Camila dejó a Adrián en uno de los asientos frente a la pasarela y fue a buscar a Luka.
—¿Estás nervioso? —le preguntó cuando lo vio estrujando sus manos con impaciencia.
—Para nada, querida, solo agito mis manos por gusto —dijo con ironía.
—Tranquilo, todo va a salir a la perfección.
—Lo sé, pero no puedo evitar estar nervioso. Háblame de otra cosa a ver si despejo mi mente.
—¿Qué quieres que te diga?
—No sé. Cuéntame cuando te vas a casar otra vez con Adrián, o por lo menos mudarse juntos. Yo creí que las cosas iban viento en popa.
—Luka, no seas tonto. Recién terminamos la primera etapa de la terapia y estamos tomando las cosas con calma para no arruinarlo.
Luka miró hacia arriba.
—Que aburridos son. Pero ¿no ha habido ni un poquito de acción entre ustedes?
Camila rio a carcajadas.
—Sabes que h**o mucha acción al principio.
—Lo sé. Faltaste varios días a la empresa
—¡Mi amor! —¿Sí? —Ven un momento. —¿Qué sucede? —le preguntó Adrián mientras se asomaba a la puerta de cristal que daba al patio trasero. —¿No se ven adorables? Él echó un vistazo y sonrió. —Parece que fue ayer cuando nos volvimos a casar. —El tiempo se va rápido cuando eres muy feliz. Camila le dio un tierno beso en los labios; volvió a mirar al patio y dejó que los gratos recuerdos llegaran a su memoria. Habían pasado seis años desde que Adrián y Camila unieron nuevamente sus vidas. Tuvieron una celebración por el civil que fue muy sencilla y solo participaron algunos familiares. El doctor Ricci, que aún era director del Hospital Infantil, fungió de testigo de Adrián y Gina de Camila. Obviamente, Luka había sido el diseñador de su vestido. Al siguiente día de la ceremonia civil, fueron a una capilla cercana a la Catedral de Milán y en una sencilla celebración, el sacerdote renovó sus votos matri
Camila D’Angelo estaba inquieta y preocupada. «¿Dónde estás?», pensó. El evento más importante para la industria de la moda estaba a ley de hora y media para dar inicio. Era la primera vez que su empresa de ropa para adolescentes presentaba una colección de manera independiente. La joven empresaria se sentía orgullosa, ya que después de tanto esfuerzo llegaba su gran noche. Llevaba un vestido largo, elegante, de color negro. El pelo castaño, suelto y largo caía con naturalidad por su espalda, ocultando un poco el escote de la parte de atrás de su vestido. Llevaba zapatillas doradas, tan altas como le permitía su estado. Con seis meses de embarazo ya sus pies no resistían cualquier calzado.Camila miró su reloj por décima vez y comenzó a desesperarse. Tenía unos diez minutos esperando en la sala, caminando de un lado para el otr
Cinco años atrás…—De prisa Luka, a ese paso no vas a bajar ni medio kilo en un año —lo regañó mientras observaba a su amigo dar pasos lentos y pesados.El muchacho estaba bañado en sudor y respiraba agitadamente. Su corazón latía tan aprisa que daba la impresión de que iba a dar un infarto. Camila y Luka tenían una semana que habían empezado a trotar por una hora antes de iniciar sus clases en la universidad. Luka se quejaba todos los días de que estaba gordo y estaba empeñado en lucir como un modelo de pasarela para romper un par de corazones. Sin embargo, la causa mayor para ejercitarse fue que su doctor le dijo que debía bajar diez kilos para controlar su alocado colesterol. Por esa razón, Camila decidió colaborar con la noble causa.Camila lo observó mientras él descansaba con las man
En pocos minutos llegaron al Hospital Infantil Vittore Buzzi. El hombre se estacionó cerca de emergencia y la llevó cargada hasta adentro. «Puedo acostumbrarme a viajar así», se dijo. Él la recostó sobre una camilla desocupada y le hizo señas a una enfermera para que viniera a atenderla. De inmediato, se acercó a ella para tomar sus datos y la información de su lesión.—Ella necesita una radiografía de muñeca y pie izquierdo, para descartar un daño al hueso —ordenó el extraño antes de que la enfermera hablara. Camila abrió los ojos sorprendida, pues no podía creer hasta dónde podía llegar la arrogancia de ese extraño.—¿Qué crees que estás haciendo? —lo interrogó enojada—. Ya puedes irte. Los doctores se encargarán de mí. No necesito que te quedes.
Giulio era el jefe de Camila. Fungía como gerente en la compañía en la que ella trabajaba. Era un hombre muy elegante y rondaba los cuarenta. Desde el primer día en que Camila puso un pie en la empresa mostró un vivo interés por ella que nunca disimuló, pero siempre ella rechazó sus ofertas. Todos los días tenía que soportar que la acosara, y no podía renunciar porque necesitaba el empleoCamila se reunió con Giulio en la oficina, quien le perdonó su tardanza porque tenía una causa justificable. Luego de realizar unos trabajos que tenía pendiente, ella pidió un taxi que la universidad. Giulio se ofreció a llevarla, pero se negó. Ella siempre había sido independiente y esa tontería en el tobillo no la convertiría en damisela en peligro, aunque cada pisada era como andar sobre una alfombra con filosos vidrios. «Antes de entrar
Pasaron dos semanas desde que Camila tuvo su pequeño accidente. Ya estaba recuperada en su totalidad y reinició las caminatas matutinas en el parque. Ansiaba encontrarse otra vez con Adrián y su perro, pero no pasó. Ni siquiera volvió a llamarla y en varias ocasiones Camila buscó su número de móvil con la intención de marcarlo, pero se arrepintió en el momento. Su orgullo no le permitía mostrarse demasiado interesada, a pesar de la presión que Luka le hacía para que dejara de lado su ego. Le decía a su amigo que tal vez él ya se había olvidado de ella y el interés que tuvo había pasado a otra paciente atractiva. En fin, ella decidió olvidarlo, pues con los problemas que tenía en su vida personal, no disponía de tiempo para dramas.Era uno de esos días complicados en la oficina. No tenía clases, pero debía pasar
La alarma sonó sin parar y Camila despertó. El dolor de cabeza le aguijoneaba el cerebro. Sus ojos estaban muy sensibles a la luz que se colaba por las ventanas. Intentó abrirlos con la intención de tomar ese reloj despertador y arrojarlo por la ventana. Pensó que con tanto escándalo, Luka entraría por esa puerta a reclamarle que despertó a todos con su ruidosa alarma.—¿Deseas tomar café? —escuchó que le preguntaban, pero estaba tan desorientada que escasamente reconocía la voz de quien le hablaba.De pronto, la conciencia la arrolló y abrió los ojos de golpe, sin importar lo doloroso que fue. Se incorporó y vio sentado a su lado a Adrián sosteniendo dos tazas humeantes de café. Llevaba puesta una franela sin mangas, luciendo la musculatura de sus brazos y unos pantalones de pijama azul marino. Adrián miró a Camila con una ex
Camila tomó un taxi que la dejó frente a la entrada de la compañía. Cada paso que daba era como si la tierra temblara o un volcán hiciera erupción. Su piel destilaba lava ardiente e imaginó mil formas de asesinar a Giulio. Ella no había sentido tal furia jamás en su vida. Se sentía humillada y ultrajada. Le permitió a Giulio acosarla por temor a perder su empleo, pero el que se atreviera a inventar mentiras y contárselas a su esposa y a su hermano, había sobrepasado los límites de la tolerancia de Camila, y ese día él la conocería realmente. El papel de niña sumisa había terminado para siempre.—Buenos días, Camila —saludó el guardia de seguridad de la entrada, pero ella no le contestó. Continuó caminando a prisa directo al área de oficinas.—¡Qué genio! &mdas