Amelia.
Seis años después…
Edric era un hombre frío y calculador, una careta social, y un hombre a que la misma ley respetaba. Pero él estaba muy lejos de ser un hombre justo y recto, y, sobre todo, aquel que decía estaba perdidamente enamorado de su esposa, y a la que trataba como una reina ante la sociedad.
Él me veía más como una posesión, una que no estaba dispuesto a perder, y la que, de forma obsesiva, celaba hasta con el personal de la casa.
Esta noche no era la novedad, luego de cinco años que literalmente habían sido una supervivencia para mí, estábamos llegando de una fiesta importante, mientras él me apretaba el brazo con fuerza metiéndome a la habitación.
Retuve mis lágrimas como siempre, me mordí la boca, sabía que cuando las puertas en su mansión se cerraban, Edric era otro.
—¡Eres una m*****a perr@…! —recibí mi primera bofetada de la noche, y callé.
La primera vez que este hombre me abofeteó, fue cuando decidí contarle sobre mi embarazo, del que, por supuesto, él no formaba parte, unas semanas después de la boda.
A regañadientes, y humillando cada vez a mi familia, Edric continuó con el matrimonio, pero esto lo hizo más tirano, así que hubo una segunda vez, cuando teníamos seis meses de casados.
No quise aceptarlo en esta segunda ocasión, y corrí escapando para contárselo a mis padres y hermanos, pero solo en cuestión de horas, estuve de regreso a la mansión enviada por ellos mismos, embarazada de siete meses, y perdiendo todas mis esperanzas en lo absoluto.
Estaba condenada de por vida. Y este era mi destino…
—¡Mírame, carajo! —solo sostuve mi mejilla mientras el sonido agudo, volvía a normalizarse.
Supuestamente, hoy celebrábamos mis veintiséis años. Edric estaba fusionándose con varios empresarios, y como él era solo una superficialidad, quería mostrarles a todos que era muy especial conmigo.
Incluso me hizo colocarme un vestido demasiado evidente, y era lógico que los hombres me miraran.
—Me tropecé, Edric… ese hombre, que ni siquiera conozco, únicamente me sostuvo el brazo… tú mismo lo viste…
Su mano se cerró alrededor de mi brazo y lo apretó, mientras un gemido bajó salió de mi boca.
—¡Por favor…!
—¿Crees que nací ayer? ¡Él te vio el cul*! ¿Por eso te la pasas ejercitándote? ¡Para que te vean en cul*! ¡Llegaste con un hijo en tu vientre a casarte conmigo!
Cada vez Edric sacaba a mi hijo en sus discusiones, porque, aunque Máximo tenía su apellido, y pensaba que Edric era su padre, este loco endemoniado, lo odiaba más que a ningún otro. Solo que fingía muy bien.
—¡Estoy encerrada las veinticuatro horas aquí! ¡Y no vuelvas a sacar a Máximo en esto!
Allí vino el segundo golpe.
Edric me empujó de forma brusca y caí en la cama. Ya sabía lo que venía a continuación, así que solo reprimí mis ojos cuando casi arrancó mi vestido, y sin ninguna anticipación, colocándose un preservativo, se subió en mí.
Las lágrimas bajaron. Aun en medio de que pasaba el tiempo, y aun cuando trataba de tener algún sentimiento por este hombre, no lograba conseguirlo.
Y cuando mis ojos se cerraban, yo volvía a ese lugar del que nunca debí salir. A esas caricias, a los besos, y sobre todo a los recuerdos del primer hombre que me hizo el amor.
Ares…
¿Era retorcido? Sí, lo era, pero era la única forma de sobrellevar este momento, bloqueaba mi mente y pensaba que era él, solo así podía vivir esta agonía, solo de esta forma en la cual seguía amando a Ares en mi mente y en mi alma. Aun después de estos cinco años.
Al siguiente día, en el desayuno, salté cuando Edric gritó en el teléfono.
—¿Y de quién es la put@ culpa? ¡Fue un negocio de mierd@! ¿Piensas que eso me amedrenta? ¡Yo soy la ley, maldit@ sea!
Máximo me miró y le sonreí, su ceño y mirada eran ver a Ares.
Pero cuando metí la comida en mi boca y luego escuché cómo otro teléfono se hacía trizas en el suelo, apreté la mano de mi hijo.
—Apresúrate, llegarás tarde a la escuela… —Máximo se levantó dejando la servilleta en la mesa, y luego se quedó frente a Edric, que lo miró y solo sobajeó su cabeza.
—Apresúrate…
Edric caminó de aquí para allá, esperando que mi hijo desapareciera, y luego se sentó delante de mí.
—¿No te maquillaste? —lo miré de inmediato de forma irónica.
—Lo hice…
—¿Quieres dar lástima?
—Tal vez sería mejor si no me golpeas el rostro… —él soltó una risa cínica y negó.
—Si no provocaras a los hombres, tal vez sería una opción…
Sus manos soltaron los cubiertos e inhaló fuerte.
—¿Sabes? Yo trato… trato de mantener la paz entre nosotros… ¿Crees que no te amo? Claro que lo hago… eres mía Amelia… incluso te compré para mí… crio este niño contigo… solo es… siempre me miras de esa forma… —él me apuntó con su dedo—. Como si yo… fuese una mierd@ para ti… no hay amor en tus ojos… no lo hay…
Apreté mis dientes y me mantuve en silencio.
—¿No dices nada?
—¿Qué puedo decir?
Su puño golpeó la mesa, y luego, con su brazo, tiró todo al suelo y corrió la mesa a un lado. Sus pasos me dijeron que se alejó del comedor, mientras una lágrima caía por mi mejilla.
—Por cierto… mañana tengo una reunión con un inversor muy importante, Amelia… y requiero que me acompañes, como siempre…
Asentí sin girarme, y luego el silencio se instó en el comedor.
Me agaché para comenzar a recoger las cosas, pero el servicio llegó rápidamente y me las quitó de las manos.
—No señora… lo haremos nosotros…
Entonces levantándome lentamente me volví a la habitación.
El siguiente día por la mañana llegó muy rápido. Tenía un vestido en la cama que el mismo Edric escogió para mí, y me tomé el tiempo para arreglarme.
Cada vez que se hacía un acuerdo financiero, él me llevaba a las reuniones, es como siquiera dar una apariencia familiar, y eso hacía sentir en confianza a sus clientes e inversores.
Despedí a Máximo como de costumbre, y luego salí de la casa.
No di los buenos días cuando me subí al auto con él. Pero noté que tomó mi mano mientras hablaba de forma rápida por su celular. Lo había notado algo tenso, y eso solo decía una cosa; estaba en problemas de dinero, o una parte de su ilegalidad en el lavado de dinero, estaba siendo descubierta.
Me tomó cinco años entender que Edric Rausing tenía negocios sucios, estaba inmerso en una política retorcida, y que se codeaba con gente peligrosa. Mucho de sus activos eran lavados, y mi familia era parte de ello.
Literalmente mi padre y mis hermanos, eras sus empleados, o, mejor dicho, sus perros falderos.
Bajamos del auto a la empresa Rausing que constaba de veinte pisos. Todos alrededor nos saludaron, pero no podía devolver el saludo, Edric odiaba que lo hiciera.
La subida en el ascensor fue silenciosa. Y luego de que entramos a su oficina, su asistente le informó que al cliente le tomaría veinte minutos en llegar.
Edric parecía nervioso, más de la cuenta cuando se pasó las manos en la cara y fruncí el ceño al preguntar.
—¿De quién se trata…?
—Un acuerdo importante… pero si… es lo que piensas, me aprovecharé al máximo y seré el ganador en este acuerdo… —su sonrisa fría me irritó la mañana, y solo solté el aire cuando él encendió un cigarrillo, uno de los olores que tanto detestaba.
Unos minutos después su secretaria nos dijo que la sala de reuniones estaba lista y me fui con Edric incluso antes de que llegara la persona.
Me senté al final de la mesa, y puse mis manos en la mesa de mármol. Noté como la secretaria incluso preparaba el panorama, y luego me levanté para ir a la panorámica principal, cuando la puerta se abrió de nuevo, y Edric se apresuró a darle la bienvenida al inversor.
—Bienvenido señor Parker… siéntese, y conozca a mi esposa…
Me di la vuelta, pero no pude mover un centímetro más cuando Ares, hecho todo un hombre, estaba frente a mí en ese momento.
Cuando lo vi, después de tanto tiempo, sentí como si mi mundo entero se detuviera y convergiera en ese único momento. Mi corazón latió con una fuerza que parecía querer escapar de mi pecho, y mi respiración se volvió rápida y superficial. Era como si todo el aire se hubiera agotado de mis pulmones y, al mismo tiempo, como si hubiera una avalancha de emociones corriendo por mi interior.
Sus ojos me miraron, bajaron por todo mi cuerpo, y volvieron nuevamente a mi mirada, que no se apartaba de él. Pero su mandíbula se apretó con fuerza y su mirada cambió significativamente.
Era Ares, ¿verdad? ¿O solo era producto de mi imaginación?
Y sí, estaba cambiado, era mucho más grande, más hombre, más…
Noté como su ceño se profundizó notablemente y luego miró a Edric.
—Deme un minuto… debo hacer una llamada antes de comenzar… —él se fue de inmediato mirándome por última vez, incluso Edric quedó conmocionado, mientras yo traté de agarrarme de la silla, y sentarme enseguida, entre tanto el corazón me taladraba con fuerza.
—¿Qué? ¿Qué le pasó al hombre? —negué todas las veces hacia Edric, pero el cuerpo me temblaba como la primera vez…
Ares estaba aquí… pero no entendía ¿Por qué? ¡POR QUÉ!
Ares Miller.General mayor de la fuerza armada americana, (OF 10 rango más alto)Caminé con prisa y me metí al primer baño que vi, estrellando el maletín de mierd@ que había en mis manos contra la pared.Apreté mi mandíbula, y luego miré a la nada, sin poder evitar golpear la pared con fuerza mientras trataba de acompasar mi respiración.¿Qué era esta mierd@?Tomé el teléfono celular y marqué al número, y en un solo tonó, escuché:—General… lo escucho, señor…—¿Cómo carajos no investigaron primero? ¿Quién estaba al frente cuando no me dijeron sobre la esposa de esa mierd@?Hubo un silencio largo, y me apreté los ojos.—General Miller… yo…—¿Todo lo tengo que hacer yo? ¡Ni siquiera debía estar aquí, maldita sea!—Hablaré con el Teniente Collins…—¡Dile al Teniente que se vaya a la mierd@! —casi grité al teléfono, y colgué la llamada.Fui rápidamente al lavamanos y abrí la llave para mojarme las manos, y odié tener un traje para esta ocasión.Mi extremo de perfección me había traído aqu
Amelia. —Mamá… ¿Estás bien? —parpadeé varias veces y miré a Máximo. —Sí… —Tienes rato mirando a la nada… ¿Segura de que estás bien? ¿Es papá? —mis ojos se nublaron mucho, y sentí un nudo enorme en la garganta. Recordé el momento de ayer en esa reunión, cuando a la fuerza tuve que salir de esa sala y vomitar hasta que mi estómago se vació. Nunca en mi vida había estado tan nerviosa y con tanto miedo, y ahora que Máximo estaba frente a mí, me arrojé a sus brazos, como si él fuese el adulto. —Mamá… tranquila… —sus manitas de apenas cinco años acariciaron mi cabello, y dejé que las lágrimas salieran. —Solo… no es nada… —sequé mis lágrimas rápidamente y luego tomé su carita—. ¿Cómo fue tu día de escuela…? —Bien… quería saber, ¿por qué debo estar listo para la cena con ropa de salir? Papá me dijo qué… Mis manos temblaron mucho. Edric había invitado a Ares a una cena esta noche, y yo me estaba volviendo loca. —Tendremos un invitado muy importante para papá… pero quiero pedirte algo
Ares Miller. —Mamá… —Solo me giré para ver al chico que se restregó los ojos, y tapó su rostro, además que su posición no me permitía verlo de frente, pero parecía tener un problema y Amelia se fue casi corriendo para abrazarlo y subirlo a su cuerpo. —Cariño… vamos a la cama. Estaba manteniendo mi seguridad aquí, pero saber que tenía un hijo ahora, también rompió algo dentro de mí. Esta misión que tomé para encubrir a Collins era una mierd@ y él me iba a escuchar muy pronto. Mi mandíbula se tensó y quité la mirada para observar a Rausing que tenía su ceño fruncido, y también recordé cómo le tomó el brazo a Amelia. Cintia, otro agente al servicio, me tocó la rodilla y con sus ojos me señaló a Rausing que estaba tomando un cigarrillo de su chaqueta mientras sus dedos temblaban ligeramente. Parecía sacado de su genio, como si algo le estuviese molestando. —Mi hijo… Máximo… lástima que no lo conozcan, mi esposa dijo que estaba murto del sueño, pero parece que… no era así… —Hasta
Amelia. Literalmente el alma se me salía cuando llegué arriba, y me metí a la habitación principal sosteniendo la mano que me ardía. Necesitaba acompasar mi respiración, pero cuando sentí que la puerta se estaba abriendo, corrí al baño tomando el botiquín y sacando todas las cosas. —¡Qué coños! ¡Esto es una cena importante y estás desaparecida! —me pegué a la pared. —No podía estar con esta mano sangrando… —¿Qué es lo que te pasa? ¿Qué fue eso allá abajo? —traté de mantenerme, y abrí la boca. —Sabes que tu hermana… —¡Y un carajo! ¡Se supone que estoy en un put* negocio que me traerá millones, joder! —brinqué un poco ante su grito, y mi mente recordó las palabras de Ares. “Son negocios” pero muy dentro de mí sabía que había algo más. Por supuesto, nunca lo delataría, además, ni siquiera sabía nada de su vida, ni tampoco cómo había hecho para abandonar la academia militar. Cerré el botiquín sin decir una palabra, pero su mano en mi cuello me estrelló contra la pared. —No enti
Ares Miller. —¿General…? —El mismo… ¿Cómo sigues de las piernas…? —Mi general… yo… creo que mejor… me parece increíble que esté aquí… Y me senté en sus piernas mientras él gritó. —Perfecto que estés mejor, porque estas piernas se volverán a quebrar… —Mi general… ¡Ahhh! —Pareces un marica gritando… —palmeé su mejilla, y pronto apareció Anthony, mi mejor amigo desde que entré en la academia hace unos años. —¡Coronel! —Anthony se cruzó de brazos cuando el teniente Collins gimió. —Has jodido todo… y yo debo pagar… se suponía que confié en ti porque tenías todo perfecto en este caso… ahora ascenderá tu abuela en vez de ti… El sudor era extravagante en la frente del teniente Collins. —¿Sabes lo que le va a pasar al coronel por tu culpa? —pregunté y Collins negó apretando sus dientes, porque aún estaba sentado en sus piernas—. Puede ser removido de su cargo… Y Anthony me miró para decir: —Me haré cargo, General… —Ahora hablaremos usted y yo coronel, no me interrumpa… —pero Anth
Amelia. —Ok … ¿Qué? —No alces la voz, a veces no si estás paredes escuchan… —Emily se pasó las manos por el rostro como si quisiera arrancarse las mejillas. Ella no era la favorita de Edric, aunque nadie lo era. Sin embargo, al menos con ella podía hablar. Era mi mejor amiga de la universidad, y nuestra amistad había perdurado pese a todas las situaciones. —Es que… ¿Él vio a Máximo? —y no pude evitar ir a taparle la boca. —Mejor vayamos a otro lugar. Casi la obligué a salir de la casa, y el chofer que Edric tenía especial para mí, nos acercó a un café, eso antes de que él le informara a Rausing el recorrido. —No lo vio… pero no creo que se dé cuenta… sí, tienes sus ojos… pero… —Tal vez no se dé cuenta, pero, es su padre… —literalmente quería quitarme la piel. —Quiero morir… —¿Más? Por Dios Amelia, has estado muerta por seis largos años… ¿Qué más dá? —negué rápidamente. —¿Crees que le haría eso a Maxi? Emi, él cree que su padre es Edric, y no importa lo horrendo que sea, co
Amelia. Fueron los cinco minutos más eternos de toda mi vida, y la efusión de Emily no me estaba ayudando para nada.—Amelia, por favor… —ella me tomó la mano y se acercó mucho—. Bésalo… necesitas saber si…—¡Cállate! —apreté duro, y luego giré un poco mi cabeza—. ¿El guardaespaldas está mirando?—No… ahora mismo no…—Espera que mire… y me avisas…Ella asintió, y al minuto, me lo dijo.—Está mirando ahora.Entonces me levanté y le hice la mímica de que iba al baño.Emily me sonrió, pero apretó los dientes.—Demórate mucho, querida…Mis mejillas se calentaron. Caminar no fue lo mismo esta vez, y sentía que las piernas me vibraban. Pasé un pasillo del café, y cuando tomé el pomo de la puerta, un brazo me haló, y me metió quién sabe dónde.Era un cubículo lleno de trastes, apenas había una luz tenue, y la mano de Ares posó en mi boca.—Solo escucharás… —mi pecho subía y bajaba notablemente, estábamos a pocos centímetros de distancia y el espacio era reducido.Aún tenía que mirar hacia a
Amelia. “Hay un lugar… solo cuando estés segura, irás allá… espero que sea mañana mismo.”—Tienes rato perdida… ¿En dónde estás? —Levanté la mirada hacia Edric, y luego miré a Máximo, que también me miraba con preocupación. Así que negué.—Nada… Emily tiene algunos problemas, y estaba pensando en las cosas que me dijo…Edric masticó con lentitud sin quitarme la mirada, pero yo bajé mis ojos al plato que estaba casi intacto.—¿También te quitó el apetito? —y tomé el tenedor para meterme un poco de comida en la boca.La verdad es que tenía el estómago revuelto, las emociones sacadas de mi piel, y tenía una mezcla de ansiedad. Había besado a Ares esta mañana, y ahora por la noche, aún me ardía la boca, y un líquido caliente seguía emergiendo de mi sistema.Era como un volcán encendido que tomaba fuerza con cada segundo.Un golpe se hizo en la mesa, y salté mirando a Edric que se detuvo.—¡¿Qué coños te pasa?! ¿Te hablo y no respondes? —Máximo se alertó y negué hacia Edric.—Edric… Máxim