HENRY
—¡¿Qué dijo qué?! —prácticamente le había gritado en la cara a Rocco, cuando me dio el mensaje de Camile.
—Esas fueron sus palabras, señor y no pude hacer nada.
—¿Pero quién se ha creído esa condenada bruja para no acatar mis órdenes? —paseé frustrado alrededor de mi despacho, mientras cavilaba por lo bajo con qué sorpresa me saldría aquella pequeña manipuladora.
—Además, dijo que si no está dispuesto a negociar… —Rocco guardó silencio de pronto.
—Que si no estoy dispuesto a negociar, ¡qué, Rocco! Habla que no tengo mucho tiempo.
—Que se puede ir a la mismísima mierda —mis ojos se abrieron de par en par, sopesando las palabras que había oído. Rocco parecía debatirse entre largarse a re&iacu
HENRYLa tenía sobre mis piernas, con nuestros alientos enlazándose mientras mi lengua saboreaba a placer aquella boca del infierno que desbarataba todos mis planes.Su cuerpo tan bien proporcionado como lo recordaba, me había envuelto en un embrujo del que no quería escapar.Mis dedos subieron hasta el nacimiento de sus senos, desabotonando su chaqueta para liberar aquellos pechos que quería devorarlos sin tregua.—Has venido dispuesta a matarme… —susurré sobre su boca, admirando el encaje de su ceñido corpiño.—Vine dispuesta a cumplir con nuestro trato —replicó ella, mientras su pecho subía y bajaba por su respiración agitada.Sacudí la cabeza, sonriendo internamente e intentando entrar en cordura. Ella tenía razón en decir que estábamos aquí para hace
CAMILEAl cerrar la puerta de la sala de juntas y dejar a Henry completamente desnudo y amarrado a la silla, mi autocontrol se fue a la mismísima mierda y algo dentro de mí se quebró.Me sostuve de la pared, al tiempo que un llanto convulso asaltaba a todo mí ser.¡¿Cómo se atrevía a llamarme mercancía?!¡Por qué!¿Qué le había hecho yo para que fuera tan cruel conmigo?Cuando estuve entre sus brazos, creí que aún me amaba, que aún existía una esperanza para nosotros. Pero cuando pregunté porque no me buscó antes, sus palabras me destrozaron el alma.¿Acaso no se había dado cuenta en mi entrega de que jamás lo había dejado de amar?¡Ni siquiera las malditas señales de que pudiera estar embarazada las captó!
CAMILE—¿Quieres más galletas, pequeño? —le pregunté a mi hijo, mientras ambos disfrutábamos del desayuno.—Aha… —asintió con la cabeza y sonreí.—Pero luego debes cepillarte los dientes, ¿sí?—Si mami —sacudí su melena y reí.Se parecía tanto a su padre, que solo pensarlo dolía.La mañana transcurrió tranquila, aunque esperaba cualquier tipo de sorpresa por parte de Henry. No imaginaba con que novedad me saldría para el día de mañana, ni que locura se le ocurriría.Era evidente que follarme y tratarme como a una basura, se había vuelto su entretenimiento principal, pero a veces pensaba que había más en su pecho, como una profunda oscuridad y soledad que lo atormentaba.¿Qué habría sido de V
Sentía que mi pecho estaba por reventar de tanto dolor.Comprender por fin la razón de tanto odio, me había sacado la venda de los ojos en relación al comportamiento del hombre que sin dudas, seguía amando aún más que el primer día.—Él… él no puede estar pensando eso de mí, Edward —reaccioné al fin, tratando de salir corriendo de la casa. El hombre a quien consideraba un padre, de inmediato se interpuso en mi camino, sosteniéndome entre sus brazos—. Debo ir a verlo, decirle la verdad, no puedo permitir que crea que yo colaboré para encerrarlo… —farfullé con dolor al imaginar todo lo que él pudo haber pasado.—¡Camile! Debes guardar calma. No puedes ir corriendo a decirle lo que ambos suponemos. ¿Piensas que te creerá sin pruebas?—Él debe creerme, es el padre de mi hij
HENRYCuando colgué a llamada, de inmediato llamé a Danielle para que acelerara la búsqueda. Para mi sorpresa, en ese preciso momento estaba visitando un edificio que tenía disponible un departamento en el último piso.Me indicó la dirección y se la di a Rocco para que llevara a Camile a la hora pactada. Mientras tanto yo, como un niño ansioso fui a la casa para darme un baño y cambiarme de ropa.Despacio, delante del espejo de cuerpo entero que tenía en la alcoba, me había desecho de la corbata, la camisa y los pantalones. Suspiré, mientras imaginaba que el espejo me devolvía la imagen de Camile, rodeándome desnuda, con su cabellera bañándole la espalda. Sus manos recorriendo mi torso sin que yo me moviera. Sus labios besando mi pecho, mi cuello, mi barbilla. Llevé mi cabeza hacia atrás cerrando mis ojos, imaginando que
HENRYPor primera vez en muchos años, había conciliado el sueño sin ningún inconveniente y tenerla entre mis brazos me había devuelto una paz interior que desconocí durante cuatro años. Sin embargo, aun sentía muchas cosas que me obligaban a no perdonarla.Antes que ella despertara, me incorporé de la cama con miles de preguntas que sencillamente no tenían respuestas, y me sentía sumido en una rencilla interna en la que mi corazón y mi cabeza me gritaban cosas distintas.Me puse de pie, caminando despacio hacia el umbral de la puerta que había quedado abierta y la cerré con cuidado de no hacer ruido para que ella no despertara. Con los ojos busqué mi ropa interior, yendo despacio hasta donde se encontraba tirada y me la calcé sin dejar de mirarla. Dormía de manera apacible, con sus cabellos dorados esparcidos por toda la almohad
CAMILECuando Henry me citó aquella noche imprevistamente, había acudido con el temor de lo que pudiera hacerle a mi corazón esa vez. Sin embargo, ocurrió algo tan inesperado que hasta hoy día no le encontraba explicación. Él se comportó como si nada hubiera pasado entre nosotros en el pasado y me hizo vivir una noche ensoñada.Los siguientes días y semanas, fueron transcurriendo entre encuentros furtivos en su piso y besos fugaces en la empresa. Lo amaba y aguardaba la tan ansiada charla que debíamos tener sobre todo lo ocurrido, para aclarar de una vez por todas nuestras diferencias y los supuestos. Sin embargo, el parecía no querer hacerlo… parecía atemorizado, con muchas inquietudes por lo que pudiera resultar de nuestro intercambio de verdades.Y aunque no sabía, si hacia bien o no en dejar las cosas así, prefería su silenc
—Esto tiene que tener una explicación. No es posible que estén casados… —dije apenas, intentando no llorar.—Lamento si no fue de su agrado la noticia, señora Camile, pero es una información verídica —me quedé en silencio, sin poder decir nada, con los ojos fijos en aquellos malditos papeles—. Si me disculpa… —el detective se puso de pie para marcharse y fue cuando volví en mí y reaccioné—, debo marcharme.—Gracias por todo, detective —agradecí sin ser capaz de decir algo más.—Conozco la salida. No hace falta que me acompañe —dijo cuándo intenté ponerme de pie en vano. Solo asentí y me quedé allí, sin mover ni un ápice de mis músculos ni pestañear por lo que pareció una eternidad.«Todo fue mentira…», pensé