La alarma sonó sin parar y Camila despertó. El dolor de cabeza le aguijoneaba el cerebro. Sus ojos estaban muy sensibles a la luz que se colaba por las ventanas. Intentó abrirlos con la intención de tomar ese reloj despertador y arrojarlo por la ventana. Pensó que con tanto escándalo, Luka entraría por esa puerta a reclamarle que despertó a todos con su ruidosa alarma.
—¿Deseas tomar café? —escuchó que le preguntaban, pero estaba tan desorientada que escasamente reconocía la voz de quien le hablaba.
De pronto, la conciencia la arrolló y abrió los ojos de golpe, sin importar lo doloroso que fue. Se incorporó y vio sentado a su lado a Adrián sosteniendo dos tazas humeantes de café. Llevaba puesta una franela sin mangas, luciendo la musculatura de sus brazos y unos pantalones de pijama azul marino. Adrián miró a Camila con una ex
Camila tomó un taxi que la dejó frente a la entrada de la compañía. Cada paso que daba era como si la tierra temblara o un volcán hiciera erupción. Su piel destilaba lava ardiente e imaginó mil formas de asesinar a Giulio. Ella no había sentido tal furia jamás en su vida. Se sentía humillada y ultrajada. Le permitió a Giulio acosarla por temor a perder su empleo, pero el que se atreviera a inventar mentiras y contárselas a su esposa y a su hermano, había sobrepasado los límites de la tolerancia de Camila, y ese día él la conocería realmente. El papel de niña sumisa había terminado para siempre.—Buenos días, Camila —saludó el guardia de seguridad de la entrada, pero ella no le contestó. Continuó caminando a prisa directo al área de oficinas.—¡Qué genio! &mdas
Camila y Adrián atravesaron la sala de pediatría, donde se observaban varios consultorios y una larga fila de madres con sus hijos esperando su turno para ser atendidas. Mientras caminaban Adrián le comentó que su empleo sería un tanto informal, de modo que le permitiera continuar con sus estudios y las actividades extracurriculares que le exigía la carrera. Ella sería su asistente personal y se encargaría de tomar sus llamadas, organizar su agenda personal, ordenar sus informes y ayudarlo con algunas de sus tareas de la especialidad, entre otras cosas. Otra persona se ocuparía de las citas médicas y el seguimiento a los pacientes. Camila lo miró incrédula, pues le daba la impresión de que él había inventado ese cargo para ayudarla. Esa idea la hizo muy feliz y le mostró que había sido suertuda al tropezar con su perro.Llegaron
—¿Qué es lo que te pasa? ¿Estás siguiéndome? —dijo poniéndose de pie.—No te creas tan importante, amore mio. Es pura coincidencia encontrarte aquí, pero qué bueno porque me debes muchas —contestó Giulio.—Será mejor que te vayas para que no tengamos problemas —le ordenó Adrián colocándose de pie, y lo miró con severidad, mientras apretaba sus puños.—Eres el doctorcito aquel… —bufó señalándolo— Ten cuidado con esta mujer, le gusta aprovecharse de los hombres. Es una prostituta y…Giulio no pudo terminar la frase, pues el puño de Adrián chocó con fuerza en su mandíbula. Giulio no se lo esperaba, pero se incorporó con rapidez y respondió de la misma manera. Se abalanzó sobre Adrián y, en
Ensimismados cada uno en sus pensamientos, se vistieron, limpiaron y acomodaron todo en su lugar, como si nada hubiera ocurrido.—Gracias otra vez por defenderme de Giulio y por el empleo —le dijo evitando mirarlo a los ojos.—No tienes que agradecerme nada en absoluto. Para mí ha sido un enorme placer pegarle en la cara a ese tipo.Ella sonrió ante ese comentario, pero, de inmediato, se puso seria para poder continuar con lo siguiente.—No quiero que lo que pasó signifique nada para ti. Nos gustamos pero fue solo sexo. Tú y yo mantendremos una relación puramente profesional, doctor.—Creí que ya habíamos superado eso, Camila.—¿Qué insinúas? Yo nunca te di motivos para hacerte creer que entre tú y yo podría haber algo más de lo que tenemos. Es cierto que coqueteé contigo, pero eso es todo.<
Adrián hizo todas sus rondas, atendió a los pacientes que lo esperaban y acudió a la conferencia de actualización obligatoria que ofrecía el hospital cada dos meses. Sin embargo, su mente estuvo todo el tiempo divagando; mil pensamientos se estrellaban en su mente. Le ofreció a Camila que pasara la noche en su casa, pero realmente no estaba preparado para ello y el día estuvo demasiado complicado para poner las cosas en orden. Salió del hospital a las ocho de la noche y se dirigió a toda prisa a su apartamento.—Esta noche tenemos visita, querido amigo —le dijo a Don Quijote acariciando su cabeza. El amigable pastor dio un ladrido de alegría mientras batía su cola—. Sí, yo también estoy nervioso. Todavía no le cuento nada y esta noche no me siento con ánimo de hacerlo. Vamos, debemos prepararle una habitación.Adrián cam
Adrián temió no poder controlar lo que sentía por ella, así que desvió la mirada del fuego de sus ojos hacia su perro que los contemplaba mientras cenaban.—Ven Don Quijote, ven conmigo —llamó al perro, que se colocó en medio de los dos como una barrera viviente y Adrián comenzó a juguetear con él—. Después de la cena, me voy a la cama —continuó dirigiéndose a ella con su tono de doctor serio—. Mañana tengo que estar en el hospital a las 6:30 a.m. pero antes voy a sacar a pasear a Don Quijote al parque. Siéntete libre de usar todo lo que necesites sin pedírmelo. Estás en tu casa.—De acuerdo, gracias otra vez por acogerme —contestó ahogando sus ganas con un trago de vino bastante largo.Camila se hizo consciente de que lo deseaba demasiado y no se resignaba a quedarse con las pantale
Una nueva oportunidadDespués de aquella vergonzosa situación, Camila no pudo volver a dormir más y decidió levantarse. Don Quijote la esperaba tras la puerta y muy contento intentó lamerla, pero ella se limitó a acariciar su cabeza con recelo. Después de estar aseada, se dirigió a la cocina directo a la cafetera, que todavía permanecía caliente. Se sorprendió al encontrar sobre el desayunador un plato tapado con una nota encima y justo al lado una llave. «Bon appetit, Dulcinea. Toma todo lo que necesites. Te dejo la llave de mi casa… y de mi corazón». Ella sonrió al leer la nota y suspiró emocionada. «¿Adrián será real? ¿Es posible que exista un hombre tan dulce como él?», se preguntó. Levantó la tapa y acompañó los huevos revueltos con dos tostad
Al acercarse lo suficiente, Adrián volteó a verla con una sonrisa.—Camila, que bueno que has llegado —la recibió Adrián en cuanto se acercó—. Ella es de quien te hablé: Camila D’Angelo. Camila, te presento al doctor Bartoli, jefe de oncología.—Es un placer conocerlo —le dijo tendiéndole la mano.—El placer es mío —contestó acogiendo su gesto amablemente—. Bueno, muéstrame lo que tienes.Ella miró a Adrián un tanto confundida, pues ignoraba a qué se refería el doctor Bartoli.—Disculpa Camila, no te había dicho; pero como el hospital hace un tiempo ha estado buscando la manera de recaudar fondos a favor de los niños con cáncer de escasos recursos, le he hablado de tu trabajo al doctor Bartoli. Estamos en una ciudad que ama la belleza y los desfiles de moda, as&iacu