CAPITULO 2 FUGITIVOS 2

DAKOTA

—Ella no debe haber venido sola—me dijo—, debemos salir de este auto.

Intenté calmarme, pero si ese hubiese sido el caso, ¿Por qué estaba sola?, aquellos hombres ya nos hubiesen encontrado, el camino parecía despejado.

El corazón me latía con fuerza por la adrenalina, respiré profundo, intentando distraerme.

—¿De verdad se metió con tu padre?

Él hizo una mueca, al menos me reconfortaba saber que había personas más horribles que yo.

—Si—confesó.

¿Cómo podía estar como si nada esa mujer? haberse metido con el padre y los dos hijos.

—¿Cómo te enteraste de ello?

—No es algo de lo que quiera hablar.

Me llevé las manos al cabello, sobándome la parte donde me había tirado.

—¿Te duele?

—Un poco—jadee—¿Qué hace aquí ella?, Holly me dijo que Adam la había retenido.

—No lo sé, Pearce debió haberla sacado de donde sea que estuviese… aun no me explicó por qué estaba con él.

Apreté los labios.

—Entonces… ¿la conocías bien?

Él sonrió de lado.

—¿Celosa?

Fruncí el ceño.

—¿Por esa perra loca?, claro que no. Al menos me complace saber que nadie, antes ni después, mejor que yo no hay.

Sopesó, lo vi apretar un poco el volante.

—¿Me amabas? —preguntó en tono serio.

No fue un golpe, pero su pregunta me sacó el aire.

Me replantee en ese momento nuestra historia. Parece que no puedo decir a ciencia cierta si lo amaba o no, amaba la forma en como me sentía con él, como fuego por dentro, esa chispa de intuición y adrenalina, yo no necesitaba decirle nada, él adivinaba mis pensamientos. Pero desde que confesó que le gustaba mi amiga, todo eso se derrumbó.

Entonces se preguntan por qué desecho a los hombres, porque también son unos falderos mentirosos como él.

—¿Te vas a poner sentimental después de gritarme?

—Solo responde ¿me amas?

—Lo hice, sí—aventuré—, pero lo jodiste cuando te enamoraste de mi amiga.

Jamás podría olvidar esa traición de él. No dijo nada más; en este viaje ya no sabía si nos matarían los sicarios o acabaríamos entre nosotros.

Sorteó entre los autos hasta que dimos con un parque.

—Este puede ser un buen lugar.

Se estacionó tras un auto sencillo, había mucha gente, sentía el pulso acelerado. Nicholas iba acercarse a él, entonces, como si el destino nos hubiese bendecido un repartidor se bajó apresurado de la motocicleta.

—Vámonos—tiré de él.

Corrí hacia la motocicleta, subiéndome rápidamente, Nicholas subió tras de mí, quitó el freno, aceleré. Escuchamos los gritos de aquel pobre chico.

Nicholas colocó sus manos sobre las mías.

—Déjame hacerlo.

Le cedí el control, al fin y al cabo, por ahora era inevitable escaparme de él y no sabía dónde me llevaría.

Aceleró, el viento me calaba el cuerpo, me sentía demasiado fría y comencé a tiritar, Nicholas se inclinó para pegar su pecho en mi espalda, encerrándome en su cuerpo para calentarme.

—Sigo pensando—me susurró en el oído—, que eres un grano en el culo.

No dije nada, otra discusión no valdría la pena.

Para mi enorme sorpresa llegamos a un hospital, dejamos la motocicleta y entramos caminando.

—¿Por qué estamos aquí?

—Necesitamos que te revisen.

—Pero pueden encontrarnos, estar aquí solo nos expone.

—Entra, debemos hacerlo—no me moví de mi lugar—, eres testaruda—se agachó para tomarme en brazos.

—¡¿Estás loco?! ¡Bájame! también estás herido.

Varios enfermeros se acercaron en cuanto lo vieron entrar.

—¡Está embarazada! —chistó él.

¡Hijo de perra!

Me sentaron en una silla de ruedas y luego me alejaron de su lado.

Eso era lo que quería, ¿no?, estar lejos de él.

Hicieron que me cambiara aquella ropa manchada de tierra y colocarme una bata, después me pasaron a una habitación. Este hospital era raro, era demasiado elegante ¿Nicholas lo había reservado ya? ¿este era su plan?

Una doctora hizo observaciones, tenía la presión baja y debían hacerme una ecografía a la par de que me canalizaban.

Mientras preparaban la máquina para la ecografía, Nicholas entró a la habitación, él también tenía una bata y arrastraba el portador de suero, tenía descubiertos los brazos y las piernas que estaban cubiertos de moretones.

No pude evitar sentirme mal por él.

La doctora apenas y reparó en Nicholas, hizo que me levantara la bata, cuando comenzó a untarme el gel descubrí un hematoma algo grande en mi cintura.

—Eso se ve un poco mal— señaló el hematoma—¿Recuerdas con que pudo haberse hecho?

Intenté recordar.

—Con un tronco—confesé, le di un vistazo a Nicholas, que tenía en ceño fruncido y los brazos cruzados.

La doctora solo asintió, comenzó a pasar el instrumento en mi abdomen, así acostada, no se veía tanto mi pequeño vientre, subió el volumen, escuchaba mi corazón, disminuyó aquel sonido. Pude ver el saco amniótico y ahí estaba, la forma de mi bebé, tenía un mes que no lo veía, había crecido tanto.

Me sentía algo sensible, un par de lágrimas silenciosas se escaparon de mis ojos, Nicholas llegó a mi lado y enjuagó mis lágrimas. Lo dejé hacer, aun no quería que se me acercara del todo.

—Bien, parece que todo está normal, la placenta está en su lugar, aunque parece que está un poco inquieto—el bebé se movió y sentí como se acomodaba.

Me sorprendí

—Oh, miren, acaba de mostrarse.

—¿Qué es? —preguntó Nicholas.

Ella examinó, señaló en la pantalla.

—Ven esta parte de aquí, es la ausencia de órganos masculinos.

Abrí los ojos, escuché como Nicholas contenía el aliento.

—Eh… ¿es niña? —asombrada, nunca me imaginé que podría ser una niña.

—Sí, sus latidos están bien, es una niña saludable—se dirigió hacia mí—, por el momento necesita mucho reposo, estar hidratada y necesitamos curar ese hematoma—lo tocó, contuve un siseo—. Si, debemos tratarlo o estará molestando mucho.  

Luego se dirigió hacia Nicholas.

—La señora West está al tanto de la situación.

¿Señora West? ¿Hay una señora West?

—Entiendo—contestó él—, en cuanto llegue déjela pasar y… dígale que sea un día.

La doctora asintió y se fue.

—¿Vendrá la señora West?

—Sí, está ansiosa por vernos—contestó ¿vernos?, se sentó a mi lado, ayudándome a limpiar el gel de mi vientre—. Debemos hablar.

Contuve el aliento y tragué en seco.

—Si es sobre quitarme a mi bebé, te juro que haré cualquier cosa para impedírtelo.

Me miró con dureza, terminó de limpiar y me arropó con la sabana.

—Tendré que irme—espere a que continuara hablando—. Mi madre y Eros no tardarán en llegar, quiero que te quedes con ellos.

¡Ah, es cierto!, la madre de Nicholas es la señora West, que estúpida soy.

—Pero ¿Dónde vas?

—No te preocupes por ello…

—¿Vas a regresar a enfrentar a Pearce? ¿estás loco? —¿Cómo podía ir de nuevo a la guerra? —¿Qué paso con lo de quedarte a mi bebé? ¿piensas que solo así serás un buen padre? ¡yendo al matadero! —me sentí desesperada—¿Y si algo malo te pasa? ¿Qué hay de ella?, crecerá sin su padre…

—Entonces estarán bien… estaré tranquilo si me dices que la cuidarás bien.

Lo retuve del brazo.

—¡No me digas eso!, ¡tienes que estar con nosotras!

Me tomó el rostro con ambas manos, delicado.

—Tranquila—me acarició el cabello—, promete que la cuidarás bien—se me cortó el aliento, aferré sus manos—. Mi familia estará encantada de tenerte…

—¡Deja de hablar de eso! —le pasé las manos por el cuello y lo atraje hacia mí en un abrazo—. No te vayas, por favor no te vayas… yo… seré buena, lo juro.

Una risita queda se escapó de él, me acarició los brazos.

—Me parece que no he dejado de amarte—susurró, el corazón me dio un vuelco, no me pareció una confesión… era una despedida—. Si todo hubiese sido diferente, lo nuestro hubiese sido maravilloso—me aferré aún más—. Puede que no creas mis palabras, estaba tan absorto en una venganza innecesaria que no te di el debido lugar que merecías… para compensarlo hice lo que querías, pero…—me separó de él—. Tengo tanto con lo que lidiar, pero terminaré lo que comencé.

¿Qué?

Él iba a levantarse, pero lo retuve de la bata, tiré de él hacia mí y lo besé, le pasé los brazos por el cuello de nuevo. Por un segundo se tornó sorprendido, insistí en besarlo, hasta que cedió. Me tomó por la nuca con fuerza y sus labios se hicieron urgentes, tan desesperados como los míos, apenas y podía tomar un poco de aire. Poco a poco me fue acostando en la cama, sentí todo su peso sobre mí, el calor ardiente de su herido cuerpo subía hasta el candor de nuestros labios intentando, vagamente en curar las heridas de nuestro maltrecho corazón.

Se separó de mí, jadeante, sonrió despacio y le devolví la leve sonrisa. Se irguió por completo y se alejó de mí.

—No… ¡espera! ¡Nicky!

—Debo hacerlo—se apresuró.

—¡No lo hagas! ¡Nicholas!

Se detuvo en la puerta.

—Aurora—me miró fijamente—, me gusta ese nombre.

Abrió la puerta y me dejó.

.

.

.

Me quedé dormida de tanto llorar.

Cuando desperté no supe cuánto tiempo había pasado, seguía n el hospital, recostaba en el sofá a mi lado estaba la madre de Nicholas, Cherise, yacía dormida.

Entonces Nicholas si se fue.

Intenté levantarme sin hacer mucho ruido, tomé aquel portador de suero en el que estaba unida y me dirigí hacia la puerta.

—No creo que sea buena idea—pegué un brinco, el hermano menor de Nicholas, Eros, me miraba inquiridoramente—¿Dónde crees que vas?

—Solo quería estirar las piernas—mentí.

Eros enarcó una ceja.

—Te acompaño—se irguió ayudándose por un bastón—. Si ibas a buscarlo, ya no está.

Intenté componer mi rostro compungido.

—Eso me dijo.

—¿Sabes a dónde fue?

Negué con la cabeza.

—Solo dijo que—respiré profundo—, iba a terminar lo que comenzó.

Él asintió.

—¿Sabes de donde te trajo?

—No, pero, tuvimos que tomar un barco para llegar aquí.

—Barco—masculló—¿algún nombre?

Intenté reflexionar.

—Era un barco pesquero, me parece que solo fue una hora…

Eros sopesó.

—¿Qué había dónde estabas?

Si le decía todo ¿iba a encontrar a Nicholas?

—¿Vas a buscarlo?

—Hare que lo hagan—contestó—, no omitas ningún detalle.

—Había una montaña, una laguna, bosque y no muy lejos estaba el mar.

Él sonrió con un chispazo en los ojos.

—Creta, estabas en la isla de Creta.

—Entonces vas a…

No me dejó terminar, tomó su celular y llamó a alguien.

—Está en Creta—le notificó a alguien—, detén a todos ahora. Envía refuerzos al hospital, Pearce debe saber que ya está aquí.

Me estremecí.

—Tendremos que terminar la caminata—hizo amago de regresar.

—Espera, Pearce envió a alguien más.

—¿Quién?

—Sadie, nos atacó cuando veníamos hacia el hospital, ella está con Pearce.

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