Un mes y medio después
—¿Cómo me queda? —preguntó Priscilla llena de emoción, mientras Esther, su madre, la observaba con los ojos húmedos.
—Te ves increíble. Pareces una princesa —contestó haciendo que la pequeña y delgada niña girara sobre sus pies.
Durante este mes Priscilla había mejorado y empeorado su condición. Su leucemia era muy agresiva y por más que los doctores se esforzaran, el estado de la niña continuaba delicado. Ahora, además del permanente suero que llevaba, tenía una mascarilla conectada a un tanque de oxígeno que la ayudaba a respirar. Camila y ella ya no podían jugar ajedrez con frecuencia, pero cuando la niña estaba de ánimos, aprovechaban. Ese era uno de sus días buenos, en los que conseguía ponerse de pie y reír.
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La familia de Camila es enorme. Tiene una multitud de primos y primas, pero en su casa solo eran sus padres, su hermano Christian y ella. Desde pequeño sus padres supieron que su hermano sería diferente a todos los demás chicos, por eso no les extrañó que en cuanto acabara la secundaria les dijera que se iba al seminario para ser sacerdote. Su hermano era el bueno de la familia, el perfecto en todo, mientras que Camila debía llamar la atención de otra manera. Así que se distinguió por ser la rebelde de la familia y le llevó la contraria a sus padres en todo. El único que podía hacerla entrar en razón era Christian, pues, a pesar de que sentía celos de su perfección, ella amaba a su hermano.Camila se enamoró con locura de uno de sus compañeros de la secundaria y como siempre fue muy impulsiva, se dejó llevar y terminó en la cama co
Por mucho tiempo Camila tuvo que soportar la persecución de Giulio y por miedo a perder su empleo, nunca hizo nada. Incluso al irse de la empresa tuvo la oportunidad de delatarlo como le propuso Silvia, la chica de recursos humanos, pero no lo hizo. Tal vez tenía miedo a un escándalo y de lo que Giulio sabía de su pasado. Sin embargo, ya no podía continuar dejando que ese hombre se interpusiera en su camino y le impidiera lograr sus metas. Iba cavilando estas cosas cuando de pronto alguien la detuvo.—Hola, Camila.—Hola.Era una mujer que no conocía, pero cuyo rostro había visto antes. Lucía distinguida, elegante, como sacada de una revista de sociedad. Aparentaba no llegar a los treinta, pero era mucho mayor que ella. Su cabello con matices rubios caían hasta sus hombros y una sonrisa pintada con labial rojo resaltaba en sus labios. Algo distintivo en ella le trajo a la me
Camila sentía mucho frío. La temperatura del invierno era baja, pero no lo suficiente como para congelarla. Sin embargo, la tristeza que la embargaba ponía gélida su sangre. Tomó el autobús en dirección al apartamento que compartió una vez con Gina y Luka. En este momento necesitaba a su amigo; el asunto con Giulio tenía que esperar. Ese día había sido de perros y le hacía falta consuelo, y nadie mejor que Luka para ese trabajo. Él siempre tenía las palabras adecuadas para ella aunque no fueran de su agrado. Dadas las circunstancias, a Camila no le importaba encontrarse con Gina. Ella solo quería contarle sus desventuras a su leal amigo y ella no se lo impediría.Camila tocó la puerta con insistencia y fue Luka quien la abrió, y antes de que pudiera decir algo, se abalanzó sobre él y lloró en su hombro, mientras que &
Al llegar a la empresa, Silvia ya había reunido a todo el personal femenino en su oficina, aprovechando que su jefe estaba en una junta con los ejecutivos. Aquellas mujeres parecían inquietas ante esta reunión apresurada de recursos humanos y pensaban que estaban en problemas, pues desconocían el motivo de tenerlas allí.—Buenas tardes —saludó Camila al llegar.—¡Camila! que gusto verte —exclamó una de ellas. Y así todas le dieron su recibimiento, unas con alegría y otras con malas caras porque eran del grupo que pensaba que ella se acostaba con Giulio.—Bueno, queridas compañeras —empezó Silvia—, sé que se están preguntando la razón de esta reunión tan improvisada. Pues bien, Camila y Gina tienen algo importante que comunicarles.—Todas ustedes me conocen —comenzó Camila—, unas m
Mientras iban en el autobús Camila estaba absorta pensando en todo lo que le había sucedido este día. Se sentía muy contenta y aliviada por el logro que habían tenido, pero después que pasó la adrenalina de enfrentar a Giulio regresó la tristeza de sentirse engañada por Adrián, su Adrián, el hombre que tantas emociones le había dado a su vida y quien le había enseñado que podía entregar el corazón de nuevo. En este momento en que su relación se venía abajo se dio cuenta que su conexión no era solo buen sexo con un hombre espectacular, romántico y atento, sino que trascendió tanto que empezó a acostumbrarse a su presencia y a ser muy feliz con solo una mirada suya o un roce de manos y que podía reconocerlo con los ojos cerrados tan solo por su olor corporal.Pero ahora sentía que todo aquello se ha
Camila pasó toda la noche dando vueltas sobre la cama. Por un lado, se había acostumbrado a dormir sobre el pecho de Adrián y por el otro, una y otra vez venía a su el mismo sueño: Estela, Adrián y su hijo, juntos y felices. Tan pronto, se asomaron los rayos del sol por la ventana, ella se levantó y se duchó con el agua helada. Se puso el mismo atuendo que traía puesto ayer y luego se dispuso a preparar el café. Cuando ya estaba listo Gina se asomó a la cocina bostezando por lo temprano que era aún.—Buongiorno.—Buenos días, Camila. ¿Cómo has dormido?—Me ha costado dormir un poco, pero estoy bien.—Hoy te espera un gran día. ¿Ya pensaste lo que vas a hacer?—¿Sabes que estuve pensando anoche? —Cambió el tema.—¿Qué?—S&ea
Camila se detuvo justo en la puerta del apartamento de Adrián; tomó una bocanada de aire antes de abrirla. Atravesó el umbral y Don Quijote le dio la bienvenida tan efusivamente como estaba acostumbrado. Ella se agachó y acarició su cabeza, pues con el paso del tiempo se había hecho su amiga y ya no le tenía miedo ni asco. Sin embargo, le tenía prohibido subirse a la cama y lamerme la cara. Luego de recibir el amor del can, se incorporó y caminó directo hacia la habitación de Adrián con Don Quijote detrás. Todas las luces estaban apagadas y Adrián dormía boca arriba y llevando solo un pantalón. Ella no quiso despertarlo, así que empezó a cerrar la puerta tratando de hacer el menor ruido.—¿Camila? —la llamó.—Sí, aquí estoy.—Entra —le pidió encendiendo la l&aa
—¡Eres una maldita! ¿Cómo te atreves? —gritó histérica con el pelo de Camila entre sus manos.Por instinto, Camila le clavó las uñas en los brazos y se vio obligada a soltarla.—¿Qué demonios te pasa, Estela? —Adrián se levantó con rapidez y le sujetó ambas manos antes de que volviera a arremeter contra Camila.—¿Cómo pudiste Adrián? —Empezó a llorar a mares con un dramatismo que aumentaba el enojo de Camila contra ella. Respiró profundo para no perder el control y devolverle el que la halara del pelo con una buena bofetada—. ¿Es que Luciano y yo no te importamos? ¿Por qué nos tratas así?—¡Estela, reacciona! —La sacudió—. Luciano está muerto. Mira su tumba. —Y la obligó a verla, pero ella negó con l