Amelia.
—¿Crees que sea posible?
Ares me observó con una sonrisa, esa misma que me había enamorado locamente de él, a pesar de que teníamos solo meses de estar viéndonos.
—Todo es posible, si lo quieres…
—Bueno, mírate tú… estás por ingresar a las fuerzas armadas… pese a… —me frené de golpe, y su rostro se puso serio.
—Dilo… pese a mi condición económica…
—No quise decirlo así…
—No importa baby… ¿Crees que eso me ofende? Para nada… voy a ser el mejor militar… incluso iré más allá… llegaré a lo más alto…
Sonreí.
—¿Serás capitán algún día? ¿Incluso un general de la fuerza armada? ¿Me salvarás de mi propia familia?
—Seré algo de lo que puedas estar orgullosa… en mis brazos siempre estarás segura —sus dedos delinearon mi mandíbula y me sonrojé.
—Por favor… no me dejes… —Ares frunció el ceño y se acercó.
—Nunca… no si no sueltas mi mano… esperaremos un año más… cuando ya esté formal en la escuela… te raptaré y te llevaré al fin del mundo…
—Eso espero… porque yo iría a ese fin del mundo por ti, Ares —él me sonrió y luego besó mi boca.
Ares tenía 27 años, pero parecía mucho mayor. A lo largo de su vida literalmente había arañado su existencia a la supervivencia, y a lo que más amaba… Ser militar.
—Y yo destruiría el mundo por ti baby… —lo abracé con fuerza, y luego escuché mi celular.
Papá estaba en la pantalla y miré a Ares para que él asintiera.
—Vamos, debes irte…
Y negué.
—No quiero irme todavía… llévame al fin del mundo ahora… por favor…
Él tomó una aspiración corta, y luego encendió su motocicleta.
—Iremos a un lugar…
Sonreí cuando lo mencionó. Era nuestro lugar de encuentro preferido. Ares apenas había hecho unos años de servicio militar, y ahora en unos meses se iba en definitiva a estudiar por completo la carrera.
Estábamos en la mira del cielo oscuro de su batallón, y al que yo solía escaparme después de algunas clases de la universidad.
Esta noche nos besamos como nunca, era como si no quería salir de este día, y fue él que se detuvo en medio de la agitación.
—No baby… no será así… —su respiración era entrecortada, pero no quería quitar esta magia.
—Por favor… quiero ser tuya… …—sus ojos me miraron intensidad y luego sus dedos restregaron mis labios.
—No puedes tomar esto a la ligera, se trata de tu pureza…
—Quiero que sea tuya, Ares, ¿no lo has entendido? Quiero ser tuya… me entrego a ti porque te amo… por favor…
Ares me miró con mucha intensidad, y luego tomó mi boca en sus dedos.
—También te amo, Amelí… lo hago con fuerzas…
No sé cómo explicar que se sintió estar con el hombre que amaba, no sé cómo explicar cómo era entregarse no solo en cuerpo, sino el alma y todo de ti en un acto sublime… además, Ares hizo todo mágico, así que sentí que me había unido a él de por vida.
Nos despedimos con un beso único y una promesa en el corazón, y luego, él tomó mis mejillas.
—¿Nos veremos mañana… antes de que te vayas?
—Por supuesto… no puedo irme sin despedirme de ti… de igual forma, sabes que no es una despedida, ¿cierto?
—Lo sé… Te amo, Ares…
—Y yo te amo a ti, Amelí… —estaba girándome cuando él me detuvo—. Te estaré esperando…
Sonreí ante su forma de llamarme, y luego lo besé con fuerza.
En una hora y media llegué a mi casa sin ningún altercado, me quedé dormida con una sonrisa en la boca, y al siguiente día, me levanté tratando de adaptarme al dolor entre mis piernas.
Me fui a la habitación de algunos de mis hermanos para molestarlos, pero ninguno de ellos estaba allí, y cuando bajé a la sala amplia de mi casa, parecía que alguien había muerto.
Mamá tenía el maquillaje corrido, y mi padre estaba con la cabeza baja. Incluso podía ver que tenía la misma ropa de anoche.
Al mismo tiempo, mis hermanos tenían una cara de preocupación.
—¿Qué ocurre? —me atreví a preguntar mientras mamá sollozó.
—Tenemos un gran problema… —los miré a todos y me abracé a mi misma.
—¿De qué se trata?
—Tu padre se involucró con gente peligrosa… ayer perdió la casa, nuestra fortuna en el juego… y… aun así está debiendo…
Mis ojos se abrieron mirando a mis hermanos.
—Tenemos mucho dinero… —pero mamá negó.
—Tu padre debe todo… Amelia… todo en lo absoluto… —mis hombros se agacharon, y luego fui a donde mi padre tomándole de las manos.
—No pasa nada, papá… venderemos la casa, las propiedades… buscaremos la forma… el banco puede… —obtuve la mirada roja de mi padre que me hizo callarme enseguida, como si no hubiese dormido en toda la noche, pero la angustia en sus ojos era preocupante.
—Mi chica valiente… lo siento mucho…
—¿Qué? —mi pregunta salió como un susurro.
—Tu padre aceptó un trato, Amelia… —me giré hacia mi madre esta vez.
—¿Qué trato?
—Los Rausing van a ayudar a tu padre, a todos nosotros…
Mi ceño se frunció. Si había algo de ellos que no me gustaba, ese era Edric Rausing, con el cual me había topado algunas veces en el club donde muchas veces nos reuníamos en familia.
—¿Por qué nos ayudarían? —mamá bajó la mirada y mi padre se levantó besándome las manos.
—Te… te he prometido a Edric Rausing, Amelia… ustedes se casarán en poco tiempo… solo de esta forma, solo así podemos…
Mis pies fueron hacia atrás. Apenas iba a cumplir veinte años… ¿Cómo era posible?
—Yo… ¿Cómo puedes decirme algo así? Edric Rausing es el demonio…
Papá soltó unos sollozos tapando su boca, mientras toda mi familia me miró, como si yo fuese la peor persona de todos al negarme.
—Amelia… esto no se trata solo de dinero, sino de personas peligrosas… la vida de tu padre está en juego… la de todos nosotros, incluso la tuya…
Mi boca tembló mucho, y solo negué como si me dijera a mí misma, que esto no iba a suceder, pero estaba muy lejos de ello…
Me obligaron a casarme a mis veinte años con el heredero de los Rausing, un hombre que me llevaba diez años de diferencia, que tenía influencias políticas muy grandes, y enormes negocios oscuros.
Eso todo el mundo lo sabía, pero nadie hablaba de ello.
Mi padre era adicto al juego de apuestas, tuvo amistades que no le ayudaron a lo largo de su trayectoria empresarial, lo que lo llevaron al declive, y por supuesto a nuestra propia desgracia.
Mi familia, que había amasado una enorme fortuna, estaba en la quiebra, así que no había mucho que explicar, yo era el sacrificio hecho persona, y en un momento me encontré caminando al altar, uniéndome a un acuerdo familiar importantísimo, mientras aquel hombre desconocido y algo desquiciante, me esperaba con un rostro sombrío.
No me presenté aquel día para despedir a Ares, el amor de mi vida, fui toda una cobarde cuando le envié una carta diciéndole que él no estaba a mi altura, y que me había dado cuenta de que, merecía algo más…
Tal vez me quemó la existencia escribir esa carta, pero era la única forma de que él no me buscara y se olvidara de mí.
Se me olvidó por cuantas horas y noches lloré, y me aborrecí a mí misma por no haber escapado de esta tragedia, pero un mes después, cuando Edric Rausing alzó el velo de mi vestido y selló sus labios fríos con los míos, supe que estaba condenada de por vida, y para siempre…
Y era lo que merecía…
Y más cuando ese día por la noche, en la celebración de la boda, estaba helada, titilando en el baño, mirando una tira de embarazo, que decía: “POSITIVO”
Amelia.Seis años después… Edric era un hombre frío y calculador, una careta social, y un hombre a que la misma ley respetaba. Pero él estaba muy lejos de ser un hombre justo y recto, y, sobre todo, aquel que decía estaba perdidamente enamorado de su esposa, y a la que trataba como una reina ante la sociedad.Él me veía más como una posesión, una que no estaba dispuesto a perder, y la que, de forma obsesiva, celaba hasta con el personal de la casa.Esta noche no era la novedad, luego de cinco años que literalmente habían sido una supervivencia para mí, estábamos llegando de una fiesta importante, mientras él me apretaba el brazo con fuerza metiéndome a la habitación.Retuve mis lágrimas como siempre, me mordí la boca, sabía que cuando las puertas en su mansión se cerraban, Edric era otro.—¡Eres una maldita perr@…! —recibí mi primera bofetada de la noche, y callé.La primera vez que este hombre me abofeteó, fue cuando decidí contarle sobre mi embarazo, del que, por supuesto, él no fo
Ares Miller.General mayor de la fuerza armada americana, (OF 10 rango más alto)Caminé con prisa y me metí al primer baño que vi, estrellando el maletín de mierd@ que había en mis manos contra la pared.Apreté mi mandíbula, y luego miré a la nada, sin poder evitar golpear la pared con fuerza mientras trataba de acompasar mi respiración.¿Qué era esta mierd@?Tomé el teléfono celular y marqué al número, y en un solo tonó, escuché:—General… lo escucho, señor…—¿Cómo carajos no investigaron primero? ¿Quién estaba al frente cuando no me dijeron sobre la esposa de esa mierd@?Hubo un silencio largo, y me apreté los ojos.—General Miller… yo…—¿Todo lo tengo que hacer yo? ¡Ni siquiera debía estar aquí, maldita sea!—Hablaré con el Teniente Collins…—¡Dile al Teniente que se vaya a la mierd@! —casi grité al teléfono, y colgué la llamada.Fui rápidamente al lavamanos y abrí la llave para mojarme las manos, y odié tener un traje para esta ocasión.Mi extremo de perfección me había traído aqu
Amelia. —Mamá… ¿Estás bien? —parpadeé varias veces y miré a Máximo. —Sí… —Tienes rato mirando a la nada… ¿Segura de que estás bien? ¿Es papá? —mis ojos se nublaron mucho, y sentí un nudo enorme en la garganta. Recordé el momento de ayer en esa reunión, cuando a la fuerza tuve que salir de esa sala y vomitar hasta que mi estómago se vació. Nunca en mi vida había estado tan nerviosa y con tanto miedo, y ahora que Máximo estaba frente a mí, me arrojé a sus brazos, como si él fuese el adulto. —Mamá… tranquila… —sus manitas de apenas cinco años acariciaron mi cabello, y dejé que las lágrimas salieran. —Solo… no es nada… —sequé mis lágrimas rápidamente y luego tomé su carita—. ¿Cómo fue tu día de escuela…? —Bien… quería saber, ¿por qué debo estar listo para la cena con ropa de salir? Papá me dijo qué… Mis manos temblaron mucho. Edric había invitado a Ares a una cena esta noche, y yo me estaba volviendo loca. —Tendremos un invitado muy importante para papá… pero quiero pedirte algo
Ares Miller. —Mamá… —Solo me giré para ver al chico que se restregó los ojos, y tapó su rostro, además que su posición no me permitía verlo de frente, pero parecía tener un problema y Amelia se fue casi corriendo para abrazarlo y subirlo a su cuerpo. —Cariño… vamos a la cama. Estaba manteniendo mi seguridad aquí, pero saber que tenía un hijo ahora, también rompió algo dentro de mí. Esta misión que tomé para encubrir a Collins era una mierd@ y él me iba a escuchar muy pronto. Mi mandíbula se tensó y quité la mirada para observar a Rausing que tenía su ceño fruncido, y también recordé cómo le tomó el brazo a Amelia. Cintia, otro agente al servicio, me tocó la rodilla y con sus ojos me señaló a Rausing que estaba tomando un cigarrillo de su chaqueta mientras sus dedos temblaban ligeramente. Parecía sacado de su genio, como si algo le estuviese molestando. —Mi hijo… Máximo… lástima que no lo conozcan, mi esposa dijo que estaba murto del sueño, pero parece que… no era así… —Hasta
Amelia. Literalmente el alma se me salía cuando llegué arriba, y me metí a la habitación principal sosteniendo la mano que me ardía. Necesitaba acompasar mi respiración, pero cuando sentí que la puerta se estaba abriendo, corrí al baño tomando el botiquín y sacando todas las cosas. —¡Qué coños! ¡Esto es una cena importante y estás desaparecida! —me pegué a la pared. —No podía estar con esta mano sangrando… —¿Qué es lo que te pasa? ¿Qué fue eso allá abajo? —traté de mantenerme, y abrí la boca. —Sabes que tu hermana… —¡Y un carajo! ¡Se supone que estoy en un put* negocio que me traerá millones, joder! —brinqué un poco ante su grito, y mi mente recordó las palabras de Ares. “Son negocios” pero muy dentro de mí sabía que había algo más. Por supuesto, nunca lo delataría, además, ni siquiera sabía nada de su vida, ni tampoco cómo había hecho para abandonar la academia militar. Cerré el botiquín sin decir una palabra, pero su mano en mi cuello me estrelló contra la pared. —No enti
Ares Miller. —¿General…? —El mismo… ¿Cómo sigues de las piernas…? —Mi general… yo… creo que mejor… me parece increíble que esté aquí… Y me senté en sus piernas mientras él gritó. —Perfecto que estés mejor, porque estas piernas se volverán a quebrar… —Mi general… ¡Ahhh! —Pareces un marica gritando… —palmeé su mejilla, y pronto apareció Anthony, mi mejor amigo desde que entré en la academia hace unos años. —¡Coronel! —Anthony se cruzó de brazos cuando el teniente Collins gimió. —Has jodido todo… y yo debo pagar… se suponía que confié en ti porque tenías todo perfecto en este caso… ahora ascenderá tu abuela en vez de ti… El sudor era extravagante en la frente del teniente Collins. —¿Sabes lo que le va a pasar al coronel por tu culpa? —pregunté y Collins negó apretando sus dientes, porque aún estaba sentado en sus piernas—. Puede ser removido de su cargo… Y Anthony me miró para decir: —Me haré cargo, General… —Ahora hablaremos usted y yo coronel, no me interrumpa… —pero Anth
Amelia. —Ok … ¿Qué? —No alces la voz, a veces no si estás paredes escuchan… —Emily se pasó las manos por el rostro como si quisiera arrancarse las mejillas. Ella no era la favorita de Edric, aunque nadie lo era. Sin embargo, al menos con ella podía hablar. Era mi mejor amiga de la universidad, y nuestra amistad había perdurado pese a todas las situaciones. —Es que… ¿Él vio a Máximo? —y no pude evitar ir a taparle la boca. —Mejor vayamos a otro lugar. Casi la obligué a salir de la casa, y el chofer que Edric tenía especial para mí, nos acercó a un café, eso antes de que él le informara a Rausing el recorrido. —No lo vio… pero no creo que se dé cuenta… sí, tienes sus ojos… pero… —Tal vez no se dé cuenta, pero, es su padre… —literalmente quería quitarme la piel. —Quiero morir… —¿Más? Por Dios Amelia, has estado muerta por seis largos años… ¿Qué más dá? —negué rápidamente. —¿Crees que le haría eso a Maxi? Emi, él cree que su padre es Edric, y no importa lo horrendo que sea, co
Amelia. Fueron los cinco minutos más eternos de toda mi vida, y la efusión de Emily no me estaba ayudando para nada.—Amelia, por favor… —ella me tomó la mano y se acercó mucho—. Bésalo… necesitas saber si…—¡Cállate! —apreté duro, y luego giré un poco mi cabeza—. ¿El guardaespaldas está mirando?—No… ahora mismo no…—Espera que mire… y me avisas…Ella asintió, y al minuto, me lo dijo.—Está mirando ahora.Entonces me levanté y le hice la mímica de que iba al baño.Emily me sonrió, pero apretó los dientes.—Demórate mucho, querida…Mis mejillas se calentaron. Caminar no fue lo mismo esta vez, y sentía que las piernas me vibraban. Pasé un pasillo del café, y cuando tomé el pomo de la puerta, un brazo me haló, y me metió quién sabe dónde.Era un cubículo lleno de trastes, apenas había una luz tenue, y la mano de Ares posó en mi boca.—Solo escucharás… —mi pecho subía y bajaba notablemente, estábamos a pocos centímetros de distancia y el espacio era reducido.Aún tenía que mirar hacia a