LA ESPERA CONDENA.

Adrián.

Sobre la mesa, mi padre había colocado el mapa de la región que mostraba la ubicación de todas las haciendas cercanas y lejanas; en casi todas había marcado con una cruz la ubicación de una propiedad, el ruido de la pluma contra el papel tatuando aquella cruz me atormentaba, en aquel momento me parecía la letra más triste y fea de todas, porque era la que me recordaba que en ninguna de esas propiedades se tenía noticias de ella. El dolor y el recuerdo de Estefanía, conmigo, me devolvieron a mi miseria; cerré los puños para controlar mi desesperación, entonces el rostro de aquel conde apareció en mi mente.

Guillermo seguía siendo fiel a la búsqueda, en su cara ya se podían ver las marcas del desespero y miedo, también la de largas noches de insomnio. Mi historia no era muy diferente, yo seguía sumido en la desesperación por ella y en la terrible tarea de tener que callar la verdad por órdenes de los centinelas; los recuerdos de aquella noche estaban borrados para siempre en
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