Japón
Desde antes de abordar el avión ya se había despedido de esa mujer que él consideraba como a una tía, aunque en realidad no tenían dicho parentesco. Y que gracias a su ayuda pudo descubrir una verdad que venían ocultándole.
Con un ademán se despidió desde lejos y siguió a la azafata que le llevaría a abordar aquel aeroplano.
Sabía que su vuelo tendría una duración de casi diez horas si no había contratiempos, rogaba porque no fuera así.
Las aeromozas no dejaban de cuchichear entre ellas, además de que lo encontraban encantador, estaban asombradas de sus modales y lo fluido de su japonés. Su atuendo, así como la clase en la que viajaba, denotaban la holgura económica de la que gozaba.
Todas ellas se sintieron atraídas a complacerle y atenderle para que no sufriera incomodidad alguna, pero él con una sonrisa les agradeció y las despacho para que pudiera dormir, puesto que debía reajustar su reloj biológico con el inminente cambio de país.
—Gracias, este ha sido uno de los vuelos más placenteros que he tenido —hizo gala de su buena educación al desembarcar. Por su parte, las azafatas le sonrieron y se encontraron derretidas ante ese despliegue que casi ninguno de los pasajeros tiene.
Camino hacia la salida con su pequeño bolso luciendo seguro y en completo control, por lo que la asistente de vuelo no dudo en seguirle, cuando en realidad ella debería ser la que guiara.
Su vista viajó a escanear los letreros de las personas que aguardaban a alguien, en pocos instantes encontró el que mostraba su nombre, hacia allí camino, de nuevo volvió a agradecer por los servicios que le habían prestado.
—¿Usted debe ser el amigo de mi tía? —Inquirió Elliot a aquel hombre de aspecto afable quien no era un total desconocido, ya que su tía le había mostrado fotos de él.
Un corto intercambio de saludos y recados que la tía le había pedido le trasmitiera continuaron, hasta que estaban a punto de subir al vehículo que los llevaría a su destino.
Por supuesto, él, además de la dirección, traía consigo la forma de llegar en su celular en la aplicación de G****e maps, había sido precavido y estudiado el lugar al cual llegaría, así como a la persona a la que iría a ver.
Treinta y cinco minutos después se hallaban frente a un edificio que él encontró imponente, y no es que no hubiera visto construcciones semejantes, era el hecho de saber a quién pertenecía.
Con las ansias de poder completar su objetivo, bajo sin mucho cuidado y se apresuró a entrar sin esperar a su acompañante, dedujo que debía pedir le dejaran ingresar a las señoritas que se situaban detrás del mostrador en aquel lobby.
Saco su pasaporte que creía era una identificación adecuada para que le permitieran el acceso, pero cuando la respuesta fue negativa, sintió que le estaban restando seriedad a su petición.
Su encanto se fue en instantes, su mente y boca se conjuntaron para aclarar aquella injuria de la que él creía estar siendo objeto.
Su acompañante se unió al reclamo legítimo de que tenían concertada una cita, porque ni siquiera se habían tomado la molestia de revisar su nombre o preguntar más datos.
La escena ya estaba ocasionando que los que cruzaban por el lugar voltearan para intentar saber de qué se trataba, así que una pareja que no pudo dejar pasar aquel embrollo se acercó, para averiguar si podían dar solución.
Las señoritas quedaron en silencio en cuanto vieron que la pareja se disponía a intervenir.
—¡Oh por Dios! Pero qué jovencito... tan —la dama no termino la oración, pues su imaginación era descabellada.
—¿Apuesto? —termino Elliot, la dama le miro con curiosidad y no le quedo de otra más que asentir, pero le dio un codazo a su esposo, que no capto nada de aquel gesto.
—¿De qué se trata, por qué el alboroto? —inquirió el esposo de la dama.
—No me permiten pasar y yo saqué una cita, en cinco minutos debería estar —el hombre interrumpió a Elliot.
—¿Exactamente con quién es tu cita?
—Con el señor Kingsley Harrington —respondió Elliot, aquello sorprendió a la pareja, no creían que se tratara de negocios.
La dama se dejó llevar por su curiosidad, así que decidió que le ayudaría, también con ello sabría lo que realmente pasaba.
—Denle un gafete de visitante, nosotros lo llevaremos hasta la oficina de Kingsley Harrington.
El acompañante de Elliot le aseguro que aguardaría por él hasta que terminara sus asuntos, pues ese era el trabajo que su amiga le había encomendado.
La pareja y Elliot se encaminaron a los elevadores, la dama no podía quitarle los ojos de encima, a cada vistazo otro de sus rasgos se le hacían similares a los de él, pero debía serenarse porque quizá solo eran sus deseos reprimidos.
Al bajar del elevador en la planta donde encontrarían a Kingsley, no vieron por ningún lado a la secretaria que tal vez estaría ocupada, así que prosiguieron, el hombre toco a la puerta como simple cortesía, pues giro la manija para entrar.
Fue necesario que él carraspeara para llamar la atención de los que estaban dentro, ya que los habían encontrado a medio beso, allí supieron la causa de que no le permitieran subir a Elliot, porque el señor Kingsley estaba ocupado con su prometida, a quien tenía en su regazo.
En otro momento la dama hubiera alentado ese comportamiento, pues tenía rato pidiéndole a ese hombre que le diera nietos.
Ava la prometida algo incómoda por aquella inoportuna visita, tuvo que despegarse de Prescott y era lamentable, porque él pocas veces la dejaba acercarse tanto.
Elliot no pudo esperar un segundo más, debía hacerle saber el motivo de su presencia en aquel lugar. Abandono la seguridad que la pareja le conferían y camino hasta quedar frente al escritorio del señor Kingsley.
—Buen día, tengo una cita y me gustaría hablar a solas con usted.
—No tengo tiempo para esto, ¿de qué se trata? —Prescott estaba perdido, no sabía que locura estaban elucubrando sus padres al traer visitas a su oficina.
—Soy Elliot Bennett y tú eres mi papá —Prescott solo sonrió, era una muy buena broma, pensó.
—¡Me lo temía! —expresó la madre de Prescott, los mismos ojos, la nariz, estaba segura de que si buscaba una foto de su hijo a esa edad serían muy parecidos.
Ava enseguida salto en defensa de Prescott, ella perfectamente creía que él no era esa clase de tipos, jamás se permitiría tener un hijo fuera de una relación formal.
—¡Niño debes estar confundido! —ella no quería ser tan directa, pero si por ella fuera ya lo estaría sacando del lugar.
—¿Por qué piensas que yo soy tu padre? —le cuestiono Prescott.
—Mi madre me lo dijo antes de morir —eso sorprendió a todos y Elliot sabía que de esa forma no buscarían a su madre y le generarían problemas.
—¿Quién es tu madre? —ahora pregunto el posible abuelo de Elliot.
—Sisa Bennett Moss —al escuchar ese nombre, la quijada de Prescott se desencajó, claro que recordaba ese nombre.
Todos lo voltearon a ver porque su reacción decía más que mil palabras, Ava sintió que quizá no conocía bien a su prometido, en cuanto a sus padres..., la abuela estaba fantaseando con las posibilidades.
Prescott se levantó de su silla y tomo a Ava del brazo llevándola a la salida de su oficina, le dio alguna excusa vaga y le prometió que luego la buscaría, de esa forma cerró la puerta y solo quedaron los cuatro, no creía que esto necesitara salir de su oficina.
Les ofreció asiento a todos, mientras que él fue cerca de Elliot quien hace unos minutos proclamo ser su vástago.
Se le quedó mirando por unos segundos, queriendo ver algún rasgo de Sisa en él, pero no pudo, lo cual solo decía que mentía o se parecía mucho a él.
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Título original: Quédate a mi lado
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Ⓒ 2023 by Sandy Co.
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San Francisco, Distrito financieroEn la lujosa oficina en de Kingsley Corp, un silencio se extendió demasiados minutos, en lo que Prescott arreglaba sus pensamientos, lo que sirvió para que Elliot viera con gran detalle a aquel hombre.Determino que las fotos que había visto en la computadora no le hacían justicia, se sintió feliz de saber de dónde venían sus genes, los cuales siempre eran gratos a la vista, entendió por qué su madre se había enamorado de su padre.—¿Qué edad tienes? —Prescott deseaba hacer cuentas, pero también sabía que aquella noche no tomo precauciones y era una gran posibilidad que tuviera un hijo.—Voy a cumplir seis años —Prescott dejo salir todo el aire de sus pulmones, había formas de averiguar aquello, como una prueba de paternidad. Solo que en ese momento recordó que Elliot dijo que su madre había muerto.—¿Por qué solo hasta ahora apareces? —intervino Arnold, el padre de Prescott.—Cuando mi madre murió me dejo la información para tener a alguien que me c
San FranciscoA unas cuantas horas de que la jornada laboral culminara, el abogado que lleva los asuntos privados de la familia Kingsley Harrington acude a las oficinas del joven CEO.En cuanto lo ve, Leo salta de su asiento para ir a anunciarlo, ya que por órdenes de Prescott debía interrumpirlo no importando que estuviera haciendo.—¡Buenas noches! ¿Para qué soy bueno? —dice el hombre de mediana edad intentando aligerar cualquier cosa que le fuera a decir Prescott.—¡Tome asiento! —Prescott se levantó para estirar las piernas —resulta que hoy por la mañana apareció un niño alegando que es mi hijo—. Anderson no pudo ocultar la sorpresa, conocía a ese joven desde pequeño, creía conocer su carácter y juraría que sus padres le habían dado una gran educación.—¿Y lo es? —Prescott paso saliva intentando disipar el nudo que se había formado en su garganta. Estando de medio lado y viendo a través de los cristales la espectacular vista nocturna de la ciudad, solo pudo asentir. Su cerebro seg
Mientras tanto en Japón...Sisa llegó como de costumbre a casa, con una excepción, ya que había aceptado que una compañera de trabajo la llevase, regularmente ya tenía contratado ese servicio, porque ella era incapaz de siquiera imaginarse detrás de un volante.Para entrar a su departamento bastaba con poner su huella dactilar y presionar el botón, agradecía el avance de las nuevas tecnologías, porque en más de una vez con las antiguas cerraduras donde tenía que poner una clave, ella simplemente la olvidaba.La mayoría de las personas la admiraban por sus contribuciones en el campo de las ciencias biológicas, pero al conocerla en su vida cotidiana, no podían creer que aquella mujer fuera la misma, distaba mucho de lo que se esperaría de un genio.Lo que desconocían es que su genialidad usaba su cerebro todo el tiempo, por lo que le restaba atención a lo demás. Era un poder de abstracción que tenía, volviéndola una idiota para todo lo demás.Ya que su cuerpo conocía sus rutinas, simple
San Francisco Tuvieron que pasar 72 horas para que el resultado estuviera listo, gracias a que era una prueba urgente y que no importaba el costo en el que se incurriera para agilizar la obtención de los datos. Algo que paso a ser meramente una formalidad, puesto que Olivia se había encargado de desempolvar los álbumes que contenían las fotos de su hijo, ella fue más allá porque saco varias y las coloco en portarretratos, estratégicamente repartidos por la casa. Asegurándose que cualquiera que posara sus ojos en ellos reconociera la verdad sin tener que irla difundiendo todas las veces que alguien indiscreto osara preguntar. Se visualizó lanzándoles a la cabeza dichos retratos. Elliot, disfruto mucho del momento en que sus abuelos le mostraron aquellas fotografías, a la vez que le contaban las historias que remitían a aquellos recuerdos. A Arnold le llenaba de orgullo que su nieto fuera inteligente y a leguas se notaba que su nivel de entendimiento, así como el conversacional no e
JapónUno pensaría que sí, aquella mujer era despistada para todo, se olvidaría de su hijo, porque la vida se la resolvía Miranda en lugar de Elliot.Algunos días no hubo mayor problema, solo que no todo era blanco o negro cuando se trataba de Sisa, claro que se encontraba incómoda ante el hecho de que su compañía no estuviera, Miranda le facilitaba la vida casi igual que su hijo.Pero por las noches ella acudía a su habitación con la excusa de contarle una historia y no era otra cosa más que un pretexto para experimentar la cercanía y afecto que su hijo le proporcionaba.Cada día que pasaba ella notaba los pequeños actos que Elliot tenía con ella y los extrañaba, aunque en su cotidianidad los diera por sentados.Ya nadie la esperaba a su llegada ni le indicaba donde colocar los objetos, no había nadie que le recordara sobre alistar su bolso para el día siguiente, no tenía con quien dialogar sobre su trabajo.Hasta que ese cúmulo de detalles faltantes en su vida se hicieron insoportabl
San Francisco Un ambiente de emoción y felicidad era lo que se podía percibir en la casa de los Kingsley Harrington, la risa de Elliot y su voz melodiosa era escuchada por todos lados, ya que en su afán de aprovechar lo que más pudiera, su día lo llenaba de múltiples actividades. Y como no, si con la llamada que sostuvo con su madre estaba convencido de que el idílico momento que vivía pronto llegaría a su fin. Él estaba aún intentando pensar en una solución que le permitiera estar con ambos, conocía el término custodia compartida. Y a pesar de ello, veía complicado que su madre fuera adepta de querer pasar tiempo sin él, porque ella abiertamente lo declaraba, él era el motor que le daba empuje a su existencia. Todo se volvía más complejo al pasar los días, más cuando Prescott al llegar temprano de las oficinas y en su afán de conocer a Elliot lo llevo al jardín. El hombre lo había retrasado por bastante, sus padres le informaban sobre datos que fueran relevantes, solo que él quer
JapónSisa no puede creer la conversación que acaba de sostener con Prescott, en su mente solo debía pedir que le enviaran al niño, ¿quién querría un niño al que no se conoce?Para colmo ese pequeño la había dado por muerta, ¿acaso era eso una señal de que no la quería más en su vida?Muchos cuestionamientos le vinieron a la cabeza, por ejemplo, cómo es que Prescott le había llamado. ¿Su hijo? Eso de ninguna manera sucedería, ella había dado vida a ese niño, le cuido y más importante jamás por su mente le cruzo el deshacerse de él como se lo proponían los encargados de la beca.Porque gracias a ello perdió la beca que le habían ofrecido en Suiza, dejándola a la deriva en un país en donde no conocía a nadie, fue por su intelecto que se pudo hacer pronto con el patrocinio de otra institución en Finlandia.Y eso en su perspectiva la calificaba como la única con derecho de ser tutora de Elliot.No podía simplemente tomar sus documentos e irse por su hijo, porque, así como lo expuso Prescot
San FranciscoDe todos los escenarios que imagino Prescott, el que se acababa de desarrollar era uno que no contemplo.La Sisa que él conocía a penas si hablaba y cuando lo hacía nunca le llevaba la contra era muy... tonto de su parte esperar que ella no hubiera cambiado en estos años.En cuanto vio que Sisa camino, él la siguió, —mi auto está por acá.Para evitar que se fuera como pretendía, se le adelantó, tomo la maleta y fue en otra dirección, de ese modo se aseguraba que lo acompañara, que claro no fue de buena gana.—¿Puedo preguntar algo? ¿Acaso no estás ocupado? De verdad no es necesario que me asistas, ya tengo planeada mi ruta y mi estancia, saco el teléfono y leyó el nombre del hotel en el que tenía una reservación.Sin dejar de andar, Prescott le contesto —tú tienes tus planes y yo los míos. Serás mi huésped por lo que estés en San Francisco.Sisa apenas si le seguía el ritmo, aunque no fuera de prisa sus largas zancadas hacían toda la diferencia, al llegar a su vehículo, e