CAPÍTULO 2

Amelia.

Seis años después…

Edric era un hombre frío y calculador, una careta social, y un hombre a que la misma ley respetaba. Pero él estaba muy lejos de ser un hombre justo y recto, y, sobre todo, aquel que decía estaba perdidamente enamorado de su esposa, y a la que trataba como una reina ante la sociedad.

Él me veía más como una posesión, una que no estaba dispuesto a perder, y la que, de forma obsesiva, celaba hasta con el personal de la casa.

Esta noche no era la novedad, luego de cinco años que literalmente habían sido una supervivencia para mí, estábamos llegando de una fiesta importante, mientras él me apretaba el brazo con fuerza metiéndome a la habitación.

Retuve mis lágrimas como siempre, me mordí la boca, sabía que cuando las puertas en su mansión se cerraban, Edric era otro.

—¡Eres una m*****a perr@…! —recibí mi primera bofetada de la noche, y callé.

La primera vez que este hombre me abofeteó, fue cuando decidí contarle sobre mi embarazo, del que, por supuesto, él no formaba parte, unas semanas después de la boda.

A regañadientes, y humillando cada vez a mi familia, Edric continuó con el matrimonio, pero esto lo hizo más tirano, así que hubo una segunda vez, cuando teníamos seis meses de casados.

No quise aceptarlo en esta segunda ocasión, y corrí escapando para contárselo a mis padres y hermanos, pero solo en cuestión de horas, estuve de regreso a la mansión enviada por ellos mismos, embarazada de siete meses, y perdiendo todas mis esperanzas en lo absoluto.

Estaba condenada de por vida. Y este era mi destino…

—¡Mírame, carajo! —solo sostuve mi mejilla mientras el sonido agudo, volvía a normalizarse.

Supuestamente, hoy celebrábamos mis veintiséis años. Edric estaba fusionándose con varios empresarios, y como él era solo una superficialidad, quería mostrarles a todos que era muy especial conmigo.

Incluso me hizo colocarme un vestido demasiado evidente, y era lógico que los hombres me miraran.

—Me tropecé, Edric… ese hombre, que ni siquiera conozco, únicamente me sostuvo el brazo… tú mismo lo viste…

Su mano se cerró alrededor de mi brazo y lo apretó, mientras un gemido bajó salió de mi boca.

—¡Por favor…!

—¿Crees que nací ayer? ¡Él te vio el cul*! ¿Por eso te la pasas ejercitándote? ¡Para que te vean en cul*! ¡Llegaste con un hijo en tu vientre a casarte conmigo!

Cada vez Edric sacaba a mi hijo en sus discusiones, porque, aunque Máximo tenía su apellido, y pensaba que Edric era su padre, este loco endemoniado, lo odiaba más que a ningún otro. Solo que fingía muy bien.

—¡Estoy encerrada las veinticuatro horas aquí! ¡Y no vuelvas a sacar a Máximo en esto!

Allí vino el segundo golpe.

Edric me empujó de forma brusca y caí en la cama. Ya sabía lo que venía a continuación, así que solo reprimí mis ojos cuando casi arrancó mi vestido, y sin ninguna anticipación, colocándose un preservativo, se subió en mí.

Las lágrimas bajaron. Aun en medio de que pasaba el tiempo, y aun cuando trataba de tener algún sentimiento por este hombre, no lograba conseguirlo.

Y cuando mis ojos se cerraban, yo volvía a ese lugar del que nunca debí salir. A esas caricias, a los besos, y sobre todo a los recuerdos del primer hombre que me hizo el amor.

Ares…

¿Era retorcido? Sí, lo era, pero era la única forma de sobrellevar este momento, bloqueaba mi mente y pensaba que era él, solo así podía vivir esta agonía, solo de esta forma en la cual seguía amando a Ares en mi mente y en mi alma. Aun después de estos cinco años.

Al siguiente día, en el desayuno, salté cuando Edric gritó en el teléfono.

—¿Y de quién es la put@ culpa? ¡Fue un negocio de mierd@! ¿Piensas que eso me amedrenta? ¡Yo soy la ley, maldit@ sea!

Máximo me miró y le sonreí, su ceño y mirada eran ver a Ares.

Pero cuando metí la comida en mi boca y luego escuché cómo otro teléfono se hacía trizas en el suelo, apreté la mano de mi hijo.

—Apresúrate, llegarás tarde a la escuela… —Máximo se levantó dejando la servilleta en la mesa, y luego se quedó frente a Edric, que lo miró y solo sobajeó su cabeza.

—Apresúrate…

Edric caminó de aquí para allá, esperando que mi hijo desapareciera, y luego se sentó delante de mí.

—¿No te maquillaste? —lo miré de inmediato de forma irónica.

—Lo hice…

—¿Quieres dar lástima?

—Tal vez sería mejor si no me golpeas el rostro… —él soltó una risa cínica y negó.

—Si no provocaras a los hombres, tal vez sería una opción…

Sus manos soltaron los cubiertos e inhaló fuerte.

—¿Sabes? Yo trato… trato de mantener la paz entre nosotros… ¿Crees que no te amo? Claro que lo hago… eres mía Amelia… incluso te compré para mí… crio este niño contigo… solo es… siempre me miras de esa forma… —él me apuntó con su dedo—. Como si yo… fuese una mierd@ para ti… no hay amor en tus ojos… no lo hay…

Apreté mis dientes y me mantuve en silencio.

—¿No dices nada?

—¿Qué puedo decir?

Su puño golpeó la mesa, y luego, con su brazo, tiró todo al suelo y corrió la mesa a un lado. Sus pasos me dijeron que se alejó del comedor, mientras una lágrima caía por mi mejilla.

—Por cierto… mañana tengo una reunión con un inversor muy importante, Amelia… y requiero que me acompañes, como siempre… 

Asentí sin girarme, y luego el silencio se instó en el comedor.

Me agaché para comenzar a recoger las cosas, pero el servicio llegó rápidamente y me las quitó de las manos.

—No señora… lo haremos nosotros…

Entonces levantándome lentamente me volví a la habitación.

El siguiente día por la mañana llegó muy rápido. Tenía un vestido en la cama que el mismo Edric escogió para mí, y me tomé el tiempo para arreglarme.

Cada vez que se hacía un acuerdo financiero, él me llevaba a las reuniones, es como siquiera dar una apariencia familiar, y eso hacía sentir en confianza a sus clientes e inversores.

Despedí a Máximo como de costumbre, y luego salí de la casa.

No di los buenos días cuando me subí al auto con él. Pero noté que tomó mi mano mientras hablaba de forma rápida por su celular. Lo había notado algo tenso, y eso solo decía una cosa; estaba en problemas de dinero, o una parte de su ilegalidad en el lavado de dinero, estaba siendo descubierta.

Me tomó cinco años entender que Edric Rausing tenía negocios sucios, estaba inmerso en una política retorcida, y que se codeaba con gente peligrosa. Mucho de sus activos eran lavados, y mi familia era parte de ello.

Literalmente mi padre y mis hermanos, eras sus empleados, o, mejor dicho, sus perros falderos.

Bajamos del auto a la empresa Rausing que constaba de veinte pisos. Todos alrededor nos saludaron, pero no podía devolver el saludo, Edric odiaba que lo hiciera.

La subida en el ascensor fue silenciosa. Y luego de que entramos a su oficina, su asistente le informó que al cliente le tomaría veinte minutos en llegar.

Edric parecía nervioso, más de la cuenta cuando se pasó las manos en la cara y fruncí el ceño al preguntar.

—¿De quién se trata…?

—Un acuerdo importante… pero si… es lo que piensas, me aprovecharé al máximo y seré el ganador en este acuerdo… —su sonrisa fría me irritó la mañana, y solo solté el aire cuando él encendió un cigarrillo, uno de los olores que tanto detestaba.

Unos minutos después su secretaria nos dijo que la sala de reuniones estaba lista y me fui con Edric incluso antes de que llegara la persona.

Me senté al final de la mesa, y puse mis manos en la mesa de mármol. Noté como la secretaria incluso preparaba el panorama, y luego me levanté para ir a la panorámica principal, cuando la puerta se abrió de nuevo, y Edric se apresuró a darle la bienvenida al inversor.

—Bienvenido señor Parker… siéntese, y conozca a mi esposa…

Me di la vuelta, pero no pude mover un centímetro más cuando Ares, hecho todo un hombre, estaba frente a mí en ese momento.

Cuando lo vi, después de tanto tiempo, sentí como si mi mundo entero se detuviera y convergiera en ese único momento. Mi corazón latió con una fuerza que parecía querer escapar de mi pecho, y mi respiración se volvió rápida y superficial. Era como si todo el aire se hubiera agotado de mis pulmones y, al mismo tiempo, como si hubiera una avalancha de emociones corriendo por mi interior.

Sus ojos me miraron, bajaron por todo mi cuerpo, y volvieron nuevamente a mi mirada, que no se apartaba de él. Pero su mandíbula se apretó con fuerza y su mirada cambió significativamente.

Era Ares, ¿verdad? ¿O solo era producto de mi imaginación?

Y sí, estaba cambiado, era mucho más grande, más hombre, más…

Noté como su ceño se profundizó notablemente y luego miró a Edric.

—Deme un minuto… debo hacer una llamada antes de comenzar… —él se fue de inmediato mirándome por última vez, incluso Edric quedó conmocionado, mientras yo traté de agarrarme de la silla, y sentarme enseguida, entre tanto el corazón me taladraba con fuerza.

—¿Qué? ¿Qué le pasó al hombre? —negué todas las veces hacia Edric, pero el cuerpo me temblaba como la primera vez…

Ares estaba aquí… pero no entendía ¿Por qué? ¡POR QUÉ!

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