Camila y Adrián atravesaron la sala de pediatría, donde se observaban varios consultorios y una larga fila de madres con sus hijos esperando su turno para ser atendidas. Mientras caminaban Adrián le comentó que su empleo sería un tanto informal, de modo que le permitiera continuar con sus estudios y las actividades extracurriculares que le exigía la carrera. Ella sería su asistente personal y se encargaría de tomar sus llamadas, organizar su agenda personal, ordenar sus informes y ayudarlo con algunas de sus tareas de la especialidad, entre otras cosas. Otra persona se ocuparía de las citas médicas y el seguimiento a los pacientes. Camila lo miró incrédula, pues le daba la impresión de que él había inventado ese cargo para ayudarla. Esa idea la hizo muy feliz y le mostró que había sido suertuda al tropezar con su perro.
Llegaron
—¿Qué es lo que te pasa? ¿Estás siguiéndome? —dijo poniéndose de pie.—No te creas tan importante, amore mio. Es pura coincidencia encontrarte aquí, pero qué bueno porque me debes muchas —contestó Giulio.—Será mejor que te vayas para que no tengamos problemas —le ordenó Adrián colocándose de pie, y lo miró con severidad, mientras apretaba sus puños.—Eres el doctorcito aquel… —bufó señalándolo— Ten cuidado con esta mujer, le gusta aprovecharse de los hombres. Es una prostituta y…Giulio no pudo terminar la frase, pues el puño de Adrián chocó con fuerza en su mandíbula. Giulio no se lo esperaba, pero se incorporó con rapidez y respondió de la misma manera. Se abalanzó sobre Adrián y, en
Ensimismados cada uno en sus pensamientos, se vistieron, limpiaron y acomodaron todo en su lugar, como si nada hubiera ocurrido.—Gracias otra vez por defenderme de Giulio y por el empleo —le dijo evitando mirarlo a los ojos.—No tienes que agradecerme nada en absoluto. Para mí ha sido un enorme placer pegarle en la cara a ese tipo.Ella sonrió ante ese comentario, pero, de inmediato, se puso seria para poder continuar con lo siguiente.—No quiero que lo que pasó signifique nada para ti. Nos gustamos pero fue solo sexo. Tú y yo mantendremos una relación puramente profesional, doctor.—Creí que ya habíamos superado eso, Camila.—¿Qué insinúas? Yo nunca te di motivos para hacerte creer que entre tú y yo podría haber algo más de lo que tenemos. Es cierto que coqueteé contigo, pero eso es todo.<
Adrián hizo todas sus rondas, atendió a los pacientes que lo esperaban y acudió a la conferencia de actualización obligatoria que ofrecía el hospital cada dos meses. Sin embargo, su mente estuvo todo el tiempo divagando; mil pensamientos se estrellaban en su mente. Le ofreció a Camila que pasara la noche en su casa, pero realmente no estaba preparado para ello y el día estuvo demasiado complicado para poner las cosas en orden. Salió del hospital a las ocho de la noche y se dirigió a toda prisa a su apartamento.—Esta noche tenemos visita, querido amigo —le dijo a Don Quijote acariciando su cabeza. El amigable pastor dio un ladrido de alegría mientras batía su cola—. Sí, yo también estoy nervioso. Todavía no le cuento nada y esta noche no me siento con ánimo de hacerlo. Vamos, debemos prepararle una habitación.Adrián cam
Adrián temió no poder controlar lo que sentía por ella, así que desvió la mirada del fuego de sus ojos hacia su perro que los contemplaba mientras cenaban.—Ven Don Quijote, ven conmigo —llamó al perro, que se colocó en medio de los dos como una barrera viviente y Adrián comenzó a juguetear con él—. Después de la cena, me voy a la cama —continuó dirigiéndose a ella con su tono de doctor serio—. Mañana tengo que estar en el hospital a las 6:30 a.m. pero antes voy a sacar a pasear a Don Quijote al parque. Siéntete libre de usar todo lo que necesites sin pedírmelo. Estás en tu casa.—De acuerdo, gracias otra vez por acogerme —contestó ahogando sus ganas con un trago de vino bastante largo.Camila se hizo consciente de que lo deseaba demasiado y no se resignaba a quedarse con las pantale
Una nueva oportunidadDespués de aquella vergonzosa situación, Camila no pudo volver a dormir más y decidió levantarse. Don Quijote la esperaba tras la puerta y muy contento intentó lamerla, pero ella se limitó a acariciar su cabeza con recelo. Después de estar aseada, se dirigió a la cocina directo a la cafetera, que todavía permanecía caliente. Se sorprendió al encontrar sobre el desayunador un plato tapado con una nota encima y justo al lado una llave. «Bon appetit, Dulcinea. Toma todo lo que necesites. Te dejo la llave de mi casa… y de mi corazón». Ella sonrió al leer la nota y suspiró emocionada. «¿Adrián será real? ¿Es posible que exista un hombre tan dulce como él?», se preguntó. Levantó la tapa y acompañó los huevos revueltos con dos tostad
Al acercarse lo suficiente, Adrián volteó a verla con una sonrisa.—Camila, que bueno que has llegado —la recibió Adrián en cuanto se acercó—. Ella es de quien te hablé: Camila D’Angelo. Camila, te presento al doctor Bartoli, jefe de oncología.—Es un placer conocerlo —le dijo tendiéndole la mano.—El placer es mío —contestó acogiendo su gesto amablemente—. Bueno, muéstrame lo que tienes.Ella miró a Adrián un tanto confundida, pues ignoraba a qué se refería el doctor Bartoli.—Disculpa Camila, no te había dicho; pero como el hospital hace un tiempo ha estado buscando la manera de recaudar fondos a favor de los niños con cáncer de escasos recursos, le he hablado de tu trabajo al doctor Bartoli. Estamos en una ciudad que ama la belleza y los desfiles de moda, as&iacu
Durante la clase, Camila no tuvo la oportunidad de escribirle a Luka y ese día él no asistía a la universidad, así que se le ocurrió que luego de la cena con Adrián, podría irse a un hotel. Tenía el dinero suficiente para pagar por una semana por lo menos. A las 7:00 p.m. salió de la universidad y se detuvo en seco al ver al otro lado de la calle a Adrián sentado sobre su moto. Le sonrió al verla y ella hizo lo mismo.—Vaya, la cena incluye transporte —exclamó al acercarse.—Por supuesto, mi fiel corcel nos llevará a nuestro destino.—Y ¿se puede saber a dónde vamos?—A un lugar hermoso.—Cuánta exactitud, Adrián —se burló.Dejó ver sus dientes perfectos otra vez.—Suba a mi carruaje, bella dama. Prometo que le gustará el lugar.
Salieron a toda prisa de aquel lugar y a Camila le pareció muy extraña la actitud desesperada de Adrián. Lo notó tenso y preocupado, y generó en ella cierta ansiedad por no saber qué le ocurría. Intentó preguntarle, pero parecía algo neurótico observando todo a su alrededor. Incluso, mientras iban en la moto, miraba más de lo normal por los espejos, como si temiera que los estuvieran siguiendo. Camila se dijo que cuando estuvieran en su apartamento lo interrogaría hasta que le dijera la verdad, pues su sexto sentido le decía a gritos que la tensión de él giraba en torno a la mujer con la que discutía en el restaurante.De pronto, Camila percibió que Adrián aceleró un poco más la moto. Se sujetó con fuerza a su espalda, mientras la brisa golpeaba con violencia su rostro.—¿Qué te pasa? ¡