Deuda pendiente

Giulio era el jefe de Camila. Fungía como gerente en la compañía en la que ella trabajaba. Era un hombre muy elegante y rondaba los cuarenta. Desde el primer día en que Camila puso un pie en la empresa mostró un vivo interés por ella que nunca disimuló, pero siempre ella rechazó sus ofertas. Todos los días tenía que soportar que la acosara, y no podía renunciar porque necesitaba el empleo

Camila se reunió con Giulio en la oficina, quien le perdonó su tardanza porque tenía una causa justificable. Luego de realizar unos trabajos que tenía pendiente, ella pidió un taxi que la universidad. Giulio se ofreció a llevarla, pero se negó. Ella siempre había sido independiente y esa tontería en el tobillo no la convertiría en damisela en peligro, aunque cada pisada era como andar sobre una alfombra con filosos vidrios. «Antes de entrar a clases debo ir a la farmacia y comprar esos calmantes que Adrián me recetó, si quiero sobrevivir a las dos clases que tengo hoy», pensó mientras abordaba el taxi.

Cuando llegó al aula la maestra del Taller de Confección ya había iniciado. Camila trató de entrar desapercibida, pero era imposible atravesar con rapidez el salón a la velocidad que le permitía su cojera. Se sentó junto a Luka, quien se apresuró a explicarle el trabajo que debían hacer en la máquina de coser. Estar en clase la relajaba bastante y la ayudaba a olvidar la tensión constante que vivía con Giulio. Soportaba a su jefe porque el diseño era lo que más amaba y su objetivo era terminar la universidad y empezar a dar pasos para tener su propia marca de ropa y emprender en la ciudad de la moda. La compañía donde trabajaba era su puente para lograr sus sueños por los prestigiosos socios, los ejecutivos que la componían y los diseñadores de renombre que distribuían sus piezas allí. Solo estaba esperando la oportunidad para mostrarles su talento y eso sería posible contando con el apoyo de Giulio.

—¿Cómo te fue con el monstruo? —le preguntó en cuanto terminó la clase.

—Ya sabes, Giulio estaba igual de intenso, pero no quiero hablar de él ahora.

—Todavía no entiendo por qué sigues con esto.

—¿Qué otra opción tengo? Tú más que nadie sabes lo que sucede. Tú tienes tu proyecto asegurado con la diseñadora con la que trabajas, pero mi única oportunidad es Giulio en este momento.

—Siempre hay opciones, Camila. Tú mereces mucho más y si te dispones, encontrarás algo mejor.

—Ya no quiero hablar de eso, me pone de mal humor.

—Bien, como tú digas. —Rodó los ojos.

—Luka —dijo su nombre con seriedad— ¿Sabes qué es lo que le ocurre a Gina? Me está preocupando, ha tomado una actitud muy rara conmigo. Incluso en el trabajo, ni me dirige la palabra y no tengo la menor idea de lo que le he hecho. Ella oculta algo.

—Sabes que ella es muy rara —replicó.

Lo cierto es que, aunque Luka la respetaba y aceptaba como era, le molestaba mucho que Gina fuera tan taciturna y poco expresiva.

—Lo sé, pero ahora está más rara que nunca. Deberíamos hablar con ella.

—¿Yo? No creo, mejor hazlo tú y resuelven de una vez sus problemas. Vivimos juntos pero es todo.

—No seas odioso, Luka.

—Es en serio, esa chica y yo no congeniamos. Vivo con ustedes porque estás ahí y mis primos son locos, pero tu prima es la rareza encarnada.

—Está bien Luka, yo hablaré con ella. Buscaré el mejor momento, para que no sienta que estoy invadiendo su privacidad.

—Exacto. ¿Te das cuenta? Por eso eres la más adecuada para hablar con ella, yo no le tengo tanta paciencia.

Camila rio porque Luka tenía toda la razón.

—Y dime una cosa, ¿no veremos de nuevo al doctor? —Su pregunta hizo que ella se sonrojara y, de inmediato, provocó una sonrisa pervertida en el rostro de su amigo.

—Ya deja de hablar del doctor, Luka. Está en el pasado.

—No puedo creer lo tonta que te pones, amiga.

—No me molestes, Luka —le dijo alborotando su cabello perfectamente peinado, a lo que él reaccionó con una de sus dramáticas caras.

—De verdad que eres una tontuela. A leguas se notó que le gustaste al doctor.

—Y eso ¿qué? En este momento no tengo tiempo para andar detrás de un hombre. Ya tengo suficiente con Giulio.

Luka rodó los ojos. No aceptaba que su amiga hiciera a un lado a ese potencial pretendiente y haría lo que estuviera a su alcance para que no perdieran el contacto.

Una vez terminaron las dos clases de Camila, se marchó al apartamento en autobús dejando a Luka yéndose a su tercera clase, que no compartían. Era alrededor de las siete de la noche.

Camila estaba agotada por el esfuerzo extra que había hecho todo el día. Se dio un baño y se colocó el pijama. Después de tomarse los calmantes, el dolor de la muñeca y el tobillo se había reducido. Cenó y decidió que se iría a la cama temprano.

En cuanto puso la cabeza sobre la almohada, su celular empezó a vibrar. Era una llamada de Giulio, pero estaba tan enojada con él, que dejó que vibrara hasta que se activó el buzón de voz. Otra vez llamó y tampoco contestó. Respiró profundo y trató de no pensar en Giulio, pero le costó mucho dormirse. Le preocupaba mucho su situación con él. No sabía a dónde la llevaría la zozobra que vivía a diario. Nuevamente sintió la vibración del celular. Por instinto miró la pantalla y resultó un número que no tenía registrado en el móvil. Sintió miedo de que ahora Giulio utilizara la estrategia de llamarla de un número distinto. Sin embargo, tomó la llamada, pues podía ser importante.

—¿Aló?

—¿Camila? —Su voz le pareció familiar.

—Sí, soy yo. ¿Quién me habla?

—¿Tan pronto te olvidaste de mí?

—¿Adrián? —Su corazón aumentó el ritmo y el color se adueñó de sus mejillas.

—Me alegra saber que no me has olvidado.

—¿Cómo conseguiste mi número? ¿Ahora me estás acosando? —le preguntó endureciendo su tono, pues no era la primera vez que la acosaban.

—No te alteres sin razón, Camila. Tu amigo Luka me dio su número. Hace un rato le pregunté por ti y tus dolores, y fue muy amable en facilitarme el número de tu móvil. No quería molestarte… pero es agradable escuchar tu voz, aunque estés enojada.

—Doctor Álvarez —dijo sonando muy formal para establecer una línea imaginaria entre doctor y paciente, aunque su corazón saltó con sus dulces palabras— ¿llamas a todas tus pacientes?

—Solo a las que mi perro derriba en el parque, señorita D’Angelo.

—Ah, ya entiendo. Vas al parque a derribar chicas para después llamarlas.

—Me descubriste. Y ¿cómo has seguido? ¿Disminuyó el dolor?

—Sí, bastante.

—Debes descansar y no esforzarte demasiado.

—Gracias por su atención personalizada, doctor.

—Eres una paciente especial… Me alegra saber que estás mejor. Descansa y recuerda que tienes una deuda pendiente conmigo.

—No lo olvido, doctor. Algún día le pagaré.

—Eso espero. Ciao, Camila.

Ciao, Adrián.

Una sonrisa se dibujó en su rostro y olvidó todo lo que le había acontecido antes. Recuperó su buen humor. «Tengo que admitirlo, el doctor me gusta mucho y por lo que veo el sentimiento es mutuo», pensó. Sin embargo, también se preguntó si estaría bien salir con él, a pesar de todo. En el fondo sentía que no era buena idea, debido a su desconfianza en los hombres demasiado interesados. Pensó que no lo conocía lo suficiente y cabía la posibilidad de que un tipo como él tuviera novia o fuera casado y solo andaba en busca de diversión.

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