Camila sentía mucho frío. La temperatura del invierno era baja, pero no lo suficiente como para congelarla. Sin embargo, la tristeza que la embargaba ponía gélida su sangre. Tomó el autobús en dirección al apartamento que compartió una vez con Gina y Luka. En este momento necesitaba a su amigo; el asunto con Giulio tenía que esperar. Ese día había sido de perros y le hacía falta consuelo, y nadie mejor que Luka para ese trabajo. Él siempre tenía las palabras adecuadas para ella aunque no fueran de su agrado. Dadas las circunstancias, a Camila no le importaba encontrarse con Gina. Ella solo quería contarle sus desventuras a su leal amigo y ella no se lo impediría.
Camila tocó la puerta con insistencia y fue Luka quien la abrió, y antes de que pudiera decir algo, se abalanzó sobre él y lloró en su hombro, mientras que &
Al llegar a la empresa, Silvia ya había reunido a todo el personal femenino en su oficina, aprovechando que su jefe estaba en una junta con los ejecutivos. Aquellas mujeres parecían inquietas ante esta reunión apresurada de recursos humanos y pensaban que estaban en problemas, pues desconocían el motivo de tenerlas allí.—Buenas tardes —saludó Camila al llegar.—¡Camila! que gusto verte —exclamó una de ellas. Y así todas le dieron su recibimiento, unas con alegría y otras con malas caras porque eran del grupo que pensaba que ella se acostaba con Giulio.—Bueno, queridas compañeras —empezó Silvia—, sé que se están preguntando la razón de esta reunión tan improvisada. Pues bien, Camila y Gina tienen algo importante que comunicarles.—Todas ustedes me conocen —comenzó Camila—, unas m
Mientras iban en el autobús Camila estaba absorta pensando en todo lo que le había sucedido este día. Se sentía muy contenta y aliviada por el logro que habían tenido, pero después que pasó la adrenalina de enfrentar a Giulio regresó la tristeza de sentirse engañada por Adrián, su Adrián, el hombre que tantas emociones le había dado a su vida y quien le había enseñado que podía entregar el corazón de nuevo. En este momento en que su relación se venía abajo se dio cuenta que su conexión no era solo buen sexo con un hombre espectacular, romántico y atento, sino que trascendió tanto que empezó a acostumbrarse a su presencia y a ser muy feliz con solo una mirada suya o un roce de manos y que podía reconocerlo con los ojos cerrados tan solo por su olor corporal.Pero ahora sentía que todo aquello se ha
Camila pasó toda la noche dando vueltas sobre la cama. Por un lado, se había acostumbrado a dormir sobre el pecho de Adrián y por el otro, una y otra vez venía a su el mismo sueño: Estela, Adrián y su hijo, juntos y felices. Tan pronto, se asomaron los rayos del sol por la ventana, ella se levantó y se duchó con el agua helada. Se puso el mismo atuendo que traía puesto ayer y luego se dispuso a preparar el café. Cuando ya estaba listo Gina se asomó a la cocina bostezando por lo temprano que era aún.—Buongiorno.—Buenos días, Camila. ¿Cómo has dormido?—Me ha costado dormir un poco, pero estoy bien.—Hoy te espera un gran día. ¿Ya pensaste lo que vas a hacer?—¿Sabes que estuve pensando anoche? —Cambió el tema.—¿Qué?—S&ea
Camila se detuvo justo en la puerta del apartamento de Adrián; tomó una bocanada de aire antes de abrirla. Atravesó el umbral y Don Quijote le dio la bienvenida tan efusivamente como estaba acostumbrado. Ella se agachó y acarició su cabeza, pues con el paso del tiempo se había hecho su amiga y ya no le tenía miedo ni asco. Sin embargo, le tenía prohibido subirse a la cama y lamerme la cara. Luego de recibir el amor del can, se incorporó y caminó directo hacia la habitación de Adrián con Don Quijote detrás. Todas las luces estaban apagadas y Adrián dormía boca arriba y llevando solo un pantalón. Ella no quiso despertarlo, así que empezó a cerrar la puerta tratando de hacer el menor ruido.—¿Camila? —la llamó.—Sí, aquí estoy.—Entra —le pidió encendiendo la l&aa
—¡Eres una maldita! ¿Cómo te atreves? —gritó histérica con el pelo de Camila entre sus manos.Por instinto, Camila le clavó las uñas en los brazos y se vio obligada a soltarla.—¿Qué demonios te pasa, Estela? —Adrián se levantó con rapidez y le sujetó ambas manos antes de que volviera a arremeter contra Camila.—¿Cómo pudiste Adrián? —Empezó a llorar a mares con un dramatismo que aumentaba el enojo de Camila contra ella. Respiró profundo para no perder el control y devolverle el que la halara del pelo con una buena bofetada—. ¿Es que Luciano y yo no te importamos? ¿Por qué nos tratas así?—¡Estela, reacciona! —La sacudió—. Luciano está muerto. Mira su tumba. —Y la obligó a verla, pero ella negó con l
El gran día llegó y todo estaba listo. Un salón del hospital ubicado en la primera planta y con acceso a la calle a través de un pasillo, fue habilitado para el peculiar evento. De esta manera los niños no tendrían que exponerse saliendo del hospital, ya que a algunos de ellos su condición se lo impedía. En la entrada una asistente del director del hospital y una enfermera, vestidas de gala, daban la bienvenida a los invitados y colocaban en las solapas de sus sacos o vestidos un lazo dorado, que era el símbolo de los niños que luchan contra el cáncer y por ende de la campaña pro fondo. También les entregaban un brochure con la descripción de la campaña motivándolos a apoyar a los niños con esta enfermedad.La decoración era sencilla, pero conmovedora. El objetivo del evento era mover los corazones de los asistentes, no de maravillarlos c
—¿Qué hace ella aquí? —le susurró Camila a Adrián.—Está en compañía de su padre. Debe ser a causa de la empresa. No sabía que ellos estaban invitados.—Al parecer sí. Temo que haga algo para arruinar la noche.—No te preocupes, no permitiré que haga nada. Olvídala, disfruta del evento, este es tu momento, que su presencia no te perturbe. Mira, ahí vienen los niños.Camila dirigió su mirada a la entrada de la pasarela y trató de concentrarse en su noche dorada. Uno por uno los niños caminaron por la pasarela modelando sus conjuntos. Unos iban seguros de sí mismos, sonriendo, mientras que otros se veían asustado; pero aun así no dejaron de avanzar y realizar la coreografía que habían practicado. Las que estaban más atemorizadas eran las madr
Camila comenzó a despertar poco a poco y la luz se coló por sus palpados acostumbrados a la oscuridad. Cuando enfocó la mirada se encontró con los ojos llenos de lágrimas de su madre, la cara de alivio de su padre, la sonrisa en los labios de Luka y Gina, y la cara de preocupación de Adrián, que aún llevaba la camisa manchada de sangre.—Mi vida, ¿Cómo te sientes? —preguntó su madre sujetándola de una mano.—Como si me hubieran disparado —balbuceó. Estaba mareada por los efectos de la anestesia.—Hija, nos alegra que estés bien —continuó Alonzo, su padre.—¿Lo estoy, Adrián? ¿Estoy bien? —le preguntó ella mirando su pierna vendada e inmovilizada con una férula.—Camila —se acercó—, por fortuna la bala no tocó el hueso;