Fira se detuvo en el centro de la habitación e hizo un barrido general tomando notas mentales. Mantenía a raya cualquier emoción que pudiese interferir con su habilidad profesional. Esperaba que en cualquier momento el Comandante Ksongan los citara a su oficina en los pisos superiores de la base para pedir un informe y era imperativo, vital, que ella no dejara traslucir cuánto le afectaba ese crimen.
Las consignas sobre la pureza de sangre resonaban en el fondo de su cabeza, “abominaciones”, “monstruos”, “engendros”, palabras que venían acompañadas de cruentas imágenes. Recuerdos amargos goteaban bilis en su estómago y le causaban nauseas. En aquel entonces su familia hizo lo necesario para que ella no fuera arrastrada al desastre civil que se generó, fue prácticamente secuestrada de Shesh y la enclaustraron en Ajat con la finalidad de que su vida no corriera peligro, a pesar que en ese momento y de acuerdo a los registros familiares, Fira no solo era mestiza, sino que era una vampira convertida; por lo tanto, no era blanco principal de los extremistas humanos que pregonaban la necesidad de desligarse de los vampiros. Sin embargo, sí era posible que los extremistas vampiros desearan enviar algún mensaje a las familias arcanas que cuidaban a sus descendientes mestizos, porque tanto para humanos como para vampiros, los mestizos eran un error.
Incluso si estos eran convertidos en vampiros.
Trescientos setenta y siete años habían pasado desde la primera masacre. El incendio en un dormitorio universitario donde solo se alojaban mestizos. Cuatrocientos veintiún años cuando comenzaron los crímenes de odio. Doscientos veintisiete años, después de la firma del cese a la Purga y la derogación de las leyes en contra de las parejas mestizas. Doscientos veintisiete años después de casi doscientos años de violencia y masacres.
Pero esa noche se sentía como si el tiempo no hubiese pasado.
Seguían existiendo crímenes contra mestizos, casi en la misma tasa que de humanos; aunque los asesinatos de vampiros sucedían, la propia Cámara de Lores se encargaba de distribuir la justicia adecuada a individuos que, se rumoraba, tenían un promedio de vida superior a los cinco mil años.
Era difícil no sentir que el tiempo no había pasado, un desagradable déjà vu le sobrevino.
Ella en medio de los escombros ennegrecidos donde perduraba el olor a carne chamuscada y madera quemada.
Sacudió la cabeza para regresar al presente, no iba a permitir que sus prejuicios nublaran su raciocinio, no iba a ser esa clase de persona que se dejaba arrastrar por emocionalidades inútiles y no iba a conjeturar nada en absoluto.
Se desvió hasta la cama más alejada a su izquierda y se inclinó sobre ella. Su vista aguda le permitió registrar al detalle el tejido mugriento, todavía quedaban vestigios del olor metálico de la sangre que manaba de las manchas marrones de la sábana. Se acuclilló para examinar las cadenas que se ocultaban debajo del armazón de la cama, las argollas se veían sucias y algo oxidadas; no se había quitado los guantes desde que abriera la puerta, así que tomó con confianza la cadena y jaló con fuerza. Estaba sujeta firmemente al suelo y no cedió ni un poco.
―Yo soy una mestiza con un sistema celular balanceado ―le dijo a su compañero―. En teoría soy más vampiro que humana, pero no poseo todas las características de uno.
―¿Qué quieres decir con eso? ―preguntó él.
―Quiero decir que yo me puedo equiparar a un vampiro puro en cuanto a fuerza y resistencia física, esa fue la razón por la que me aceptaron en La Fuerza ―le contestó.
―Y yo que pensé que te habían aceptado por tu arrolladora personalidad ―bufó el hombre.
―No pude despegar esta cadena del piso ―lo ignoró―. Un mestizo con la mitad de fuerza que yo, no hubiese podido escapar, quien quiera que haya hecho esto, se aseguró de que no tuviesen oportunidad. Es posible que ni siquiera el vampiro más fuerte haya podido escapar de estas cadenas. La pregunta es ¿quién tiene los recursos para conseguir este tipo de cosas?
Fira se levantó y se alejó sin soltar la cadena. No alcanzó a llegar a la cama en la esquina contraria.
―No solo evitaron que pudieran escapar ―acotó Aston, mirándola ceñudo―. Se aseguraron de limitar la movilidad incluso dentro del recinto.
Ella asintió en silencio.
―Las cámaras de los escáneres registraron el lugar milimétricamente antes de que nadie entrara ―comentó él―, pero por lo que oí de los patólogos forenses, el instrumental que encontraron en la mesa central, es quirúrgico.
―Estoy tratando de dilucidar qué hicieron aquí. Porque a excepción de la mujer que abrieron en canal, no había signos evidentes de tortura, más allá de mantenerlo secuestrados y en estas condiciones deplorables.
―¿Alguna clase de experimentación? ―conjeturó Aston.
―No tiene sentido, todos los experimentos que se pueden realizar con mestizos están regulados por el Parlamento ―le dijo, mientras se alejaba al otro extremo de la habitación y examinaba otra cama―. Inclusive está la “Ley de Servicio Social”, los mestizos deben cumplir una cantidad de años de servicio prestándose para estudios médicos… ―Se enderezó y lo miró con el ceño fruncido―. No se me ocurre ni una sola razón médica o científica para que le hagan esto a un mestizo, menos a cuatro.
―Sí, es extraño ―murmuró él girando sobre sí mismo, abarcando con su vista todo el lugar―. Secuestrar una pareja, puedo entenderlo, secuestrar cuatro mujeres puedo entenderlo, cuatro hombres también, pero no entiendo por qué mantener dos parejas así.
―Es lo mismo que me estoy preguntando.
El equipo de trabajo regresó, cinco agentes del área forense entraron a la escena y recogieron cada instrumento, muestra, elemento y sustancia que encontraron en el lugar. Uno de ellos les hizo una serie de preguntas de confirmación de los datos previamente recabados: hora de descubrimiento, si el sistema de circulación de aire había sido automático o no, procedimientos estándares de reconocimiento de la escena y todos los detalles tediosos que debían cubrirse antes y durante el proceso de examinación in situ. Fira ayudó a desmontar cada juego de cadenas alrededor de las camas, mientras Aston supervisaba el desmontaje de las mismas y el embolsamiento de cada manta encontrada.
Una hora después, todo el recinto quedó recogido. Ellos dos fueron los últimos en irse, Fira volvía a examinar el lugar con concentración extrema, una vez que pareció satisfecha tecleó un par de comandos en su reloj para verificar que los robots de iluminación pasaban a modo vigilancia, de esa manera, no dejaban a ningún agente activo en la escena y podrían controlar remotamente el lugar.
Aston esperaba en el umbral, observando a su compañera con curiosidad. Debería sentirse cansado, la culminación positiva de su misión de esa noche debió ser el cierre adecuado para una semana de trabajo intenso, no recordaba la última vez que había dormido más de seis horas seguidas; pero en realidad, se sentía capaz de correr una maratón, seguida de una rutina de ejercicio intenso en el gimnasio. Comenzaba a impacientarse, ella parecía poco dispuesta a marcharse, como si esperara que la solución a ese crimen surgiera espontáneamente en el aire.
Fira soltó un suspiro cansado que le dio curiosidad.
―¿En qué piensas? ―le preguntó.
―Nada ―dijo―. Solo me preguntaba cómo fue que un trabajo encubierto de narcóticos, terminó en secuestro y homicidio.
Aston asintió en silencio.
―Yo también me pregunto lo mismo.
Dos pitidos sonaron de forma simultánea, ambos levantaron la mano y revisaron la notificación que había llegado a sus relojes. Sia les anunciaba que el Comandante Ksongan los estaba esperando para un reporte oficial.
El Comandante Ksongan era un hombre contradictorio. A simple vista era un individuo de piel oscura y rasgos fuertes, una mandíbula afilada, labios carnosos, musculatura envidiable y una presencia imponente. Medía casi dos metros de altura, iba con la cabeza afeitada, usaba el uniforme correspondiente a su rango como Comandante general de las Fuerzas Especiales y el único accesorio decorativo que llevaba sobre sí mismo era un grueso anillo de platino con una hilera de apatitas de corte ovalado, símbolo de la familia arcana a la que pertenecía.A pesar de que aparentaba tener unos cuarenta años a lo sumo, Enam Ksongan era, junto a sus dos hermanas, la cabeza de la familia arcana Ksongan; también era un vampiro que había sido miembro fundador de Las Fuerzas Especiales y tenía más de tres mil años de edad.Su voz era exótica, grave y muy masculina. Su mirada templada y agradable, cor
Abandonaron la oficina en completo silencio, uno que se prolongó durante el descenso en el ascensor.Las puertas se abrieron a la recepción del piso de los agentes, un androide estaba apostado detrás de un mostrador y les dio la bienvenida, solicitando su clave de acceso.Unas segundas puertas dieron paso a una sala circular de grandes dimensiones, dividida en cubículos de dos por dos metros delimitados por paneles transparentes y separados unos de otros por una distancia de un metro ochenta por cada lado. Estas cabinas inteligentes constaban de estantes ocultos en el suelo que surgían directo del piso inferior donde se hallaba la armería; cada agente tenía un equipo designado previamente y almacenado en su propio armario que era manejado por Sia y por el plantel androide de la base. Cada estantería tenía sus nichos y compartimientos. Del mismo modo, el equipo de análisis médico se desplazaba
En el año 2099 se registró la primera aparición de los vampiros de forma oficial como una especie establecida en el planeta tierra desde hacía milenios. Ellos surgieron con soluciones médicas, tecnológicas, científicas y económicas para evitar la completa debacle humana.Al principio, los poquísimos asentamientos humanos accedieron de forma docil a su introducción en un nuevo orden mundial. Sobre todo, porque los linajes arcanos estaban compuestos de unos miles de miembros, incluidas familias humanas, que eran reconocidas como parte fundamental de estas, y se les llamaba Benefactores de sangre.La tradición de los Benefactores era pasada de generación en generación, y cada familia arcana trataba a sus benefactores como mejor le pareciese. En algunos casos eran miembros con plenos derechos, en otros, eran apenas un poco más que sirvientes.Esta relación estrec
Aston se despertó en su cama el día martes a las seis de la mañana. Para variar, parecía que sus patrones de pensamiento se habían regulado, lo que era un alivio; no se creía capaz de volver a hacer exactamente lo mismo que había hecho el día anterior para aplacar sus instintos.Tras una agotadora rutina de doce horas de ejercicio en el gimnasio de La Fuerza el día domingo, se bañó en las duchas durante sesenta minutos con el agua casi hirviendo; a esa hora no había nadie allí, excepto los agentes de guardia que se encontraban en el complejo de la base en las salas de vigilancia o en los recorridos nocturnos por la cuidad. Así que disfrutó de la soledad y la privacidad que pocas veces se lograba en ese lugar.Su mano se había deslizado con renuencia hacia el sur durante el lavado con jabón, siseó porque era tal su necesidad que ya lo encontraba
Había cientos de agentes especiales en la base de La Fuerza de Tevah-Sheva. La mayoría eran comúnmente conocidos como agentes de campo y cada base tenía su número de agentes específico para la ciudad, Sheva tenía alrededor de cien. También estaban los agentes médicos, científicos y técnicos, encargados de la recolección de evidencia y análisis. Adicional a estos había unas cuatro o cinco docenas de agentes de inteligencia, aquellos que estaban en misiones de encubierto todo el tiempo. En resumen, la base poseía una plantilla compuesta por un promedio de poco más de quinientos agentes, doscientos androides y Sia, la inteligencia artificial.Dos horas después de comenzada la reunión, solo quedaban cuatro parejas de agentes en el recinto. Ksongan dio órdenes a tres de ellas y dejó de últimos a Fira Volk, Aston Dagger y los agentes cie
A pesar de que Fira deseaba ponerse a investigar el caso de secuestro y asesinato de inmediato, sabía que no tenían una dirección clara hacia donde avanzar. Le llevaría a Sia un par de días correr un reconocimiento de ADN para descubrir quiénes eran los progenitores de las víctimas en caso de que tuviesen familia viva, y para determinar la identidad de las mismas estaban en procesos burocráticos para correr su ADN en la base de datos médica de la ciudad. Aunque, algo le decía que era probable que estas víctimas no fueran originarias de Sheva, lo que implicaría que Sia debía conectar con la inteligencia central, luego solicitar autorización a las inteligencias de las demás bases y, posteriormente estas, pedir los permisos reglamentarios para acceder a las bases médicas de cada una de las ciudades, eso solo para comenzar.Un montón de mierda burocrática
Aston no se sentía bien, y cayó en cuenta de sus emociones extrañas cuando su compañera le pidió que le subiera la cremallera de su uniforme.No era algo inusual, él le había pedido a un compañero que pasaba por allí que le hiciera el favor pocos minutos antes. El uniforme formal estaba diseñado para que se vieran bien; demonios, quién dijo bien, para que se vieran espectaculares. Hombres y mujeres, vampiros, mestizos y humanos, viéndose tonificados, regios y poderosos; era una forma muy práctica de hacerlos sentir iguales y que el público los percibiera como modelos a seguir; en particular a los seres humanos. Ellos eran seleccionados por La Fuerza desde niños, su biología era adecuada para someterse al programa de mejoramiento genético, lo que los equiparaba al nivel de un mestizo promedio. De ese modo, él podía encajar y devolver golpes con u
La guardia de Fira comenzó muy bien. Para poder cubrir mejor la zona, cincuenta agentes fueron emparejados con algún miembro de las fuerzas locales, a ella le tocó una mujer de aspecto severo que resultó ser solo una fachada. Carli, como se presentó, iba con un apretado moño de hebras rubias, un ligero toque de carmín en los labios y unos ojos limpios de color verde agua. Se veía bien en uniforme, aunque el suyo le confería un aspecto más discreto que el de ella con su color azul cobalto, la policía se veía bastante atractiva.Ya había lidiado con un par de individuos que fueron muy gráficos al expresar lo que le harían si la tuvieran desnuda en su cama. La indiferencia de Fira solo sirvió para exacerbar sus ánimos y los hombres decidieron incrementar sus descripciones, las siguieron por un largo rato. En determinado momento Fira sonrió maliciosamente,