Un sueño revelador

Guadalupe estaba cansada de tanto llorar, mientras se ponía el pijama vio un gran hematoma en el estómago, este lo produjo el golpe que le había asestado su marido durante el día. Una lágrima rodó por su mejilla, pero prefirió no pensar más en el tema, no era la primera vez que esto sucedía, así que no era nuevo ver su piel con marcas, se recordaba así misma que todo esto era por su abuelo y no podía decepcionarlo.

Cuando pudo quedarse dormida, se perdió en un sueño oscuro que el cual se llenó de luz, de pronto comenzó a ver pequeños cortos de lo que sería su vida, eran breves, pero cada uno de ellos le dejaba un hueco en el corazón. Su vida no cambiaría para bien, al contrario, a pesar de los esfuerzos que hiciera, se quedaría sola y sin familia; su abuelo fallecería en la cárcel, Massimo y Alessia vivirían felices después de haber entregado a la familia de Guadalupe a la embajada. 

Ella, al final, terminaría viviendo en la calle, pasando hambre y no pudiendo alimentar a su pequeño bebe.

— ¡AH! – Despertó gritando.

Ese repentino sueño la hizo despertar a las 5:00 am, su pequeño había fallecido de inanición y frío a las 5:00 pm. Por más que había suplicado por ayuda, nunca nadie llego para auxiliarla, eso era al menos lo que lograba recordar, vio sus brazos y se preguntaba:

— ¿Quién era ese bebe? ¿Cómo llego a ese estado tan lamentable?

Por unos minutos medito la situación, de Massimo no podría ser, él jamás la había tomado como su esposa, jamás la tocaría tal como lo hacía con Alessia, es más, el mismo le expresaba que sentía repulsión hacia ella, él no podría ser el padre.

— Hay Guadalupe, ya estás tan mal que sueñas con cosas que nunca pasaran, si lo más probable es que mueras vieja y olvidada en esta gran mansión. — Se dijo a sí misma mientras se aseaba.

Para cuando salió de la recámara, ya eran casi las 7:00 am, fue rumbo a la cocina, hoy particularmente se le antojó un poco de café como lo hacían en su país, por lo que puso una olla y le agrego un poco de canela para que hirviera. Mientras esperaba a que el agua hirviera, entro Emma.

— Señora, ¿se encuentra usted bien? Ayer el señor me hizo retirar y no pude quedarme con usted.

— ¡Si Emma, todo está bien! Hoy quiero desayunar como en mi país, puse un poco de café, ¿te apetece acompañarme una vez que el Señor se vaya?

— ¡Sí, Señora! – Respondió un poco preocupada.

Guadalupe le sonrió intuyendo que Emma no estaba tranquila con su respuesta. Finalmente, el aroma a café de olla que la chica había preparado había inundado toda la planta baja de la casa, ella se sirvió una taza y salió al jardín a sentarse en la mesa que tenía fuera, su intención era solo admirar los jardines y perderse en sus pensamientos. 

Hoy particularmente no tenía ganas de desayunar acompañando al señor, por lo que esperaría afuera mientras este desayunaba y se iba, al menos eso era lo que ella imaginaba.

Massimo acababa de entrar por uno de los accesos a la casa, había ido a correr, el sueño de anoche le tenía un tanto inquieto y prefirió levantarse temprano para salir a distraerse un poco. Cuando llego pudo notar un delicioso aroma a café y algo más, por lo que antes de asearse fue rumbo a la cocina y se encontró a Emma.

— ¡Huele delicioso, Emma! ¿Qué café compraste?

— ¡Oh, Señor! Es el café de la señora, ella se levantó temprano y lo puso.

— ¿La señora está despierta?

— Sí, de hecho, está en el jardín, se sirvió café y me dijo que tomaría un poco allá afuera. — Dijo Emma señalando la mesita de jardín.

Massimo no pudo evitar mirar hacia el frente y ver el diminuto cuerpo de su esposa hecho una pequeña bolita en la silla de jardín, este le daba la espalda hacia la ventana, por lo que Guadalupe no pudo ver quién la observaba.

— Bueno, entonces creo que hoy desayunaremos en el jardín.

— ¿Entonces le apetece que lleve para allá su desayuno?

— ¡Sí, por favor!

— ¡Está bien, señor!

— Bajo en un momento, hoy tengo junta hasta las 9:00 am, por lo que puedo llegar un poco más tarde.

— Muy bien señor, llevo para allá su desayuno.

Él, sin darle más vueltas al asunto, se fue a tomar un baño y salió convertido en el mismo hombre de negocios que conocía su esposa. 

Guadalupe estaba escuchando música, se encontraba perdida en el recuerdo del sueño que había tenido la noche anterior, cuando sus pensamientos se vieron interrumpidos por un familiar aroma a menta y cítricos, abrió los ojos y frente a ella estaba Massimo, revisaba las noticias en su Tablet y tomaba de su taza de café. 

Esa pequeña acción le hubiera parecido maravillosa hace tan solo unas horas, pero ahora todo estaba muy revuelto, que cuando lo vio, solo sintió ganas de llorar, pero no podía darle el gusto, así que solo volvió a cerrar los ojos, le subió a la música que se reproducía en su teléfono y fingió que no había nadie ahí.

Massimo no pudo sentir más que frustración al ver que ella le trataba de ignorar, pero también entendía que no era para menos, ayer no le había montado una escena durante la noche; sin embargo, bien sabía que ella estaba molesta, además que nuevamente había hecho uso de la fuerza para calmarla.

— ¡Señor, aquí está su café!

— El señor ya tiene café Emma, acaba de robar el mío, ¿puedes darme esa taza?

Emma no supo cómo responder, hasta que Massimo le hizo señas con la mano de que le diera la taza.

— Regreso con sus desayunos.

— Emma, únicamente quiero café por el momento. — Dijo la chica.

— ¡Comprendo señora!

Toda la tranquilidad con la que le había hablado hace unos minutos fue interrumpida por la aparición de su esposo. Por lo que Emma se limitó a responder de esa manera, esta volvió con un plato de fruta y un pan francés para el señor. 

Guadalupe seguía escuchando música y tomando café, sin cruzar palabra con Massimo, por lo que este, ya un tanto desesperado por la indiferencia, saco de su cartera una tarjeta bancaria color negro, le hizo señas y dijo:

— Sé que lo que viste ayer no fue lo correcto, pero también sabes que no te amo, desde el principio lo sabías y, aun así, aceptaste la propuesta de mi abuela, entonces sigamos con las cosas tal como está especificado. — Dijo Massimo extendiendo la tarjeta para acercársela.

— No necesito que me des una compensación por el golpe que me diste ayer, ¿sabes lo que necesito? ¿Acaso lo sabes? – Dijo ella mientras derramaba una lágrima, la misma que se había esforzado por no dejar salir.

— ¿Qué? ¡Dime! – Massimo esperaba que la respuesta fuera algo material que pudiera cumplir y así sanar su conciencia.

— ¡QUIERO EL DIVORCIO! – Guadalupe dejo salir lo que nunca pensó decir.

Massimo casi se atraganta con el sorbo de café que tenía en la boca al escuchar lo que decía su esposa.

— ¿Qué acabas de decir? ¿Te sientes bien? Has luchado tanto por esto como para que ahora me salgas con que “Quieres el divorcio”.

— Massimo, está claro que tú no me amas y yo estoy cansada, de verdad te pido que nos divorciemos. Llevamos casi 3 años de matrimonio y esto no funciona, ni funcionará. — Decía Guadalupe mientras lágrimas brotaban de sus ojos

Emma veía la escena desde la ventana de la cocina, desconociendo de que se trataba la conversación que se estaba suscitando, pero debía ser algo que no le agradaba al señor. Ella estaba dispuesta a salir corriendo apoyar a la señora si este se atrevía a ponerle una mano encima nuevamente.

— Pide a tu asistente que redacte un acuerdo de divorcio, el que quieras, el que más se acomode a ti, lo firmaré hoy mismo y de ser posible vamos hoy mismo al registro civil a hacer efectiva nuestra separación.

— ¿Tú crees que es así de fácil? Solo redactar y firmar un papel, pues no Guadalupe, si lo hago así, mi abuela se irá sobre mí y tú quedarás como siempre, siendo la víctima.

Guadalupe se quedó sin palabras al escucharlo, pensó dentro de ella “¿A caso no es lo que está sucediendo en esta relación?”. El día anterior le había encontrado teniendo sexo con Alessia en su oficina, lejos de ofrecer una explicación, este le había asentado un fuerte golpe en el estómago y luego le había prohibido ir a la compañía.

— ¡Quiero el divorcio! No importa si hoy mismo debo hablar con la abuela, redacta el maldito papel y lo firmaré. — Dijo Guadalupe al momento que se levantaba de la mesa para retirarse.

— ¡GUADALUPE! – Grito Massimo.

— ¿¡YA TE LO DIJE! Hoy mismo iré a ver a la abuela y por la noche espero el acuerdo para firmar, si no yo misma lo redactaré, pero antes del aniversario de tu compañía debemos estar divorciados.

Massimo se levantó rápidamente para alcanzar a Guadalupe, la pequeña chica por más que caminará rápido no podría con las grandes zancadas de su marido. Él estaba furioso así que la tomo del brazo y la jalo, ella casi cae, Emma al ver la escena salió corriendo en su ayuda, pero cuando salió, vio aquel hombre que por un momento echaba fuego por los ojos, estaba abrazando a la chica.

— ¡Tú y yo no podemos divorciarnos! Eso te debe quedar bien claro, nunca voy a redactar nada, esta es tu casa, tú eres mi mujer y no te voy a dejar.

Guadalupe estaba desconcertada, “¿Acaso el divorcio no era lo que el tanto anhelaba?” “¿Por qué ahora que ella lo pedía no quería dárselo?”.

— ¡Suéltame, eres un maldito! ¡Quiero el divorcio! Ya te lo dije, vas a ser libre para hacer lo que te venga en gana, así que no veo porque debes seguir guardando las apariencias si todo el mundo lo sabe.

Massimo, al ver la resiliencia de la chica, la soltó y salió de casa hecho una furia, trato de no voltear a ver a su mujer, ya que sabía que no se contendría y sería capaz de estrangularla. La chica tenía la capacidad de sacarle de sus casillas tan fácilmente que prefirió salir inmediatamente de ahí.

— Señor, ayer fue mi culpa que la Señora lo viera en una situación incómoda, estaba revisando unos asuntos con los demás asistentes y ella llegó de improviso, lamento los malentendidos. — Dijo Matteo tratando de aclarar lo sucedido el día anterior.

— No son necesarias tus disculpas, lo que vio ayer Guadalupe ya ha apresurado las cosas. — Dijo Massimo con voz seria, pero sin molestia.

Guadalupe se quedó parada en el jardín, viendo cómo su esposo se marchaba, las lágrimas salían tal como si fueran fuentes, ya había pronunciado lo que nunca creyó hacer. Sentía un fuerte dolor en el pecho, le faltaba el aire, por lo que solo pudo desplomarse en el jardín, Emma corrió a auxiliarla, le ayudo a levantarse y la acompaño a su recámara.

— Señora debe descansar, la tal vez es agotamiento, últimamente ha pasado por mucho, debe tratar de calmarse y descansar, si gusta le traigo el desayuno a su habitación para que no salga.

— No tengo apetito, creo que la discusión me lo quito, ¿me puedes dejar dormir un rato?

— ¡Claro que sí señora! Cualquier cosa estoy abajo, solo me manda mensaje y vendré a verla inmediatamente.

— ¡Gracias, Emma!

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