Ensimismados cada uno en sus pensamientos, se vistieron, limpiaron y acomodaron todo en su lugar, como si nada hubiera ocurrido.
—Gracias otra vez por defenderme de Giulio y por el empleo —le dijo evitando mirarlo a los ojos.
—No tienes que agradecerme nada en absoluto. Para mí ha sido un enorme placer pegarle en la cara a ese tipo.
Ella sonrió ante ese comentario, pero, de inmediato, se puso seria para poder continuar con lo siguiente.
—No quiero que lo que pasó signifique nada para ti. Nos gustamos pero fue solo sexo. Tú y yo mantendremos una relación puramente profesional, doctor.
—Creí que ya habíamos superado eso, Camila.
—¿Qué insinúas? Yo nunca te di motivos para hacerte creer que entre tú y yo podría haber algo más de lo que tenemos. Es cierto que coqueteé contigo, pero eso es todo.
<Adrián hizo todas sus rondas, atendió a los pacientes que lo esperaban y acudió a la conferencia de actualización obligatoria que ofrecía el hospital cada dos meses. Sin embargo, su mente estuvo todo el tiempo divagando; mil pensamientos se estrellaban en su mente. Le ofreció a Camila que pasara la noche en su casa, pero realmente no estaba preparado para ello y el día estuvo demasiado complicado para poner las cosas en orden. Salió del hospital a las ocho de la noche y se dirigió a toda prisa a su apartamento.—Esta noche tenemos visita, querido amigo —le dijo a Don Quijote acariciando su cabeza. El amigable pastor dio un ladrido de alegría mientras batía su cola—. Sí, yo también estoy nervioso. Todavía no le cuento nada y esta noche no me siento con ánimo de hacerlo. Vamos, debemos prepararle una habitación.Adrián cam
Adrián temió no poder controlar lo que sentía por ella, así que desvió la mirada del fuego de sus ojos hacia su perro que los contemplaba mientras cenaban.—Ven Don Quijote, ven conmigo —llamó al perro, que se colocó en medio de los dos como una barrera viviente y Adrián comenzó a juguetear con él—. Después de la cena, me voy a la cama —continuó dirigiéndose a ella con su tono de doctor serio—. Mañana tengo que estar en el hospital a las 6:30 a.m. pero antes voy a sacar a pasear a Don Quijote al parque. Siéntete libre de usar todo lo que necesites sin pedírmelo. Estás en tu casa.—De acuerdo, gracias otra vez por acogerme —contestó ahogando sus ganas con un trago de vino bastante largo.Camila se hizo consciente de que lo deseaba demasiado y no se resignaba a quedarse con las pantale
Una nueva oportunidadDespués de aquella vergonzosa situación, Camila no pudo volver a dormir más y decidió levantarse. Don Quijote la esperaba tras la puerta y muy contento intentó lamerla, pero ella se limitó a acariciar su cabeza con recelo. Después de estar aseada, se dirigió a la cocina directo a la cafetera, que todavía permanecía caliente. Se sorprendió al encontrar sobre el desayunador un plato tapado con una nota encima y justo al lado una llave. «Bon appetit, Dulcinea. Toma todo lo que necesites. Te dejo la llave de mi casa… y de mi corazón». Ella sonrió al leer la nota y suspiró emocionada. «¿Adrián será real? ¿Es posible que exista un hombre tan dulce como él?», se preguntó. Levantó la tapa y acompañó los huevos revueltos con dos tostad
Al acercarse lo suficiente, Adrián volteó a verla con una sonrisa.—Camila, que bueno que has llegado —la recibió Adrián en cuanto se acercó—. Ella es de quien te hablé: Camila D’Angelo. Camila, te presento al doctor Bartoli, jefe de oncología.—Es un placer conocerlo —le dijo tendiéndole la mano.—El placer es mío —contestó acogiendo su gesto amablemente—. Bueno, muéstrame lo que tienes.Ella miró a Adrián un tanto confundida, pues ignoraba a qué se refería el doctor Bartoli.—Disculpa Camila, no te había dicho; pero como el hospital hace un tiempo ha estado buscando la manera de recaudar fondos a favor de los niños con cáncer de escasos recursos, le he hablado de tu trabajo al doctor Bartoli. Estamos en una ciudad que ama la belleza y los desfiles de moda, as&iacu
Durante la clase, Camila no tuvo la oportunidad de escribirle a Luka y ese día él no asistía a la universidad, así que se le ocurrió que luego de la cena con Adrián, podría irse a un hotel. Tenía el dinero suficiente para pagar por una semana por lo menos. A las 7:00 p.m. salió de la universidad y se detuvo en seco al ver al otro lado de la calle a Adrián sentado sobre su moto. Le sonrió al verla y ella hizo lo mismo.—Vaya, la cena incluye transporte —exclamó al acercarse.—Por supuesto, mi fiel corcel nos llevará a nuestro destino.—Y ¿se puede saber a dónde vamos?—A un lugar hermoso.—Cuánta exactitud, Adrián —se burló.Dejó ver sus dientes perfectos otra vez.—Suba a mi carruaje, bella dama. Prometo que le gustará el lugar.
Salieron a toda prisa de aquel lugar y a Camila le pareció muy extraña la actitud desesperada de Adrián. Lo notó tenso y preocupado, y generó en ella cierta ansiedad por no saber qué le ocurría. Intentó preguntarle, pero parecía algo neurótico observando todo a su alrededor. Incluso, mientras iban en la moto, miraba más de lo normal por los espejos, como si temiera que los estuvieran siguiendo. Camila se dijo que cuando estuvieran en su apartamento lo interrogaría hasta que le dijera la verdad, pues su sexto sentido le decía a gritos que la tensión de él giraba en torno a la mujer con la que discutía en el restaurante.De pronto, Camila percibió que Adrián aceleró un poco más la moto. Se sujetó con fuerza a su espalda, mientras la brisa golpeaba con violencia su rostro.—¿Qué te pasa? ¡
Camila caminó resignada hacia su habitación, se desnudó y se envolvió en una toalla. Se dirigió al baño del pasillo y se detuvo frente a la puerta sin abrirla. Un sonido la detuvo. Podía escuchar desde ahí el agua caer dentro del baño de la habitación de Adrián. Ella giró su cabeza y alcanzó a ver la puerta entreabierta. «¿En qué estás pensando, Camila? Debes controlarte». Pero este fue el último pensamiento sensato que tuvo.Camila dio media vuelta y con lentitud se acercó a su puerta y la empujó un poco para mirar dentro. Escuchó con más intensidad los golpes que daba el agua al caer. Sin hacer ruido, entró en su habitación e instintivamente miró hacia su mesita de noche, con la intensión de buscar en esa foto de su ex una excusa para salir de aquella tentación. Sin emb
Un mes y medio después—¿Cómo me queda? —preguntó Priscilla llena de emoción, mientras Esther, su madre, la observaba con los ojos húmedos.—Te ves increíble. Pareces una princesa —contestó haciendo que la pequeña y delgada niña girara sobre sus pies.Durante este mes Priscilla había mejorado y empeorado su condición. Su leucemia era muy agresiva y por más que los doctores se esforzaran, el estado de la niña continuaba delicado. Ahora, además del permanente suero que llevaba, tenía una mascarilla conectada a un tanque de oxígeno que la ayudaba a respirar. Camila y ella ya no podían jugar ajedrez con frecuencia, pero cuando la niña estaba de ánimos, aprovechaban. Ese era uno de sus días buenos, en los que conseguía ponerse de pie y reír.&mdash