CAPITULO 8 FILOTIMO

NICHOLAS, UN PAR DE DÍAS ATRÁS.

—Ya me están doliendo los nudillos por golpear a este bastardo—se quejó Dao.

—Esto es aburrido—el otro tipo chascó la lengua bajando las cartas frente a él—, el jefe se fue, ¿por qué seguir aquí? —arrojó las cartas a la mesa.

—Vete si quieres, yo me quedo hasta que mis nudillos se destruyan.

El otro tipo tomó de su chaqueta una cigarrera.

—Nos vemos en la noche, te relevaré—luego salió de la habitación.

Esperamos a que se escuchara salir de la casa.

—Jefe, es hora.

Me deshice del nudo suelto de las muñecas y Dao se encargó de soltarme los pies.

—¿Tienes todo? —me sobé las muñecas.

—Si—tomó de debajo de la cama un maletín, lo colocó sobre esta y lo abrió.

Dentro había ropa limpia y un par de armas.

—Jefe… lamento haberlo golpeado tanto.

—No te mataré si es lo que piensas—Respiró aliviado—¿Dónde está Pearce?

—En Creta, ha pasado unos días ahí, pero recién recibió una llamada de Rhodes, le advirtió que la Interpol está buscándolos—me quité la camisa mancha
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