Se escuchó ruido en las escaleras, la ama de llaves y Rosalía salieron de la cocina y observaron a María con una maleta.
“Mamá ¿A dónde vas?”. Rosalía estaba intrigada, su madre se iba de viaje y su padre no estaba.
Su madre se acercó y acarició su mejilla. “Tengo que salir de viaje, volveré en unos días”. Se alejó de ella caminando a la puerta.
Rosalía la detuvo. “Pero ¿A dónde?”.
Su madre la abrazo fuerte y se retiró un poco de ella mirándola a los ojos. “Nunca confíes en nadie, no dejes que se aprovechen de ti, nunca ¿Entendiste?”.
Rosalía asintió. María le dio un beso en la mejilla y le sonrió, para después salir de la mansión.
Rosalía se quedó en silencio pensando en las palabras de su madre, cuando reaccionó su madre ya no estaba.
Días después su padre volvió. Rosalía al escuchar el auto se asomó a la ventana, su madre nunca se ausentaba tanto tiempo y estaba muy preocupada, ninguno le contestaba las llamadas.
Al bajar y entrar a la sala, encontró a su padre con una mujer y una niña de unos 10 años. Ella se detuvo sin comprender que pasaba.
Su padre caminó hasta Rosalía abrazándola. “Lo siento Rosalía… tu mamá… murió”.
Ella se quedó en shock, no podía articular ninguna palabra. Después de un tiempo notó a la mujer y la niña en la sala. “¿Ellas quiénes son?”.
Su padre Mauricio se acercó a la pequeña niña abrazándola. “Ella es tu hermana”.
Rosalía estaba muy confundida. “¿Mi hermana?”.
El señor le explicó. “Si. Es tu hermana y ella es mi pareja de ahora en adelante”. Su padre tomó la mano de la mujer mayor.
Rosalía observó a ambas mujeres, la niña tenía un gran parecido a su padre, ella si había sacado los ojos cafés claros de Mauricio mientras Rosalía tenía ojos azules como su madre, pero era parecida a su padre.
La edad de la chica indicaba que Mauricio tenía una relación con la mujer desde hace años.
Rosalía levantó su mirada para decirle a su padre. “Quiero que se vayan”.
Su padre frunció el ceño. “Rosalía ellas no se irán”.
Rosalía miró a su padre reclamando. “Ellas no vivarán aquí”.
Su padre tajante empezó a discutir con su hija mayor, Linda solo observaba en silencio sabía bien que ellas estaban invadiendo un espacio que no les pertenecía, pero como siempre se quedó callada obedeciendo a sus padres.
“¡Basta Rosalía!” El hombre gritó y un silencio horrible se hizo en la sala. “¡Ellas se quedarán aquí, es mi casa, no hay más discusión!”.
Rosalía subió las escaleras corriendo, lloraba sin control, ni siquiera había podido despedirse de su madre, no podía creer que ya no estaba.
Se quedó de pie en la pared del pasillo donde empezaban las escaleras escuchando a la gente en la sala.
Linda se acercó a su padre. “Creo que deberíamos irnos, no es correcto quedarnos aquí”.
Mauricio se acercó acariciando el cabello de su hija con mucho cariño. “Esta es mi casa Linda, ustedes son mi familia tienen todo el derecho de vivir aquí conmigo, ya no estaremos separados más”.
Miriam feliz se acercó abrazando a su esposo. “Al fin podremos estar juntos después de tantos años”.
Él asintió hacia la mujer. “Todo va a mejorar para nosotros a partir de hoy”. Miró a su hija Linda. “Tendrás un montón de vestidos, joyas y cosas que siempre soñaste”.
Rosalía no podía creer lo que escuchaba, negaba con dolor cubriéndose su boca con la mano, su padre un hombre que pocas veces la abrazo y la mimo, ahora estaba con una hija a la que trataba como un tesoro.
Los siguientes meses fueron una tortura para Rosalía, la vida en la mansión había cambiado totalmente, Miriam se creía dueña y señora de todo, regañaba constantemente a los empleados y los denigraba.
Rosalía siempre los defendía, pero las consecuencias eran duras, al llegar su padre a casa, Miriam le contaba a su modo la forma en que Rosalía la trataba, haciendo al padre e hija discutir constantemente.
Ella los observaba desde lejos cómo se convertían en una familia muy feliz, pasaban mucho tiempo juntos, hacían viajes y disfrutaban de ropa cara y de marca. Miriam despilfarra dinero como loca comprando cosas innecesarias.
Un día cuando llego de la escuela observo a muchos empleados que no conocía cortando las rosas de su madre.
Ella tiró su mochila y entró corriendo. “¡Paren! ¿Qué hacen?”.
Miriam salió junto a Linda quien solo agacho su cabeza.
La mujer mayor sonrió. “El jardín cambiará de flores, odio las rosas”.
Rosalía le gritaba sin control, La ama de llaves y otro empleado que era fiel a la familia Rinaldi la detuvieron, no se podía hacer nada. “¡No! Por favor, no lo hagan”. Ella lloraba sin control.
Cuando al final se zafó corrió hacia Miriam y la abofeteó. “Sabías que eran de mi madre ¡Lo sabías, por eso lo haces!”.
Miriam se tocó la mejilla. “Eres una…”
Mauricio entró a la mansión y observó todo. “¿Qué pasa aquí?”.
Miriam lo miró fijamente. “Quiero hacer cambios en la mansión, será nuestro nuevo hogar solo quería cambiar las flores, las rosas no me gustan”.
Mauricio miró a su hija tirada llorando y negando. Suspiro y camino hacia Miriam. “Debiste preguntar para hacerlo”.
Miriam le regaló una mirada tímida. “Yo solo quiero estar a gusto en esta nuestra nueva casa, sabes que los lugares nuevos me dan un poco de miedo, quería colocar flores como las del jardín de nuestra antigua casa ¿Lo recuerdas?”.
Mauricio palmo su hombro sonriéndole. “Está bien, no te preocupes amor”.
Miro a Rosalía tirada en el suelo todavía, los empleados veían todo, frunció el ceño y le dijo a su hija. “Levántate te están viendo todos”.
Rosalía no podía creerlo. Levantó la vista para mirar a su padre. “¡Algún día, te vas a arrepentir de esto, te lo juro!”.
Rosalía se levantó y corrió a su habitación.
El hombre se quedó mirando las escaleras, le dolía un poco la forma en que su hija le hablaba.
Miriam tomó la mano de Mauricio. “No te preocupes se le va a pasar”. Ella trató de calmarlo regalándole una bonita sonrisa mientras por dentro se burlaba de la niña. Mauricio asintió y entró a la casa, Linda estaba escondida cerca de la puerta llorando, sabían que las rosas eran de la madre de Rosalía, le dolía toda la situación, pero no podía hacer nada. Los sirvientes también agacharon la cabeza y siguieron podando el hermoso jardín, el ama de llaves Laura los ayudaba llorando, sabía que esto que estaban destruyendo era un tesoro de Rosalía y su madre”. Días después… Rosalía estaba en su cuarto terminando algunas tareas cuando Laura entró apurada y nerviosa. “Niña”. Rosalía la observó frunciendo el ceño al ver el semblante asustado de la ama de llaves. “¿Qué pasa?”. Rosalía no había querido bajar en todo el día, se escuchaba ruido en el piso de abajo desde temprano imaginaba que Miriam hacía cambios en la casa. La mujer mayor se acercó tomando la mano de Rosalía. “Necesita b
Estaban juntos en su habitación, Guillermo estaba recostado en la cama de Rosalía leyendo un libro mientras ella terminaba de recoger sus cosas cuando la puerta se escuchó, Rosalía pidió que entraran, era Linda, ella acababa de llegar después de estudiar en el extranjero. “Rosalía”. Guillermo levantó la vista para ver a la chica, le resultó muy parecida a Rosalía, era bonita como su hermana, pero esos ojos cafés claros y su sonrisa tímida lo conmovieron al instante. Guillermo la había visto en otras ocasiones, pero hoy era diferente, estaba más alta y más madura ya no era la niña que conocía. Linda al ver al chico se sonrojo, era alto y de tez clara, su sonrisa al instante la emocionó, su estómago revoloteo. Rosalía observó a ambos y frunció el ceño, molesta preguntó a su hermana. “¿Qué quieres?”. “Mamá pregunta si tu amigo se quedará a cenar”. Miriam a pesar de los años fingía tener una buena relación con Rosalía ante el mundo. “Iremos en un momento”. Rosalía le dijo sacándola
Rosalía garantizó que así sería. La mujer revisó su reloj. “Tengo que volver, solo dije que iría a comprar la despensa”. La chica entendió y volvió a abrazarla antes de que se fuera. “Gracias por venir”. Laura se despidió dejándola ahí en medio de los jardines, Rosalía deambulaba mirando como sus compañeros se tomaban fotos con amigos y familiares, ella estaba sola, se encontró con la mirada de Guillermo que le sonrió, estaba con sus padres, ella solo se abrazó a sí misma, Guillermo nunca la había presentado ni como amiga, todo lo que tenían era un secreto de ellos dos, ella se dio la vuelta caminando hasta las aulas. Fue a recoger sus cosas para irse, su mochila estaba en su silla, pero antes de recogerla camino hasta la ventana donde podías ver todo el panorama, un sentimiento de vacío apareció en su corazón mirando como todos festejaban a los alumnos y pensó en su mamá. La puerta se escuchó, Rosalía giró encontrándose con Guillermo de pie en la puerta. “¿Qué haces aquí?”.
Rosalía reprimió todo su dolor y sonrió de forma amistosa levantándose de la mesa. “Me alegro por ustedes”. Las palabras salían amargas de su boca. Rosalía quería salir de ahí rápidamente. “Tengo que irme”. Linda la detuvo tomándola de la mano. “Comamos los tres juntos, tenemos mucho de qué hablar”. Linda siempre quiso llevarse bien con su hermana, pero las cosas siempre se complicaban por culpa de su madre, ahora quería cambiar eso y tratar de llevar una buena relación. Los ojos de Linda eran suplicantes, Rosalía no estaba segura de aceptar, Guillermo no había dicho nada en todo el tiempo que estuvieron ahí, al final aceptó después de tanta insistencia, la comida fue algo incomoda, Linda no se dio cuenta pero Guillermo estaba en silencio todo el tiempo, mientras ella parloteaba de la forma tan romántica en que Guillermo la persiguió y se le declaró, salieron algunas veces y era muy insistente, lleno su casillero de flores y le pidió frente a todos en el restaurante de su madre
Al terminar, él se recostó a su lado agitado, mientras Rosalía recobraba el sentido, suspiro largo esperando a que su corazón se calmara, palpitaba tan desenfrenadamente, Guillermo la atrajo más a él abrazándola por detrás, ambos se quedaron dormidos. Mas tarde Rosalía despertó al sentir el movimiento y ruido, Guillermo dejó el teléfono en la cama, terminaba una llamada y estaba vistiéndose, al verla despierta él sonrió robándole un beso rápido. “Me tengo que ir, recogeré a Linda en la escuela”. Rosalía preguntó. “¿No puedes quedarte?”. Era más como una súplica. Guillermo se giró y le explicó para que entendiera. “Ella es mi novia, debo estar ahí”. Rosalía se quedó muda con lágrimas amenazando con salir, Guillermo tomó su teléfono y le dijo algo más, pero ella solo asintió en silencio obedeciendo, él salió de la habitación dejando el lugar en un silencio abrumador, Rosalía se aferró a sus piernas abrazándose y lloró incontrolablemente. Fin del Recuerdo de Rosalía… ……………………..
Ella no abrió la puerta esperando a que se fuera. Álvaro dijo desde el otro lado tocando de nuevo. “Sé que estás ahí Rosalía, hablemos”. Ella hizo un mohín y fue a la cocina buscando más vino, relleno otra copa mientras escuchaba a Álvaro murmurar desde afuera, ella se recargo en el respaldo del sillón pensando si abrir o no mientras balanceaba su copa mirando el líquido. El hombre no dejaba de tocar y hablar. “No me iré hasta que abras, tenemos que hablar”. Álvaro le advertía. Al no tener respuesta recargo su frente en la puerta y con voz suplicante empezó a hablar más calmado. “Por favor... Rosalía, te juro que mi esposa no se va a enterar, te deseo tanto… estoy dispuesto a hacer lo que quieras… Me divorciaré si me lo pides… por favor abre…” Rosalía negó con la cabeza ya cansada de la palabrería del hombre, tomo su teléfono e hizo una llamada, unos minutos después unos hombres vestidos de negro llegaron frente a él, Álvaro estaba recargado en la puerta, al verlos se levantó. Lo
Rosalía hablaba en voz alta para que todos escucharan, pero se dirigía al señor Arista en particular. “Como sabrá, la empresa... antes Corporación Rinaldi, era propiedad de mis abuelos maternos… de la familia Rinaldi para ser más específica, al morir ellos, mi madre se quedó a cargo de todo, en el testamento se especifica que solo un Rinaldi puede heredar, así que todo es mío”. Lo último lo dijo tajante. El hombre apretó los puños. “Tú le entregaste todo a tu padre cuando eras joven y no podías manejar la empresa”. Rosalía recordó aquel momento, su padre la convenció de que sería lo mejor para todos si él se encargaba de la empresa, le dijo que había problemas que solo podía solucionar dándole el poder, ella confió en su padre y esperaba que esto mejorará su relación, pero estaba equivocada. Rosalía solo imitó lo que su padre hizo al quitarle las acciones a Linda. Se podría decir mejor que ella recuperó sus acciones. Ella sonrió maliciosamente. “Verá señor Arista… Mi padre me hiz
TEXUS llegó a revolucionar miles de cosas, desde el trato de sus empleados, hasta la alta gama y variedad de sus productos. Ahora la corporación Otto y TEXUS se fusionarían para ser una sola. Rosalía cerró su carpeta inclinándose en la mesa. “Si alguien cree que esto no va a funcionar y tiene miedo de perder su dinero o no desea seguir con nosotros, puedo comprar sus acciones a un buen precio, piénsenlo, los estaré esperando”. Ella miró a Pablo y Melina, dándoles la orden de salir, los accionistas se quedaron hablando entre ellos, ahora discutían por toda la nueva situación y que sería lo que más les convenía, algunos accionistas nuevos o muy jóvenes que estaban tomando el lugar de sus padres estaban de acuerdo en seguir, otros que eran los accionistas viejos y machistas que no aceptaban a una mujer como jefa ya estaban planeando vender las acciones y retirarse. Rosalía se levantó de su lugar dándoles una última mirada a todos, los conocía, había estado estudiando a la gente en