La noche había sido dolorosamente larga.
Me costó acostumbrarme a la cama y a las sabanas de seda después de tanto tiempo, sin contar que el único lugar donde había dormido en lugares similares, fue… con ella.
Luego de dar vueltas y vueltas en la cama, me había puesto de pie y caminé hasta el enorme ventanal con vista al jardín para abrirlo y dejar que ingresara ese aire helado que habitaba afuera.
Necesitaba dejar de sentir, dejar de pensar y por sobre todo, dejar atrás todo instinto de compasión que pudiera seguir viviendo en mis adentros.
Cerré mis ojos y aspiré el aire helado de afuera. A pesar de estar con un simple pantalón de chándal y desprovisto de ropa en la parte superior de mi cuerpo, no sentía nada. No sentía frio, no sentía calor y de esa misma manera necesitaba que mi alma estuviera.
—¿Por dónde empezamos? —pregunté ansioso.—Comenzaremos desde el principio, Henry. Si quieres hacer las cosas bien, debes tener paciencia. ¿Crees que podrás esperar? —presioné mis puños sin responder y sus ojos se fijaron en esa acción—. Escúchame bien, hijo. Si quieres vengarte, debes volverte frio y calculador. Debes aprender a controlar tus impulsos, a no ceder ante provocaciones. Tienes que ser duro y olvidar todo tipo de sentimentalismos. Sé que eres economista y también que eres demasiado bueno, por lo que iniciaremos adentrándote en el negocio de la familia, aprendiendo a manejar todos mis asuntos y para ello, nos iremos a Italia un tiempo —dijo tajante y mis ojos se abrieron de par en par.—¡¿A Italia?! —pregunté perplejo y afirmó—. ¡Pero desde allí no podré hacer nada en contra
Mis ojos la taladraron inquisitivos sin lograr que se inmutara.—No me mires como si estuviera loca, Henry —pidió divertida y fruncí el ceño—. Tengo mi punto y es una manera de protegerme.—Discúlpame, Danielle, pero lo que acabas de decirme no tiene ningún sentido para mí. ¿Podrías explicarme tu punto? Porque te juro que me siento completamente perdido.—Es muy fácil, Henry. Si tú te casas conmigo, ellos no podrán hacerme nada y además, me cambiaría el apellido y sería más difícil encontrarme.—Yo puedo protegerte sin necesidad de que pasemos por algo así.—No te conozco lo suficiente, Ross, y que te cases conmigo sería algo así como mi seguro de vida. Entiéndeme; o nos casamos o no hay trato. Me caes bien, y si no tuviera mordiéndo
La ceremonia civil se llevó a cabo en el majestuoso jardín de la casona, en la Villa Ritter.El tío Frederick había organizado perfectamente todo, y parecía una boda real que los invitados disfrutaban amenamente.Danielle iba enfundada con un sencillo vestido de color blanco, que le llegaba por las rodillas. Sus hombros descubiertos, dejaban apreciar su piel pálida y aterciopelada que llamaba la atención de todos los hombres que habían asistido.Su pelo color fuego, apenas recogido y con algunos apliques a modo de corona, caía en cascada sobre su espalda con ondas que se movían al son de la fresca brisa y refulgían por los rayos del sol que aún no se había escondido.Frederick la había escoltado hasta el altar improvisado que habían montado las mujeres del lugar, alegando que no sería una boda sin ello.En el momento en que el juez nos de
DANIELLELos golpes en la puerta habían hecho que me removiera de tan plácido lugar.El cuerpo de Gina, tan esbelto y sensual, cubría mi cuerpo desprovisto de ropa.Se removió con fastidio y reí porque me encantaba que no quisiera dejarme sola, a pesar de todos los problemas que le había causado.Se incorporó en la cama, y tomó la camiseta que reposaba sin más sobre su mesa de noche. Antes de que se la pusiera, mi dedo índice dibujó un camino desde su nuca hasta sus caderas.—No vayas… —supliqué. Era demasiado temprano para visitas.—Jamás nadie me visita, y menos a estas horas, por lo que asumo debe ser alguna emergencia —se volteó hacia mí y acarició mis labios con la yema de sus dedos—. Ya regreso… —susurró tiernamente, bajando la cabeza y juntando sus lab
HENRYLa miré completamente descompuesto luego de su relato. Lo que había ocurrido parecía una pesadilla por entero.—No estoy mintiendo. Eso fue lo que ocurrió ese día, Ross. Daniel y los demás se marcharon, no sin antes encargarse de montar la escena como si Gina se hubiera quitado la vida.—Eso quiere decir que... ¿Gina mintió para que yo volviera de Palm Beach? —pregunté sorprendido y asintió—. Pero, ¿por qué? ¿Qué ganaba haciéndome regresar?—No lo sé, pero si descubrí ese día que Daniel necesitaba a tu hija para poder seguir con su plan.—Eso él mismo me lo hizo saber cuándo estuve en prisión —me puse de pie y comencé a andar en la habitación—. Necesito recuperar a mi hija con urgencia. Jessica ni siquiera se ocupa
—Señor, es hora —pronunció Rocco y asentí.—Terminemos con esto de una buena vez —suspiré y Rocco me detuvo posando una mano en mi hombro.—Henry, no tienes que hacerlo. Con gusto jalaré el gatillo por ti.—Gracias, amigo —sonreí—, pero yo no iba a hacerlo de todos modos. Quédate tranquilo.Seguimos andando y mi cuerpo temblaba, tiritaba y sentía una corriente eléctrica recorrer mi espina dorsal.Sentía como el ajustado e impecable traje negro que Danielle me había incitado a calzarme, presionaba cada parte de mi anatomía y mis músculos palpitaban bajo la tela. El ala del sombrero lo dejé cayendo sobre mi rostro para que no me viera en la primera.La sorpresa en su rostro desencajado, enardeció mi alma con una inusual satisfacción.Suspiré con paciencia, para armarme de
CAMILESalí aturdida de la empresa luego de la noticia que había recibido. Aquella información me afectó lo suficiente como para tener la certeza de que no dormiría tranquila mientras las cosas se resolvieran.Y es que la situación no era para menos. No tenía nada, absolutamente nada y eso me hacía bullir de la rabia y preocupación.¿Cómo haría para darle todo lo que merecía a mi hijo?Tendría que ponerme a disposición del susodicho señor Riddle para acordar la mejor manera de que me devolviera la empresa. Y aquella extraña tarjeta, que con solo tocarla me había estremecido por entero, me dejó desconcertada.Llegué a la casa, junto con Edward y Ester, despotricando en contra del maldito de Cristopher por haberme dejado en la calle con su ineptitud.—Cálmate, Camile.
Al oír su nombre, todo mi cuerpo se puso en alerta.¿Qué hacía aquella mujer en mi casa?Y lo peor, ¿qué querría?—Dile que enseguida bajo —respondí al ama de llaves, quien cerró la puerta y se marchó.Suspiré frustrada, mientras buscaba algo decente que ponerme.Apenas y estaba procesando lo ocurrido con Henry como para que estas personas estuvieran acechándome nuevamente.¿Acaso no me darían tregua, ni siquiera cuando ya nada tenía para que me quitaran?Escogí un vestido de hilo color crema y me calcé unas medias y botas negras que me llegaban a las rodillas. Cepillé mi pelo y traté de camuflar las ojeras y las secuelas de mi llanto con un poco de maquillaje.Antes de ir al encuentro de la hermana de Daniel Adams, fui a la cocina para advertirle a Lauren que por nad