—No… eso no puede ser —susurré devastado, volteando y tomando asiento en el catre de la celda para no desplomarme por la impresión de aquellas palabras.
Pero; ¿por qué me sorprendía?
Era de esperarse que si se había casado, hubiera hecho ese viaje. Sin embargo, no lo quería asimilar ni admitir. En mi pecho simplemente no cabía la idea de que ella en verdad me hubiera apartado de su vida, de que hubiera olvidado todo lo que vivimos y sentimos así como si nada.
Me tomé de la cabeza, bajándola y viendo el piso oscuro de aquella minúscula celda.
—«Dios mío, ¿Por qué me haces esto? ¿Por qué la pusiste en mi camino y dejaste que soñara tan alto?» —pregunté a la nada, intentando encontrarle sentido a tanta maldad.
Zac me veía con tristeza e impotencia, porque al igual que yo, creía ciegamente en Camile.
—Buscaremos otra manera, Henry, no debes rendirte. Debe haber algo que se pueda hacer. Buscaré un abogado y verás que todo se soluciona, pero debes entender que tu madre deberá saber lo que sucede —levanté mi rostro para verlo.
Mi madre… mi pobre madre moriría del disgusto y la decepción cuando lo supiera, pero no había forma de ocultar por tanto tiempo algo que de todas maneras terminaría sabiendo.
Asentí de mala gana, y Zac golpeó con fuerza los barrotes.
Suspiré con frustración, poniéndome de pie y caminando de nuevo hasta las rejas que nos separaba.
—No podré evitar que lo sepa, lo sé, Zac. Puedes decirle lo que ocurrió; ella sabrá que no tengo nada que ver en este asunto.
—Lo sé… todos sabemos que serías incapaz de algo así… no entiendo porque Camile permitió esto, debe de haber una expli… —de pronto, calló, sin terminar de decir lo que diría y noté en sus ojos el asombro. Una sonrisa se asomó en sus labios y metió sus manos a través de los barrotes, tomándome de los hombros—. Debo irme, Henry. Ya sé que debo hacer para solucionar este problema —lo vi con incredulidad, frunciendo el ceño.
—¿Qué harás, Zac?
—¡Ya verás! Muy pronto todo se resolverá… debo irme —salió prácticamente corriendo, sin darme una explicación.
¿Qué diantres estaría tramando?
Emití un hondo suspiro, teniendo la certeza de que nada cambiaría mi suerte si la mujer que amaba me había condenado a vivir aquella pesadilla.
Deseaba tenerla frente a mí y preguntarle miles de cosas que necesitaban respuestas para que mi alma no se siguiera atormentando.
Sabía que aceptar la realidad y hacerme la idea de que sacarla de mi vida como ella lo hizo conmigo, sería lo mejor para mí, para aprender a enfrentar los designios que el destino me estaba imponiendo, pero no podía simplemente asumir de la noche a la mañana que todo acabó y de la peor manera.
Ella; casándose y haciendo su vida feliz al lado de otro.
Yo; encerrado por algo que no cometí, y condenado a arrastrar en mi memoria, el tiempo que viví a su lado para siempre.
Al menos si no se estuviera cometiendo esta injusticia conmigo, haría lo más fácil para mí; odiarla y tratar de arrancarla de mi pecho, de mis pensamientos y de mis entrañas. Sin embargo, no se valía lo que sucedía, era demasiado injusto que me dejara aquí, sumido entre las rejas mientras ella vivía feliz, allá donde fuera.
No podía simplemente cerrar la página de nuestra historia así, con un adiós sin razones, con una acusación sin fundamentos, luego de que ella misma hiciera que me acostumbrara a sus besos, a su piel, a su cuerpo, a su risa… a todo su ser.
Sin más remedio, volví a ese incómodo catre y me recosté en él, aguardando que Zac tuviera razón en que sabía cómo solucionar este problema. Otra opción, además de esperar, no la tenía, pero con cada segundo que transcurría sin saber de ella, sentía como algo en mi pecho se iba apagando, se iba consumiendo lentamente y la esperanza de que todo se arreglara, se iba esfumando con ello.
***
ZAC
Cuando fui a la casa de Camile para ponerla al tanto de todo lo que estaba ocurriendo con Henry, jamás esperé que su madre me dijera que había salido de viaje por sus nupcias. Estaba seguro que algo no andaba bien, que ella había sido obligada a dejar a Henry y a casarse con ese hombre.
Sin embargo, al oír aquellas palabras y rememorar las de Henry sobre que ella lo había denunciado, pusieron en aprietos a mi intuición que me decía que no podía haberme equivocado tanto.
No supe como verlo a la cara y decirle la verdad, pero no podía mentirle porque eso implicaría perder un tiempo valioso que no teníamos.
Mi cabeza trataba de hilar los sucesos desde el momento en que Camile, sumamente preocupada, había acudido a mi llamado. Vi en su rostro y en sus ojos, que ella lo amaba profunda y sinceramente. Entonces, no comprendía el motivo del porque lo sometía o dejaba que lo sometieran a una injusticia.
Frustrado, había golpeado los barrotes de aquella celda por la impotencia y la intriga que me causaba todo, y fue entonces cuando recordé aquel sobre que Camile tan celosamente había puesto en mis manos.
Salí del departamento de policía sin darle una explicación razonable, con la intención de ir a averiguar lo que según Camile, sería su seguro de vida.
Conduje como un demente, impaciente por la situación y para que negar, por la curiosidad que me invadió aquello desde que me lo entregó.
Al llegar a casa, corrí prácticamente hasta el armario donde lo había guardado y al tomarlo, lo miré triunfante. Respiré hondo y caminé hasta el sofá que tenía en el salón, tomando asiento y arrastrando la mesita de centro hasta mí para colocar el contenido que descubriría sobre él.
Despacio, rasgué el extremo del sellado, introduciendo mi mano dentro y extrayendo los papeles que dentro se escondían.
Los coloqué sobre la mesilla y fui tomando uno a uno aquellos papeles.
Eran como unas fichas personales, de un tal Frederick Ritter, donde en pocas palabras se resumía toda su vida.
Cuentas bancarias disponibles, número de empresas, propiedades, dirección y… familiares.
Mis ojos se abrieron con sorpresa al leer el nombre de la madre de Henry y entonces recordé que el tal Frederick, llevaba el mismo apellido que ella.
Vivian Ritter, era nada más y nada menos que la hermana del multimillonario magnate italiano de licores; Frederick Ritter.
La conmoción no cabía en mí, y ahora estaba más seguro que nunca de que Camile hubiera sido incapaz de haberlo acusado. Sin embargo, ella sabía que esto podría pasar y por eso se aseguró de dejar en mis manos todo esto.
Volví a revisar el sobre, y una misiva había quedado en el fondo del mismo.
Al extraerla, la desdoblé y la leí:
Busca a Frederick Ritter.
En los informes encontrarás su dirección y una carta dirigida a él donde menciono a mi madre y a mi padre. De esa manera, sabrá que no mientes.
Jamás le digas a Henry sobre esto.
Si has abierto este sobre, es porque las cosas no van bien para él y comprenderás que todo se debe a que se enamoró de mí.
Por favor, no se lo digas. Te darás cuenta por las circunstancias, que es mejor que se olvide de mí.
Gracias por todo.
Camile
Suspiré completamente sorprendido, doblando el papel y recogiendo todo de nuevo.
Si antes estaba seguro que algo no andaba bien, ahora no tenía dudas de que Camile estaba en problemas y había arrastrado a Henry con ella.
Sacudí la cabeza y me dije a mi mismo que no había tiempo que perder, saliendo de inmediato hacia la dirección que decía uno de los informes, pertenecía a la casa del tío de Henry.
Tuve que conducir un par de horas hasta Hudson Valley. Al llegar a la imponente mansión que correspondía a la dirección de la casa, bajé del coche y un guardia de seguridad salió a mi encuentro.
—¿En qué puedo ayudarlo? —preguntó amablemente.
—Busco al señor Frederick Ritter. Es de suma urgencia entregarle algo —respondí con impaciencia.
—El señor Ritter no se encuentra —respondió.
—¿En qué momento llegará? Lo esperaré si es necesario —volví a decir para que notara la urgencia que tenía por dar con él.
—En tres meses —replicó, haciendo que casi cayera de espaldas al piso—. En esta época del año, la familia viaja a Europa una temporada, lo siento señor.
—¿Tiene algún número donde pueda contactarlo? Debe de haber alguna manera de comunicarse.
—Se nos tiene estrictamente prohibido revelar ese tipo de información, lo lamento.
—Entiendo… —retrocedí unos paso, llevándome las manos a la cabeza. De pronto, se me vino a la mente que Vivian podría ayudarme… ¡Sí!, ella convencería a su hermano de que volviera y ayudara a Henry—. Gracias. Veré la forma de comunicarme con él antes de ese tiempo —dije apresurado, subiendo al coche y marchándome nuevamente para ver a Vivian.
Al llegar a su departamento, me vio afligida.
—Zac, no tengo noticias de Henry desde ayer, ¿está contigo? —preguntó preocupada y negué.
—Vivian, necesito que hablemos y lo mejor es que tomes asiento —la tomé del brazo acercándola al sillón gastado de su pequeño salón.
—¿Qué está pasando, Zac? Henry no me dice nada, y estuvo muy raro toda la semana, triste, de mal humor. ¿Acaso tiene problemas con Camile? —calé una bocanada de aire para largarle toda la verdad.
—Vivian, Henry está en problemas y necesita de tu ayuda.
—¿Qué tipo de problemas? —frunció sus ojos con preocupación.
—Está acusado de fraude, en la empresa donde trabaja y lo detuvieron ayer.
—¡Oh por dios! —exclamó, llevándose las manos a la boca. De inmediato comenzó a llorar.
—Todo es falso, Vivian. Ambos sabemos que Henry es incapaz de algo así.
—Yo sabía que nada bueno podía salir de esa relación con aquella muchacha. Ellos… ellos jamás debieron haberse dejado llevar por sus sentimientos. Personas de mundos tan distintos nunca deben mezclarse —sollozó.
—¿Lo dices por experiencia propia? —pregunté, y de inmediato su rostro se contrajo, viéndome con sorpresa—. Sé que vienes de una familia rica, Vivian, y es por lo mismo que he venido a decirte lo que está sucediendo. Necesito, Henry necesita que busques a tu hermano, Frederick Ritter y le pidas que lo saque de la cárcel.
—No sé de qué estás hablando… —murmuró, esquivando la mirada.
—¿Serás capaz de dejarlo en la cárcel por no querer pedir ayuda, Vivian? —indagué con incredulidad.
—Tú no entiendes, Zac. No sabes todo lo que ocurrió. Además, hace treinta años que no lo veo, ¿qué te hace pensar que el presentarme junto a él así como así, surtiría el efecto que esperas?
—Esto… —tendí el sobre hacia ella—. Aquí dice que él te ha buscado durante todos estos años.
—Fue Camile, ¿cierto? —preguntó molesta—. ¿Ella te dio esta información para tratar de redimirse por el daño que le está causando a mi hijo?
—Lo menos que interesa en estos momentos es eso, Vivian. Lo importante es que Henry sea libre.
—Le prometí a su padre que jamás buscaría a mi familia —se excusó—. Podemos buscar un abogado y tratar de sacarlo sin la necesidad de acudir a Frederick.
—No —negué—. Esto no se trata de algo sencillo, Vivian. Es gente poderosa la que está detrás de todo y solamente alguien a su altura, podrá salvar a Henry. Me decepciona que no lo quieras ayudar y antepongas tu orgullo —me puse de pie para marcharme. Me había enfadado que Vivian no quisiera ceder o tuviera dudas para hacerlo, y antes de faltarle el respeto, prefería salir de su casa.
—Está bien, Zac, tu ganas. Llévame junto a Frederick y ya veremos si tienes razón.
HENRYZac no había regresado en el día, ni al día siguiente y comenzaba a creer que tal vez no lo había hecho porque a mi madre no le habia caído bien las buenas nuevas.Me habían informado que tendría un juicio y que el estado me proveería un abogado de oficio para que llevara mi caso. Melancólico, había permanecido esos dos días en ese catre que hacía de lecho para mi cuerpo adolorido por la falta de costumbre, pero sin poder siquiera dormir. Sentía que era inútil y demasiado tortuoso cerrar los ojos porque solo lograba que las pesadillas y algunos recuerdos me atormentaran sin tregua y sin compasión.Al tercer día, por fin apareció mi amigo y acompañado de mi madre, angustiosa con el rostro demacrado. Entre sollozos ahogados, se acercó hasta los barrotes mientras yo hacia lo mismo. No p
CRISTOPHER—¿Qué le has dicho, Daniel? —pregunté andando a su lado, ni bien salimos del departamento de policía. Su esposa ya había subido al coche que los esperaba y él iba despacio y pensativo.—Nada que te incumba, Cristopher —respondió como de costumbre—. Confórmate con que serás el que maneje la compañía de ahora en más y podrás sacar a tu familia de la ruina, si haces las cosas bien.—¿Se creyó la mentira de que Camile lo acusó? —indagué con cautela. Era de suma importancia que ese donnadie jamás supiera la verdad. Mucho menos que todo fue una trampa en la que cayeron redonditos los dos, en el afán de proteger el uno al otro.—Creo que sí, pero si quedan falencias y alguna vez decide investigar o contratar un abogado que valga la pena, no tendr&aac
Nadie había hecho caso a mis gritos de pedido de auxilio cuando noté que Sergei sangraba.—¡Sergei! ¡Sergei! Aguanta un poco, amigo —le había pedido mientras sentía un leve pulso en su muñeca.Con las luces apagadas, nada podía hacer por él.Luego de una hora aproximadamente, vinieron a ver a que se debían mis gritos. Para ese entonces, la poca esperanza que tenía que Sergei sobreviviera, se habían ido a la mierda.No podía dejar de llorar, no podía dejar de sentirme culpable porque si de algo me estaba dando cuenta, era que el encargo iba apuntado hacia mí.Mi número, el lugar donde dormía, era evidente que alguien quería hacerme desaparecer.Ese día comprendí que si seguía encerrado, la próxima vez no fallarían.La mañana transcurrió lenta y tortuosa.
La noche había sido dolorosamente larga.Me costó acostumbrarme a la cama y a las sabanas de seda después de tanto tiempo, sin contar que el único lugar donde había dormido en lugares similares, fue… con ella.Luego de dar vueltas y vueltas en la cama, me había puesto de pie y caminé hasta el enorme ventanal con vista al jardín para abrirlo y dejar que ingresara ese aire helado que habitaba afuera.Necesitaba dejar de sentir, dejar de pensar y por sobre todo, dejar atrás todo instinto de compasión que pudiera seguir viviendo en mis adentros.Cerré mis ojos y aspiré el aire helado de afuera. A pesar de estar con un simple pantalón de chándal y desprovisto de ropa en la parte superior de mi cuerpo, no sentía nada. No sentía frio, no sentía calor y de esa misma manera necesitaba que mi alma estuviera.
—¿Por dónde empezamos? —pregunté ansioso.—Comenzaremos desde el principio, Henry. Si quieres hacer las cosas bien, debes tener paciencia. ¿Crees que podrás esperar? —presioné mis puños sin responder y sus ojos se fijaron en esa acción—. Escúchame bien, hijo. Si quieres vengarte, debes volverte frio y calculador. Debes aprender a controlar tus impulsos, a no ceder ante provocaciones. Tienes que ser duro y olvidar todo tipo de sentimentalismos. Sé que eres economista y también que eres demasiado bueno, por lo que iniciaremos adentrándote en el negocio de la familia, aprendiendo a manejar todos mis asuntos y para ello, nos iremos a Italia un tiempo —dijo tajante y mis ojos se abrieron de par en par.—¡¿A Italia?! —pregunté perplejo y afirmó—. ¡Pero desde allí no podré hacer nada en contra
Mis ojos la taladraron inquisitivos sin lograr que se inmutara.—No me mires como si estuviera loca, Henry —pidió divertida y fruncí el ceño—. Tengo mi punto y es una manera de protegerme.—Discúlpame, Danielle, pero lo que acabas de decirme no tiene ningún sentido para mí. ¿Podrías explicarme tu punto? Porque te juro que me siento completamente perdido.—Es muy fácil, Henry. Si tú te casas conmigo, ellos no podrán hacerme nada y además, me cambiaría el apellido y sería más difícil encontrarme.—Yo puedo protegerte sin necesidad de que pasemos por algo así.—No te conozco lo suficiente, Ross, y que te cases conmigo sería algo así como mi seguro de vida. Entiéndeme; o nos casamos o no hay trato. Me caes bien, y si no tuviera mordiéndo
La ceremonia civil se llevó a cabo en el majestuoso jardín de la casona, en la Villa Ritter.El tío Frederick había organizado perfectamente todo, y parecía una boda real que los invitados disfrutaban amenamente.Danielle iba enfundada con un sencillo vestido de color blanco, que le llegaba por las rodillas. Sus hombros descubiertos, dejaban apreciar su piel pálida y aterciopelada que llamaba la atención de todos los hombres que habían asistido.Su pelo color fuego, apenas recogido y con algunos apliques a modo de corona, caía en cascada sobre su espalda con ondas que se movían al son de la fresca brisa y refulgían por los rayos del sol que aún no se había escondido.Frederick la había escoltado hasta el altar improvisado que habían montado las mujeres del lugar, alegando que no sería una boda sin ello.En el momento en que el juez nos de
DANIELLELos golpes en la puerta habían hecho que me removiera de tan plácido lugar.El cuerpo de Gina, tan esbelto y sensual, cubría mi cuerpo desprovisto de ropa.Se removió con fastidio y reí porque me encantaba que no quisiera dejarme sola, a pesar de todos los problemas que le había causado.Se incorporó en la cama, y tomó la camiseta que reposaba sin más sobre su mesa de noche. Antes de que se la pusiera, mi dedo índice dibujó un camino desde su nuca hasta sus caderas.—No vayas… —supliqué. Era demasiado temprano para visitas.—Jamás nadie me visita, y menos a estas horas, por lo que asumo debe ser alguna emergencia —se volteó hacia mí y acarició mis labios con la yema de sus dedos—. Ya regreso… —susurró tiernamente, bajando la cabeza y juntando sus lab