Me despegué de los labios de Adrián contra mi voluntad, pero él no me lo iba a poner tan sencillo y volvió a reclamar mi boca. Ya destruía las barreras, el amor hacía acto de presencia, la mujer que habitaba en mí y que siempre le había pertenecido a él, salió a su encuentro como una fiera hambrienta. Había imaginado tanto este instante, que mi mente se nubló dejando de lado mi realidad.—No hubo un solo día en que no te amara ni te idolatrara… Mi amor, me gustaría amarme de la forma en que tú me amas… con todo lo bueno y malo que hay en mí… no puedo perdonarme —Adrián acercó sus labios a mi mejilla y besó mis lágrimas.—No llores. Mírame, estamos frente a frente, uno en el brazo del otro y, a pesar de ello, seguimos buscando nuestras vidas. Al verme en tus ojos, sé la razón por la que nací y, solo por eso, el mundo se ha vuelto tan hermoso esta noche.—Me gustaría mucho verme desde tu perspectiva, deseo confiar en mí de la forma en que lo estás llevando a cabo a pesar de mis errores…
Arturo.—¡Estefanía! —grité su nombre al percibir lo que había hecho; los centinelas y mi clan permanecieron inmóviles mientras me alzaba. Vi a Luthzer burlarse y los centinelas de la primera fila abandonaron el lugar. —¡Sé, está conectado al libro de las sombras! —continué vociferando, Nahethis y Alyan me miraban incrédulos.—Se volvió más astuta que tú, Arturo. Me gustan las agallas que tiene tu esposa… Las descendientes de los Álamos tienen almas difíciles de doblegar —manifestó Luthzer, su actitud me llenó más de ira, así que percibí la traición.—¡Arantxa es una traidora! ¡Hazla sufrir! —exclamó Lavied cuando sintió que Arantxa estaba detrás de todo. Luthzer no me dejó moverme, como una sombra salió y volvió con el espíritu de Arantxa atrapado en sus garras, ella se había vuelto en una masa negra humeante, luego se dirigió a mi madre y a Mariana, mostrándoles aquella alma corrompida que luchaba por escapar de las garras del dios del caos.—Deficientes y estúpidas brujas ¡Se han d
Estefanía.La sangre brotaba de mi boca y un dolor intenso quemaba mi interior; un creciente instinto maternal me poseía, obligándome a proteger mis entrañas, pero no podía; encima de mí estaba el cuerpo de Arturo; sentía cómo su aliento palpaba mi cara y cómo la vida se me escapaba rápidamente. Luchaba por abrir mis ojos que se querían cerrar contra mi voluntad, se me dificultaba respirar, entonces lo volví a ver; aquel rostro inmortal que se negaba a morir, me miraba con angustia, él también trataba de poner su mano en mi vientre; su mirada azul estaba cristalizada por las lágrimas, se encontraba tan cerca de mi rostro, que los mechones negros de su cabello acariciaban mis mejillas. Las fuerzas me estaban abandonando con rapidez, tenía la visión empañada, mi mano sin fuerza se posó en su rostro tocando sus labios, donde fluían hilos de sangre; él también parecía agonizar.—Hubiera preferido morir antes de hacerte pasar por esto, pero no pienso perderte… No a ti, esta noche te encuen
Adrián. Comenzaba a tener miedo de seguir viviendo, no quería comprender que el final de una etapa es lo que hizo posible el avance siguiente. Quedé observando a la mujer que amaba mientras su último suspiro le abandonaba y quedaba solo la caja vacía de su cuerpo. Mis manos temblaban, toqué su rostro con tal sensación que era indescriptible, solo se podía comparar con el infierno; Estefanía había sido fuerte, yo lo intentaba ser. —Todo estará bien, amor mío. Yo seguiré lo mejor que pueda sin ti… Reúnete con mi abuela, amor de mi vida, que ella te lleve a casa… Estefanía, mi alma se derrumbó esta noche junto a ti—manifesté mi profunda tristeza. Mi corazón moría con ella para siempre, nunca más sería el mismo. Había sido condenado a vivir sin vida por toda la eternidad y Arturo había sido condenado al mismo destino. La guerra había cesado en ese momento, todos volvieron a su lugar, pasarían siglos para volverla a ver, siglos y fuego. Me arrodillé ante su cuerpo, Arturo tuvo la misma i
Siempre ha existido el rumor de que no estamos solos y que en otros planetas o en alguna constelación lejana existen seres que, con una tecnología más avanzada nos observan, estudian nuestro modo de vida y el potencial de nuestro mundo, un mundo al cual nosotros hemos dañado y desaprovechado. Muchos juran haber visto a esos seres, otros aseguran que se han mezclado con los humanos y han creado una especie híbrida más avanzada. Si se piensa con detenimiento puede decirse que la idea no es descabellada. Aunque les parezca absurdo, puedo asegurarles que no lo es. Algunos de estos híbridos saben que no son totalmente humanos, desconocen su ascendencia, les cuesta lidiar con sus diferencias, desconocen el por qué tienen dones especiales, expresiones y comportamientos diferentes. Ellos no son lo que parecen ser y en muchas ocasiones los rumores sobre ellos son ciertos. Sabemos que el mundo que conocimos cuando pequeños no era realmente como nos lo pintaron; al contrario, era muy diferente.
Estefanía.Mi madrina, Ana Álamo, estuvo muy distraída durante toda la semana; sus ojos mostraban una tristeza evidente que disimulaba llevándose pausadamente a sus labios una taza de té de tilo. Yo intuí que parte de su pesar era porque dos días antes, mi padrino Antonio Álamos cumplió años de muerto. Él se fue de este mundo un 13 de mayo, hacían ya 24 años. Yo no tuve la suerte de conocerlo, aún no nacía cuando él falleció. Aquella muerte la dejó tan devastada que aún lo lloraba como si fuera el primer día. No me gustaba verla de aquella manera, mi madrina era una mujer fuerte que llevó con éxito las riendas del negocio familiar. Ana Álamo era una excelente patrona, sus esclavos y demás trabajadores la respetaban y estimaban. Nunca maltrató a nadie, todo lo contrario, aparte de proveerles comida, techo y trabajo, también les daba medicinas. Ella y yo creamos una pequeña escuela donde enseñábamos a leer y escribir a los niños de las barracas, algo que no era bien aceptado en la socie
Mi madrina me contempló al igual que Libia. Las dos me sonrieron y se mantuvieron en silencio. Aquella conversación me incomodó y mi madrina lo notó. Yo jamás había conversado con hombres que no fueran los trabajadores de la casa: Milton y Ernesto, este último solamente de vez en cuando y siempre cuando estaba presente mi madrina; del resto, mi mundo se basaba y se extendía dentro de la hacienda y con eso, era sumamente feliz. Cada vez que entraba al interior del invernadero, no podía evitar experimentar emoción y admiración, me sentía satisfecha y orgullosa de mi misma por lo que había logrado. Tenía en mi mente cada posición de las plantas y dónde estaba cada flor; ponía tanto empeño en arreglarlas, que las horas se me iban como si nada; investigaba en libros todo lo referente a ellas y recordé que mi abuelo Manuel siempre me decía, que el hablarles a las flores causaba que ellas fueran más bellas; por tal motivo siempre lo hacía, al principio me sentía tonta, pero poco a poco es
Aquella noche me costó conciliar el sueño. El rostro de Adrián se paseaba por mi mente una y otra vez sin poder evitarlo, mi corazón parecía en guerra con mi cordura, él se unió con mi mente para no dejarme dormir; además, Elizabeth marcó su distancia conmigo. A pesar de que todos me felicitaron por mi interpretación en el piano, ella se dedicó a mirarme con ojos de hielo, sin despegarse en ningún momento de su esposo, como si lo estuviera protegiendo “¿Serán interpretaciones equivocadas de mi parte?” —me dije, pero era muy claro: aquella dama no demostró ni un ápice de complacencia conmigo; todo lo contrario, únicamente se limitó a dirigirme unas cuantas palabras cuando le era estrictamente necesario. Sin embargo, eso no me mortificó en absoluto, lo que sí me perturbaba es que ella era la madre del caballero que me había cautivado… Gracias a Dios la madre y el hijo tenían personalidades muy diferentes. No pude reprimir mi tristeza al comprobar que, una vez más, se había cumplido m