Una nueva oportunidad
Después de aquella vergonzosa situación, Camila no pudo volver a dormir más y decidió levantarse. Don Quijote la esperaba tras la puerta y muy contento intentó lamerla, pero ella se limitó a acariciar su cabeza con recelo. Después de estar aseada, se dirigió a la cocina directo a la cafetera, que todavía permanecía caliente. Se sorprendió al encontrar sobre el desayunador un plato tapado con una nota encima y justo al lado una llave. «Bon appetit, Dulcinea. Toma todo lo que necesites. Te dejo la llave de mi casa… y de mi corazón». Ella sonrió al leer la nota y suspiró emocionada. «¿Adrián será real? ¿Es posible que exista un hombre tan dulce como él?», se preguntó. Levantó la tapa y acompañó los huevos revueltos con dos tostad
Al acercarse lo suficiente, Adrián volteó a verla con una sonrisa.—Camila, que bueno que has llegado —la recibió Adrián en cuanto se acercó—. Ella es de quien te hablé: Camila D’Angelo. Camila, te presento al doctor Bartoli, jefe de oncología.—Es un placer conocerlo —le dijo tendiéndole la mano.—El placer es mío —contestó acogiendo su gesto amablemente—. Bueno, muéstrame lo que tienes.Ella miró a Adrián un tanto confundida, pues ignoraba a qué se refería el doctor Bartoli.—Disculpa Camila, no te había dicho; pero como el hospital hace un tiempo ha estado buscando la manera de recaudar fondos a favor de los niños con cáncer de escasos recursos, le he hablado de tu trabajo al doctor Bartoli. Estamos en una ciudad que ama la belleza y los desfiles de moda, as&iacu
Durante la clase, Camila no tuvo la oportunidad de escribirle a Luka y ese día él no asistía a la universidad, así que se le ocurrió que luego de la cena con Adrián, podría irse a un hotel. Tenía el dinero suficiente para pagar por una semana por lo menos. A las 7:00 p.m. salió de la universidad y se detuvo en seco al ver al otro lado de la calle a Adrián sentado sobre su moto. Le sonrió al verla y ella hizo lo mismo.—Vaya, la cena incluye transporte —exclamó al acercarse.—Por supuesto, mi fiel corcel nos llevará a nuestro destino.—Y ¿se puede saber a dónde vamos?—A un lugar hermoso.—Cuánta exactitud, Adrián —se burló.Dejó ver sus dientes perfectos otra vez.—Suba a mi carruaje, bella dama. Prometo que le gustará el lugar.
Salieron a toda prisa de aquel lugar y a Camila le pareció muy extraña la actitud desesperada de Adrián. Lo notó tenso y preocupado, y generó en ella cierta ansiedad por no saber qué le ocurría. Intentó preguntarle, pero parecía algo neurótico observando todo a su alrededor. Incluso, mientras iban en la moto, miraba más de lo normal por los espejos, como si temiera que los estuvieran siguiendo. Camila se dijo que cuando estuvieran en su apartamento lo interrogaría hasta que le dijera la verdad, pues su sexto sentido le decía a gritos que la tensión de él giraba en torno a la mujer con la que discutía en el restaurante.De pronto, Camila percibió que Adrián aceleró un poco más la moto. Se sujetó con fuerza a su espalda, mientras la brisa golpeaba con violencia su rostro.—¿Qué te pasa? ¡
Camila caminó resignada hacia su habitación, se desnudó y se envolvió en una toalla. Se dirigió al baño del pasillo y se detuvo frente a la puerta sin abrirla. Un sonido la detuvo. Podía escuchar desde ahí el agua caer dentro del baño de la habitación de Adrián. Ella giró su cabeza y alcanzó a ver la puerta entreabierta. «¿En qué estás pensando, Camila? Debes controlarte». Pero este fue el último pensamiento sensato que tuvo.Camila dio media vuelta y con lentitud se acercó a su puerta y la empujó un poco para mirar dentro. Escuchó con más intensidad los golpes que daba el agua al caer. Sin hacer ruido, entró en su habitación e instintivamente miró hacia su mesita de noche, con la intensión de buscar en esa foto de su ex una excusa para salir de aquella tentación. Sin emb
Un mes y medio después—¿Cómo me queda? —preguntó Priscilla llena de emoción, mientras Esther, su madre, la observaba con los ojos húmedos.—Te ves increíble. Pareces una princesa —contestó haciendo que la pequeña y delgada niña girara sobre sus pies.Durante este mes Priscilla había mejorado y empeorado su condición. Su leucemia era muy agresiva y por más que los doctores se esforzaran, el estado de la niña continuaba delicado. Ahora, además del permanente suero que llevaba, tenía una mascarilla conectada a un tanque de oxígeno que la ayudaba a respirar. Camila y ella ya no podían jugar ajedrez con frecuencia, pero cuando la niña estaba de ánimos, aprovechaban. Ese era uno de sus días buenos, en los que conseguía ponerse de pie y reír.&mdash
La familia de Camila es enorme. Tiene una multitud de primos y primas, pero en su casa solo eran sus padres, su hermano Christian y ella. Desde pequeño sus padres supieron que su hermano sería diferente a todos los demás chicos, por eso no les extrañó que en cuanto acabara la secundaria les dijera que se iba al seminario para ser sacerdote. Su hermano era el bueno de la familia, el perfecto en todo, mientras que Camila debía llamar la atención de otra manera. Así que se distinguió por ser la rebelde de la familia y le llevó la contraria a sus padres en todo. El único que podía hacerla entrar en razón era Christian, pues, a pesar de que sentía celos de su perfección, ella amaba a su hermano.Camila se enamoró con locura de uno de sus compañeros de la secundaria y como siempre fue muy impulsiva, se dejó llevar y terminó en la cama co
Por mucho tiempo Camila tuvo que soportar la persecución de Giulio y por miedo a perder su empleo, nunca hizo nada. Incluso al irse de la empresa tuvo la oportunidad de delatarlo como le propuso Silvia, la chica de recursos humanos, pero no lo hizo. Tal vez tenía miedo a un escándalo y de lo que Giulio sabía de su pasado. Sin embargo, ya no podía continuar dejando que ese hombre se interpusiera en su camino y le impidiera lograr sus metas. Iba cavilando estas cosas cuando de pronto alguien la detuvo.—Hola, Camila.—Hola.Era una mujer que no conocía, pero cuyo rostro había visto antes. Lucía distinguida, elegante, como sacada de una revista de sociedad. Aparentaba no llegar a los treinta, pero era mucho mayor que ella. Su cabello con matices rubios caían hasta sus hombros y una sonrisa pintada con labial rojo resaltaba en sus labios. Algo distintivo en ella le trajo a la me
Camila sentía mucho frío. La temperatura del invierno era baja, pero no lo suficiente como para congelarla. Sin embargo, la tristeza que la embargaba ponía gélida su sangre. Tomó el autobús en dirección al apartamento que compartió una vez con Gina y Luka. En este momento necesitaba a su amigo; el asunto con Giulio tenía que esperar. Ese día había sido de perros y le hacía falta consuelo, y nadie mejor que Luka para ese trabajo. Él siempre tenía las palabras adecuadas para ella aunque no fueran de su agrado. Dadas las circunstancias, a Camila no le importaba encontrarse con Gina. Ella solo quería contarle sus desventuras a su leal amigo y ella no se lo impediría.Camila tocó la puerta con insistencia y fue Luka quien la abrió, y antes de que pudiera decir algo, se abalanzó sobre él y lloró en su hombro, mientras que &