CAPÍTULO VIII

Aston se despertó en su cama el día martes a las seis de la mañana. Para variar, parecía que sus patrones de pensamiento se habían regulado, lo que era un alivio; no se creía capaz de volver a hacer exactamente lo mismo que había hecho el día anterior para aplacar sus instintos.

Tras una agotadora rutina de doce horas de ejercicio en el gimnasio de La Fuerza el día domingo, se bañó en las duchas durante sesenta minutos con el agua casi hirviendo; a esa hora no había nadie allí, excepto los agentes de guardia que se encontraban en el complejo de la base en las salas de vigilancia o en los recorridos nocturnos por la cuidad. Así que disfrutó de la soledad y la privacidad que pocas veces se lograba en ese lugar.

Su mano se había deslizado con renuencia hacia el sur durante el lavado con jabón, siseó porque era tal su necesidad que ya lo encontraba

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