Pasaron dos semanas desde que Camila tuvo su pequeño accidente. Ya estaba recuperada en su totalidad y reinició las caminatas matutinas en el parque. Ansiaba encontrarse otra vez con Adrián y su perro, pero no pasó. Ni siquiera volvió a llamarla y en varias ocasiones Camila buscó su número de móvil con la intención de marcarlo, pero se arrepintió en el momento. Su orgullo no le permitía mostrarse demasiado interesada, a pesar de la presión que Luka le hacía para que dejara de lado su ego. Le decía a su amigo que tal vez él ya se había olvidado de ella y el interés que tuvo había pasado a otra paciente atractiva. En fin, ella decidió olvidarlo, pues con los problemas que tenía en su vida personal, no disponía de tiempo para dramas.
Era uno de esos días complicados en la oficina. No tenía clases, pero debía pasarse todo el día en la tienda. Había muchos pedidos que hacer, reuniones y el jefe gritaba y daba órdenes sin parar. La tienda se preparaba para el cambio de temporada. El invierno se acercaba y las prendas para este tiempo debían estar listas pronto. Además, esta noche era la fiesta de recaudación de fondos para los niños con cáncer, que organizaban varias empresas locales con el fin de publicitarse y librarse de algunos miles en impuestos por donar dinero a una causa tan noble. Así que los nervios estaban de punta en toda la tienda.
En un momento, Camila se paró de su escritorio y fue a fotocopiar algunos documentos. Para su sorpresa, a su regreso observó a Gina a través de la puerta de cristal de la oficina de Giulio. Pocas veces Camila la había visto entrar en esa oficina, pero se veía con claridad que ambos discutían sobre algún asunto. Gina estaba transformada. Las expresiones de su rostro eran algo que en raras ocasiones ella dejaba ver con tanta elocuencia. Pero lo inimaginable ocurrió. De un momento a otro, Giulio se abalanzó sobre Gina y la besó. Ella correspondió con intensidad.
—No lo puedo creer —murmuró Camila. Estaba perpleja con lo que veían sus ojos.
Todo sucedió muy rápido y cuando él se apartó de ella miró a todas partes para asegurarse de que nadie los hubiera visto, pero se encontró con la sorprendida mirada de Camila. Antes de que Giulio saliera de su oficina, Camila tomó su cartera y salió corriendo de allí, pues no estaba de humor para una bochornosa escena. Aquel espectáculo hizo comprender a Camila la razón del distanciamiento de su prima. Gina tenía un romance con Giulio. «Esta tonta no sabe en lo que se está metiendo. Es un hombre sucio», pensó. Sintió lástima por ella, pero a la vez se enojó con ella por ser tan ilusa en creer en las mentiras de ese hombre. «Ya bien dicen que el diablo sabe más por viejo que por diablo. Es una lástima que después de esto, tenga que verlo en el evento de esta noche», se dijo con cara de repugnancia. Sin embargo, tenía sus objetivos claros y esta noche era importante para ella y su carrera, así que no debía faltar.
Se dirigió al apartamento, se dio una ducha y se vistió con un atuendo decente para la ocasión. Mientras lo hacía pensaba en la pereza que le daba estar en la fiesta adulando a los ejecutivos que fingían interés en niños moribundos. Camila apoyaba que donaran dinero, pero le daría su respeto si lo hicieran de corazón y no como un mero trueque para salir en los periódicos y ahorrar en impuestos. Por otro lado, era la oportunidad que tenía para mezclarse con los altos ejecutivos y cazar su momento de brillar en el mundo de la moda. Esa era una de las cosas que debía agradecerle a Giulio y se odiaba por eso. Él movió los hilos para que ella pudiera asistir, ya que era solo para ejecutivos, gerentes y clientes importantes. Lo que la animaba era que en cuanto hiciera su proyecto final y se graduara, renunciaría a ese empleo tóxico que la agobiaba tanto.
Se puso un vestido rojo vino que había diseñado y confeccionado ella misma. Le quedaba ajustado del pecho a la cintura con una falda holgada y asimétrica. Tenía un pequeño escote al frente y uno más pronunciado en la espalda. Calzó sus zapatillas de tacón fino doradas que combinaban con el bolso de mano; se maquilló de manera sencilla, pero lo suficiente para cubrir sus ojeras. Al final de todo el proceso de arreglarse, parecía una de las modelos del evento. Se miró una última vez en el espejo, tomó su carpeta de diseños y salió a toda prisa a la fiesta.
Todo estaba listo. El gran salón del Palazzo Parigi Hotel lucía esplendoroso, con una exquisita decoración acorde con colores alusivos a la lucha contra el cáncer e imágenes de tiernos niños sin cabello y con una hermosa sonrisa en sus labios. Los mozos iban para un lado y para otro trayendo y llevando champaña, canapés y otros aperitivos. La pasarela en medio del salón estaba montada, la música ambientaba todo el lugar y las luces eran perfectas. Camila pensó que después de todo, tal vez, la fiesta no sería tan mala y podría pasar un rato agradable. Tomó una copa de champaña y se dispuso a disfrutar la velada, mientras cazaba el rostro de algún ejecutivo importante de la compañía.
Entonces fue cuando lo vio. El doctor estaba del otro lado del salón. Se veía mágicamente atractivo con su traje de sastre negro y un halo de sensualidad brillaba a su alrededor. Camila se quedó viéndolo como una tonta y se sonrojó cuando sus miradas se encontraron y los labios de Adrián le sonrieron. Él conversaba con dos doctores igual de elegantes que él, uno era su contemporáneo y tenía un aspecto atrayente, mientras que el otro era de mayor edad con la cabeza cubierta de canas. Lo vio disculparse con ellos y caminar hacia ella esbozando su sensual y suculenta sonrisa.
—Mi Dulcinea, es una maravillosa sorpresa encontrarte aquí. —Y le plantó un beso en cada mejilla—. Estás hermosa, ¿eres una de las modelos de la pasarela?
—No, doctor, no soy modelo. —Colocó un mechón de su pelo detrás de su oreja. Adrián la ponía un poco nerviosa y no le gustaba perder el control—. No sé por qué no imaginé que podría encontrarte aquí dada tu profesión.
—Ya ves, nuestro destino está entrelazado —dijo sosteniéndole la mirada sin dejar de sonreír.
—Lástima que yo no crea en el destino —dijo con frialdad, pero sonriéndole.
—Mejor aún. Significa que podemos hacer lo que nos venga en gana. —Camila rio ante su comentario para ocultar el pervertido pensamiento que vino a su mente—. Y ¿Qué haces en este evento? No es que me moleste, que quede claro.
—Soy asistente del gerente de E&R Corporation, una de las empresas organizadoras de la recaudación de fondos.
—Mm, interesante —dijo mientras tomaba una copa de champaña de la bandeja de un mozo que pasaba—. Brindemos por este encuentro. Gracias al destino o la casualidad, nos volvemos a ver.
Chocó su copa con la mía y tomó un sorbo con su penetrante mirada fija en ella. Lo que la hacía sentirse más nerviosa.
—¿Qué es eso que traes ahí? —preguntó señalando su carpeta.
—Son dibujos.
—¿Pintas?
—Estudio diseño de modas.
—¿Me permites?
—Claro. —Se la entregó y tomó la copa de él en sus manos mientras él hojeaba las páginas.
—Yo no sé nada de moda, pero tus dibujos son hermosos. Llegarás muy lejos.
—Gracias, doctor. Sin embargo, este mundo es muy competitivo y no todos llegan lejos.
—Tú lo harás —afirmó concentrado en los dibujos.
—Aquí estás —dijo una voz conocida, mientras la tomaba de la cintura y la besaba en la mejilla sin importarle interrumpir.
—Acabo de llegar —contestó conteniendo su enojo ante su osadía.
—Ven, te necesito —dijo sin más.
Adrián carraspeó su garganta y Giulio volteó a mirarlo con cierto desdén.
—Me temo que la señorita D’Angelo está ocupada —objetó Adrián devolviéndole el mismo desdén, pero con una graciosa ironía.
—La señorita D’Angelo vino aquí a trabajar, no ha divertirse —sentenció impaciente.
—Discúlpeme Doctor Álvarez, en otro momento continuamos la charla —le dijo para evitar que ese momento se siguiera poniendo incómodo. Le devolvió su copa y tomó su carpeta.
Con clara inconformidad en su rostro, Adrián aceptó. Giulio la tomó del brazo y se alejaron. Adrián los observó con el ceño fruncido y de un trago se terminó toda la copa de champaña.
—Amigo, tanto esperar para llamarla, la encuentras y la dejas que se te escape —se burló el doctor joven acercándose.
—Muy gracioso, Ricci.
Adrián rodó los ojos en señal de rechazo a sus palabras, pero en su fuero interno le dio la razón. Él era demasiado cuidadoso a la hora de cortejar a una dama y no podía creer que por esa lentitud se le había escapado de las manos. Pero no se cansaría. La próxima vez tomaría una actitud más arriesgada. Esa noche debía salir de la mano con ella o terminaría considerándose el peor fracasado en el arte de conquistar a una mujer y su amigo, el doctor Ricci, se lo echaría en cara todos los días.
—¿Qué te pasa, Giulio? Fuiste descortés con uno de los médicos del hospital —le recriminó Camila zafándose de su agarre.
—Y ¿tú, eras cortés o estabas coqueteando?
—Lo que yo haga no te importa —dijo controlando el volumen de su voz, cuando lo que quería era gritárselo a todo pulmón.
—Mientras trabajes para mí me importa lo que hagas.
—Por supuesto, estás demasiado interesado en los miembros de mi familia que trabajan para ti.
Giulio frunció el ceño, pero no dijo nada, ya que el presentador del evento empezó su discurso dándole la bienvenida a los presentes e invitándolos a sentarse en las sillas dispuestas alrededor de la pasarela. Ella respiró profundo para calmarse, pues no era el momento para hacer un escándalo, así que tuvo que contener sus deseos de recriminarle el asunto con Gina. A pesar de que ella no fuera del agrado de Gina, familia es familia y Camila no permitiría que Giulio se aprovechara de su ingenuidad.
—Ven conmigo. Le hablé de ti a uno de los ejecutivos de la empresa y quiere ver tus diseños. Esta es tu gran oportunidad de lograr tus sueños. Gracias a mí.
—¿En serio? —Su rostro se iluminó y olvidó lo enojada que estaba con él.
—Así es y luego dices que yo no te quiero. —Camila no contestó. Ese hombre no la quería, solo la deseaba para satisfacer sus lascivas fantasías.
Salieron del salón y se dirigieron al ascensor. Giulio presionó el botón del segundo piso y allí se detuvieron. De inmediato, Camila se dio cuenta que era el área de habitaciones del hotel y le pareció muy sospechoso y poco profesional encontrarse con uno de los ejecutivos ese lugar.
—¿Dónde quiere verme?
—Él se hospeda en el hotel mientras está en la ciudad y tiene su oficina montada aquí.
—Ok. Entiendo. Pero ¿por qué no está en el desfile? —preguntó sintiéndose aún más incómoda.
—No se siente bien de salud y quería descansar, pero accedió a darte una oportunidad. Es una en un millón, no la desaproveches.
Camila decidió hacerle caso y pronto se detuvieron en la habitación doscientos seis. Giulio sacó de su chaqueta una tarjeta con la que abrió la habitación y la invitó a pasar. Entraron y Giulio cerró la puerta detrás de sí. Camila miró a su alrededor y era una simple habitación y no había rastros de que alguien se hospedara en ella. Al descubrirse atrapada con Giulio en aquel cuarto de hotel se dio la vuelta hecha una fiera.
—¡Eres un asco de hombre! ¡Quítate de la puerta y déjame salir! —gritó.
—Tranquilízate, cara mia. No hay por qué alterarse.
—Eres un mentiroso.
—Tranquila, solo quiero hablar contigo de buena manera y explicarte lo que viste hoy.
—Podemos hablar en el salón.
—En el salón hay mucho ruido. Estás segura conmigo. Siéntate, prometo que no tardaré mucho.
—Voy a escucharte de pie. Habla —dijo cruzando los brazos sobre su pecho.
—Hermosa, no me gusta cuando estás enojada.
—Hubieras empezado con no traerme aquí engañada.
—Y ¿Qué querías que hiciera, si tú me evades todo el tiempo?
—Tú sabes muy bien por qué te evado.
—Ella no tiene por qué enterarse. ¿No entiendes que lo de mi esposa y yo hace mucho tiempo que no funciona? Es a ti a quien quiero. ¿Qué no ves que me muero por ti? Me tienes loco. Gina está obsesionada conmigo y pensé que si la besaba se le quitaría esa loca fantasía conmigo.
—No digas estupideces. Jamás voy a acostarme contigo, ya te lo he dicho y no vas a hacer que cambie de opinión. Y ¿crees que voy a creerte ese cuento de Gina? Voy a hablar con ella para que no se deje engañar por ti. Me das asco.
—Mira Camila, ya me cansé de que me rechaces, y a Gina no le vas a decir absolutamente nada. —Su rostro se enrojeció malhumorado y sin aviso, sujetó su cara y la besó a la fuerza. Ella se separó de él con violencia y le dio una bofetada que resonó en toda la habitación—. Eres una maldita.
—Soy una maldita, pero no aceptaré que me faltes al respeto. Ya he soportado demasiado que me acoses constantemente. No he hecho nada por respeto a la amistad de tu esposa con mi hermano. Pero ya me cansé. —Sentenció y se dirigió hacia la puerta.
Él la tomó del brazo y le dijo:
—Vamos a ver qué vas a hacer sin mi ayuda para ser alguien en la moda. Con mi influencia puedo bloquearte todos los caminos y, además, les diré a tu familia y a mi esposa cómo me seduces cada día en la compañía.
—Haz lo que quieras. No te tengo miedo y no necesito de tus favores para triunfar. —Escupió las palabras en su cara y salió de allí deshaciéndose de su agarre.
Solo hizo entrar al ascensor y las lágrimas corrieron por mis mejillas, mientras sus manos estaban temblorosas. Su corazón latía a toda velocidad inyectado de adrenalina. Sentía mucha rabia contra Giulio. Por mucho tiempo había tenido que aguantar que la acosara y que todos en la empresa pensaran que tenía una relación con él por su favoritismo con ella. Estaba harta. Lo único que la detenía era el aprecio que le tenía su hermano Christian a Lucía, la esposa de Giulio. Por ella, Camila había obtenido el empleo, pero en solo unos días de iniciar el trabajo se dio cuenta que hubiera preferido mendigar para subsistir que tener a Giulio todo el día detrás de ella. Pero el acontecimiento de esa noche había sobrepasado los límites. Había demostrado que se atrevería a lastimarla para obtener lo que quería. Sin embargo, por más que ella amara su carrera, no podía pagar el precio que él le exigía.
La alarma sonó sin parar y Camila despertó. El dolor de cabeza le aguijoneaba el cerebro. Sus ojos estaban muy sensibles a la luz que se colaba por las ventanas. Intentó abrirlos con la intención de tomar ese reloj despertador y arrojarlo por la ventana. Pensó que con tanto escándalo, Luka entraría por esa puerta a reclamarle que despertó a todos con su ruidosa alarma.—¿Deseas tomar café? —escuchó que le preguntaban, pero estaba tan desorientada que escasamente reconocía la voz de quien le hablaba.De pronto, la conciencia la arrolló y abrió los ojos de golpe, sin importar lo doloroso que fue. Se incorporó y vio sentado a su lado a Adrián sosteniendo dos tazas humeantes de café. Llevaba puesta una franela sin mangas, luciendo la musculatura de sus brazos y unos pantalones de pijama azul marino. Adrián miró a Camila con una ex
Camila tomó un taxi que la dejó frente a la entrada de la compañía. Cada paso que daba era como si la tierra temblara o un volcán hiciera erupción. Su piel destilaba lava ardiente e imaginó mil formas de asesinar a Giulio. Ella no había sentido tal furia jamás en su vida. Se sentía humillada y ultrajada. Le permitió a Giulio acosarla por temor a perder su empleo, pero el que se atreviera a inventar mentiras y contárselas a su esposa y a su hermano, había sobrepasado los límites de la tolerancia de Camila, y ese día él la conocería realmente. El papel de niña sumisa había terminado para siempre.—Buenos días, Camila —saludó el guardia de seguridad de la entrada, pero ella no le contestó. Continuó caminando a prisa directo al área de oficinas.—¡Qué genio! &mdas
Camila y Adrián atravesaron la sala de pediatría, donde se observaban varios consultorios y una larga fila de madres con sus hijos esperando su turno para ser atendidas. Mientras caminaban Adrián le comentó que su empleo sería un tanto informal, de modo que le permitiera continuar con sus estudios y las actividades extracurriculares que le exigía la carrera. Ella sería su asistente personal y se encargaría de tomar sus llamadas, organizar su agenda personal, ordenar sus informes y ayudarlo con algunas de sus tareas de la especialidad, entre otras cosas. Otra persona se ocuparía de las citas médicas y el seguimiento a los pacientes. Camila lo miró incrédula, pues le daba la impresión de que él había inventado ese cargo para ayudarla. Esa idea la hizo muy feliz y le mostró que había sido suertuda al tropezar con su perro.Llegaron
—¿Qué es lo que te pasa? ¿Estás siguiéndome? —dijo poniéndose de pie.—No te creas tan importante, amore mio. Es pura coincidencia encontrarte aquí, pero qué bueno porque me debes muchas —contestó Giulio.—Será mejor que te vayas para que no tengamos problemas —le ordenó Adrián colocándose de pie, y lo miró con severidad, mientras apretaba sus puños.—Eres el doctorcito aquel… —bufó señalándolo— Ten cuidado con esta mujer, le gusta aprovecharse de los hombres. Es una prostituta y…Giulio no pudo terminar la frase, pues el puño de Adrián chocó con fuerza en su mandíbula. Giulio no se lo esperaba, pero se incorporó con rapidez y respondió de la misma manera. Se abalanzó sobre Adrián y, en
Ensimismados cada uno en sus pensamientos, se vistieron, limpiaron y acomodaron todo en su lugar, como si nada hubiera ocurrido.—Gracias otra vez por defenderme de Giulio y por el empleo —le dijo evitando mirarlo a los ojos.—No tienes que agradecerme nada en absoluto. Para mí ha sido un enorme placer pegarle en la cara a ese tipo.Ella sonrió ante ese comentario, pero, de inmediato, se puso seria para poder continuar con lo siguiente.—No quiero que lo que pasó signifique nada para ti. Nos gustamos pero fue solo sexo. Tú y yo mantendremos una relación puramente profesional, doctor.—Creí que ya habíamos superado eso, Camila.—¿Qué insinúas? Yo nunca te di motivos para hacerte creer que entre tú y yo podría haber algo más de lo que tenemos. Es cierto que coqueteé contigo, pero eso es todo.<
Adrián hizo todas sus rondas, atendió a los pacientes que lo esperaban y acudió a la conferencia de actualización obligatoria que ofrecía el hospital cada dos meses. Sin embargo, su mente estuvo todo el tiempo divagando; mil pensamientos se estrellaban en su mente. Le ofreció a Camila que pasara la noche en su casa, pero realmente no estaba preparado para ello y el día estuvo demasiado complicado para poner las cosas en orden. Salió del hospital a las ocho de la noche y se dirigió a toda prisa a su apartamento.—Esta noche tenemos visita, querido amigo —le dijo a Don Quijote acariciando su cabeza. El amigable pastor dio un ladrido de alegría mientras batía su cola—. Sí, yo también estoy nervioso. Todavía no le cuento nada y esta noche no me siento con ánimo de hacerlo. Vamos, debemos prepararle una habitación.Adrián cam
Adrián temió no poder controlar lo que sentía por ella, así que desvió la mirada del fuego de sus ojos hacia su perro que los contemplaba mientras cenaban.—Ven Don Quijote, ven conmigo —llamó al perro, que se colocó en medio de los dos como una barrera viviente y Adrián comenzó a juguetear con él—. Después de la cena, me voy a la cama —continuó dirigiéndose a ella con su tono de doctor serio—. Mañana tengo que estar en el hospital a las 6:30 a.m. pero antes voy a sacar a pasear a Don Quijote al parque. Siéntete libre de usar todo lo que necesites sin pedírmelo. Estás en tu casa.—De acuerdo, gracias otra vez por acogerme —contestó ahogando sus ganas con un trago de vino bastante largo.Camila se hizo consciente de que lo deseaba demasiado y no se resignaba a quedarse con las pantale
Una nueva oportunidadDespués de aquella vergonzosa situación, Camila no pudo volver a dormir más y decidió levantarse. Don Quijote la esperaba tras la puerta y muy contento intentó lamerla, pero ella se limitó a acariciar su cabeza con recelo. Después de estar aseada, se dirigió a la cocina directo a la cafetera, que todavía permanecía caliente. Se sorprendió al encontrar sobre el desayunador un plato tapado con una nota encima y justo al lado una llave. «Bon appetit, Dulcinea. Toma todo lo que necesites. Te dejo la llave de mi casa… y de mi corazón». Ella sonrió al leer la nota y suspiró emocionada. «¿Adrián será real? ¿Es posible que exista un hombre tan dulce como él?», se preguntó. Levantó la tapa y acompañó los huevos revueltos con dos tostad