CAPITULO 39

HENRY

Desperté con las primeras luces de la mañana que entraban en la habitación a través de los cristales de la ventana. Al abrir mis ojos y ver su cuerpo grácil a mi lado, con nuestras pieles envueltas de manera cómplice uno con otro, mi espíritu se regocijó, sintiéndome el hombre más feliz del mundo.

Se removió despacio, presionando aún más su agarre a mi cintura y regando besos en mi pecho. Sonreí, viéndola arremolinarse de aquella manera, como si quisiera dilatar el momento de despertar y abrir los ojos.

—Buenos días —susurró, con los párpados aun cerrados y negándose a mirar.

—Buenos días, mi pequeña bruja —respondí, logrando mi cometido.

De inmediato Camile abrió sus ojos y me vio con intriga.

—¿Pequeña bruja? &mdash

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