Venganza

Un mes y medio después

—¿Cómo me queda? —preguntó Priscilla llena de emoción, mientras Esther, su madre, la observaba con los ojos húmedos.

—Te ves increíble. Pareces una princesa —contestó haciendo que la pequeña y delgada niña girara sobre sus pies.

Durante este mes Priscilla había mejorado y empeorado su condición. Su leucemia era muy agresiva y por más que los doctores se esforzaran, el estado de la niña continuaba delicado. Ahora, además del permanente suero que llevaba, tenía una mascarilla conectada a un tanque de oxígeno que la ayudaba a respirar. Camila y ella ya no podían jugar ajedrez con frecuencia, pero cuando la niña estaba de ánimos, aprovechaban. Ese era uno de sus días buenos, en los que conseguía ponerse de pie y reír.

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