HENRY
La miré completamente descompuesto luego de su relato. Lo que había ocurrido parecía una pesadilla por entero.
—No estoy mintiendo. Eso fue lo que ocurrió ese día, Ross. Daniel y los demás se marcharon, no sin antes encargarse de montar la escena como si Gina se hubiera quitado la vida.
—Eso quiere decir que... ¿Gina mintió para que yo volviera de Palm Beach? —pregunté sorprendido y asintió—. Pero, ¿por qué? ¿Qué ganaba haciéndome regresar?
—No lo sé, pero si descubrí ese día que Daniel necesitaba a tu hija para poder seguir con su plan.
—Eso él mismo me lo hizo saber cuándo estuve en prisión —me puse de pie y comencé a andar en la habitación—. Necesito recuperar a mi hija con urgencia. Jessica ni siquiera se ocupa
—Señor, es hora —pronunció Rocco y asentí.—Terminemos con esto de una buena vez —suspiré y Rocco me detuvo posando una mano en mi hombro.—Henry, no tienes que hacerlo. Con gusto jalaré el gatillo por ti.—Gracias, amigo —sonreí—, pero yo no iba a hacerlo de todos modos. Quédate tranquilo.Seguimos andando y mi cuerpo temblaba, tiritaba y sentía una corriente eléctrica recorrer mi espina dorsal.Sentía como el ajustado e impecable traje negro que Danielle me había incitado a calzarme, presionaba cada parte de mi anatomía y mis músculos palpitaban bajo la tela. El ala del sombrero lo dejé cayendo sobre mi rostro para que no me viera en la primera.La sorpresa en su rostro desencajado, enardeció mi alma con una inusual satisfacción.Suspiré con paciencia, para armarme de
CAMILESalí aturdida de la empresa luego de la noticia que había recibido. Aquella información me afectó lo suficiente como para tener la certeza de que no dormiría tranquila mientras las cosas se resolvieran.Y es que la situación no era para menos. No tenía nada, absolutamente nada y eso me hacía bullir de la rabia y preocupación.¿Cómo haría para darle todo lo que merecía a mi hijo?Tendría que ponerme a disposición del susodicho señor Riddle para acordar la mejor manera de que me devolviera la empresa. Y aquella extraña tarjeta, que con solo tocarla me había estremecido por entero, me dejó desconcertada.Llegué a la casa, junto con Edward y Ester, despotricando en contra del maldito de Cristopher por haberme dejado en la calle con su ineptitud.—Cálmate, Camile.
Al oír su nombre, todo mi cuerpo se puso en alerta.¿Qué hacía aquella mujer en mi casa?Y lo peor, ¿qué querría?—Dile que enseguida bajo —respondí al ama de llaves, quien cerró la puerta y se marchó.Suspiré frustrada, mientras buscaba algo decente que ponerme.Apenas y estaba procesando lo ocurrido con Henry como para que estas personas estuvieran acechándome nuevamente.¿Acaso no me darían tregua, ni siquiera cuando ya nada tenía para que me quitaran?Escogí un vestido de hilo color crema y me calcé unas medias y botas negras que me llegaban a las rodillas. Cepillé mi pelo y traté de camuflar las ojeras y las secuelas de mi llanto con un poco de maquillaje.Antes de ir al encuentro de la hermana de Daniel Adams, fui a la cocina para advertirle a Lauren que por nad
Al día siguiente, un dolor agudo atenazaba mi cabeza.¡Maldita sea aquella mujer que me llevaba por los senderos del vicio, aun a estas alturas!Me di un baño rápido porque debía de visitar un edificio que sería mi lugar de trabajo durante el tiempo que me llevara iniciar los planes que tenía para Camile.Luego del baño, bajé rápidamente al comedor. Necesitaba inundar mi sistema con café o no acabaría el día.Danielle ya se encontraba en la mesa, leyendo el periodo de todas las mañana. Me acerqué a propinarle el habitual beso en la frente para luego tomar mi lugar en la mesa.Su escrutinio me dio a entender que Rocco ya le había hecho reporte de los últimos acontecimientos. Así que simplemente ignoré su mirada y me dediqué a hacer lo mismo que ella; leer el periódico.—¿Qu&eac
HENRYAunque hubiera parecido que ni siquiera me había temblado un solo dedo cuando la tuve de nuevo delante de mí, tan cerca, tan al alcance de mis manos, de mi olfato que reconocía a la perfección aquella fragancia tan característica de ella, me había sentido completamente dominado por el deseo. Tanto, que no pude contenerme y tomarla entre mis brazos cuando se desvaneció.Al parecer, ni siquiera había imaginado que estuviera vivo, que hubiera sido yo quien la había citado precisamente aquí, quien la había manipulado a su antojo durante doce meses en los que prácticamente la había vuelto loca por todos los caprichos y retos que le imponía para que me demostrara que era capaz de llevar las riendas de la empresa.Aunque sabía de sobra que no se merecía ninguna consideración de mi parte, simplemente me abalancé
CAMILEMe había quedado tendida en aquella cama de hotel, llorando amargamente por mi suerte.Henry estaba vivo, ¡estaba vivo y convertido en alguien que nunca imaginé!Cuando descubrí que se trataba de él, quise creer que todo este absurdo, solo se había tratado de una broma por haberlo dejado. Creí ver en sus ojos, rastros de aquel hombre que me había enamorado locamente con su caballerosidad, su delicadeza y consideración. Con el infinito amor que me había demostrado sentía por mí.Por esa razón, no dudé ni un segundo en abalanzarme sobre él y besarlo. Necesitaba sacar de su interior, a aquel hombre que realmente era. Sin embargo, y aunque por un momento creí que lo había conseguido, cuando nuestro encuentro terminó, él siguió siendo el mismo desconocido que me había planteado aquella pervers
HENRY—¡¿Qué dijo qué?! —prácticamente le había gritado en la cara a Rocco, cuando me dio el mensaje de Camile.—Esas fueron sus palabras, señor y no pude hacer nada.—¿Pero quién se ha creído esa condenada bruja para no acatar mis órdenes? —paseé frustrado alrededor de mi despacho, mientras cavilaba por lo bajo con qué sorpresa me saldría aquella pequeña manipuladora.—Además, dijo que si no está dispuesto a negociar… —Rocco guardó silencio de pronto.—Que si no estoy dispuesto a negociar, ¡qué, Rocco! Habla que no tengo mucho tiempo.—Que se puede ir a la mismísima mierda —mis ojos se abrieron de par en par, sopesando las palabras que había oído. Rocco parecía debatirse entre largarse a re&iacu
HENRYLa tenía sobre mis piernas, con nuestros alientos enlazándose mientras mi lengua saboreaba a placer aquella boca del infierno que desbarataba todos mis planes.Su cuerpo tan bien proporcionado como lo recordaba, me había envuelto en un embrujo del que no quería escapar.Mis dedos subieron hasta el nacimiento de sus senos, desabotonando su chaqueta para liberar aquellos pechos que quería devorarlos sin tregua.—Has venido dispuesta a matarme… —susurré sobre su boca, admirando el encaje de su ceñido corpiño.—Vine dispuesta a cumplir con nuestro trato —replicó ella, mientras su pecho subía y bajaba por su respiración agitada.Sacudí la cabeza, sonriendo internamente e intentando entrar en cordura. Ella tenía razón en decir que estábamos aquí para hace