CAPÍTULO III

El doctor Desmond Black era el principal agente forense de las Fuerzas Especiales. Recibió la notificación de sumarse a la escena del crimen mientras levantaba pesas en el gimnasio de la base.

S.I.A[1] le envió las coordenadas del lugar de los hechos y el informe preliminar del laboratorio de narcóticos que estaba presente en la escena.

Decidió que, dado los datos recibidos, se iba a dar una ducha y luego partiría con su equipo a recolectar la evidencia y los cadáveres. Los escáneres mostraban la presencia de cuatro cuerpos en distintos estados de descomposición, cuatro cuerpos que no iban a irse a ningún lado mientras él se aseaba y se vestía para trabajar.

Salió de la ducha tarareando una canción sin prestarle atención a las miradas interesadas de un par de vampiras que iban entrando en ese momento a los vestidores mixtos. En la Fuerza no había distinción de género y cada miembro era capaz de defenderse de cualquier agresión que pudiera surgir por instintos no controlados. Desde la fundación de las Fuerzas Especiales durante el movimiento de Pureza de Sangre en 2578, habían pasado más de 400 años sin que el sistema hubiese fallado ni una sola vez. Aunque no podía negarse a sí mismo que a veces se sentía incómodo con una mujer que tenía la facilidad para someterlo si quisiera y que le lanzaba miradas deseosas como si fuera un pedazo de carne.

Se vistió con su uniforme regular, primero el traje gris claro de cuerpo entero conocido como piel de diamante[2], el tejido inteligente se ajustó a cada músculo de su cuerpo, abdomen, piernas, brazos y articulaciones. Luego se calzó los calcetines y posteriormente se puso un overol azul marino que lo identificaba como agente médico y patólogo forense. Tras calzarse las botas se pasó el peine por el cabello húmedo y se amarró una coleta para mantener los mechones en su sitio.

Miró el reloj de su muñeca marcando las tres de la mañana, frotó la mano por la aspereza de su barbilla lamentando no haberse afeitado. Dudó por un minuto frente al espejo, en definitiva no quería ver a Fira esa noche. No cuando ella le había cancelado horas atrás porque tenía que trabajar y él se había molestado de forma muy evidente.

Una segunda notificación llegó a su dispositivo, se colocó sus lentes y recibió el mensaje de que lo esperaban en la escena.

―Sí, sí, ya sé que me están esperando.

Cuando llegó al estacionamiento el vehículo aguardaba listo para partir, cuatro cápsulas de contención de cadáveres, cuatro kits de evaluación preliminar en escena y todo el material necesario para recolectar evidencias estaba allí. El automóvil con conducción automática se puso en marcha mientras él se acomodaba en su asiento junto a las dos doctoras que estaban de guardia esa noche.

No iba a pensar en Fira.

No iba a pensar en la cancelación de su cena.

No iba a pensar en ella en su uniforme de combate negro que se ceñía a las curvas de su cuerpo.

Y definitivamente no se iba a sentir mal porque era la cuarta vez consecutiva que le dejaba colgado en una cita.

Quince minutos después entraban en la escena, solo quedaban en el lugar los miembros de la policía local en custodia del edificio. Los agentes de laboratorio estaban llegando a la base para procesar toda la evidencia, en espera de encontrar indicios de los distribuidores de los químicos de Cheshire, tal vez pudiesen conseguir la raíz del problema y encontrar directamente a los creadores de la maldita droga.

Cada década, más o menos, la droga de diseño se actualizaba y sacaba nuevas versiones más potentes y más específicas. Ciento cincuenta años atrás la sustancia recreativa solo era consumida por artistas, creativos, pintores, escultores, compositores; pero a medida que se hizo popular, se fue diversificando y mejorando los estados exaltados de consciencia y percepción, llevando a sus consumidores a niveles peligrosos de clarividencia, creando alucinaciones tan reales que los hacían adoptar conductas temerarias. Y aunque no causaba la muerte del cuerpo ni del cerebro, las personas que la consumían se volvían adictas porque no podían soportar el mundo llano y real, no después de experimentar un incremento de sus capacidades creativas y habilidades cognoscitivas.

Cincuenta años antes la última generación de Cheshire, la Ch5, produjo una consecuencia nunca antes vista, creando una nueva enfermedad en la población humana consumidora: la Enfermedad del Sueño Perpetuo.

Su hermana menor, Ío, fue una de las primeras víctimas de la enfermedad. Una talentosa músico que tenía cincuenta años dormida; próxima a cumplir ochenta años, estaba a un tercio de su vida y no había esperanza de regresarla de su estado de sueño perpetuo.

Sintió una opresión en el pecho, iba a una escena de crimen a ver cuatro cadáveres en un laboratorio clandestino de Cheshire, se preguntó qué clase de versión estaban probando que causó la muerte a cuatro personas.

―Agentes, debemos bajar las cuatro cápsulas a la escena ―ordenó a los dos hombres que se acercaban a él cuando se apeó del vehículo―. Las dos agentes y yo bajaremos a la escena a hacer la recolección preliminar de evidencia de los cuerpos, pero el resto se hará en la base.

Ambos asintieron y se retiraron, Desmond siguió a sus colegas por toda la escena del laboratorio, sorteando las mesas volcadas y los fragmentos de vidrio, hasta la entrada en el suelo que daba a la escalera metálica. Sostuvo con firmeza su maletín de trabajo en una mano y soportó su peso con la otra durante todo el descenso. Ya en el suelo caminó despacio por el pasillo, examinándolo con detenimiento. Notó que cada dos metros aparecían dos micro robots que iluminaban el lugar. Alguien había activado el sistema de circulación de aire porque podía respirar sin dificultad, no había residuos de polvo ni evidencia antigua de tráfico humano. Sus lentes iban grabando todo y generando un archivo en tiempo real en la base de datos de La Fuerza.

Llegó a la entrada del segundo pasillo y se encontró a Aston apretando los dientes con fuerza, su expresión corporal denotaba que estaba conteniéndose de algo. Los lentes arrojaron avisos de sus niveles hormonales y el doctor dejó escapar una risita.

―Agente Dagger ―saludó mientras se arrodillaba frente a él y abría el maletín―, esto le ayudará.

Extrajo un aplicador de uno de los bolsillos, antes de que el hombre pudiera negarse lo dirigió a su cuello y lo accionó. Aston reaccionó al piquete, pero Desmond estaba preparado para ello y sostuvo el brazo con fuerza antes de que él pudiese hacer algo para impedirlo.

―¿Qué coño estás haciendo? ―gruñó furioso. Desmond estaba acostumbrado a esa actitud dura e inflexible de los agentes operativos, así que no se inmutó ante su tono.

―Minimizando los efectos de las feromonas que respiraste y los que la ninfa o sátiro te inoculó directamente ―respondió con tranquilidad―. No los va a eliminar ―le aseguró ante la mirada entre atónita y aliviada que Aston le lanzaba―, pero sí puede reducirlos hasta que puedas desfogarlo del modo correcto.

―¿Una sesión maratónica de intimidad con alguien? ―refunfuñó.

―O una sesión maratónica de ejercicios ―respondió con una risita grave―. Lo recomiendo más, sobre todo si hubo intercambio de fluidos con el vampiro o vampira… Así como algunos insectos tienen sustancias en sus pieles que los hacen venenosos al tacto, las ninfas y sátiros tienen sustancias en sus pieles que activan los receptores dérmicos y los hacen extra sensibles a los impulsos sexuales, pero si se besaron, bueno… digamos que eso fue directo a tu sistema nervioso central.

―Divertido ―musitó lacónicamente―. ¿Cómo lo supiste?

―Las lecturas de tus niveles químicos y hormonales. ―Señaló los lentes sobre sus ojos, dándoles un ligero toquecito en un costado.

―Es decir que todos los patólogos y médicos lo saben ―gruñó Aston.

Desmond se encogió de hombros y siguió su camino. Encontró a Fira cerca de la entrada mirando ceñuda a las patólogas. Sus lentes detectaron las heridas de inmediato. Se aclaró la garganta para hacerse notar, pero ella evitó tercamente observarlo. Negó con la cabeza. Era una maldita mujer obstinada.

―Doctora Díaz, ¿tiene paquetes de sangre en su maleta? Solo por casualidad.

Fira renegó entre dientes que estaba bien, pero él no le prestó atención. Ambos podían ignorarse de la misma manera.

―Sí doctor, tengo un litro de sangre de tipo universal aquí.

La mujer se inclinó sobre su maletín y accionó el cierre hermético lateral, un compartimiento refrigerado se abrió y extrajo un cilindro plateado que le extendió al doctor.

―Muy bien, agente Volk. Aquí tiene, le ordeno que se retire de mi escena y se tome esto, mientras le pide a algún miembro del equipo forense que no se haya ido aún, que le preste primeros auxilios.

―No es mi superior, agente Black. No puede ordenar que me retire de mi escena del crimen ―le espetó Fira con rudeza.

―Agente, de hecho, soy yo el agente con mayor rango aquí. Por si no lo recuerda, cuando es una escena de crimen su rango queda debajo del mío. Y según Sia, fui llamado porque hay cadáveres, lo que lo convierte en mi escena de crimen. Haz las matemáticas que quieras, verás que tengo razón ―dijo con voz clara y concisa―. Ahora bien, Volk. ―Suspiró―. Puedo dejarte pasar si deseas entrar a mi escena, pero es indispensable que no la contamines y por lo que me dice mi escáner, ―Señaló los lentes con sus dedos―. Tú estás sangrando por una herida que se abrió nuevamente porque tu sistema de regeneración celular está ralentizado por la falta de alimentación. Así que no quiero que haya rastros de tu sangre por ahí porque eso hace mi trabajo más difícil y en realidad quisiera no amanecer en este lugar.

―Bien ―respondió gruñendo, dándose la vuelta después de arrebatarle el cilindro con la sangre.

―No hay agentes de laboratorio aquí, todos se fueron ―informó Aston que se había acercado―, así que podrías pedirle a alguna de las doctoras que te ayude con eso.

―No, gracias ―respondió una de las agentes con voz amargada―, no deseo que me arranquen la cabeza. Podré ser mestiza, pero no conozco al primer vampiro al que le crezca la cabeza una vez que se la quitan.

La mujer se dio media vuelta y entró a la escena seguida por la otra doctora, que se alejó corriendo, farfullando que no era tan estúpida como para quedarse a atender a Fira.

―Eres taaaan popular ―se burló Desmond.

Fira le lanzó una ojeada maliciosa, destapó el cilindro, se lo llevó a la boca y comenzó a beber sin dejar de mirarlo. Al terminar le quedó un ligero rubor rojizo en la boca, le tendió el contenedor vacío y contestó:

―No sé de qué hablas, soy todo un ramillete de virtudes.

―Déjame examinar la herida antes de ponerme a trabajar ―dijo aproximándose a ella. Fira elevó una ceja suspicaz―. ¿Cómo es posible que tengas una herida en el costado? ¿Acaso no estás usando una piel de diamante debajo del uniforme?

Revisó la herida sin tocarla, los lentes le informaron que tenía una profundidad de cuatro punto treinta y dos centímetros y que el proceso de cicatrización interno estaba avanzando de manera continuada pero lenta debido a la falta de alimentación. Sacó unos guantes azules de látex de un bolsillo lateral y se los puso, palpó suavemente alrededor de la herida, retiró los bordes del uniforme y la piel sintética.

―¿Cómo pudo atravesar el traje? ―preguntó con curiosidad.

―No lo sabemos, pero ya el laboratorio se llevó el arma para identificar sus componentes ―respondió Aston.

―¿El maldito que te hizo esto está en custodia? ―le preguntó directamente a Fira mientras tomaba un apósito de su maletín y un spray antibiótico.

―No ―respondió escueta.

―Eso explica tu jodido mal humor, mujer ―soltó divertido.

Roció la herida con abundante antibiótico, ella no se inmutó, ni siquiera dejó escapar un quejido por el escozor. Luego colocó la venda sobre la herida y acomodó el traje en su lugar.

―Bueno, con ese litro de sangre debería mejorar tu proceso de cicatrización, calculo que en dos horas más o menos habrá cerrado por completo ―le informó―. Claro, que si te alimentarás de manera regular como debieras, ya estuviese casi cerrada.

―Yo me alimento bien ―informó desdeñosa.

―Sí, claro ―dijeron ambos hombres al mismo tiempo y con sarcasmo evidente.

Ella lanzó miradas aburridas a cada uno, después de unos segundos preguntó:

―¿Podemos revisar la escena ahora?

Desmond recogió su maletín y se adentró en la cámara. Aston se colocó a su lado mientras el médico avanzaba.

―No sabía que eran amigos cercanos ―le susurró a su compañera.

―Contrario a la creencia popular ―replicó Fira―, soy una persona muy agradable y tengo muchos amigos.

Aston resopló.

―No me jodas, Fira.

Ella se rio con disimulo.

―El hecho de que no ande haciéndome trencitas o la manicura con alguien no significa que no tenga amigas y amigos ―le dijo con algo de buen humor―. Solo que también aprecio mi soledad.

―Ajá.

Se quedaron en silencio mientras dejaban que los médicos trabajaran. Fira observó con detalle el recinto: cuatro camas, una plataforma central, una mesa con material quirúrgico. Dos de los cuerpos se hallaban caídos en el suelo, los otros dos estaban en sus camas, uno de ellos con obvias mutilaciones.

―Soy yo, o esto no tiene el aspecto de un laboratorio de drogas.

Aston miró con detenimiento y asintió.

―Creo que tienes razón.

Desmond se irguió sobre el último cuerpo y les lanzó una mirada turbia. Se acercó hasta su posición mientras que por la puerta entraban cuatro agentes acarreando las capsulas para retirar los cuerpos.

―¿Qué nos puedes decir, agente Black? ―preguntó Aston.

―Los cuatro cuerpos son mestizos ―respondió con incomodidad―. Dos hombres y dos mujeres con signos de mutilación.

Fira frunció el ceño.

―No hay residuos de ningún componente de Cheshire y preliminarmente hay evidencia de retención en contra de su voluntad ―informó―. Hay argollas de sujeción en las muñecas y tobillos de cada uno de ellos. Las doctoras están retirando los cuerpos para luego traer a los forenses y recolectar más evidencia. Pero por lo que veo, estos cuerpos tienen aquí alrededor de dos o tres meses.

―¿Cómo lo sabes? ―preguntó Aston. Desmond miró a Fira que mantenía los ojos fijos observando una de las camas.

―Los mestizos tienen un proceso de descomposición diferente a los humanos. Aunque parece que tienen un par de días a simple vista, los impulsos cerebrales duran mucho más tiempo recorriendo el cuerpo tras el fallecimiento, porque antes de remitir por completo, el cuerpo entra en un estado de muerte simulada, inclusive si el corazón deja de latir. Las células continúan regenerándose hasta que el impulso se consume. Este solo se corta abruptamente si hay daño cerebral y, aun así, la muerte celular no sucede del mismo modo que en los humanos ―explicó―. Podremos dar más detalles en el laboratorio donde tenemos instrumentos más adecuados y mejor calibrados. Solo sé que la causa de muerte de una de las mujeres es un traumatismo crónico en el útero y abdomen. Literalmente la abrieron en canal y extrajeron el vientre, ovarios. ―Apretó los labios fuertemente, miró de reojo la cama y continuó―. Parte de los órganos internos están en la cama.

Aston escuchaba con horror. La expresión de su compañera no dejaba traslucir nada. Los contenedores pasaron por su lado y las mujeres se retiraron con ellos. Aston se alejó para examinar la escena más de cerca. Desmond lo miró irse y dio un paso más cerca de Fira.

―¿Estás bien? ―preguntó en un tono de voz extremadamente bajo, pero que el oído mestizo de ella iba a captar con facilidad.

Fira paseó la mirada por la escena y asintió en silencio.

―¿Quieres que vaya a tu casa cuando termines aquí?

Ella negó.

―No sé a qué hora salga de aquí, debo ir a hablar con el Comandante después de que el laboratorio recoja toda la evidencia que hay.

Avanzó hasta donde estaba su compañero sin mirar atrás. Desmond la observó un par de segundos antes de retirarse.

Ni un solo signo de interés en él.

Ella se lo había aclarado desde el principio. Podían divertirse, pero nada más, sin embargo, a pesar de las advertencias y su actitud, estaba preocupado por ella y el tono con que le hizo la pregunta lo dejaba en claro.

Desmond chasqueó la lengua, todos conocían la personalidad de esa agente.

Solo a él se le ocurría tratar de tener una relación romántica con Fira Volk.

**********

[1] Sistema de Inteligencia Artificial S.I.A. inteligencia artificial que se encarga del funcionamiento y procesamiento de información de todos los sistemas informáticos y de seguridad de las Fuerzas Especiales

[2] Traje de grafeno similar a los trajes de los buzos, es extremadamente resistente y se coloca debajo del uniforme regular, lo que protege la piel y órganos internos de objetos punzantes, cortes y sustancias tóxicas. Estos trajes varían de color de acuerdo a su funcionalidad. Y se ajustan a cada nivel de los agentes, en el caso del color gris claro, corresponde a los agentes de laboratorio que tienen contacto con evidencia forense de cualquier tipo

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