Queridos lectores es mi sueño más profundo que la primera parte del origen de esta saga haya sido de su agrado. La continuación es Resurrección: El misterio de Victoria, luego le sigue Resurrección: El enigma. Sus comentarios y likes siempre son bienvenidos para mí. Nos continuamos leyendo.
Siempre ha existido el rumor de que no estamos solos y que en otros planetas o en alguna constelación lejana existen seres que, con una tecnología más avanzada nos observan, estudian nuestro modo de vida y el potencial de nuestro mundo, un mundo al cual nosotros hemos dañado y desaprovechado. Muchos juran haber visto a esos seres, otros aseguran que se han mezclado con los humanos y han creado una especie híbrida más avanzada. Si se piensa con detenimiento puede decirse que la idea no es descabellada. Aunque les parezca absurdo, puedo asegurarles que no lo es. Algunos de estos híbridos saben que no son totalmente humanos, desconocen su ascendencia, les cuesta lidiar con sus diferencias, desconocen el por qué tienen dones especiales, expresiones y comportamientos diferentes. Ellos no son lo que parecen ser y en muchas ocasiones los rumores sobre ellos son ciertos. Sabemos que el mundo que conocimos cuando pequeños no era realmente como nos lo pintaron; al contrario, era muy diferente.
Estefanía.Mi madrina, Ana Álamo, estuvo muy distraída durante toda la semana; sus ojos mostraban una tristeza evidente que disimulaba llevándose pausadamente a sus labios una taza de té de tilo. Yo intuí que parte de su pesar era porque dos días antes, mi padrino Antonio Álamos cumplió años de muerto. Él se fue de este mundo un 13 de mayo, hacían ya 24 años. Yo no tuve la suerte de conocerlo, aún no nacía cuando él falleció. Aquella muerte la dejó tan devastada que aún lo lloraba como si fuera el primer día. No me gustaba verla de aquella manera, mi madrina era una mujer fuerte que llevó con éxito las riendas del negocio familiar. Ana Álamo era una excelente patrona, sus esclavos y demás trabajadores la respetaban y estimaban. Nunca maltrató a nadie, todo lo contrario, aparte de proveerles comida, techo y trabajo, también les daba medicinas. Ella y yo creamos una pequeña escuela donde enseñábamos a leer y escribir a los niños de las barracas, algo que no era bien aceptado en la socie
Mi madrina me contempló al igual que Libia. Las dos me sonrieron y se mantuvieron en silencio. Aquella conversación me incomodó y mi madrina lo notó. Yo jamás había conversado con hombres que no fueran los trabajadores de la casa: Milton y Ernesto, este último solamente de vez en cuando y siempre cuando estaba presente mi madrina; del resto, mi mundo se basaba y se extendía dentro de la hacienda y con eso, era sumamente feliz. Cada vez que entraba al interior del invernadero, no podía evitar experimentar emoción y admiración, me sentía satisfecha y orgullosa de mi misma por lo que había logrado. Tenía en mi mente cada posición de las plantas y dónde estaba cada flor; ponía tanto empeño en arreglarlas, que las horas se me iban como si nada; investigaba en libros todo lo referente a ellas y recordé que mi abuelo Manuel siempre me decía, que el hablarles a las flores causaba que ellas fueran más bellas; por tal motivo siempre lo hacía, al principio me sentía tonta, pero poco a poco es
Aquella noche me costó conciliar el sueño. El rostro de Adrián se paseaba por mi mente una y otra vez sin poder evitarlo, mi corazón parecía en guerra con mi cordura, él se unió con mi mente para no dejarme dormir; además, Elizabeth marcó su distancia conmigo. A pesar de que todos me felicitaron por mi interpretación en el piano, ella se dedicó a mirarme con ojos de hielo, sin despegarse en ningún momento de su esposo, como si lo estuviera protegiendo “¿Serán interpretaciones equivocadas de mi parte?” —me dije, pero era muy claro: aquella dama no demostró ni un ápice de complacencia conmigo; todo lo contrario, únicamente se limitó a dirigirme unas cuantas palabras cuando le era estrictamente necesario. Sin embargo, eso no me mortificó en absoluto, lo que sí me perturbaba es que ella era la madre del caballero que me había cautivado… Gracias a Dios la madre y el hijo tenían personalidades muy diferentes. No pude reprimir mi tristeza al comprobar que, una vez más, se había cumplido m
—¿Estefanía no vas a desayunar conmigo, como siempre lo hemos hecho? —su voz sonó algo decepcionada. —Madrina, discúlpeme, ya he desayunado, quería ir más temprano a las barracas a comenzar las lecciones de los niños. —Como si no te conociera, te incomoda la presencia de Elizabeth, ¿verdad? —me interrogó con astucia. —No, madrina ¡Cómo creé! —Porque lo veo en tus ojos… Ella tampoco es santa de mi devoción, pero hay que mantener la elegancia y las buenas costumbres e ignorar, gracias a Dios mi nieto no sacó ese carácter de la madre —el recordar Adrián causó que mi corazón perdiera la calma. —Elizabeth no bajará a desayunar con nosotros, dijo qué tenía malestar y una jaqueca terrible, así que llévenle el desayuno a su habitación, la reina ha pedido ser atendida en sus aposentos —dijo con burla y sarcasmo—. Yo desayunaré con mi hijo y mi nieto, solamente faltabas tu Estefanía para que fuera perfecto ¡Qué sea la última vez que no quieras desayunar conmigo por culpa de El
Parece que le has caído de maravilla a mi nieto —declaró mi madrina, logrando que se me acelerara la respiración. —Al parecer sí —respondí algo tímida. —En el desayuno no hizo otra cosa que preguntarme por qué no te uniste a nosotros y fíjate, lo he encontrado aquí buscándote, sin embargo, fui yo quien le dijo que estabas en las barracas y no lo pensó dos veces para venir hasta dónde estás. —Aquellas declaraciones no eran simples comentarios; a través de sus palabras me di cuenta qué algo sospechaba. Es verdad que ella me conocía muy bien, podía entrar en los recovecos de mi mente sin qué yo lo notase, pero era claro qué yo también la conocía muy bien a ella. —¿Le preocupa algo, madrina? —me atreví a preguntarle. Por un momento se mantuvo en silencio, dubitativa; luego, me preguntó: —¿Qué opinas de Adrián? —Es un caballero muy amable y es diferente a su madre; se parece más al señor Rodolfo y apoya las ideas liberales al igual que usted —mis palabras la hicieron mostrar un
Esa tarde y tal cual, como lo previó mi madrina, fuimos donde la modista. Doña Leticia era una de las costureras más respetadas de la región: una mujer de mundo cuyos gustos eran exquisitos. Sus telas llegaban de París y sus obras de arte nada tenían que envidiar a los vestidos modernos de alta costura. La dama nos recibió con amabilidad, nos invitó a tomar el té mientras mi madrina le explicaba cómo quería el traje. Leticia le mostró varios bocetos: vestidos realmente hermosos de la última moda europea. Yo me limité a ver, no intervine en la conversación. No obstante, aquella idea de mi madrina me calmó. Salir de la casa me permitió respirar; después de lo que mi madrina me dijo en las barracas, sentí una presión muy grande, comprobé que sería una tortura en adelante para mí cada vez que me cruzara con Adrián en la casa grande. —¿Te has quedado sorda? —expresó mi madrina tocándome la mano. —¿Qué pasó?… disculpen —manifesté con pena. —Doña Leticia te está mostrando las telas
El resto de los días fueron una tortura para mí. Evitaba toparme con Elizabeth y Adrián. Me costaba mucho esquivar a Adrián, cuando realmente me moría de las ganas de verlo, no obstante, por el bien de mi corazón era mejor evitarlo. Más agonizante se volvía mi esfuerzo cuando lo escuchaba preguntando por mí y como mi madrina me excusaba diciendo que estaba indispuesta, aunque su excusa no era falsa realmente: tenía fuerte dolor de cabeza. Una tarde decidí escapar del exilio que yo misma me impuse, al verme Rosa bajar por la escalera, rápidamente me hizo seña de que fuera hacia ella. —¿Qué sucede? —le pregunté curiosa; ella sonrió con complicidad. —El joven Adrián ha estado muy inquieto por llevar varios días sin observarte, se ha dado sus vueltas por la cocina y por el invernadero, también —no pude disimular sentir alegría. —¿Y su madre dónde está? —quise saber, recordando la triste realidad. —Esa bruja salió desde muy temprano y que para el pueblo dijo, a buscar lo que