CAPITULO 12

—Señor, es hora —pronunció Rocco y asentí.

—Terminemos con esto de una buena vez —suspiré y Rocco me detuvo posando una mano en mi hombro.

—Henry, no tienes que hacerlo. Con gusto jalaré el gatillo por ti.

—Gracias, amigo —sonreí—, pero yo no iba a hacerlo de todos modos. Quédate tranquilo.

Seguimos andando y mi cuerpo temblaba, tiritaba y sentía una corriente eléctrica recorrer mi espina dorsal.

Sentía como el ajustado e impecable traje negro que Danielle me había incitado a calzarme, presionaba cada parte de mi anatomía y mis músculos palpitaban bajo la tela. El ala del sombrero lo dejé cayendo sobre mi rostro para que no me viera en la primera.

La sorpresa en su rostro desencajado, enardeció mi alma con una inusual satisfacción.

Suspiré con paciencia, para armarme de

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