía bien que ellas estaban invadiendo un espacio que no les pertenecía, pero como siempre se quedó callada obedeciendo a sus padres. 

“¡Basta Rosalía!” El hombre gritó y un silencio horrible se hizo en la sala. “¡Ellas se quedarán aquí, es mi casa, no hay más discusión!”. 

Rosalía subió las escaleras corriendo, lloraba sin control, ni siquiera había podido despedirse de su madre, no podía creer que ya no estaba. 

Se quedó de pie en la pared del pasillo donde empezaban las escaleras escuchando a la gente en la sala. 

Linda se acercó a su padre. “Creo que deberíamos irnos, no es correcto quedarnos aquí”. 

Mauricio se acercó acariciando el cabello de su hija con mucho cariño. “Esta es mi casa Linda, ustedes son mi familia tienen todo el derecho de vivir aquí conmigo, ya no estaremos separados más”. 

Miriam feliz se acercó abrazando a su esposo. “Al fin podremos estar juntos después de tantos años”. 

Él asintió hacia la mujer. “Todo va a mejorar para nosotros a partir de hoy”. Miró a su hija Linda. “Tendrás un montón de vestidos, joyas y cosas que siempre soñaste”. 

Rosalía no podía creer lo que escuchaba, negaba con dolor cubriéndose su boca con la mano, su padre un hombre que pocas veces la abrazo y la mimo, ahora estaba con una hija a la que trataba como un tesoro. 

Los siguientes meses fueron una tortura para Rosalía, la vida en la mansión había cambiado totalmente, Miriam se creía dueña y señora de todo, regañaba constantemente a los empleados y los denigraba. 

Rosalía siempre los defendía, pero las consecuencias eran duras, al llegar su padre a casa, Miriam le contaba a su modo la forma en que Rosalía la trataba, haciendo al padre e hija discutir constantemente. 

Ella los observaba desde lejos cómo se convertían en una familia muy feliz, pasaban mucho tiempo juntos, hacían viajes y disfrutaban de ropa cara y de marca. Miriam despilfarra dinero como loca comprando cosas innecesarias. 

Un día cuando llego de la escuela observo a muchos empleados que no conocía cortando las rosas de su madre. 

Ella tiró su mochila y entró corriendo. “¡Paren! ¿Qué hacen?”. 

Miriam salió junto a Linda quien solo agacho su cabeza. 

La mujer mayor sonrió. “El jardín cambiará de flores, odio las rosas”. 

Rosalía le gritaba sin control, La ama de llaves y otro empleado que era fiel a la familia Rinaldi la detuvieron, no se podía hacer nada. “¡No! Por favor, no lo hagan”. Ella lloraba sin control. 

Cuando al final se zafó corrió hacia Miriam y la abofeteó. “Sabías que eran de mi madre ¡Lo sabías, por eso lo haces!”. 

Miriam se tocó la mejilla. “Eres una…” 

Mauricio entró a la mansión y observó todo. “¿Qué pasa aquí?”. 

Miriam lo miró fijamente. “Quiero hacer cambios en la mansión, será nuestro nuevo hogar solo quería cambiar las flores, las rosas no me gustan”. 

Mauricio miró a su hija tirada llorando y negando. Suspiro y camino hacia Miriam. “Debiste preguntar para hacerlo”. 

Miriam le regaló una mirada tímida. “Yo solo quiero estar a gusto en esta nuestra nueva casa, sabes que los lugares nuevos me dan un poco de miedo, quería colocar flores como las del jardín de nuestra antigua casa ¿Lo recuerdas?”. 

Mauricio palmo su hombro sonriéndole. “Está bien, no te preocupes amor”. 

Miro a Rosalía tirada en el suelo todavía, los empleados veían todo, frunció el ceño y le dijo a su hija. “Levántate te están viendo todos”. 

Rosalía no podía creerlo. Levantó la vista para mirar a su padre. “¡Algún día, te vas a arrepentir de esto, te lo juro!”. 

Rosalía se levantó y corrió a su habitación.

El hombre se quedó mirando las escaleras, le dolía un poco la forma en que su hija le hablaba.

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