En Luviana la lluvia era de lo más normal, estábamos acostumbrados a los cielos grises; a gente fuera con sus sombrillas, niños jugando entre los charcos y el olor a tierra mojada.
Pero simplemente una tarde todo cambio y el cielo gris se enfureció.
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— ¡Brenna! — Grita mi madre desde la cocina —. Ve por Grisel ahora, comenzará a llover y no quiero que atrape un resfriado.
— Ya casi termino, solo corto un par de flores e iré por ella — chillo desde el jardín.
— La última vez que jugó con Lea termino toda empapada, date prisa.
Mamá suele tener su cabello amarrado en un moño, aunque su cabello no es muy largo, pero si lo suficiente para sujetarlo. Es de un tono oscuro que combina perfectamente con sus ojos. Termino de cortar, no es como si en Luviana se dieran muchas flores. Dirijo mi mirada hacia mis manos y las centro en mis uñas que se encuentran llenas de tierra, no me molesta, en cambio, sonrío por ello. Entro corriendo a la sala principal y me golpea el olor de las especias. Delicioso.
Corro rápidamente a mi habitación y guardo las pequeñas flores en un libro de cuentos para niños que mi madre suele leerme.
Mamá dice que es absurdo que las corte siendo que las flores son hermosas en un jardín. Pero, sin embargo, a mí me gusta ver cuando se secan, y se vuelven más delicadas de lo que son, en cierta forma me recuerdan a ella y a Grisel. Yo soy más como la lluvia, tranquila. Pero cuando tiene algo que mostrar;puede ser de los más aterradora con sus pequeñas gotas, con sus truenos o relámpagos.
De ahí mi nombre Brenna, pequeña gota de lluvia.
Pero la razón por la que me gusta pensar que soy como la lluvia es que las flores la necesitan de alguna u otra manera.
Mi familia me necesita, pero yo necesito de ella aún más.
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— Familia estoy en casa, he traído a Grisel conmigo — llega mi abuelo con ella dormida en sus brazos.
Mi abuelito siempre usa suéteres que suelen ser muy suaves y creo que esa es la razón por la cual Grisel siempre duerme cómodamente entre brazos.
— Gracias papá, no tenías que hacerlo ya había mandado a Brenna. — Asegura mi madre tomándola de sus brazos para dejarla en la habitación.
— Gracias abuelito, me alegra que tú fueras por ella, Grisel es muy pesada — digo sonriendo.
— No siempre tu abuelo te solucionara tus deberes, tú debes hacerte cargo de ellos Brenna — dice mamá entrando a la sala de estar.
— Ayudaré a mi nieta hasta que yo siga aquí — contesta mi abuelo guiñándome un ojo.
— Está bien, basta de tanta plática, es hora de cenar.
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Ponemos la mesa entre los tres, saco los platos de la vitrina y los cubiertos de un cajón, me dirijo hacia mi silla y nos ponemos a degustar la comida que mamá ha preparado; chuleta de cerdo y puré de patatas con especias.
Nos quedamos en la mesa escuchando el sonido de la lluvia en las calles, pero no sólo es ese sonido del que me percato, sino que escucho...
— Mamá, ¿oíste eso?
— Es el sonido de la lluvia, termina tu cena.
— ¡No! escucha, son gritos — digo levantándome de la mesa.
— Hija, siéntate. Tú madre tiene razón, solo es la lluvia.
Me dirijo a la ventana, tiro de las cortinas y me doy cuenta que los gritos provienen de Clara Russell y Lea.
Lea.
Pero no sólo son ellas, nuestros vecinos, personas que a diario veíamos sus rostros al salir de casa. Rostros familiares que se encuentran tirados en la calle con la piel quemada, como si hubiera caído ácido en ellas. Cierro las cortinas y cubro mi boca con ambas manos.
— ¿Qué pasa Brenna? — mi madre y el abuelo se levantan de la mesa viniendo hacia mí.
—¿Brenna que has visto? — pregunta mamá sacudiéndome por los hombros —. ¡Contéstame!
Lagrimas empapan mi cara, y lo único que logró decir —: L-Lea y su madre, la gente...
No termino la frase cuando mi mamá corre hacia la puerta, esta la abre, pero antes de que salga por ella se escucha el grito de nuestro vecino Tom Bosley del otro lado de la calle.
Era compañero de mi padre en la fuerza militar, ambos habían logrado ayudar a Luviana. Pero su lugar con más frecuencia era la república de Solonio; que se carectariza por su fuerte calor, la mayor parte de sus tierras eran desérticas y su gente era de piel color sol, o así las imagino, por lo que he escuchado y leído en los libros.
—¡No salgas Amelie! — Grita el Señor Bosley —. Fue la lluvia quien los dejo así.
Mi madre horrorizada, se da cuenta que Clara Russell y Lea no son las únicas que están tiradas. Por toda la tierra hay cuerpos regados que se encuentran retorciéndose, gritando, suplicando por ayuda.
Limpio mis lágrimas y me acerco dónde está mamá, estoy por dar un paso fuera de la puerta, cuando mi abuelo me toma de los hombros.
La gente que salió a sus puertas los miran con tristeza, miedo y tal vez sorpresa, pero ninguno sale a ayudarles por el miedo de ser carcomidos hasta los huesos.Me quedo observando la calle, pero enseguida aparto la mirada y me mantengo detrás de las piernas de mamá; queriendo olvidar sus gritos, caras de sufrimiento y la impotencia de no poder ayudar a las personas que he conocido desde pequeña, desde la señora Russell que me dejaba arrancar las pequeñas flores de su jardín, hasta la señora Cooper la viejecita que siempre hacía tarta de moras para Grisel y para mí.
Y Lea, nuestra Lea.
Todo eso se había esfumado, la lluvia se lo había llevado.
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Nos encontramos sentadas en nuestro pequeño comedor, desayunando nuestro plato de cereal. Todo es silencioso a excepción de el sonido que hacemos al masticar nuestro cereal.
—¿Qué era ese alboroto de ayer en la calle Brenna?
Dejó de masticar las hojuelas
y pasó el nudo que se encuentra en mi garganta.— ¿De qué alboroto hablas? — respondo intentando no sonar nerviosa.
Grisel no sabía de lo sucedido, ya que se encontraba dormida.
O eso creíamos.
Decidimos no decir nada por ahora, ya que sería muy duro que se enterara de la forma en como murió Lea.
Su amiga.
— Se escuchaban gritos, muchos gritos. Quise ver por la ventana pero llegó el abuelo y no me dejo ver.
Gracias abuelito, pienso.
— No lo sé, no logre ver.
—Tal vez Lea pudo ver algo. — Grisel salta de su asiento pero la tomo de su mano.
— No. — levanto la voz — No está, salió de viaje a Solonio —. Digo intentando tragar el nudo en mi garganta.
— ¿Cómo que de viaje? me habría avisado, hoy saltaríamos en los charcos — lo dice con tristeza en sus ojos.
— Es mejor que te quedes en casa, avisaron que las lluvias estarán más fuertes, podemos quedarnos en casa y hacer lo que tú quieras.
— ¿Saltarías charcos de lluvia conmigo?
— Grisel, por ahora no se puede salir, pero, podemos jugar aquí adentro.
Ella niega con la cabeza y se dirige a nuestra habitación dejándome sola en el comedor. Intento convencerla, pero Grisel a veces es más testaruda que yo.
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Transcurrió el día, mi madre y mi abuelo llegaron del entierro de las Russell, no dijeron mucho, pero supe que mi madre había visto a Lea. Al menos lo que había quedado de ella.
Ese misma noche, Grisel se enteró lo que les había sucedido, no porque se lo dijéramos, sino porque salió en las noticias. Mi hermana es pequeña, pero apuesto que a su edad ya comprendía lo que era la amistad, solo que ahora también sabía lo era perderla.
Otro de los casos fue el de la familia Bellow, esa tarde se encontraban de día de Picnic en las montañas del pueblo, eran cinco miembros de la familia. Solo pasaban un día juntos, cuando comenzó a llover. Corrieron a su vehículo pero no lograron llegar, dos de ellos eran niños.Encontraron cuatro cuerpos, a excepción del niño Bellow, de nueve años de edad quien no fue encontrado. Los demás integrantes de la familia estaban tirados en las faldas de la montaña quemados por el ácido de la lluvia; hallaron un bebé, pudieron saber que lo era por los restos que lograron rescatar, ya que la lluvia no había dejo nada.
Pasaron las imágenes por televisión, periódicos y la gente hablaba de ello. Grisel las vio, lloro por días, pero logro entender la situación por la que pasábamos, solo recuerdo algo que me preguntó ese día.
— ¿Cómo algo tan pequeño puede matarte?
No respondí, no lo sabía.
Pasó un día, uno más. Hasta que llegó la noche, otra vez.
Nos encontrábamos en la sala de estar; mi abuelo leía su periódico, mi madre cosía mi suéter verde y Grisel y yo veíamos televisión.
>>Anunció informativo<<
La pantalla se pone en blanco con el escudo de la república Luviana, segundos después aparece Rachael Evans, la reportera del noticiero más importante en la república.
— Muy buenas noches ciudadanos de Luviana — mi madre y abuelo dirigen su mirada hacia la pantalla.
— Como bien sabemos, han ocurrido sucesos que han provocado una gran pérdida de vidas en toda Luviana —hace una pequeña pausa —. Por eso hoy mismo quiero informales que de hoy en adelante Luviana no volverá hacer la misma.
Volteo a ver a mi familia y puedo ver sus caras de confusión al igual que la mía, miro de nuevo hacia la pantalla
— La seguridad para nosotros los ciudadanos cambiara, pero no deben preocuparse por ello, ya que nuestro equipo militar y científicos encontrarán una solución que será para nuestro bienestar propio —sonríe ligeramente —. Las autoridades de la república de Luviana y su servidora les ofrecemos nuestro más sentido pésame a todas las familias perjudicadas. Sin más que decir les aseguro que nuestra república volverá hacer la misma de antes — entrelaza sus manos por encima de la mesa —. Por el momento eso es todo lo que puedo informarles, los seguiré manteniendo al tanto de lo que suceda, por favor tomen sus precauciones. Que tengan una pacífica noche.
¿Eso es todo?
"La seguridad cambiara"
¿Qué clase de informe es ese?
La televisión vuelve a mostrar el escudo y regresa la programación normal.
— ¿Abuelo que cambiara? ¿Verdad que no todo lo que dicen es verdad? — pregunta Grisel.
No contesta mi abuelo, mi hermana será unos años menor que yo, pero sé que todos sabemos que esto cambiará y no para bien como nos quieren hacer creer.
Cuando tenía ocho años, creía que todos necesitaban de la lluvia, al parecer estaba equivocada. Ahora era temida por todos. Ha pasado una década desde que todo sucedió y puedo asegurar que aún puedo escuchar los gritos de Lea cuando era tocada por la lluvia. Mi madre desapareció tiempo después del suceso que había comenzado. Una tarde salió a su trabajo y no regreso, la buscamos por años, pero los militares aseguraron que pudo haber muerto a causa de la lluvia.No encontramos su cuerpo, ni mucho menos restos, pero aún así no nos damos por vencidos de encontrarla o al menos mi familia. Grisel, ha crecido. Es muy parecida a mamá con su cabello color oscuro, solo que es es más corto, lacio y fino; que perfectamente hace juego con
Me levanto de un salto y corro directamente hacia él, lo primero que noto es que trae puesto un pasamontañas.— ¡Ese costal no es tuyo! — grito, corro y me aferro al costal, pero se resiste a soltarlo, jalo más fuerte.Al ver que no cede, me arrojo hacia él, y el forcejear provoca que ambos caigamos.Yo encima de él.¡Olvida la vergüenza, estedelincuente tiene tu costal!— Quítate de encima — dice con voz ahogada.— No puedes llegar y tomar lo que no es tuyo.— No
Cayó la noche y nos dirigimos a nuestras habitaciones. Mañana tendría que ir al instituto y ponerme al corriente. Más que nada iba porque mi abuelo me pidió que fuera y esa razón era de cierta manera suficiente.— Brenna, duérmete. Hasta acá puedo escuchar tus pensamientos.Le lanzo una almohada y me doy vuelta dándole la espalda. Está lloviendo y con ese sonido me arrullo para dormir. ❃❁❃❁❃❁❃La alar
Caminamos por el bosque, y a mí parecer llevamos caminando alrededor de veinte minutos, no entiendo porqué no fuimos a la zona habitada, solo nos seguimos adentrando en el bosque. — ¿Por qué me llevas a lo más recóndito? — Ahí se encuentra mi casa, vamos no te quejes, ya estamos por llegar. Mi respiración es agitada, pero aun así no me doy por vencida, mis piernas resisten un poco más. Levanto la mirada de la tierra, y veo una pequeña cabaña. Pensé que estaría totalmente silencioso y solitario, pero como muchas otras veces me equivoqué. Hay jóvenes por todos lados hay al menos unos treinta, logro reconocer a unos cuantos pero la mayoría no tengo idea. Así que me quedo pasmada y solo observo en como entran y salen de la cabañ
Me encuentro sentada en piso con Grisel jugando cartas. El abuelo está acostado en el sillón cubierto con una manta. Pareciera que estuviera dormido, pero en realidad está muy atento al juego que Grisel y yo tenemos.— ¡Sí, te volví a ganar! — exclama.Se levanta de un brinco, poniendo sus manos en frente moviéndolos circularmente.— ¿Qué te pasa hija?, has estado muy distraída — Reynald pone su mano sobre mi hombro.— No es nada, creo que la suerte hoy está de parte de Grisel. — muestro lo más parecido a una sonrisa.— El abuelo tiene razón, sé q
Antes de llegar al gran edificio me desvío con dirección al río. Mi abuelo solía traernos cuando éramos pequeñas, nos gustaba que el agua cubriera nuestros pies y sentir las rocas resbalosas bajo ellos. No había sol, ni siquiera unos cuantos rayos, mi madre decía que era como tener tu calor propio, como si un fuego te inundará por completo. Amelie solía viajar con mi padre y abuelos; tras uno de sus viajes, fueron a Solonio y dijo que era lo más cálido y acogedor que había sentido, sin ninguna necesidad de cubrirse.El imaginarme lo que se sentiría al tocar mi piel mojada y sumándole el aire, sé que no existirían las palabras para describirlo. Me quedo sentada observando el río, no hundo mis pies, ni siquiera con la punta de mis dedos.
Dagan aun no a vuelto.La noche a transcurrido de una manera muy lenta o eso me hace sentir la presencia de River a un lado.— ¿Qué te hizo venir a la reunión? — pregunta de repente.— Mi hermana, vine por ella.— Creí que querías verme, Dagan solo me ilusiona — lo dice tomándose el pecho como si estuviera herido.Lo miro de reojo y lleva puesto unos vaqueros que parecen ser oscuros, con una sudadera negra con capucha.Tiene metidas las manos en los bolsillos de la sudadera y sin pensarlo pregunto —: ¿Cómo está Helena?— Ella está bien, gracias por preguntar &mdash
— La clase de hoy estuvo demasiado aburrida — dice Dagan mientras abre la puerta de la cabaña.— Ni que lo digas, no paraba de bostezar.Estamos por entrar cuando unamini jeepcolor café con la pintura algo botada a consecuencia de la lluvia, se detiene en la entrada.Helena baja de la camioneta con maleta en mano, Dagan rápidamente baja las escaleras para ayudarle.— ¿Y River?— Adentro, supongo. Vamos llegando.— Hola — la saludo, pero ella simplemente me mira de reojo.— ¿Por qué la maleta? — pregunta Dagan metiéndola a la cabaña.