CAPÍTULO LXXV

Dos días estuvieron solos, Vlad la obligaba a comer y a beber de su propia sangre, su recuperación era lenta pero constante, porque ni su hermano dejaba que se saltara una comida, así fuese solo un tazón de tibio caldo de pollo, y ella tomaba más de dos tragos de sangre de él.

Dormitaba sin caer en el sueño profundo; en ese estado era difícil controlar la mente, y las horas se fueron escurriendo entre las memorias de su mamá. Myriam trenzándole el cabello, enseñándole a montar a caballo sin montura como una verdadera shikaarika, cantando alrededor del fuego en el campamento; Sergei tallando hábilmente una figurilla de ella, las danzas al ritmo de los tambores y las panderetas. De vez en cuando se colaba una imagen de Aston, ambos tomando cervezas en un bar, viendo uno de los circuitos de carreras que a ella le gustaba, o el viejo auto que había conseguido él y que hab&iacu

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