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Capítulo 5.

Me levanto de un salto y corro directamente hacia él, lo primero que noto es que trae puesto un pasamontañas.

— ¡Ese costal no es tuyo! — grito, corro y me aferro al costal, pero se resiste a soltarlo, jalo más fuerte.

Al ver que no cede, me arrojo hacia él, y el forcejear provoca que ambos caigamos.

Yo encima de él.

¡Olvida la vergüenza, este delincuente tiene tu costal!

— Quítate de encima — dice con voz ahogada.

— No puedes llegar y tomar lo que no es tuyo.

— No lo tomaba, solo lo iba a dejar en su lugar.

— ¡Ajá, claro! — exclamo —. Y yo soy ciega.

— Lo eres, solo lo estaba levantando.

Aún estoy encima de él y sin dudarlo le quito el pasamontañas para ver de quién se trata.

No es que no haya visto a chicos de mi edad, pero sin duda él es apuesto. Cabello castaño al punto de ser negro, sus ojos color azul como se supondría que fuera el cielo y tiene pequeñas cicatrices en algunos lados de su cara, logrando que se vea aun más atractivo... y

¿Familiar?

Pero este chico no va al instituto estoy segura.

— ¿Ya me viste lo suficiente? — susurra.

Doy un respingo, pero en menos de lo que me doy cuenta, hace un movimiento dejándonos en posición contraria.

Él encima de mí.

— ¿Qu- qué es lo que haces? — balbuceo empujándolo, pero de inmediato toma mis manos sobre mi cabeza.

— Es mi turno de observarte. — Se inclina más sobre mi cara, y por instinto la giro hacia un lado.

Toma mis manos poniéndolas sobre mi cabeza.

— Mira cuántas pecas tienes, son como pequeñas gotas sobre tu nariz. — dice inspeccionando mi rostro, hasta que se detiene en mis ojos.

Nos quedamos viendo y lo único que viene a mi mente es el color azul. Todo esto es extraño porqué, ¿quién se le quedaría viendo a un desconocido por lo que parece ser un largo tiempo?

La carreta cae y ambos nos volvemos hacia ella. Intento levantarme cuando veo que hay otro chico, este trae un gorro gris impidiéndome ver su cara por completo.

Vaya suerte la tuya, Brenna.

Intento zafarme para correr tras él, pero aún sigo debajo de este chico.

— Idiota— grito — . Dijiste que no intentabas robarlo, él venía contigo.

— Te dije que lo había levantado, pero se me olvido decirte que mi amigo el idiota lo había tirado.

— Eres un mentiroso — siseo.

— Nunca dije que no lo fuera.

— Ya quítate de encima, ya han tomado lo que querían.

— En realidad no era mi plan robarte, yo solo te estaba observando — rasca su barbilla sin algún rastro de barba.

Lo miro una vez más y lo empujo tan fuerte que no sé de dónde adquiero tanta fuerza, que incluso puedo ver su cara de sorpresa.

— ¡Mierda! — suelta —. Y tan pequeña que te ves.

Pongo los ojos en blanco y me pongo de pie dirigiéndome hacia la carreta que se encuentra volteada, la levanto y comienzo a caminar fuera del bosque para ir a casa, solo que por última vez doy una mirada hacia atrás, pero él ya se ha ido.

                                                              ❃❁❃❁❃❁❃

Estoy a mitad de camino y la gente ya comienza a correr para refugiarse de la lluvia, subo mi capucha y apresuro el paso.

Llego a la entrada y en un rincón dejó la carreta, subo rápidamente las escalerillas y entro por lo puerta.

— Hija, ¿cómo te ha ido? — pregunta mi abuelo.

Olvidé por completo lo que iba decirle, no sabía cómo explicarle de qué no había vendido las yucas, más aparte explicarle que me habían robado.

Genial.

Si decía eso último, estaba dado por hecho que jamás me volvería a dejar hacer el trueque.

— Todo ha ido bien abuelo, no te preocupes.

— ¿Y qué te han dado a cambio?

¿Qué me han dado a cambio?

Molestias y más molestias.

— Oh, lo olvide en la mercería me dieron... eran dos bolsas de lentejas y fruta seca — miento.

Mi abuelo sonríe y dice —:Si no fueras tan olvidadiza no serías mi Brenna.

Se dirige a la cocina y empiezo a escuchar ruido de ollas.

Me siento peor que antes, odie al mentiroso que me encontré y justo ahora soy una. Camino con dirección a la cocina para encontrarme con mi abuelo y empiezo a picar verdura para la sopa. Lo único que sé hacer bien.

Mientras está lista la comida, le digo a mi abuelo que suba a descansar y para mi sorpresa fue una de las pocas veces que me hizo caso.

Tal vez estaba más cansado de lo usual.

Pico, agrego, y pruebo, cuando la puerta de la entrada se abre.

— Familia, he llegado — anuncia Grisel.

Pensé que llegaría gritando o azotando todo después de la discusión de esta mañana. Pero no es así, no por ahora.

— Estoy en la cocina — grito.

— Huele bien, ¿sopa?

Asiento.

— Fue un día tan cansado — rezonga dejando caer la cabeza hacia atrás —. Por cierto, ¿Cuándo piensas ir al gran edificio?

— En estos días iré, no debes preocuparte por eso.

Me gusta la escuela, por supuesto, pero me gusta más ir a hacer los cambios o cuidar de Reynald. Para mí en estos tiempos el instituto no es importante.

— Hoy los militares estuvieron en el edificio, llevándose a unos cuantos compañeros — dice antes de morder un trozo de zanahoria.

— ¿Por qué harían eso? — frunzo el ceño.

— No lo sé, tal vez sean elegidos para entrar en sus filas.

— No creo que cualquiera pueda ser parte de ellos.

Y lo creía en serio, para ser militar tendrías que tener influencias y ser muy cruel para hacer el tipo de cosas que ellos hacen. Se supone que ellos tienen que cuidarte, pero son los primeros en lanzarte a la boca del lobo.

No sé qué tipo de militar fue mi padre, pero ruego al cielo que no fuera como el que todos tenemos en mente.

— Da igual. — se encoge de hombros —. Con que a nosotras no nos hagan nada, pueden llevarse a los que quieran

Niego con la cabeza.

— Ve a hablarle a Reynald, esta lista la comida.

Grisel sale de la cocina y sube las escaleras dirigiéndose a la habitación del abuelo. Me quedo recargada en la encimera.

¿Por qué los militares irían por los estudiantes? ¿Qué querrían de ellos?

Escucho a mi abuelo y a Grisel bajar por las escaleras y me apresuro a servir la sopa en sus tazones.

Por último, tomo el mío, y me siento con ellos en la mesa escuchando la lluvia como melodía.

                                                             ❃❁❃❁❃❁❃

Transcurre la tarde y Grisel se pone en la mesita de la sala hacer sus apuntes del instituto. Mi abuelo se encuentra sentado en el sillón y yo solo estoy recostada del otro lado viendo hacia la ventana. Estamos con el tocadiscos encendido escuchando, "Have you ever seen the rain?"

Es la canción favorita de mi abuelito y de cierta forma también es la mía desde que era pequeña. Canto la canción en mi cabeza y sin darme cuenta estoy cantando nuestra realidad y lo sé, por la manera en como me hace sentir cuando canta:

¿Alguna vez has visto la lluvia en un día soleado?

Canta que los días anteriores al sol han sido fríos y la lluvia siempre ha sido fuerte, todos los días a partir de ese ayer.

Una adaptación. Un ciclo.

Esperando que la lluvia se detenga, que las nubes se aparten y a través de ellas los rayos del sol aparezcan en un cielo azul, transformando esas gotas de lluvia en un arco iris.

¿Tan siquiera existían?

La calma viene después de la tormenta, decía mamá.

Entonces viene a mi mente el chico de cabello revuelto.

"Son como pequeñas gotas sobre tu nariz."

¡¿Por qué piensas en él?!

Pero la curiosidad mato al gato y entonces me inclino hacia Grisel y musito en su oído —: ¿Crees que tengo muchas pecas?

Grisel voltea y me observa entrecerrando sus ojos.

— Como pequeñas gotas — contesta sonriendo.

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